lunes, 12 de diciembre de 2011

Comprar en "los chinos"

En esta entrada no voy a añadir fotos o ilustraciones de ningún tipo.
Y os explicaré porqué:
Mi madre (como todas las madres) es sabia y no suele equivocarse y en una ocasión me dijo "lo barato sale caro".
Cuanta razón tenía la jodia, pero los jóvenes somos atrevidos (si...37 tacos es ser joven) y desoímos los consejos de nuestros mayores, bien por ese conflicto generacional que nos arrastra a hacer justo lo contrario, bien por completa y absoluta ignorancia.
El caso es que dándome una vuelta por uno de esos enormes badulakes orientales, en busca de pinzas para la ropa económicas, me encontré con una hermosa máquina de esas que lo mismo te rapan la cabeza, que te perfilan las patillas, barba y bigote.
Diez euros, un chollete.
-Por diez lereles me ahorro peluquero, barbero y tiempo, con lo que "pa la saca"-me dije ufano y orgulloso de mi saber comprar.
Hasta ahí todo bien.
El horror llegó hace un par de días, cuando me dispuse a estrenarla rebajando un poco el matojo del bigote, que de frondoso que estaba, parecía que me había pegado un gatico acostado encima del labio superior.
Tan contento yo, con mi maquinita llena de luces de colores.
Gradué el peine que cubre la cuchilla al cuatro y con la "segadora" a máxima potencia, comencé la operación "guapete te pongas".
En el preciso instante en que apliqué aquel invento del maligno al amigo bicolor (o sea, mi hermoso y original bigote) la mierda del peine graduador se retrotrajo como un miembro viril tras un baño en el Cantábrico.
Antes de que pudiera evitarlo, me llevé por delante la mitad de mi personalidad.
Ahí estaba yo, cual Mackulain Culkin, gritando como un poseso con ambas manos pegadas a la cara.
Diez años sin afeitarme, diez años manteniendo una imagen que dotaba de personalidad y seña de distinción a este humilde titiritero.
¡¡A euro por año de alegría bigotil!! que barato he pagado esta infamia.
No me quedaron más cojones que afeitarme por completo, entre lágrimas e hipos.
No os podéis hacer ni idea de lo espantosamente horrible que me encontré al terminar la faena.
No me reconocía ante el espejo, ese imberbe pusilánime no era yo.
Que gran putada, que jodienda, justo ahora, que vuelvo "al mercado", justo en sábado, sabadete.
En fin, consolándome con la idea de que todo crece y hay cosas por las que estar más preocupado, me subí en la moto y me fui a ver a "Campanilla".
Su grito de horror se escuchó en toda la comunidad.
Entiendo que el cambio es radical, pero mi alma sensible y mi autoestima malherida, hubieran agradecido algo de comprensión y un par de mentiras piadosas.
Del espanto a la risa, hay una delgada linea roja, como del amor al odio.
Y os aseguro que adoro a esta mujer, pero por un momento imagine más de setenta y dos maneras de ayudarla a dejar este valle de lágrimas.
Cómo se reía la muy perrer!!!
Ahí estaba el pobre Juan, cubriéndose el rostro con una máscara de "Anónimus".
Esta tampoco fue la mejor de las ideas, porque nada más salir a la calle con mi máscara, dos agentes de paisano me solicitaron amablemente la documentación y procedieron a realizar un registro "preventivo" que termino con la consabida incautación de sustancias psicotrópicas y la correspondiente sanción administrativa por importe de 301 euros.
Que bien, 311lereles la puta máquina, y la voz de mi madre volviendo una y otra vez desde el pasado repitiendo "lo barato sale caro, lo barato sale caro".
Lo peor llegó cuando un grupo de niños comenzó a hostigarme con palos mientras me llamaban monstruo, deforme y cosas por el estilo.
Tuve que salir corriendo, pero iniciaron una persecución que solo finalizo cuando me acogí a "sagrado" en la Iglesia de Santa María de la Antigua.
Por culpa de la puta máquina de los chinos, terminé encaramado en el campanario, mientras mis paisanos acudían en tropel desde todos los rincones de la ciudad, con antorchas y horcas, arrojándome piedras y restos vegetales con bastante buena puntería.
Un helicóptero de la policía nacional se aproximó por un costado y antes de que pudiera tratar de derribarlo a manotazos, como aquel simpático mono con nombre de hamburguesa gigante, un tirador de élite logró colocar un dardo anestésico justo en el centro de mi glúteo derecho.
Se me nubló la visión y la realidad comenzó a distorsionarse.
Cuando me desperté, enormes correas de cuero sujetaban mis muñecas y tobillos a una camilla instalada en el interior de una jaula para leones.
Aún sigo aquí y científicos de todo el mundo se acercan a visitarme.
Me han realizado todo tipo de pruebas y mientras las doctores introducen artefactos metálicos por mi recto, yo recuerdo aquél sabio consejo de mi madre y me cago mentalemente en la gran muralla y en la puta que parió al "último emperador", a Mulán y a la prima de Chank-kai-chek.

Sábanas blancas.

Siempre tan limpias,un día tras otro.
He pasado meses observando como hacían y deshacían la cama una y otra vez.
Ahora, mientras empaqueto las pocas cosas que  quedan de ella, me doy cuenta de que ya no volveré a ver tanta asepsia en mucho tiempo.
Me será fácil acostumbrarme.
Pero este es un pensamiento demasiado absurdo.
Los primeros días fueron los peores. Todo estaba tan reciente, el accidente, la llamada de la policía municipal, las carreras por los pasillos del hospital buscando a alguien que pudiera informarnos de su estado.
Poco a poco fuimos tomando conciencia de la realidad.
Sin embargo yo sentí una desazón especial.
Es inevitable sentirse culpable.
Quizás si no hubiéramos discutido aquella noche, si no me hubiera comportado como un auténtico gilipollas, ahora estaría viva.
Lo cierto es que no necesitaba tomarme esa copa, pero me negué a marcharme a casa. Todos mis amigos se quedaban a tomar "la última" y me dejé convencer, aún a sabiendas de que ella estaba cansada.
La ofrecí pagar un taxi, pero ella era así, cuando se trataba de orgullo era una campeona.
Prefirió llevarse la moto y que el taxi lo cogiera yo...y permití que lo hiciera.
El psicólogo del hospital me ha explicado una y otra vez que no fue culpa mía que aquel conductor perdiera el control y se la llevara por delante, pero yo se que de haber insistido un poco más, quizás se hubiera quedado, o al menos habría retrasado un poco su partida. Lo justo para haberla evitado coincidir con la trayectoría aquel coche descontrolado.
Está muerta y se que de alguna manera, yo la maté.
Entró en coma en el acto, el casco salió disparado y el impactó contra el asfalto fue tremendo.
Al principio los médicos nos aconsejaron tener fe,esperanza... pero la fe y la esperanza se fueron marchitando con el paso de las semanas.
Al cabo de cuatro meses me encontré solo con ella en la habitación 207.
Sus padres ya eran muy mayores y además vivían en una ciudad de la costa, por lo que no fue excesivamente difícil convencerles de volver a casa, a descansar, al menos hasta que hubiera algún indicio de mejoría.
No tenia hermanos y los amigos comunes, terminaron por ir espaciando las visitas hasta que estas se volvieron inexistentes. Eso si...las llamadas y los sms eran constantes, por lo que cansado de dar siempre las mismas respuestas, decidí apagar el teléfono.
Perdí mi trabajo, ningún jefe es tan comprensivo, pero no me importó demasiado.
El comatoso es un estado muy extraño.
Algunos pacientes que regresaron de comas prolongados, juraban haber escuchado en ocasiones las voces de los parientes que velaban junto a sus camas.
Leí todo lo escrito sobre comas y comatosos.
Cada mañana me despertaba con la sensación de que ella aguardaba los buenos días y yo se los daba, acompañados de un beso en los labios.
Las enfermeras sonreían al verme hacerlo, pero eran sonrisas tristes, de esas que se esbozan desde la certeza de que todo está perdido.
Cada día le hablaba durante horas, le decía lo mucho que la quería y lo mucho que sentía no haberme marchado a casa con ella.
Cada día lloré en el baño, para que ella no me escuchara hacerlo.
Que injusta es la vida, que tan solo en unas pocas ocasiones te permite segundas oportunidades.
Hubiera dado cualquier cosa por un abrazo, por un beso, por una sonrisa suya.
Todo, mi vida entera,.Cada uno de los días que me quedan por vivir y que no necesito para nada sin tenerla junto a mi renegando del despertador, de las vecinas chismosas y del cabrón de su jefe, que además de ser un pijo insoportable, se pasaba el día mirándola las tetas.
Ya no habrá más conciertos, ni más paseos por el campo, ni más minutos perdidos en la cola del supermercado.
Ya no habrá más escarceos en los probadores del centro comercial, ni más "cine palomitas" en el sofá del salón, los domingos por la tarde.
Su cepillo de dientes. Lo traje para el día que despertara, siempre tuvo un aliento fresco.
Coloco el cepillo dentro de la caja, junto al vestido de lana verde, el cortito, el que la regale el día de nuestro segundo aniversario.Estaba preciosa con el y lo sabía.
Meto también su perfume, el kit de manicura y las zapatillas.
Una enfermera ha venido a decirme que en breve tendrán que trasladar un nuevo paciente a la habitación, así que tendré que darme un poco más de prisa.
Pero no es fácil.
Hay algo que me retiene aquí, es como si supiera que en el momento en el que abandone la 207 se habrá terminado todo y no quiero que termine.
No quiero ir al tanatorio, ni quiero asistir a su funeral.
No me quiero despedir de ella.
Lo llevo haciendo en silencio casi un año y todavía no estoy preparado.
No quiero acostumbrarme a vivir sin su calor.
Me consta que peleó hasta el final.Era una tipa dura, fuerte, pequeñita pero fuerte y, estoy seguro de que todo este tiempo se agarró a la vida con uñas y dientes.
Así era ella, una luchadora.
Me despido del equipo del hospital y trató de mantenerme sereno estrechando manos y repartiendo abrazos.
El tiempo aquí me ha unido a muchos de ellos, que se han comportado como auténticos amigos, mejor que muchos de los "amigos oficiales".
Son una gente estupenda, profesionales muy preparados y tan humanos que es imposible saber como no se vuelven locos trabajando en este ala del hospital.
De cualquiera de las formas, ellos se quedan y yo, me marcho.
Hace un día precioso ahí fuera,el sol de agosto ilumina mi primer día sin ella.
Aprieto el paso y no miro hacia atrás.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Mirando al mar

soñé, que estaba junto a ti.
Mirando al mar me di cuenta de que no era más que un sueño y de que cuando despertara, todo seguiría igual, ni mejor, ni peor...igual.
Mirando al mar me sorprendí recordando todas las cosas que quisiera olvidar. Una a una, todas las cosas.
Así que hice lo que hago cuando me entra un ataque de angustia, encender un pitillo y fumar despacito.
Seguí mirando al mar, porque yo soy así de gilipollas y que coño ¿porqué me voy a privar de este ratito de nostalgia?
El murmullo de las olas es la banda sonora perfecta para lo que se ha marchado y no ha de volver.
El sol se está poniendo y es un momento increíblemente bonito.
A lo lejos un pescador se adentra despacio en el mediterraneo, el timón en una mano y en la otra una taza de café.
Dibujo con el dedo sobre la arena mojada y lo cierto es que una y otra vez le doy forma a algo parecido a tu ausencia.
Nunca he dibujado bien. La verdad es que casi nunca he hecho nada bien.
Lo que mejor se me da es perder, pero eso no se lo cuento a nadie porque tampoco es algo para ir presumiendo.
Cierro un momento los ojos y descubro asombrado que el mar sigue ahí cuando los vuelvo a abrir.
Que grande, cojones, que lleno de historias.
La costa está salpicada de pequeños puntitos en la arena y tengo la certeza de que cada uno de ellos es un tipo bajito y nostálgico que fuma despacito y dibuja estupideces con el dedo.
Una gaviota, dos tres. De repente esto parece un congreso del PP.
Cuanto bicho.
Hace calor y me despojo de la camiseta.
La gorra de flores no me la quito, que se me riza el cabello con el salitre y luego es un coñazo.
Me gusta sentir la brisa en el pecho, me gusta sentir en el pecho. Me gusta sentir.
Me gusta mirar a los ojos a las personas con las que hablo y me gusta mirarme a los ojos cuando hablo solo, como ahora.
Trato de hacer "ranas" sobre el agua, arrojando piedras planas y no lo consigo, así que hago otro intento arrojando los restos de unas cuantas historias de amor.
Saltan y rebotan creando unas ondas concéntricas con forma de corazón que enseguida desaparecen.
También arrojo siete millones de botellas con mensajes dentro, todos para mi.
Me hace ilusión irlos encontrando más tarde, en otras playas, en otros momentos tristes.
Me apetece sumergirme un poco, así que fuera bañador y fuera gorra.
El agua está estupenda, como un abrazo oportuno.
Hago "el muerto", es fácil desde que no me quiere la más bonita de todas las mujeres que me han dicho que no me quieren y que casualmente no eres tu chata, no te atrevas a pretender ostentar ese título porque a ella no la llegarás nunca a la suela de los zapatos.
Solo tengo que tumbarme de espaldas, extender los brazos y flotar.
Me mece...memeces.
Ahora vuelvo a ser el niño rubio en la cuna, quedándose dormido entre arrullos y olores familiares.
Que sensación más placentera.
Lo que daría por volver al útero eterno del que se siente feliz.
Tarareo algo, creo que es un tema de Janice Joplyn, "Samertime" se llama. Que oportuno es el DJ que vive en mi cerebro, que bien escogida.
De no ser porque se me termina poniendo la piel como a la Duquesa de Alba, podría pasarme horas y horas en el agua, haciendo nada.
Flotar.
Se marchó el sol, ya se ha ido a acostar pero ha venido mi amiga la luna, que me seca con su calor.
Yo debería marcharme a casa, pero es que no me apetece demasiado, así que buscaré una excusa para llamar a la puerta donde los ojos miran más felinos y las uñas cortan el acero.
Entiendelo, contigo me siento seguro, querido. Contigo aún encuentro motivos para reír y para sentirme todavía Juan.
No me juzgues por ello, no me culpes.
Te prometo que estoy buscando la forma de derribar los últimos miedos y te aseguro que mis viejos amigos, los monstruos del armario y yo, hemos iniciado conversaciones de paz y el día menos pensado aparecerán en todos los telediarios, con pasamontañas y boinas, declarando el abandono de la lucha armada en todo el territorio de mi dormitorio.
Solo cuidame un poco más, que lo estás haciendo muy bien y ya casi no bajo a la playa.
Solo cuídame un poco más.
Solo un poco más.
Solo.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Mujeres

Para mi sois absolutamente imprescindibles.
Me gustáis todas, las pequeñitas, las de sonrisa pícara, las de los ojos verdes, las que no recuerdo siquiera el color de sus ojos.
Las malas muy malas que te clavan mil bastones afilados en el pecho.
Las pecosas de sonrisa tierna.
Las que son como una ola, que se acercan y te mojan un poquito los pies y luego se retiran enseguida, cuando te habías acostumbrado al salitre en los dedos.
Las que se ríen, las que lloran, las de nariz respingona, las que esperan fumando con impaciencia.
Las que te piden que eches el freno, las que no saben frenar.
Las que siempre han sido madres, las que tiraron a la basura su reloj biológico, las que defienden lo suyo, las que se rinden enseguida.
En cada mujer hay algo intrínsecamente bello.
Hay ternura, hay pasión, hay cien mil millones de gestos bonitos.
También hay tizones que te abrasan y te dejan las cejas chamuscadas.
También.
Las hay tan bonitas que te quedas bobo perdido y no sabes que decir, porqué estás tan agustito mirándolas, que tu cerebro entra en una especie de coma momentáneo.
Las hay tan duras que se alimentan con tu sufrimiento y eso las hace grandes y poderosas, aunque cuando se van a la cama se sientan pequeñitas y débiles.
A todas las he querido más que a mi vida, aunque eso es sencillo.
A todas las respeto, porqué tienen demasiadas cosas que enseñarme.
Con todas he flirteado, una a una las he dicho hasta la saciedad lo especiales que son y no he faltado nunca a la verdad, porque no hay dos iguales.
Con algunas he llorado, deseando que me acariciaran el cabello y me abrazaran.
Con otras no he sabido donde mirar, porque leían perfectamente en mis ojos y lo entendían demasiado.
Unas me hicieron crecer, otras me rompieron los huesos de las rodillas con bates de injusticia.
A esas las sigo amando en silencio.
Alguna se ha instalado en mi pecho y no se va, ni se irá nunca.
Bastantes me regalaron noches interminables donde me disfracé de placer sin límite.
Solo unas poquitas, me han permitido dormir con ellas sin necesidad siquiera de rozarnos. Absolutamente adorables.
Me gusta observarlas y tratar de entenderlas, con todo lo que eso conlleva, con la de neuronas que se me mueren cada vez que lo hago.
Me gusta casi más hacerlas reír, porque creo que no hay nada más hermoso que la risa franca de una mujer.
Ellas se ríen y yo me enamoro en el acto.
Me gusta también cuando se despojan de la armadura y se te agarran fuerte, dejando brotar las lágrimas y sabiendo que estás ahí, que en ese momento eres el que escuchas, el que ayuda, el que lo daría todo para que se sintieran un poquito mejor.
Porqué lo daría todo.
El día que me falte una mujer, me iré despacito y no volveré jamás.
No se vivir sin ellas.
No me apetece.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Calor

Anoche, entre vespas y escoces con cola light, una amiga me dijo algo que me resultó muy curioso.
Según ella, tiene un problema porqué no puede dar calor. Su cuerpo no transmite calor humano.
Obviamente pensé que debía tratarse de un error, ya que la temperatura media corporal es de treinta y seis grados y en ocasiones, cuando has vaciado unos cuantos tragos, termina la ropa por el pasillo y al abrazarte en la cama, entre besos y caricias se dispara y es como si te encendieran una estufa dentro.
Recorres cada poro buscando el interruptor y descubres el botoncito muy abajo, escondido entre pliegues deliciosos.
A no ser que seas un puto vampiro, lleves muerto doscientos años y te alimentes con la sangre de seres vivos, todos podemos dar calor.
Yo al igual que vosotros me enciendo, y podría derretir una plancha de amianto en algunos momentos.
Me encanta esa sensación tan increíblemente animal que se da cuando pretendes unirte por completo a otra persona.
Buscar el origen de cada beso, de cada movimiento de cadera, de cada gemido.
Sudar y dejarse llevar por el placer.
Regalarle lo más profundo y lo más salvaje que puedes regalar, dejarte ir una y otra vez y volver enseguida, porque aún quieres que la noche no termine nunca.
Observar su rostro, la forma en que entreabre los labios, el trazado que dibuja su lengua.
Escuchar, aplicar todos los sentidos a un momento sublime en el que desaparecen por completo tu ser y el suyo y se convierten en una fiera hambrienta.
Arañarnos, mordernos, arrancarnos la piel a tiras.
En ese momento hay algo más que calor, hay un sol, una supernova entre las sábanas elevando al infinito la temperatura de la habitación.
Otra cosa, es que mi amiga no haya encontrado la persona adecuada a la que calentar.
Pero la conozco, es una buena chica y seguirá buscando.
Mira por donde, hoy es una buena noche para ello.

martes, 29 de noviembre de 2011

Lo bonito del dolor.



Esta mañana, una amiga y lectora, o una lectora muy especial, o un amiga muy especial que lee las movidas que escribo, me ha dicho que hay una gran diferencia de unos textos a otros.
Que aunque estén mejor o peor escritos, aquellos que hablan directamente desde el dolor son más interesantes. ¡¡Nos han jodido!!
Es mucho más divertido ver como alguien se desangra delante de los demás, de ahí el gran éxito del circo romano, de las corridas de toros y del "Sálvame de luxe".
Admito que es mucho más sencillo escribir desde los propios sentimientos, vaciándote el alma y dejando que fluya todo lo que llevas dentro, que hacerlo sobre una temática más mundana, donde solo tienes que preocuparte por encontrar la palabra adecuada y no por reconstruir la presa que lo contenga todo. Abrir la espita es muy complicado, es como aflojar un torniquete, si te relajas se te muere el herido.
Supongo que desde pequeños se nos educa para quejarnos lo justo, no vaya a ser que demos demasiada turra, pero en el fondo lo que han hecho ha sido reprimirnos los instintos. A ver si te os crees que cuando un zorro mete la pata en un cepo exclama disgustado: " oh, cielos, que contrariedad". Si uno permite que afloren los sapos, afloran y se traen toda la ciénaga de fiesta, que se va a terminar liando gorda y no podemos permitir que se lo pierdan las babosas, que son unas cachondas.
Arranca desde lo más profundo del interior. Al principio crees que son gases, o que te han sentado mal los últimos dieciséis whiskis, pero luego te das cuenta de que no, de que lo que pasa es que el viento comienza a correr alrededor jugando con tus recuerdos y se te está preparando una indigestión de la ostia. Los calambres te duermen la conciencia y de repente todo vale, disparas sin apuntar, como un recluta en el frente, acojonado porque te parece un arma poderosa y el retroceso te va a tumbar en el suelo con un hematoma en el hombro. Y así es. Poco a poco tratas de pillarle el punto y con el tiempo te conviertes en un francotirador que dispara proyectiles de nostalgia contra mujeres y niños, y perritas salchicha y amigos con los que te bebías las cervezas de siete en siete y ahora se han ido un poquito más lejos de "a tomar por el culo, ciudad de vacaciones".
¿Hablamos de dolor? Yo no tengo ningún monopolio. Tu también tienes el tuyo princesa, pero no seré yo el que te pida que bajes a esa bodega a buscarme una botella. ¿Crees que me apetece bucear ahí? No me apetece una mierda, porque el agua está congelada y no se ve tres en un burro. Da bastante miedito porque sientes sombras a tu alrededor, buceando junto a ti, y no sabes quien o que coño son.
Te falta el aire desde que entras y la putada mayor te viene cuando te das cuenta de que hay un punto complicado, en el que no sabes si asciendes o desciendes, pero descubres una placidez extraña.
No me jodas cariño, déjame que escriba sobre lo bonito que es leer, sobre lo bien que se está con un libro y una manta, evadiendote de todo. Déjame que hable de las hojas que alfombran las largas avenidas, iluminadas con adornos navideños, o del ridículo de su majestad dándose con el marco de la puerta, ciego como un piojo.
No me pidas que vuelva ahí, porque me acojona. Si quieres, si tienes huevos, te vienes conmigo. Me coges fuerte del brazo y me alumbras con tus ojos, pero esta vez no me sueltes la mano, aguanta como una machota porque es el puto y frenético tren de la bruja, donde lo que más querías te sacude con una escoba de nauseas a cada vuelta de circuito. Verás que riseras...como nos lo vamos a pasar.
¿Te apetece ver como me crecen los colmillos y me arranco la carne a bocados? Alimentemos a todos con los restos de un pasado mejor, que es rico en calcio y en fósforo. ¡¡De excursión al límite de la locura!! Tu puedes hacer una tortilla de patatas, no olvides la fiambrera, que yo pongo la bota de vino, los porros y la petaca de sueños. En verano hay un tren especial, como el tren playero que ponen para trasladar ovejas hasta la arenita del Sardinero.
No mi amor, no me pidas que vaya, porque nunca regreso siendo el mismo y estoy deseando reconocerme.
Déjame que hable de la fecundación de las amapolas, aunque no pueda dedicarte una selección de lágrimas y de noches sin dormir.
Me duelen los pies de caminar entre los dos mundos.












lunes, 28 de noviembre de 2011

Un café caliente

Y un buen libro.
La luz adecuada, una manta de viaje, cálida y ligera, por si se prolonga en exceso la lectura y la noche se nos echa encima, cosa bastante frecuente.
Apago el teléfono, desconecto el portátil, busco entre los discos y escojo uno de Duke Ellinton.
Acerco un cenicero, el paquete de muerte y las cerillas, porque mientras leo me gusta más encender los pitillos con cerillas.
La lectura implica entre otras cosas, disfrutar de los aromas que siempre acompañan los ratos de evasión.
Para mi desgracia, el aroma del tabaco rubio y el de los fósforos están demasiado presentes en todo lo que hago.
El café natural, sin azúcar, quizás con una gotita de coñac o de whisky, pero caliente, muy caliente esos si.
Ropa cómoda que me voy de viaje y no se cuando volveré.
Antes tenía una perrita cariñosa y tranquila que se recostaba en mi regazo mientras leía, pero ahora ocupo esa ausencia con un pequeño cojín.
Tengo que comprar otro cojín para la cama, uno más grande.que no se me olvide, aunque no se si será suficiente para suplir el calor que se ha escapado con ella.
Al menos si el espacio.
En fin...
Digo que me voy de viaje y es tan cierto como que estoy respirando ahora.
Abro por el capítulo dos del Vellocino de oro, de Robert Graves.
Embarco con Jasón y el resto de los argonautas y de repente el salón de mi casa se llena de océano.
Hay temporal y mis compañeros se afanan en los remos, yo no voy a ser menos así que me escupo en las manos y aferro con fuerza el madero.
Ayer las arenas del desierto me cubrieron casi por completo hasta que Quattermain me rescató en el momento justo, cuando ya no daba un duro por mi vida.
No hace tanto que un pequeño príncipe me hablaba de su planeta, poco más grande que él, con el espacio justo para cuidar de un jardín de rosas.
Cada tarde es una aventura increíble.
Cada tarde me enamoro, sufro, lloro, río, peleo con algún villano o me adentro en lo más profundo de la mente de un autor.
Leer es uno de los placeres más grandes de los que puedo disfrutar, porque mientras leo vivo algunas de las vidas que nunca tendré.
He recorrido el mundo entero, he viajado de la tierra a la luna, he descendido a los infiernos, he perseguido una enorme ballena blanca.
He cabalgado con seiscientos hacia el valle de la muerte y he abrazado a Miguel Hernandez, mientras escribía eso de "menos tu vientre, todo es oscuro".
He besado una y otra vez a Angélica de Alcázar.
Traté de distraer a aquellos tipos de la Gestapo, para que Ana pudiera escapar, pero por desgracia terminaron deteniéndola.
Ocupé mi puesto en la trinchera y también intenté decirle adiós a las armas.
Cuando "dardo" brillaba, me estaba advirtiendo de que había orcos muy cerca y cerré los ojos para no ver como Artax se hundía en el pantano de la desesperación.
Mi caballo, tan veloz, tan fiel.
Tuve que levantarme y desconectar unos minutos, porqué lo que hizo Trujillo con los hombres que planearon el complót, deja un cuerpecito de lo más frío.
Es un regalo, es una maldición, es apasionante y adictivo, es sorprendente siempre.
Verso o prosa. Ensayo, novela, tratado...todo me vale, todo me hace sentir vivo.
Es el legado que tenemos los pobres, es mi herencia, y la recibo por derecho.
Es el jardín eterno y hermoso de las bibliotecas.
Ahora, pretendo formar parte de la legión de valientes que se enfrentaron al mundo, a su mundo, desde unas páginas en blanco.
La instrucción ha sido buena, la mejor, desde que tengo uso de razón, desde que puedo recordar.
Me he entrenado toda la vida para esto, para intentar descubrir el arte de la palabra, para contaros lo que significa para mi.
Os invito a leer.
Os recomiendo leer, porque es la mejor manera de sabernos eternos.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Campanilla

Campanilla se quita los guantes de fregar.
Para que nos vamos a engañar...hoy no tiene el chocho para farolillos que diría aquel.
A campanilla le escuece muchísimo que siga siendo tan tremendamente infantil. Y es que Peter es como un niño grande.
No puede ser que siga reclamando su atención, como si ella aparte de todo su amor, tuviese que entregarle un manual completo e ilustrado de como tratar a un hada.
Es un gilipollas, lo bueno es que Peter también lo sabe, eso la consuela.
Campanilla está dispuesta a pasar por ciertas cosas, como por ejemplo enjugar su lágrimas cuando no puede más y todo se le viene encima.
Para eso estamos...piensa ella.
Pero estamos más que para eso.
Campanilla es preciosa, es maravillosa, es la belleza en un cuerpo pequeñito, con alas y con la paciencia rozando el límite.
Ultimamente Peter está desconocido, bebe demasiado y vuelve a casa apestando a grasa de caballo, a pipa de la paz y a sirena.
A Campanilla se le está terminando el fairy y como no reponga pronto, los platos quedarán grasientos y sucios.
Lo cierto es que Peter cada vez se fija menos en estos detalles pero ella es muy celosa de sus cosas.
Que le den por el culo...¿quien necesita un mocoso llorón para alegrar las noches de "Nunca jamás"?
Ella.
Porque aunque despotrique del hombre, o del niño que le ha tocado en suerte, no puede evitar quererlo más que a su vida.
Sabe que ya no es lo mismo en la cama, que ultimamente él forcejea con el amor hasta que se rinde en un estertor meramente físico y carente de cualquier otra cosa.
Ella cierra las piernas y resopla enfadada.
Campanilla no desperdicia ninguna ocasión para llamarlo al orden.
-No llores- le dice.
Pero Peter no puede evitar llorar porque se sigue sintiendo solo y desubicado.
Campanilla tiene los ojos verdes más bonitos dle reino de la fantasía, pero se llenan de cólera en cuanto Peter sale de casa con cualquier escusa.
Prepara la cena con esmero y enciende las velas del candelabro.
Cada noche piensa que será la buena y cada noche arroja la cena fría a la basura.
En ocasiones Peter llega a tiempo de sentarse a la mesa y en ocasiones también, agradece el bocado entre dientes.
Al principio lo fue todo...como en la Biblia, pero ahora no es más que un muchacho malcriado que no es capaz ni de sufrir en soledad.
¿Qué fue del deseo?
Cualquiera de esas fulanas de la laguna se lo harían con él por el mero placer de contarle entre sus clientes.
Campanilla se muerde los labios para que sus vecinos no noten que ha vuelto a llorar.
Segura del resto de sus virtudes, Campanilla se pregunta si no estaría mejor en su mundo, rodeada de los suyos, preparando los papeles del divorcio.
Claro que si...Campanilla no es estúpida y tiene una buena letrada a su disposición.
Campanilla se ha alisado el pelo y se ha puesto sus mejores galas.
Abre la puerta y ve brillar el sol.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Peter Pan

A Peter Pan le duele la cabeza, así que ha decidido abrir las ventanas de par en par y respirar un poco de la fresca brisa de Londres.
La luna está muy baja hoy, eso quiere decir que seguramente desde otras ventanas cuatro o cinco personas soñarán que pueden volar como él, y saltarán emocionados sin pensar demasiado en las consecuencias.
Qué mundo más absurdo el de los humanos.
Busca en sus bolsillos con impaciencia y la sonrisa que le había reportado el pensar en esos estúpidos reventando contra los adoquines se le esfumo rápidamente al comprobar que la petaca no aparecía por ningún lado.
-Estúpida Campanilla-
Ultimamente Campanilla le esconde la petaca cuando se queda dormido, y sabe perfectamente que eso a él le revienta porque necesita un trago al despertar.
Lo suyo con Campanilla se está yendo a la mierda y no precisamente por la diferencia de estatura, hace años que solucionaron ese pequeño problema.
Ella es un hada. ¡¡Un hada coño!! ¿qué hombre atrapado en un cuerpo eternamente adolescente podría hacer feliz a un ser como Campanilla?.
Al principio todo eran besos y batir de alas, polvos de hada y polvos salvajes y arrebatados, pero el tiempo y la rutina fueron apagando las lucecitas y Peter comenzó a visitar con demasiada frecuencia el poblado indio y la laguna de las sirenas.
Volvía a su árbol haciendo eses y en más de una ocasión Campanilla tuvo que apartarle la daga de la garganta de algún niño perdido.
Putos niños perdidos.
Bendito Herodes.
Se podían haber ido a perder a otra parte.
Y no es que Peter haya dejado de querer a Campanilla...claro que la quiere joder, mucho, muchísimo, más de lo que puede soportar, pero ella es tan...mágica y el vive entre un sempiterno acné, inmerso en el festival de las hormonas.
Tiene más de doscientos años y aún no se afeita.
Ha visto guerras, ha envidiado demasiadas vidas comunes, ha deseado tantas veces la vulgaridad de los mortales.
Donde coño habrá escondido la petaca esta vez. Vale que en ocasiones abuse demasiado del grog que le roba a Garfio, pero si no echa un trago la vida se le presenta demasiado difícil.
Garfio es un buen tipo, hay demasiadas leyendas en torno a su relación con el viejo capitán.
Para Peter fue una sorpresa escuchar a Garfio confesar entre chupito y chupito su homosexualidad.
Tan rudo, tan fiero, tan asesino... y mira tu por donde, enamorado como una colegiala de un marinero enclenque cubierto de tatuajes.
Como lloraba Garfio, que puto es el amor.
Más de dos y de tres veces tuvo que llevarlo en volandas, rescatándolo "in extremis" de las mandíbulas del cocodrilo al que se había arrojado desesperado, enfermo de melancolía.
-No vuelva usted a hacerlo, Garfio- y en cuanto se emborracha comienza con la misma cantinela, primero llora y grita como un demente, luego dispara sus pistolas francesas de perrillos contra la marinería que corre asustada por cubierta y al final siempre el mismo numerito, tambaleándose, borracho como un comanche por la tabla de la borda.
- Se va usted a matar capitán, no sea chiquillo, ningún amor merece tanto la pena como para regalarle la vida-
Pero Garfio erre que erre, que si la vida es una mierda, que si no existe la felicidad sin su amor, que si lleva tatuado su nombre de presidiario en el pecho...
Ahí es cuando Peter, cansado de lo de siempre, sale volando.
Campanilla espera en casa, sentada a la mesa, con la cena fría y las velas del candelabro a punto de consumirse.
Una mirada de reproche, un beso con desgana,la cama fría y vacía.
Peter sale pegando un portazo y comienza a ascender como una flecha, alto, muy alto, hasta donde las nubes resultan el único cobijo para un corazón desesperado.
Está maldito, no puede envejecer, no puede morir.
"Toda una vida me estaría contigo", cantaba Machín y él, sentado en una estrella, llora.
Maldice el momento en el que lo imaginaron, desea con todas sus fuerzas que aquel maldito escoces jamás lo hubiese escrito y se caga uno por uno, en todos los muertos de Walt Disney.
Cuando está a punto de perder la razón, recuerda la verde mirada de Campanilla, sus caricias, sus besos, el latido frenético de su corazón al hacer el amor.
Que injusta es la vida.
Que falso es Dios, que todo lo puede, todo, menos dejarle morir.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Cajas



Es curioso observar la de cosas que caben en una caja de cartón.

Sus cuadros, los libros de aquella librería de viejo de una rambla de Barcelona.

El cargador del móvil desde el que me mandó los primeros mensajes, aún tímidos y con cierta malicia mal disimulada.

Una figurita de barro, de un artesano de no se que pueblo de montaña.

Las copas con las que brindamos la noche en la que el cielo y el infierno se dieron un poquito de tregua, para que pecáramos alegremente.

Una flauta rota, que no suena...más bien maulla.

La medalla que me puse el día que conocí a sus padres y conseguí no meter la pata.

Ropa...mucha ropa, aquella con la que estaba preciosa y también la que detestaba.

Recuerdos, por kilos, por toneladas, de los buenos y de los malos, pero más de los buenos porque la mayoría de los malos recuerdos han anidado detrás del mueblecito del cuarto de baño, los escucho reírse por las noches cuando no puedo dormir.

Un antifaz negro.

La correa de mi perrita, que ya no va a volver a hacer ruido con las uñas por el parquét del pasillo.

Me mata esa ausencia.

Caben un montón de proyectos, que terminarán en la escombrera aunque ahora aún de pena deshacerse de ellos.

Un pedacito de mi corazón, que putada que sea justo el que estaba más sano, el resto me lo quedo yo, con las aurículas llenas de moho verde y blanco.

El cuento que no terminé nunca porque no se me ocurría un final perfecto y mira tu por donde, ya lo ha escrito ella.

La canción que decidimos hacer nuestra, con el mayor de los respetos al señor Sinatra y que desde hace unos meses tiene otro significado.

El álbum de fotos de la boda, tan sonrientes los dos, tan emocionados.

La maqueta de una vespa blanca con su sidecar y todo.

Tantas cosas que resulta increíble.

Pero lo mejor de todo esto es lo que me queda.

Me queda un montón de espacio, de huecos por llenar.

Me queda sitio para llenarlo con lo que yo quiera, incluso podría meter un mamut disecado en el vacío del salón.

Un mamut al que arrojarle un palito a ver si va corriendo a buscarlo.

A no...que está disecado.

De todas formas puedo ponerle nombre de pecado y un pañuelo al cuello, como si fuera un bailaor de flamenco.

Y sentarme todas las noches un ratito a su lado, a contarle que tal me ha ido el día.

También puedo llenar la casa de luz, de mi luz que ya es hora de que brille y va a brillar más que nunca porque es como una bombilla de bajo consumo, que ahora la enciendes y no ves ni torta, pero seguro que enseguida le dará a alguien una luz muy cálida bajo la que leer el mejor de los libros ( a ver si soy capáz de escribirlo).

Tengo sitio para alguien que sepa querer, no me vale la que diga que me quiere mucho, sino solo una que sepa querer de verdad y eso implica saber cuando has matado la ilusión y no dejar que se gangrene y luego tengan que amputártela.

Que duele mucho, cojones y tal y como está la seguridad social no me la quiero volver a jugar.

Quizás acoja un galguillo de esos con los ojos tristes, que ya está bien de cazadores hijos de puta que en cuanto el perro baja la zancada le pegan fuego en un pinar castellano, o lo dejan morir de hambre atado a un árbol.

No se como se llevarán el galgo y el mamut, pero me encantan las parejas extrañas.

Puede ser el principio de una hermosa historia de amor animal anacrónico.

Pensándolo mejor podría adoptar ciento un galgos, que para un apartamento de cincuenta metros cuadrados promete ser una fiesta continua y hoy tengo el corazón de fiesta...creo.

Hay que ver, que juego dan unas simples cajas de cartón.