Es capaz de poner el mundo cabeza abajo con un par de trazos.
Pintar del color oportuno el momento más triste y convertirlo en una cama suspendida entre nubes.
Trata de elegir el tono para que todo sea mejor y se esfuerza en no estar quieta...tampoco puede, ella es así.
Ahora la plaza está llena y se siente un poco más tranquila.
Hay talleres, charlas, conferencias...asambleas.
Despliega un enorme lienzo donde entramos todos y hace hueco en él para todos aquellos que están por venir.
Con lo pequeñita que es, hay que ver que corazón más grande.
Se sienta a dibujar una sociedad en la que la injusticia es algo así como un animal mitológico, la corrupción, la avaricia, el abuso de poder, la discriminación...todo apartado a una especie de bestiario imaginario, como los de Tolkien.
Dibuja despacito, repasando cada trazo antes de plasmarlo, tarareando algo de Silvio, o de ACDC.
Esta tan concentrada que no se da cuenta de que los cuervos rodean la plaza.
No escucha los graznidos que brotan desde el interior de los furgones.
Las piernas cruzadas, posición de Loto.
Un lápiz en cada oreja y otros muchos desperdigados a su alrededor.
Imagina consignas con forma de gaviota, redecora abrazos en tonos sepia y sus personajes siempre, siempre sonríen.
Comienzan las carreras, los cuervos se despliegan amenazantes, batiendo bien fuerte las alas, amedrentando a los soñadores.
Pero ella como si nada.
Quizás por eso odio a los cuervos, porque ella era feliz allá donde estaba, en el mundo ideal que vive en su pecho y en su cabecita, y la han traído de vuelta.
Levanta los ojos al ver una bota negra pisoteando un lápiz rojo.
Tiene tiempo para pensar en que es una hermosa combinación de colores.
Después se indigna y se pone en pie.
Los ojos brillan sobre un colchón de pecas, se fue la mirada tranquila y en su lugar asoma la rabia del que sabe que es suficiente y que el valiente ha sido valiente hasta que el cobarde ha querido.
El cuervo es consciente de quien es ella y por eso no se atreve a descargar el golpe, porque es inútil golpear una ola...al final te engullirá.
Formamos junto a ella, los que decimos basta ya, los que estamos cansados de pagar con nuestras lágrimas las vacaciones de tanto hijo de puta, los que podemos recibir el golpe en su lugar...y devolverlo.Los que tampoco tenemos miedo. Los que no sabemos dibujar, pero entregamos una carta directa a la conciencia cada vez que nos empujan.
Cada vez somos más y ellos más negros.
Entonces ella avanza y él cuervo no sabe que hacer, solicita órdenes al jefe de la bandada, asustado al ver refulgir la mirada de una muchachita que apenas levanta un palmo.
Yo cierro los puños y aprieto los dientes, el corazón me late como si corriera en mi una manada de caballos salvajes.
No os atreváis, porque seremos tantos los que os devolvamos vuestra cosecha que no tendréis a donde ir ni donde esconderos.
Ella sigue avanzando, ellos ven su luz y se repliegan.
Ilumina toda la plaza, toda la ciudad, todo el planeta.
Ilumina millones de almas y en todos los continentes se van encendiendo otras como ella.
Los cuervos pierden las pupilas en la carrera y se golpean entre ellos.
Ha terminado.
Sencillamente vuelve a sentarse, recoje los pedazos de los lápices y retorna a su dibujo.
Entonces me doy cuenta de lo bonita que es su calma.
Y solo puedo admirar su presencia.
martes, 27 de diciembre de 2011
sábado, 24 de diciembre de 2011
Oh Happy Day!!!
Ya ha hablado su majestad, aunque a la mayoría de la gente le importe tres cojones lo que tenga que decir alguien tan ajeno a ellos. Campechano, eso si.
Langostinos, lombarda, pularda, lechazo, tostón y merluza.
Cava.
Los niños buscando debajo de la chimenea, o en la caldera, por estimación... la factura.
Caritas sonrientes, chistes de cuñados, botellas de crema de orujo.
La baraja para el cinquillo, el continental o la escoba.
La versión navideña del tren de la bruja, que te golpea el careto en cada curva del circuito cerrado.
Navidad.
Los que están fuera casi siempre vuelven a casa cargaditos de ilusión y de buenos deseos. De besos y de abrazos, de anécdotas oportunas.
Algunos seguimos esperando mirando por la ventana, pero no vuelve nadie.
Se nos calienta el cava, se va a echar a perder si no brindamos rápido.
Felices fiestas y tal.
Las cosas siempre duelen más en navidad, pero puedes disimular cantando villancicos y pegándole ostias a la pandereta.
Sopa de almendras, tradición, recuerdos de la infancia.
Esta noche es nochebuena y mañana navidad, saca la bota María que me voy a emborrachar.
Hasta caerme de culo y perder lo que me quede de cabeza.
Me toca ser super feliz.
Es la noche.
Os deseo lo mejor.
Langostinos, lombarda, pularda, lechazo, tostón y merluza.
Cava.
Los niños buscando debajo de la chimenea, o en la caldera, por estimación... la factura.
Caritas sonrientes, chistes de cuñados, botellas de crema de orujo.
La baraja para el cinquillo, el continental o la escoba.
La versión navideña del tren de la bruja, que te golpea el careto en cada curva del circuito cerrado.
Navidad.
Los que están fuera casi siempre vuelven a casa cargaditos de ilusión y de buenos deseos. De besos y de abrazos, de anécdotas oportunas.
Algunos seguimos esperando mirando por la ventana, pero no vuelve nadie.
Se nos calienta el cava, se va a echar a perder si no brindamos rápido.
Felices fiestas y tal.
Las cosas siempre duelen más en navidad, pero puedes disimular cantando villancicos y pegándole ostias a la pandereta.
Sopa de almendras, tradición, recuerdos de la infancia.
Esta noche es nochebuena y mañana navidad, saca la bota María que me voy a emborrachar.
Hasta caerme de culo y perder lo que me quede de cabeza.
Me toca ser super feliz.
Es la noche.
Os deseo lo mejor.
miércoles, 21 de diciembre de 2011
Pequeñita
Insignificante, chiquitita como un botón, mínima.
Yo también me he sentido así, amiga, pero te aseguro que no es verdad.
Crees que no vales nada y si que vales, vales mucho, lo que sucede es que no eres capaz de verlo porque hace tiempo alguien te dio el cambiazo cuando estabas dormida y el cristal por el que observas tu vida no es el adecuado.
Te sientes torpe, "viejuna" y fea...vamos por Dios.
Con esos ojitos y esa sonrisa.
Te sientes ridícula teniendo detalles con él, y el ridículo es él si no sabe apreciarlos.
Piensas que has perdido el tren y no sabes que las estaciones están llenas de sorpresas y de tipos con mochila que aunque pierden uno detrás de otro al final se subirán al que les llevará al destino que llevan soñando toda la vida.
Hay billetes para ti, no seas boba.
Piensas también, que el amor es un fraude y te mueres por amar y por que te amen, pero de verdad, sin control, sin cortapisas sin barreras.
¿Se puede amar de otra manera?
Yo nunca supe querer a medias y aunque eso me rompió en sesenta trocitos chiquitinos y muy bien dobladitos y amontonados unos encima de otros, me niego a hacerlo de otra forma.
No puedes dormir, te falta el aire, solo piensas en que algo no funciona.
Respira amiga, duerme, todo va bien, creeme...yo nunca te mentiría.
Deja ya de hacer más y más grande el remolino de tu pelo,eso no va a arreglar las cosas.
Empieza por ser feliz.
Te va a parecer una estupidez, pero al final lo de ser feliz, es más fácil, mucho más fácil de lo que parece.
Solo necesitas creer en ti un poquito, lo demás viene solo.
Cuando crees en ti y te quieres, aprendes a recibir el cariño de los demás y a ver las cosas en color y a distinguir fragancias.
De repente la vida se vuelve un anuncio de compresas y ya sabes a que coño huelen las nubes.
Huelen a que ya está bien de pasarlas putas, a que ya vale de ir con la cabeza gacha, a que las farolas se van a encender todas para ti.
Creeme amiga, a eso mismo huelen las nubes.
Date una oportunidad, yo me la he dado.
Todo esto, te lo digo porque tienes una expresión demasiado dulce como para empañarla con esa tristeza con la que ultimamente te maquillas.
No voy a consentir que desaparezcas debajo del edredón de la nostalgia, no es tan calentito como parece, es mentira.
Al final pasas un frió horroroso así que te voy a sacar de ahí.
Dejaré que vuelvas a meter las manos en mis bolsillos y que te agarres fuerte, que me grites a través del casco, mientras esquivo coches y trato de entender que coño me estás contando, como la última vez.
Cualquier cosa con tal de que sonrías.
Yo también me he sentido así, amiga, pero te aseguro que no es verdad.
Crees que no vales nada y si que vales, vales mucho, lo que sucede es que no eres capaz de verlo porque hace tiempo alguien te dio el cambiazo cuando estabas dormida y el cristal por el que observas tu vida no es el adecuado.
Te sientes torpe, "viejuna" y fea...vamos por Dios.
Con esos ojitos y esa sonrisa.
Te sientes ridícula teniendo detalles con él, y el ridículo es él si no sabe apreciarlos.
Piensas que has perdido el tren y no sabes que las estaciones están llenas de sorpresas y de tipos con mochila que aunque pierden uno detrás de otro al final se subirán al que les llevará al destino que llevan soñando toda la vida.
Hay billetes para ti, no seas boba.
Piensas también, que el amor es un fraude y te mueres por amar y por que te amen, pero de verdad, sin control, sin cortapisas sin barreras.
¿Se puede amar de otra manera?
Yo nunca supe querer a medias y aunque eso me rompió en sesenta trocitos chiquitinos y muy bien dobladitos y amontonados unos encima de otros, me niego a hacerlo de otra forma.
No puedes dormir, te falta el aire, solo piensas en que algo no funciona.
Respira amiga, duerme, todo va bien, creeme...yo nunca te mentiría.
Deja ya de hacer más y más grande el remolino de tu pelo,eso no va a arreglar las cosas.
Empieza por ser feliz.
Te va a parecer una estupidez, pero al final lo de ser feliz, es más fácil, mucho más fácil de lo que parece.
Solo necesitas creer en ti un poquito, lo demás viene solo.
Cuando crees en ti y te quieres, aprendes a recibir el cariño de los demás y a ver las cosas en color y a distinguir fragancias.
De repente la vida se vuelve un anuncio de compresas y ya sabes a que coño huelen las nubes.
Huelen a que ya está bien de pasarlas putas, a que ya vale de ir con la cabeza gacha, a que las farolas se van a encender todas para ti.
Creeme amiga, a eso mismo huelen las nubes.
Date una oportunidad, yo me la he dado.
Todo esto, te lo digo porque tienes una expresión demasiado dulce como para empañarla con esa tristeza con la que ultimamente te maquillas.
No voy a consentir que desaparezcas debajo del edredón de la nostalgia, no es tan calentito como parece, es mentira.
Al final pasas un frió horroroso así que te voy a sacar de ahí.
Dejaré que vuelvas a meter las manos en mis bolsillos y que te agarres fuerte, que me grites a través del casco, mientras esquivo coches y trato de entender que coño me estás contando, como la última vez.
Cualquier cosa con tal de que sonrías.
martes, 13 de diciembre de 2011
El jardinero Fiel
A esta planta la tengo que cuidar con especial atención, porque entre otras cosas y aparte de ser la más hermosa de entre todas las plantas de mi jardín, si no se tiene cuidado se marchita poco a poco y se pone mustia.
Da mucha pena cuando pasa esto, porque en sus mejores momentos, cuando se dan todos los requisitos, es tan bonita, tanto, que uno puede pasarse horas y horas contemplándola.
Es complicado, porque aunque la hablo todos los días, en ocasiones siento que no necesita escuchar aquello que le digo, sino más bien parece que quisiera taparse los pistilos y no oír nada más allá de su propia pena o de su rabia contenida.
Hay veces en las que rechaza el calor y notas como sus hojas amarillean por minutos y uno no sabe que le pasa y se desespera, porque no sabe que hacer.
Dar más calor no es posible, no lo resistiría.
Es una planta dura, me consta y una superviviente, pero me da cada susto...
Hay que tener mucho cuidado porque ejerce una atracción especial sobre los ácaros y los pulgones, que embriagados por sus vivos colores se abalanzan en tropel sobre ella y aunque tiene sus propios mecanismos de defensa, alguno la ha llegado a hacer mucho daño...demasiado.
Yo me paso el día con el pulverizador en la mano, pero eso no es bueno porque aunque quisiera protegerla siempre, tampoco es bueno entrometerse en lo que la madre naturaleza tenga destinado para ella.
No necesita demasiadas horas de luz, al contrario, es feliz cuando bajo las persianas y puede descansar, porque está muy cansada.
Han ido llegando otras plantas hermosas, pero ninguna puede competir con ella, en nada.
Digamos que es perfecta.
Se que las demás la envidian y lejos de volverse altanera veo en ella una especial disposición para ayudar al resto de plantas y flores.
Teníais que verla en plena fotosíntesis.
Tiene tanto que aportar...
Siempre la he llevado conmigo, a donde quiera que yo he ido ella también ha venido, porque la vida sin ella es triste y gris, vacía.
Mi planta no es mía, ni lo será nunca, pero me permite en ocasiones, silbarle alguna canción.
Ultimamente la veo un poco arrugadilla, quizás debería cambiar de tiesto o de abono.
Creo que en el fondo, ella sabe que yo siempre estaré ahí, para regarla, para añadirle nutrientes, para decirle cada mañana :"hojas verdes tienes, preciosa".
Da mucha pena cuando pasa esto, porque en sus mejores momentos, cuando se dan todos los requisitos, es tan bonita, tanto, que uno puede pasarse horas y horas contemplándola.
Es complicado, porque aunque la hablo todos los días, en ocasiones siento que no necesita escuchar aquello que le digo, sino más bien parece que quisiera taparse los pistilos y no oír nada más allá de su propia pena o de su rabia contenida.
Hay veces en las que rechaza el calor y notas como sus hojas amarillean por minutos y uno no sabe que le pasa y se desespera, porque no sabe que hacer.
Dar más calor no es posible, no lo resistiría.
Es una planta dura, me consta y una superviviente, pero me da cada susto...
Hay que tener mucho cuidado porque ejerce una atracción especial sobre los ácaros y los pulgones, que embriagados por sus vivos colores se abalanzan en tropel sobre ella y aunque tiene sus propios mecanismos de defensa, alguno la ha llegado a hacer mucho daño...demasiado.
Yo me paso el día con el pulverizador en la mano, pero eso no es bueno porque aunque quisiera protegerla siempre, tampoco es bueno entrometerse en lo que la madre naturaleza tenga destinado para ella.
No necesita demasiadas horas de luz, al contrario, es feliz cuando bajo las persianas y puede descansar, porque está muy cansada.
Han ido llegando otras plantas hermosas, pero ninguna puede competir con ella, en nada.
Digamos que es perfecta.
Se que las demás la envidian y lejos de volverse altanera veo en ella una especial disposición para ayudar al resto de plantas y flores.
Teníais que verla en plena fotosíntesis.
Tiene tanto que aportar...
Siempre la he llevado conmigo, a donde quiera que yo he ido ella también ha venido, porque la vida sin ella es triste y gris, vacía.
Mi planta no es mía, ni lo será nunca, pero me permite en ocasiones, silbarle alguna canción.
Ultimamente la veo un poco arrugadilla, quizás debería cambiar de tiesto o de abono.
Creo que en el fondo, ella sabe que yo siempre estaré ahí, para regarla, para añadirle nutrientes, para decirle cada mañana :"hojas verdes tienes, preciosa".
lunes, 12 de diciembre de 2011
Comprar en "los chinos"
En esta entrada no voy a añadir fotos o ilustraciones de ningún tipo.
Y os explicaré porqué:
Mi madre (como todas las madres) es sabia y no suele equivocarse y en una ocasión me dijo "lo barato sale caro".
Cuanta razón tenía la jodia, pero los jóvenes somos atrevidos (si...37 tacos es ser joven) y desoímos los consejos de nuestros mayores, bien por ese conflicto generacional que nos arrastra a hacer justo lo contrario, bien por completa y absoluta ignorancia.
El caso es que dándome una vuelta por uno de esos enormes badulakes orientales, en busca de pinzas para la ropa económicas, me encontré con una hermosa máquina de esas que lo mismo te rapan la cabeza, que te perfilan las patillas, barba y bigote.
Diez euros, un chollete.
-Por diez lereles me ahorro peluquero, barbero y tiempo, con lo que "pa la saca"-me dije ufano y orgulloso de mi saber comprar.
Hasta ahí todo bien.
El horror llegó hace un par de días, cuando me dispuse a estrenarla rebajando un poco el matojo del bigote, que de frondoso que estaba, parecía que me había pegado un gatico acostado encima del labio superior.
Tan contento yo, con mi maquinita llena de luces de colores.
Gradué el peine que cubre la cuchilla al cuatro y con la "segadora" a máxima potencia, comencé la operación "guapete te pongas".
En el preciso instante en que apliqué aquel invento del maligno al amigo bicolor (o sea, mi hermoso y original bigote) la mierda del peine graduador se retrotrajo como un miembro viril tras un baño en el Cantábrico.
Antes de que pudiera evitarlo, me llevé por delante la mitad de mi personalidad.
Ahí estaba yo, cual Mackulain Culkin, gritando como un poseso con ambas manos pegadas a la cara.
Diez años sin afeitarme, diez años manteniendo una imagen que dotaba de personalidad y seña de distinción a este humilde titiritero.
¡¡A euro por año de alegría bigotil!! que barato he pagado esta infamia.
No me quedaron más cojones que afeitarme por completo, entre lágrimas e hipos.
No os podéis hacer ni idea de lo espantosamente horrible que me encontré al terminar la faena.
No me reconocía ante el espejo, ese imberbe pusilánime no era yo.
Que gran putada, que jodienda, justo ahora, que vuelvo "al mercado", justo en sábado, sabadete.
En fin, consolándome con la idea de que todo crece y hay cosas por las que estar más preocupado, me subí en la moto y me fui a ver a "Campanilla".
Su grito de horror se escuchó en toda la comunidad.
Entiendo que el cambio es radical, pero mi alma sensible y mi autoestima malherida, hubieran agradecido algo de comprensión y un par de mentiras piadosas.
Del espanto a la risa, hay una delgada linea roja, como del amor al odio.
Y os aseguro que adoro a esta mujer, pero por un momento imagine más de setenta y dos maneras de ayudarla a dejar este valle de lágrimas.
Cómo se reía la muy perrer!!!
Ahí estaba el pobre Juan, cubriéndose el rostro con una máscara de "Anónimus".
Esta tampoco fue la mejor de las ideas, porque nada más salir a la calle con mi máscara, dos agentes de paisano me solicitaron amablemente la documentación y procedieron a realizar un registro "preventivo" que termino con la consabida incautación de sustancias psicotrópicas y la correspondiente sanción administrativa por importe de 301 euros.
Que bien, 311lereles la puta máquina, y la voz de mi madre volviendo una y otra vez desde el pasado repitiendo "lo barato sale caro, lo barato sale caro".
Lo peor llegó cuando un grupo de niños comenzó a hostigarme con palos mientras me llamaban monstruo, deforme y cosas por el estilo.
Tuve que salir corriendo, pero iniciaron una persecución que solo finalizo cuando me acogí a "sagrado" en la Iglesia de Santa María de la Antigua.
Por culpa de la puta máquina de los chinos, terminé encaramado en el campanario, mientras mis paisanos acudían en tropel desde todos los rincones de la ciudad, con antorchas y horcas, arrojándome piedras y restos vegetales con bastante buena puntería.
Un helicóptero de la policía nacional se aproximó por un costado y antes de que pudiera tratar de derribarlo a manotazos, como aquel simpático mono con nombre de hamburguesa gigante, un tirador de élite logró colocar un dardo anestésico justo en el centro de mi glúteo derecho.
Se me nubló la visión y la realidad comenzó a distorsionarse.
Cuando me desperté, enormes correas de cuero sujetaban mis muñecas y tobillos a una camilla instalada en el interior de una jaula para leones.
Aún sigo aquí y científicos de todo el mundo se acercan a visitarme.
Me han realizado todo tipo de pruebas y mientras las doctores introducen artefactos metálicos por mi recto, yo recuerdo aquél sabio consejo de mi madre y me cago mentalemente en la gran muralla y en la puta que parió al "último emperador", a Mulán y a la prima de Chank-kai-chek.
Y os explicaré porqué:
Mi madre (como todas las madres) es sabia y no suele equivocarse y en una ocasión me dijo "lo barato sale caro".
Cuanta razón tenía la jodia, pero los jóvenes somos atrevidos (si...37 tacos es ser joven) y desoímos los consejos de nuestros mayores, bien por ese conflicto generacional que nos arrastra a hacer justo lo contrario, bien por completa y absoluta ignorancia.
El caso es que dándome una vuelta por uno de esos enormes badulakes orientales, en busca de pinzas para la ropa económicas, me encontré con una hermosa máquina de esas que lo mismo te rapan la cabeza, que te perfilan las patillas, barba y bigote.
Diez euros, un chollete.
-Por diez lereles me ahorro peluquero, barbero y tiempo, con lo que "pa la saca"-me dije ufano y orgulloso de mi saber comprar.
Hasta ahí todo bien.
El horror llegó hace un par de días, cuando me dispuse a estrenarla rebajando un poco el matojo del bigote, que de frondoso que estaba, parecía que me había pegado un gatico acostado encima del labio superior.
Tan contento yo, con mi maquinita llena de luces de colores.
Gradué el peine que cubre la cuchilla al cuatro y con la "segadora" a máxima potencia, comencé la operación "guapete te pongas".
En el preciso instante en que apliqué aquel invento del maligno al amigo bicolor (o sea, mi hermoso y original bigote) la mierda del peine graduador se retrotrajo como un miembro viril tras un baño en el Cantábrico.
Antes de que pudiera evitarlo, me llevé por delante la mitad de mi personalidad.
Ahí estaba yo, cual Mackulain Culkin, gritando como un poseso con ambas manos pegadas a la cara.
Diez años sin afeitarme, diez años manteniendo una imagen que dotaba de personalidad y seña de distinción a este humilde titiritero.
¡¡A euro por año de alegría bigotil!! que barato he pagado esta infamia.
No me quedaron más cojones que afeitarme por completo, entre lágrimas e hipos.
No os podéis hacer ni idea de lo espantosamente horrible que me encontré al terminar la faena.
No me reconocía ante el espejo, ese imberbe pusilánime no era yo.
Que gran putada, que jodienda, justo ahora, que vuelvo "al mercado", justo en sábado, sabadete.
En fin, consolándome con la idea de que todo crece y hay cosas por las que estar más preocupado, me subí en la moto y me fui a ver a "Campanilla".
Su grito de horror se escuchó en toda la comunidad.
Entiendo que el cambio es radical, pero mi alma sensible y mi autoestima malherida, hubieran agradecido algo de comprensión y un par de mentiras piadosas.
Del espanto a la risa, hay una delgada linea roja, como del amor al odio.
Y os aseguro que adoro a esta mujer, pero por un momento imagine más de setenta y dos maneras de ayudarla a dejar este valle de lágrimas.
Cómo se reía la muy perrer!!!
Ahí estaba el pobre Juan, cubriéndose el rostro con una máscara de "Anónimus".
Esta tampoco fue la mejor de las ideas, porque nada más salir a la calle con mi máscara, dos agentes de paisano me solicitaron amablemente la documentación y procedieron a realizar un registro "preventivo" que termino con la consabida incautación de sustancias psicotrópicas y la correspondiente sanción administrativa por importe de 301 euros.
Que bien, 311lereles la puta máquina, y la voz de mi madre volviendo una y otra vez desde el pasado repitiendo "lo barato sale caro, lo barato sale caro".
Lo peor llegó cuando un grupo de niños comenzó a hostigarme con palos mientras me llamaban monstruo, deforme y cosas por el estilo.
Tuve que salir corriendo, pero iniciaron una persecución que solo finalizo cuando me acogí a "sagrado" en la Iglesia de Santa María de la Antigua.
Por culpa de la puta máquina de los chinos, terminé encaramado en el campanario, mientras mis paisanos acudían en tropel desde todos los rincones de la ciudad, con antorchas y horcas, arrojándome piedras y restos vegetales con bastante buena puntería.
Un helicóptero de la policía nacional se aproximó por un costado y antes de que pudiera tratar de derribarlo a manotazos, como aquel simpático mono con nombre de hamburguesa gigante, un tirador de élite logró colocar un dardo anestésico justo en el centro de mi glúteo derecho.
Se me nubló la visión y la realidad comenzó a distorsionarse.
Cuando me desperté, enormes correas de cuero sujetaban mis muñecas y tobillos a una camilla instalada en el interior de una jaula para leones.
Aún sigo aquí y científicos de todo el mundo se acercan a visitarme.
Me han realizado todo tipo de pruebas y mientras las doctores introducen artefactos metálicos por mi recto, yo recuerdo aquél sabio consejo de mi madre y me cago mentalemente en la gran muralla y en la puta que parió al "último emperador", a Mulán y a la prima de Chank-kai-chek.
Sábanas blancas.
Siempre tan limpias,un día tras otro.
He pasado meses observando como hacían y deshacían la cama una y otra vez.
Ahora, mientras empaqueto las pocas cosas que quedan de ella, me doy cuenta de que ya no volveré a ver tanta asepsia en mucho tiempo.
Me será fácil acostumbrarme.
Pero este es un pensamiento demasiado absurdo.
Los primeros días fueron los peores. Todo estaba tan reciente, el accidente, la llamada de la policía municipal, las carreras por los pasillos del hospital buscando a alguien que pudiera informarnos de su estado.
Poco a poco fuimos tomando conciencia de la realidad.
Sin embargo yo sentí una desazón especial.
Es inevitable sentirse culpable.
Quizás si no hubiéramos discutido aquella noche, si no me hubiera comportado como un auténtico gilipollas, ahora estaría viva.
Lo cierto es que no necesitaba tomarme esa copa, pero me negué a marcharme a casa. Todos mis amigos se quedaban a tomar "la última" y me dejé convencer, aún a sabiendas de que ella estaba cansada.
La ofrecí pagar un taxi, pero ella era así, cuando se trataba de orgullo era una campeona.
Prefirió llevarse la moto y que el taxi lo cogiera yo...y permití que lo hiciera.
El psicólogo del hospital me ha explicado una y otra vez que no fue culpa mía que aquel conductor perdiera el control y se la llevara por delante, pero yo se que de haber insistido un poco más, quizás se hubiera quedado, o al menos habría retrasado un poco su partida. Lo justo para haberla evitado coincidir con la trayectoría aquel coche descontrolado.
Está muerta y se que de alguna manera, yo la maté.
Entró en coma en el acto, el casco salió disparado y el impactó contra el asfalto fue tremendo.
Al principio los médicos nos aconsejaron tener fe,esperanza... pero la fe y la esperanza se fueron marchitando con el paso de las semanas.
Al cabo de cuatro meses me encontré solo con ella en la habitación 207.
Sus padres ya eran muy mayores y además vivían en una ciudad de la costa, por lo que no fue excesivamente difícil convencerles de volver a casa, a descansar, al menos hasta que hubiera algún indicio de mejoría.
No tenia hermanos y los amigos comunes, terminaron por ir espaciando las visitas hasta que estas se volvieron inexistentes. Eso si...las llamadas y los sms eran constantes, por lo que cansado de dar siempre las mismas respuestas, decidí apagar el teléfono.
Perdí mi trabajo, ningún jefe es tan comprensivo, pero no me importó demasiado.
El comatoso es un estado muy extraño.
Algunos pacientes que regresaron de comas prolongados, juraban haber escuchado en ocasiones las voces de los parientes que velaban junto a sus camas.
Leí todo lo escrito sobre comas y comatosos.
Cada mañana me despertaba con la sensación de que ella aguardaba los buenos días y yo se los daba, acompañados de un beso en los labios.
Las enfermeras sonreían al verme hacerlo, pero eran sonrisas tristes, de esas que se esbozan desde la certeza de que todo está perdido.
Cada día le hablaba durante horas, le decía lo mucho que la quería y lo mucho que sentía no haberme marchado a casa con ella.
Cada día lloré en el baño, para que ella no me escuchara hacerlo.
Que injusta es la vida, que tan solo en unas pocas ocasiones te permite segundas oportunidades.
Hubiera dado cualquier cosa por un abrazo, por un beso, por una sonrisa suya.
Todo, mi vida entera,.Cada uno de los días que me quedan por vivir y que no necesito para nada sin tenerla junto a mi renegando del despertador, de las vecinas chismosas y del cabrón de su jefe, que además de ser un pijo insoportable, se pasaba el día mirándola las tetas.
Ya no habrá más conciertos, ni más paseos por el campo, ni más minutos perdidos en la cola del supermercado.
Ya no habrá más escarceos en los probadores del centro comercial, ni más "cine palomitas" en el sofá del salón, los domingos por la tarde.
Su cepillo de dientes. Lo traje para el día que despertara, siempre tuvo un aliento fresco.
Coloco el cepillo dentro de la caja, junto al vestido de lana verde, el cortito, el que la regale el día de nuestro segundo aniversario.Estaba preciosa con el y lo sabía.
Meto también su perfume, el kit de manicura y las zapatillas.
Una enfermera ha venido a decirme que en breve tendrán que trasladar un nuevo paciente a la habitación, así que tendré que darme un poco más de prisa.
Pero no es fácil.
Hay algo que me retiene aquí, es como si supiera que en el momento en el que abandone la 207 se habrá terminado todo y no quiero que termine.
No quiero ir al tanatorio, ni quiero asistir a su funeral.
No me quiero despedir de ella.
Lo llevo haciendo en silencio casi un año y todavía no estoy preparado.
No quiero acostumbrarme a vivir sin su calor.
Me consta que peleó hasta el final.Era una tipa dura, fuerte, pequeñita pero fuerte y, estoy seguro de que todo este tiempo se agarró a la vida con uñas y dientes.
Así era ella, una luchadora.
Me despido del equipo del hospital y trató de mantenerme sereno estrechando manos y repartiendo abrazos.
El tiempo aquí me ha unido a muchos de ellos, que se han comportado como auténticos amigos, mejor que muchos de los "amigos oficiales".
Son una gente estupenda, profesionales muy preparados y tan humanos que es imposible saber como no se vuelven locos trabajando en este ala del hospital.
De cualquiera de las formas, ellos se quedan y yo, me marcho.
Hace un día precioso ahí fuera,el sol de agosto ilumina mi primer día sin ella.
Aprieto el paso y no miro hacia atrás.
He pasado meses observando como hacían y deshacían la cama una y otra vez.
Ahora, mientras empaqueto las pocas cosas que quedan de ella, me doy cuenta de que ya no volveré a ver tanta asepsia en mucho tiempo.
Me será fácil acostumbrarme.
Pero este es un pensamiento demasiado absurdo.
Los primeros días fueron los peores. Todo estaba tan reciente, el accidente, la llamada de la policía municipal, las carreras por los pasillos del hospital buscando a alguien que pudiera informarnos de su estado.
Poco a poco fuimos tomando conciencia de la realidad.
Sin embargo yo sentí una desazón especial.
Es inevitable sentirse culpable.
Quizás si no hubiéramos discutido aquella noche, si no me hubiera comportado como un auténtico gilipollas, ahora estaría viva.
Lo cierto es que no necesitaba tomarme esa copa, pero me negué a marcharme a casa. Todos mis amigos se quedaban a tomar "la última" y me dejé convencer, aún a sabiendas de que ella estaba cansada.
La ofrecí pagar un taxi, pero ella era así, cuando se trataba de orgullo era una campeona.
Prefirió llevarse la moto y que el taxi lo cogiera yo...y permití que lo hiciera.
El psicólogo del hospital me ha explicado una y otra vez que no fue culpa mía que aquel conductor perdiera el control y se la llevara por delante, pero yo se que de haber insistido un poco más, quizás se hubiera quedado, o al menos habría retrasado un poco su partida. Lo justo para haberla evitado coincidir con la trayectoría aquel coche descontrolado.
Está muerta y se que de alguna manera, yo la maté.
Entró en coma en el acto, el casco salió disparado y el impactó contra el asfalto fue tremendo.
Al principio los médicos nos aconsejaron tener fe,esperanza... pero la fe y la esperanza se fueron marchitando con el paso de las semanas.
Al cabo de cuatro meses me encontré solo con ella en la habitación 207.
Sus padres ya eran muy mayores y además vivían en una ciudad de la costa, por lo que no fue excesivamente difícil convencerles de volver a casa, a descansar, al menos hasta que hubiera algún indicio de mejoría.
No tenia hermanos y los amigos comunes, terminaron por ir espaciando las visitas hasta que estas se volvieron inexistentes. Eso si...las llamadas y los sms eran constantes, por lo que cansado de dar siempre las mismas respuestas, decidí apagar el teléfono.
Perdí mi trabajo, ningún jefe es tan comprensivo, pero no me importó demasiado.
El comatoso es un estado muy extraño.
Algunos pacientes que regresaron de comas prolongados, juraban haber escuchado en ocasiones las voces de los parientes que velaban junto a sus camas.
Leí todo lo escrito sobre comas y comatosos.
Cada mañana me despertaba con la sensación de que ella aguardaba los buenos días y yo se los daba, acompañados de un beso en los labios.
Las enfermeras sonreían al verme hacerlo, pero eran sonrisas tristes, de esas que se esbozan desde la certeza de que todo está perdido.
Cada día le hablaba durante horas, le decía lo mucho que la quería y lo mucho que sentía no haberme marchado a casa con ella.
Cada día lloré en el baño, para que ella no me escuchara hacerlo.
Que injusta es la vida, que tan solo en unas pocas ocasiones te permite segundas oportunidades.
Hubiera dado cualquier cosa por un abrazo, por un beso, por una sonrisa suya.
Todo, mi vida entera,.Cada uno de los días que me quedan por vivir y que no necesito para nada sin tenerla junto a mi renegando del despertador, de las vecinas chismosas y del cabrón de su jefe, que además de ser un pijo insoportable, se pasaba el día mirándola las tetas.
Ya no habrá más conciertos, ni más paseos por el campo, ni más minutos perdidos en la cola del supermercado.
Ya no habrá más escarceos en los probadores del centro comercial, ni más "cine palomitas" en el sofá del salón, los domingos por la tarde.
Su cepillo de dientes. Lo traje para el día que despertara, siempre tuvo un aliento fresco.
Coloco el cepillo dentro de la caja, junto al vestido de lana verde, el cortito, el que la regale el día de nuestro segundo aniversario.Estaba preciosa con el y lo sabía.
Meto también su perfume, el kit de manicura y las zapatillas.
Una enfermera ha venido a decirme que en breve tendrán que trasladar un nuevo paciente a la habitación, así que tendré que darme un poco más de prisa.
Pero no es fácil.
Hay algo que me retiene aquí, es como si supiera que en el momento en el que abandone la 207 se habrá terminado todo y no quiero que termine.
No quiero ir al tanatorio, ni quiero asistir a su funeral.
No me quiero despedir de ella.
Lo llevo haciendo en silencio casi un año y todavía no estoy preparado.
No quiero acostumbrarme a vivir sin su calor.
Me consta que peleó hasta el final.Era una tipa dura, fuerte, pequeñita pero fuerte y, estoy seguro de que todo este tiempo se agarró a la vida con uñas y dientes.
Así era ella, una luchadora.
Me despido del equipo del hospital y trató de mantenerme sereno estrechando manos y repartiendo abrazos.
El tiempo aquí me ha unido a muchos de ellos, que se han comportado como auténticos amigos, mejor que muchos de los "amigos oficiales".
Son una gente estupenda, profesionales muy preparados y tan humanos que es imposible saber como no se vuelven locos trabajando en este ala del hospital.
De cualquiera de las formas, ellos se quedan y yo, me marcho.
Hace un día precioso ahí fuera,el sol de agosto ilumina mi primer día sin ella.
Aprieto el paso y no miro hacia atrás.
miércoles, 7 de diciembre de 2011
Mirando al mar
soñé, que estaba junto a ti.
Mirando al mar me di cuenta de que no era más que un sueño y de que cuando despertara, todo seguiría igual, ni mejor, ni peor...igual.
Mirando al mar me sorprendí recordando todas las cosas que quisiera olvidar. Una a una, todas las cosas.
Así que hice lo que hago cuando me entra un ataque de angustia, encender un pitillo y fumar despacito.
Seguí mirando al mar, porque yo soy así de gilipollas y que coño ¿porqué me voy a privar de este ratito de nostalgia?
El murmullo de las olas es la banda sonora perfecta para lo que se ha marchado y no ha de volver.
El sol se está poniendo y es un momento increíblemente bonito.
A lo lejos un pescador se adentra despacio en el mediterraneo, el timón en una mano y en la otra una taza de café.
Dibujo con el dedo sobre la arena mojada y lo cierto es que una y otra vez le doy forma a algo parecido a tu ausencia.
Nunca he dibujado bien. La verdad es que casi nunca he hecho nada bien.
Lo que mejor se me da es perder, pero eso no se lo cuento a nadie porque tampoco es algo para ir presumiendo.
Cierro un momento los ojos y descubro asombrado que el mar sigue ahí cuando los vuelvo a abrir.
Que grande, cojones, que lleno de historias.
La costa está salpicada de pequeños puntitos en la arena y tengo la certeza de que cada uno de ellos es un tipo bajito y nostálgico que fuma despacito y dibuja estupideces con el dedo.
Una gaviota, dos tres. De repente esto parece un congreso del PP.
Cuanto bicho.
Hace calor y me despojo de la camiseta.
La gorra de flores no me la quito, que se me riza el cabello con el salitre y luego es un coñazo.
Me gusta sentir la brisa en el pecho, me gusta sentir en el pecho. Me gusta sentir.
Me gusta mirar a los ojos a las personas con las que hablo y me gusta mirarme a los ojos cuando hablo solo, como ahora.
Trato de hacer "ranas" sobre el agua, arrojando piedras planas y no lo consigo, así que hago otro intento arrojando los restos de unas cuantas historias de amor.
Saltan y rebotan creando unas ondas concéntricas con forma de corazón que enseguida desaparecen.
También arrojo siete millones de botellas con mensajes dentro, todos para mi.
Me hace ilusión irlos encontrando más tarde, en otras playas, en otros momentos tristes.
Me apetece sumergirme un poco, así que fuera bañador y fuera gorra.
El agua está estupenda, como un abrazo oportuno.
Hago "el muerto", es fácil desde que no me quiere la más bonita de todas las mujeres que me han dicho que no me quieren y que casualmente no eres tu chata, no te atrevas a pretender ostentar ese título porque a ella no la llegarás nunca a la suela de los zapatos.
Solo tengo que tumbarme de espaldas, extender los brazos y flotar.
Me mece...memeces.
Ahora vuelvo a ser el niño rubio en la cuna, quedándose dormido entre arrullos y olores familiares.
Que sensación más placentera.
Lo que daría por volver al útero eterno del que se siente feliz.
Tarareo algo, creo que es un tema de Janice Joplyn, "Samertime" se llama. Que oportuno es el DJ que vive en mi cerebro, que bien escogida.
De no ser porque se me termina poniendo la piel como a la Duquesa de Alba, podría pasarme horas y horas en el agua, haciendo nada.
Flotar.
Se marchó el sol, ya se ha ido a acostar pero ha venido mi amiga la luna, que me seca con su calor.
Yo debería marcharme a casa, pero es que no me apetece demasiado, así que buscaré una excusa para llamar a la puerta donde los ojos miran más felinos y las uñas cortan el acero.
Entiendelo, contigo me siento seguro, querido. Contigo aún encuentro motivos para reír y para sentirme todavía Juan.
No me juzgues por ello, no me culpes.
Te prometo que estoy buscando la forma de derribar los últimos miedos y te aseguro que mis viejos amigos, los monstruos del armario y yo, hemos iniciado conversaciones de paz y el día menos pensado aparecerán en todos los telediarios, con pasamontañas y boinas, declarando el abandono de la lucha armada en todo el territorio de mi dormitorio.
Solo cuidame un poco más, que lo estás haciendo muy bien y ya casi no bajo a la playa.
Solo cuídame un poco más.
Solo un poco más.
Solo.
Mirando al mar me di cuenta de que no era más que un sueño y de que cuando despertara, todo seguiría igual, ni mejor, ni peor...igual.
Mirando al mar me sorprendí recordando todas las cosas que quisiera olvidar. Una a una, todas las cosas.
Así que hice lo que hago cuando me entra un ataque de angustia, encender un pitillo y fumar despacito.
Seguí mirando al mar, porque yo soy así de gilipollas y que coño ¿porqué me voy a privar de este ratito de nostalgia?
El murmullo de las olas es la banda sonora perfecta para lo que se ha marchado y no ha de volver.
El sol se está poniendo y es un momento increíblemente bonito.
A lo lejos un pescador se adentra despacio en el mediterraneo, el timón en una mano y en la otra una taza de café.
Dibujo con el dedo sobre la arena mojada y lo cierto es que una y otra vez le doy forma a algo parecido a tu ausencia.
Nunca he dibujado bien. La verdad es que casi nunca he hecho nada bien.
Lo que mejor se me da es perder, pero eso no se lo cuento a nadie porque tampoco es algo para ir presumiendo.
Cierro un momento los ojos y descubro asombrado que el mar sigue ahí cuando los vuelvo a abrir.
Que grande, cojones, que lleno de historias.
La costa está salpicada de pequeños puntitos en la arena y tengo la certeza de que cada uno de ellos es un tipo bajito y nostálgico que fuma despacito y dibuja estupideces con el dedo.
Una gaviota, dos tres. De repente esto parece un congreso del PP.
Cuanto bicho.
Hace calor y me despojo de la camiseta.
La gorra de flores no me la quito, que se me riza el cabello con el salitre y luego es un coñazo.
Me gusta sentir la brisa en el pecho, me gusta sentir en el pecho. Me gusta sentir.
Me gusta mirar a los ojos a las personas con las que hablo y me gusta mirarme a los ojos cuando hablo solo, como ahora.
Trato de hacer "ranas" sobre el agua, arrojando piedras planas y no lo consigo, así que hago otro intento arrojando los restos de unas cuantas historias de amor.
Saltan y rebotan creando unas ondas concéntricas con forma de corazón que enseguida desaparecen.
También arrojo siete millones de botellas con mensajes dentro, todos para mi.
Me hace ilusión irlos encontrando más tarde, en otras playas, en otros momentos tristes.
Me apetece sumergirme un poco, así que fuera bañador y fuera gorra.
El agua está estupenda, como un abrazo oportuno.
Hago "el muerto", es fácil desde que no me quiere la más bonita de todas las mujeres que me han dicho que no me quieren y que casualmente no eres tu chata, no te atrevas a pretender ostentar ese título porque a ella no la llegarás nunca a la suela de los zapatos.
Solo tengo que tumbarme de espaldas, extender los brazos y flotar.
Me mece...memeces.
Ahora vuelvo a ser el niño rubio en la cuna, quedándose dormido entre arrullos y olores familiares.
Que sensación más placentera.
Lo que daría por volver al útero eterno del que se siente feliz.
Tarareo algo, creo que es un tema de Janice Joplyn, "Samertime" se llama. Que oportuno es el DJ que vive en mi cerebro, que bien escogida.
De no ser porque se me termina poniendo la piel como a la Duquesa de Alba, podría pasarme horas y horas en el agua, haciendo nada.
Flotar.
Se marchó el sol, ya se ha ido a acostar pero ha venido mi amiga la luna, que me seca con su calor.
Yo debería marcharme a casa, pero es que no me apetece demasiado, así que buscaré una excusa para llamar a la puerta donde los ojos miran más felinos y las uñas cortan el acero.
Entiendelo, contigo me siento seguro, querido. Contigo aún encuentro motivos para reír y para sentirme todavía Juan.
No me juzgues por ello, no me culpes.
Te prometo que estoy buscando la forma de derribar los últimos miedos y te aseguro que mis viejos amigos, los monstruos del armario y yo, hemos iniciado conversaciones de paz y el día menos pensado aparecerán en todos los telediarios, con pasamontañas y boinas, declarando el abandono de la lucha armada en todo el territorio de mi dormitorio.
Solo cuidame un poco más, que lo estás haciendo muy bien y ya casi no bajo a la playa.
Solo cuídame un poco más.
Solo un poco más.
Solo.
domingo, 4 de diciembre de 2011
Mujeres
Para mi sois absolutamente imprescindibles.
Me gustáis todas, las pequeñitas, las de sonrisa pícara, las de los ojos verdes, las que no recuerdo siquiera el color de sus ojos.
Las malas muy malas que te clavan mil bastones afilados en el pecho.
Las pecosas de sonrisa tierna.
Las que son como una ola, que se acercan y te mojan un poquito los pies y luego se retiran enseguida, cuando te habías acostumbrado al salitre en los dedos.
Las que se ríen, las que lloran, las de nariz respingona, las que esperan fumando con impaciencia.
Las que te piden que eches el freno, las que no saben frenar.
Las que siempre han sido madres, las que tiraron a la basura su reloj biológico, las que defienden lo suyo, las que se rinden enseguida.
En cada mujer hay algo intrínsecamente bello.
Hay ternura, hay pasión, hay cien mil millones de gestos bonitos.
También hay tizones que te abrasan y te dejan las cejas chamuscadas.
También.
Las hay tan bonitas que te quedas bobo perdido y no sabes que decir, porqué estás tan agustito mirándolas, que tu cerebro entra en una especie de coma momentáneo.
Las hay tan duras que se alimentan con tu sufrimiento y eso las hace grandes y poderosas, aunque cuando se van a la cama se sientan pequeñitas y débiles.
A todas las he querido más que a mi vida, aunque eso es sencillo.
A todas las respeto, porqué tienen demasiadas cosas que enseñarme.
Con todas he flirteado, una a una las he dicho hasta la saciedad lo especiales que son y no he faltado nunca a la verdad, porque no hay dos iguales.
Con algunas he llorado, deseando que me acariciaran el cabello y me abrazaran.
Con otras no he sabido donde mirar, porque leían perfectamente en mis ojos y lo entendían demasiado.
Unas me hicieron crecer, otras me rompieron los huesos de las rodillas con bates de injusticia.
A esas las sigo amando en silencio.
Alguna se ha instalado en mi pecho y no se va, ni se irá nunca.
Bastantes me regalaron noches interminables donde me disfracé de placer sin límite.
Solo unas poquitas, me han permitido dormir con ellas sin necesidad siquiera de rozarnos. Absolutamente adorables.
Me gusta observarlas y tratar de entenderlas, con todo lo que eso conlleva, con la de neuronas que se me mueren cada vez que lo hago.
Me gusta casi más hacerlas reír, porque creo que no hay nada más hermoso que la risa franca de una mujer.
Ellas se ríen y yo me enamoro en el acto.
Me gusta también cuando se despojan de la armadura y se te agarran fuerte, dejando brotar las lágrimas y sabiendo que estás ahí, que en ese momento eres el que escuchas, el que ayuda, el que lo daría todo para que se sintieran un poquito mejor.
Porqué lo daría todo.
El día que me falte una mujer, me iré despacito y no volveré jamás.
No se vivir sin ellas.
No me apetece.
Me gustáis todas, las pequeñitas, las de sonrisa pícara, las de los ojos verdes, las que no recuerdo siquiera el color de sus ojos.
Las malas muy malas que te clavan mil bastones afilados en el pecho.
Las pecosas de sonrisa tierna.
Las que son como una ola, que se acercan y te mojan un poquito los pies y luego se retiran enseguida, cuando te habías acostumbrado al salitre en los dedos.
Las que se ríen, las que lloran, las de nariz respingona, las que esperan fumando con impaciencia.
Las que te piden que eches el freno, las que no saben frenar.
Las que siempre han sido madres, las que tiraron a la basura su reloj biológico, las que defienden lo suyo, las que se rinden enseguida.
En cada mujer hay algo intrínsecamente bello.
Hay ternura, hay pasión, hay cien mil millones de gestos bonitos.
También hay tizones que te abrasan y te dejan las cejas chamuscadas.
También.
Las hay tan bonitas que te quedas bobo perdido y no sabes que decir, porqué estás tan agustito mirándolas, que tu cerebro entra en una especie de coma momentáneo.
Las hay tan duras que se alimentan con tu sufrimiento y eso las hace grandes y poderosas, aunque cuando se van a la cama se sientan pequeñitas y débiles.
A todas las he querido más que a mi vida, aunque eso es sencillo.
A todas las respeto, porqué tienen demasiadas cosas que enseñarme.
Con todas he flirteado, una a una las he dicho hasta la saciedad lo especiales que son y no he faltado nunca a la verdad, porque no hay dos iguales.
Con algunas he llorado, deseando que me acariciaran el cabello y me abrazaran.
Con otras no he sabido donde mirar, porque leían perfectamente en mis ojos y lo entendían demasiado.
Unas me hicieron crecer, otras me rompieron los huesos de las rodillas con bates de injusticia.
A esas las sigo amando en silencio.
Alguna se ha instalado en mi pecho y no se va, ni se irá nunca.
Bastantes me regalaron noches interminables donde me disfracé de placer sin límite.
Solo unas poquitas, me han permitido dormir con ellas sin necesidad siquiera de rozarnos. Absolutamente adorables.
Me gusta observarlas y tratar de entenderlas, con todo lo que eso conlleva, con la de neuronas que se me mueren cada vez que lo hago.
Me gusta casi más hacerlas reír, porque creo que no hay nada más hermoso que la risa franca de una mujer.
Ellas se ríen y yo me enamoro en el acto.
Me gusta también cuando se despojan de la armadura y se te agarran fuerte, dejando brotar las lágrimas y sabiendo que estás ahí, que en ese momento eres el que escuchas, el que ayuda, el que lo daría todo para que se sintieran un poquito mejor.
Porqué lo daría todo.
El día que me falte una mujer, me iré despacito y no volveré jamás.
No se vivir sin ellas.
No me apetece.
viernes, 2 de diciembre de 2011
Calor
Anoche, entre vespas y escoces con cola light, una amiga me dijo algo que me resultó muy curioso.
Según ella, tiene un problema porqué no puede dar calor. Su cuerpo no transmite calor humano.
Obviamente pensé que debía tratarse de un error, ya que la temperatura media corporal es de treinta y seis grados y en ocasiones, cuando has vaciado unos cuantos tragos, termina la ropa por el pasillo y al abrazarte en la cama, entre besos y caricias se dispara y es como si te encendieran una estufa dentro.
Recorres cada poro buscando el interruptor y descubres el botoncito muy abajo, escondido entre pliegues deliciosos.
A no ser que seas un puto vampiro, lleves muerto doscientos años y te alimentes con la sangre de seres vivos, todos podemos dar calor.
Yo al igual que vosotros me enciendo, y podría derretir una plancha de amianto en algunos momentos.
Me encanta esa sensación tan increíblemente animal que se da cuando pretendes unirte por completo a otra persona.
Buscar el origen de cada beso, de cada movimiento de cadera, de cada gemido.
Sudar y dejarse llevar por el placer.
Regalarle lo más profundo y lo más salvaje que puedes regalar, dejarte ir una y otra vez y volver enseguida, porque aún quieres que la noche no termine nunca.
Observar su rostro, la forma en que entreabre los labios, el trazado que dibuja su lengua.
Escuchar, aplicar todos los sentidos a un momento sublime en el que desaparecen por completo tu ser y el suyo y se convierten en una fiera hambrienta.
Arañarnos, mordernos, arrancarnos la piel a tiras.
En ese momento hay algo más que calor, hay un sol, una supernova entre las sábanas elevando al infinito la temperatura de la habitación.
Otra cosa, es que mi amiga no haya encontrado la persona adecuada a la que calentar.
Pero la conozco, es una buena chica y seguirá buscando.
Mira por donde, hoy es una buena noche para ello.
Según ella, tiene un problema porqué no puede dar calor. Su cuerpo no transmite calor humano.
Obviamente pensé que debía tratarse de un error, ya que la temperatura media corporal es de treinta y seis grados y en ocasiones, cuando has vaciado unos cuantos tragos, termina la ropa por el pasillo y al abrazarte en la cama, entre besos y caricias se dispara y es como si te encendieran una estufa dentro.
Recorres cada poro buscando el interruptor y descubres el botoncito muy abajo, escondido entre pliegues deliciosos.
A no ser que seas un puto vampiro, lleves muerto doscientos años y te alimentes con la sangre de seres vivos, todos podemos dar calor.
Yo al igual que vosotros me enciendo, y podría derretir una plancha de amianto en algunos momentos.
Me encanta esa sensación tan increíblemente animal que se da cuando pretendes unirte por completo a otra persona.
Buscar el origen de cada beso, de cada movimiento de cadera, de cada gemido.
Sudar y dejarse llevar por el placer.
Regalarle lo más profundo y lo más salvaje que puedes regalar, dejarte ir una y otra vez y volver enseguida, porque aún quieres que la noche no termine nunca.
Observar su rostro, la forma en que entreabre los labios, el trazado que dibuja su lengua.
Escuchar, aplicar todos los sentidos a un momento sublime en el que desaparecen por completo tu ser y el suyo y se convierten en una fiera hambrienta.
Arañarnos, mordernos, arrancarnos la piel a tiras.
En ese momento hay algo más que calor, hay un sol, una supernova entre las sábanas elevando al infinito la temperatura de la habitación.
Otra cosa, es que mi amiga no haya encontrado la persona adecuada a la que calentar.
Pero la conozco, es una buena chica y seguirá buscando.
Mira por donde, hoy es una buena noche para ello.
martes, 29 de noviembre de 2011
Lo bonito del dolor.
Esta mañana, una amiga y lectora, o una lectora muy especial, o un amiga muy especial que lee las movidas que escribo, me ha dicho que hay una gran diferencia de unos textos a otros.
Que aunque estén mejor o peor escritos, aquellos que hablan directamente desde el dolor son más interesantes. ¡¡Nos han jodido!!Es mucho más divertido ver como alguien se desangra delante de los demás, de ahí el gran éxito del circo romano, de las corridas de toros y del "Sálvame de luxe".
Admito que es mucho más sencillo escribir desde los propios sentimientos, vaciándote el alma y dejando que fluya todo lo que llevas dentro, que hacerlo sobre una temática más mundana, donde solo tienes que preocuparte por encontrar la palabra adecuada y no por reconstruir la presa que lo contenga todo. Abrir la espita es muy complicado, es como aflojar un torniquete, si te relajas se te muere el herido.
Supongo que desde pequeños se nos educa para quejarnos lo justo, no vaya a ser que demos demasiada turra, pero en el fondo lo que han hecho ha sido reprimirnos los instintos. A ver si te os crees que cuando un zorro mete la pata en un cepo exclama disgustado: " oh, cielos, que contrariedad". Si uno permite que afloren los sapos, afloran y se traen toda la ciénaga de fiesta, que se va a terminar liando gorda y no podemos permitir que se lo pierdan las babosas, que son unas cachondas.
Arranca desde lo más profundo del interior. Al principio crees que son gases, o que te han sentado mal los últimos dieciséis whiskis, pero luego te das cuenta de que no, de que lo que pasa es que el viento comienza a correr alrededor jugando con tus recuerdos y se te está preparando una indigestión de la ostia. Los calambres te duermen la conciencia y de repente todo vale, disparas sin apuntar, como un recluta en el frente, acojonado porque te parece un arma poderosa y el retroceso te va a tumbar en el suelo con un hematoma en el hombro. Y así es. Poco a poco tratas de pillarle el punto y con el tiempo te conviertes en un francotirador que dispara proyectiles de nostalgia contra mujeres y niños, y perritas salchicha y amigos con los que te bebías las cervezas de siete en siete y ahora se han ido un poquito más lejos de "a tomar por el culo, ciudad de vacaciones".
¿Hablamos de dolor? Yo no tengo ningún monopolio. Tu también tienes el tuyo princesa, pero no seré yo el que te pida que bajes a esa bodega a buscarme una botella. ¿Crees que me apetece bucear ahí? No me apetece una mierda, porque el agua está congelada y no se ve tres en un burro. Da bastante miedito porque sientes sombras a tu alrededor, buceando junto a ti, y no sabes quien o que coño son.
Te falta el aire desde que entras y la putada mayor te viene cuando te das cuenta de que hay un punto complicado, en el que no sabes si asciendes o desciendes, pero descubres una placidez extraña.
No me jodas cariño, déjame que escriba sobre lo bonito que es leer, sobre lo bien que se está con un libro y una manta, evadiendote de todo. Déjame que hable de las hojas que alfombran las largas avenidas, iluminadas con adornos navideños, o del ridículo de su majestad dándose con el marco de la puerta, ciego como un piojo.
No me pidas que vuelva ahí, porque me acojona. Si quieres, si tienes huevos, te vienes conmigo. Me coges fuerte del brazo y me alumbras con tus ojos, pero esta vez no me sueltes la mano, aguanta como una machota porque es el puto y frenético tren de la bruja, donde lo que más querías te sacude con una escoba de nauseas a cada vuelta de circuito. Verás que riseras...como nos lo vamos a pasar.
¿Te apetece ver como me crecen los colmillos y me arranco la carne a bocados? Alimentemos a todos con los restos de un pasado mejor, que es rico en calcio y en fósforo. ¡¡De excursión al límite de la locura!! Tu puedes hacer una tortilla de patatas, no olvides la fiambrera, que yo pongo la bota de vino, los porros y la petaca de sueños. En verano hay un tren especial, como el tren playero que ponen para trasladar ovejas hasta la arenita del Sardinero.
No mi amor, no me pidas que vaya, porque nunca regreso siendo el mismo y estoy deseando reconocerme.
Déjame que hable de la fecundación de las amapolas, aunque no pueda dedicarte una selección de lágrimas y de noches sin dormir.
Me duelen los pies de caminar entre los dos mundos.
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