miércoles, 12 de julio de 2023

Ladran


 Pues cabalgamos.

Aunque les pese a los de siempre, aunque les joda a los mediocres, a los envidiosos y a los que desde un equivocado criterio disfrazado de razón pretendan desmontarme, cabalgo.

Y cuanto más cabalgo más ladridos tengo que escuchar, y más debo picar espuelas para alejarme de los mordiscos de colmillos infectados por la rabia que envenena el ego y corrompe la conciencia.

Pero no desmontaré ni tan siquiera para arrojar una piedra al animal sarnoso que lanza dentelladas contra los flancos de mi montura. Un día se morderá la lengua y perecerá envenenado retorciéndose entre atroces dolores y ahogándose con sus propios vómitos.

Nos soltaré las riendas ni sacaré los pies de los estribos. No detendré mi corcel mientras el animal resista, pues el camino es largo y la senda ardua.

No alimentar al troll fue la primera de las recomendaciones que aprendí en el curso de Social Media al enseñarnos como afrontar los ataques a través de las redes sociales. En ellas y ocultos tras un supuesto anonimato, los haters o mejor dicho y hablando en la lengua de Cervantes, los "odiadores", escupen su rabia, su frustración y sus celos contra quienes pretendemos hacer de la red un lugar de encuentro, una mesa de dialogo, un portal de información y un jardín de descanso.

Tengo la mala costumbre de dar la cara, aunque puedan rompérmela, pero lo que nunca podrán quebrar será mi dignidad ni mis principios. Mantengo lo dicho, mantengo lo escrito y esgrimo la pluma como el arma escogida para afrontar cada duelo que me lleva a luchar por mi honor o por el honor de mi dama en el campo de Marte.

Y no dejan de ladrar. A veces con estruendosos ladridos, a veces con ladridos imperceptibles pero igual de emponzoñados.

Ladran, pues cabalgamos.


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