Se acercan, los oigo.
Uno de ellos, el más torpe (personalmente creo que por estética, los ayuntamientos le han hecho firmar una clausula en la que no puede utilizar gafas...queda fatal en la cabalgata)no ha atinado con la magia en el balcón y me ha jodido la cerradura de la puerta.
Da igual, permanezco inmóvil en la cama, tapándome hasta los ojos con el nórdico (es un tipo de edredón, aún no me ha dado por zumbarme rubios de dos metros con acento eslavo)procurando no hacer el menor ruido.
Han encontrado mis zapatos, puedo escuchar las arcadas desde el dormitorio.
Otro año más volverán a dejar los regalos encima de un cojín y otro año más sacaran los zapatos a la repisa de la ventana.
También han descubierto el pequeño tentempié que les he preparado para que se den una alegría, ya está bien de tanta leche y tanta galletita.
Melchor es en realidad "Ser Duncan Macnuguell" caballero escoces de largas barbas blancas y cortas faldas de cuadros.
Su whisky de malta en vaso bajo y ancho, con dos piedras, como a él le gusta.
Un ratito en el orejero de lectura, evocando las "Highlands", la bruma del amanecer que lo cubre todo y el sonido de las gaitas antes de cargar contra los casacas rojas.
Se que lo agradecerá.
A Gaspar, en cuyo documento nacional de identidad consta el nombre de "Jeremias Smith", siempre le dejo una Bud y un chupito de Jack Daniels.
Primero apura el disparo de american Whiskie de un solo trago y luego se deleita con la cerveza fría, mientras recuerda las plantaciones, las fiestas en el granero de la comunidad y las noches con Mary An Wallace, la hija del predicador, que debió de estar ausente el día que su padre dio el sermón sobre la moral y la decencia.
Que manos...que labios...que hermoso talle.
Sentir el viento en el rostro galopando a lomos de su Apaloosa.
Está hasta los cojones de esos cuadrúpedos jorobados.
Rón de caña para Baltasar, hierbabuena, azucar moreno y un poco de hielo picado. Angostura y limas.
El se lo prepara, tiene el toque.
Heladio Fuertes aceptó el puesto porque no veía otra manera de abandonar Cuba.
"Alistate..verás mundo", decía el folleto que le presentó San Pedro en el momento preciso en el que aquel agente de la policía de Fidel perdió el control en la "pileta" y sin querer, o queriendo, que coño, que allí no se andaban con muchos miramientos, terminó por ahogarle.
Entre pasar una eternidad en el purgatorio o relevar al viejo y cansado Baltasar, no había demasiadas opciones.
Firmó por doscientos años. El contrato estandar, vacaciones y extras prorrateadas, tres días de asuntos propios, cotizando y con posibilidad de optar a un plan de pensiones de la empresa.
De entre todas, aunque es demasiado corporativista, se comenta que es de las que mejor tratan a sus trabajadores.
-Qué carajo, caballero- le dijo a San Pedro y puso su marca por triplicado al pie del celestial documento.
Un par de meses de formación: clases de monta de camello, lanzamiento de caramelos, invisibilidad, escalada sin arnés y el carné de manipulador de antracita, hulla y carbón dulce.
La putada fue incorporarse. Ser el nuevo siempre es complicado, sobre todo cuando te toca currar con un viejo escoces de mollera dura como el marmol y con un puto racista de las llanuras de Kenttuky.
Ser negro no ayuda, la verdad.
Los primeros años fueron realmente jodidos.
Gaspar siempre escupía el tabaco sobre sus botas y Melchor pasaba las horas despotricando contra el imperio británico, contando batallitas y dando por culo a la hora de la siesta.
Lo peor era la clausula de celibato.
Es una cabronada tener alma inmortal, invisibilidad y todas las demás mierdas y no poder amorrarse a los enormes pechos mulatos de las hembras caribeñas.
Con el tiempo se ha ido acostumbrando, pero ya tiene practicamente claro que no va a renovar.
Y es que en todas las ollas cuecen habas.
Para que luego venga algún listillo diciendo eso de que los reyes son los padres.
¡¡Una mierda!!
El plan divino está supercurrado, a ver, si no llegan a presentar un plan en condiciones ningún banco hubiera soltado la pasta inicial para montar toda la infraestructura.
Que ya puedes ser Dios, Alá, Ghaanesa o como cojones quieras denominarte en hacienda, que si no tienes buenos avales y un buen plan de viabilidad, saneado y decente, no hay una sola entidad que afloje la mosca.
A esto hemos llegado, que barbaridad.
Por eso y por otras muchas cosas yo siempre cuando escribo mi carta a sus supuestas majestades, les aclaro que por mi no tienen que preocuparse, que si lo prefieren, pueden pasar de largo, o aprovechar el ratito para fumar, o simplemente sentarse a criticar al jefe y no hacer nada.
Que si tienen a bien, me dejen tal o cual cosa, pero que de verdad, que les entiendo y les apoyo y que no hay patrón bueno ni curro decente.
Es por eso también, por lo que año tras año me suelen traer lo que les pido.
Porque que cojones...no he sido bueno.
Y menos que voy a ser.