domingo, 30 de julio de 2023

Declaraciones


 Ayer tuve la ocasión de volver a ver sobre las tablas de un escenario a un elenco de actores representando el libreto inmortal que escribió Fernando de Rojas hace más de quinientos años, y más allá de apreciaciones personales sobre la dramaturgia y la escenografía de esta versión, pude ratificar que esta obra esconde la declaración de amor más hermosa y potente de cuantas he leído, y que de hecho he adaptado, versionado y utilizado en alguna ocasión en estos últimos años.

Calixto, presa de amor y deseo por Melibea, dice a su criado Sempronio, "Melibeo soy, a Melibea adoro, en Melibea creo y a Melibea amo", y realmente creo que con estas palabras describe a la perfección lo impresionante del sentimiento que puede despertar en tu corazón una persona.

Cuando se ama con tanta intensidad realmente sientes que más allá de sus mirada, de su sonrisa, de sus besos y de sus caricias todo lo demás no importa y no merece la pena, y te sientes absolutamente poseído por su esencia y entregado en cuerpo y alma a su realidad, a su presencia y a su capricho.

Puede que con los años, las experiencias, los fracasos, las decepciones, la perdida de ilusiones y esa fijación que tiene el destino con ponerme palos en las ruedas y hacérmelo difícil, haya aprendido a conservar en el interior de mi pecho el germen del sentimiento más hermoso, esa semilla que ELLA plantó en mi pecho y que pese a todas las adversidades y dificultades creció embelleciendo el jardín de mi alma. 

Puede que dentro de quinientos años alguien recurra a mis palabras para describir ese huracán de pasión y ese torbellino de emociones que lo sacude por dentro y lo lleva a un universo donde solamente la existencia tiene sentido para prescribir en los labios de la persona amada las píldoras de felicidad que apaciguan su mal.

Puede que dentro de quinientos años no resulte un problema ni sea motivo de vergüenza ser un romántico empedernido entregado por completo al fuego que todo lo quema.

De momento seguiré ocultándome de las saetas empapadas en curare y esgrimiendo mi pluma como única arma para plantarle cara al fatun.

De momento seguiré siendo yo, pase lo que pase y le pese a quien le pese.


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