domingo, 9 de julio de 2023

El séptimo arte y el arte de matar




Quizás debería tener cuidado con ciertas películas y evitarme aquellas que me revuelven por dentro y me llevan a momentos del pasado a los que sería mejor no regresar. Pero lo cierto es que soy un romántico empedernido y ese es uno de los síntomas que ayudan a reconocer la dolencia que me enferma el alma.

Ayer vi en compañía de una buena amiga, a la que he tomado mucho cariño, una película de título más que sugerente, "Almas perdidas". Ya me conocéis y aunque en la sinopsis pude leer que se trataba de un drama, di por sentado que a estas alturas de la vida, los supuestos dramas de las pelis románticas no serían no con mucho tan dolorosos como algunos de los experimentados en primera persona, por lo que me presté encantado a ocupar mi puesto en el tendido de sombra. Pero no me di cuenta de mi facilidad para saltar a la plaza como el típico espontaneo que se cree que el toreo es solo echarle un par de cojones y coger un capote. . 

Y una vez más esa arrogancia al esconderme tras el burladero de argumentos equivocados me llevo a sufrir una nueva cogida emocional. Y aunque la película me gustó, por un lado me dolió ser testigo del absurdo en las decisiones de la pareja protagonista y por otro me terminó  de confundir, llevándome a ocupar el puesto del astado que recibió la puntilla con esa odiosa frase que se rotula a traición sobre la pantalla en muchos filmes: To be continued.

Es la historia de una  joven pareja enamorada hasta las trancas o algo parecido. Pero muy de este tiempo, una pareja de las de ahora, de esas que anteponen sus ambiciones personales, laborales y de éxito, a construir un futuro codo con codo con la persona amada, renunciando pase lo que pase y le pese a quien le pese a ciertas cosas en las que uno de los dos se convertirá en un seguro perdedor.

Ella acepta una interesante oferta de empleo en una ciudad lejos de él y él se niega a viajar con ella y a instalarse a su lado. Ella no renuncia a su trabajo y ahí me clavaron la primera banderilla, al recordarme la frase de una mujer con la que compartí años de relación, vida, casa, viajes y supuesto proyecto de futuro, y que me dijo literalmente "no me pidas que elija entre mi trabajo y tú,  porque voy a elegir mi trabajo", y se marchó a trabajar a otra ciudad regresando a casa únicamente un día a la semana. Eso fue el principio del fin.  Yo no supe ni quise estar solo y busqué cariño en otros brazos y en otros labios. Mal. Porque lo que mal empieza mal acaba y ese cariño sustituto se tornó contra mi y me produjo una de las heridas más graves que he sufrido nunca. El karma existe y cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da.

Un poco más adelante en el metraje y en uno de esos gloriosos e intensos polvos de reconciliación, él le dice a ella que su hogar está a su lado. Y esa frase me abrió en canal pues no hace mucho le dije una de las mujeres que más he querido, y de la que me enamoré como un colegial apostando todo y cometiendo en mi confusión uno de los errores más grandes que he cometido, que mi hogar estaba entre sus brazos y, luego le escribí uno de los textos más hermosos que he escrito nunca y que llegué a colgar aquí, aunque al romperse el amor eliminé del blog todas las entradas que hablaban de nuestra historia, aunque soy incapaz de eliminarlos de mi corazón y de mi mente, porque de alguna manera nunca he dejado de quererla.

Después de  tragar saliva, disimular las lágrimas por  aquello de mantener el tipo , fumarme un pitillo , beber un trago de gintonic (lástima que lo hubiera preparado con ginebra sin alcohol) y sentarme de nuevo en el sofá a continuar con el visionado, se presentó de golpe ese momento en el que él se da cuenta de que al no haberla sabido mantener a su lado, la perderá en los brazos de otro, y el rejoneador escondido tras las páginas del guion de la película, me atravesó el lomo de parte a parte. Durante esas escenas se rebeló y vino a mi, la que quizás ha sido la historia  de amor que más ha marcado mi vida y que la sigue marcando, al perder por estúpido y favorecer que terminara en brazos de otro, a la mujer con la que descubrí el significado de muchas palabras, de muchas emociones y de muchos sentimientos y a la que querré el resto de mis vidas.

Y es que la vida es complicada, el destino se lo pasa pipa complicándola aún más y yo soy carne de matadero emocional ,y entro al trapo siempre que salgo al ruedo y me encuentro con una mujer capaz de despertarme fuego en el alma, mariposas en el estómago y versos en el corazón.

Pero como ya os he dicho muchas veces, el que nace lechón, muere cochino y renace más lechón que nunca. Y aunque Cupido me espere a porta gayola tras la salida de toriles, agacharé la testuz, cogeré fuerzas y volveré a embestir con todas la ganas creyendo que esta vez podré salir airoso y me ganaré el indulto del presidente entre vítores y pañuelos blancos. Imbécil de mi. Esos blancos pañuelos será únicamente el reconocimiento al matador que podrá cortarme las dos orejas. Y mucho me temo que también el rabo (que se le va a hacer, total, ya ha vivido lo suyo). 

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