Esto de retirar las mascarillas el 26 de junio me recuerda demasiado a "Hemos derrotado al virus" y al "Salgan y disfruten del verano sin miedo". Después de estas desafortunadas afirmaciones y recomendaciones de nuestro presidente del gobierno, vinieron unas cuantas docenas de miles de muertes más, las ucis se volvieron a saturar, los sanitarios se desesperaron y los epidemiólogos se tiraron de los pelos ante tanta estupidez y prepotencia humana.
Si he aprendido algo de la más dura de mis experiencias vitales, es que las prisas no son buenas consejeras y que tenemos que aprender a frenar, porque si no frenas tú, la vida te terminará frenando, y os garantizo que no será una suave deceleración que apenas notaremos, no, más bien será como si alguien tira del freno de emergencia en un AVE a 300 kilómetros por hora, o si frenas con la cabeza contra el asfalto. Y os aseguro que no mola nada.
Todos estamos deseando quitarnos las mascarillas y recuperar nuestras vidas, poder socializar como en el pasado y, disfrutar de esas cosas a las que entonces apenas dábamos importancia, pero que ahora nos parecen el no va más de la felicidad, como el bailar abrazado a alguien en una fiesta o en un bar, acudir con un grupo de amigos a un concierto o a un espectáculo teatral, o conseguir un hueco en la barra de un bar atestada de clientes para que el saturado camarero por fin te haga caso. Pero o mucho me equivoco o esto no ha sido una decisión adoptada por las recomendaciones de expertos en la pandemia. Bueno...esto de los expertos es algo tan relativo como que a lo mejor la decisión la ha tomado ese misterioso comité de expertos que asesoró al gobierno desde el principio de la pandemia, y de los que nunca supimos nombres, formación o cometidos en el mundo de la sanidad. Pero eso es otra historia. A lo que voy es que no hay más que escuchar a eminencias en distintos campos sanitarios para echarse a temblar. La inmensa mayoría de ellos coinciden en que hasta que no haya avanzado mucho más la campaña de vacunación o haya disminuido el índice de incidencia acumulada hasta el riesgo bajo, lo mejor sería mantener las medidas de seguridad que se han demostrado funcionan, como la mascarilla, el continuo lavado de manos y la distancia social.
Personalmente, creo que el principal riesgo que corremos es que al retirar el uso obligatorio de la mascarilla, muchas personas y sobre todo la gente joven (joder...hablo como un pureta. Me hago mayor) le pierdan el respeto a este virus asesino que ya se ha cepillado a cuatro millones de personas a lo largo de todo el planeta y a cerca de cien mil españoles.
Yo me vacunaré el 21 de junio y lo estoy deseando, para que os voy a engañar. Estoy deseando que todos nos vacunemos. Respiré cuando vacunaron a mi madre, quien a sus 73 primaveras y como prácticamente todos los miembros de su generación, ha sido absolutamente escrupulosa con las medidas de seguridad frente a la Covid 19, y daba cosica verla salir a la calle ahogándose con la mascarilla y fatigándose en exceso al no respirar con facilidad. Respiraré cuando se decidan a vacunar a mi hermana Silvia, que tiene Síndrome de Down y ha pasado una temporada muy delicada, pues solo hemos conseguido que comprenda que no podemos darnos besos ni abrazos y que todos tenemos que llevar mascarillas porque "estamos malitos". Pero respiraré a pleno pulmón el día que hayamos conseguido la tan ansiada inmunidad de rebaño (manda cojones que llevo toda la vida tratando de no ser un aborregado más y ahora suspiro por pertenecer a un rebaño inmune).
Mientras tanto seguiré extremando precauciones, utilizando la mascarilla, lavándome las manos, evitando dejarme llevar y abrazar y besar a algunas de las personas que más quiero y a las que hace demasiado que no abrazo ni beso, y respetando las recomendaciones de aquellos que saben que esto no es un juego, que la gente se muere y que nadie ha resucitado a base de aplausos y bailecitos en los balcones.
Y de verdad, tengo tantas ganas de recuperar la vida pre-Covid como el que más, pero algo me dice que ya nada será igual. Esta es la guerra que decían nuestros abuelos que teníamos que pasar para darnos cuenta de la suerte que teníamos al haber nacido durante el desarrollo de España, en democracia, con todas las necesidades fundamentales cubiertas, y con la arrogancia de quien se permite destrozar el planeta y esquilmar los recursos naturales por el mero hecho de que nos hemos creado unas necesidades tan superficiales y triviales como peligrosas.
No soy en absoluto el adalid de la razón, ni pretendo estar en posesión de una verdad absoluta. Solo aplico la lógica y, al darme cuenta de que nuevas variantes del virus como la Delta (la india de toda la vida) son mucho más contagiosas y se están haciendo con el mercado de humanos a extinguir, me aterra pensar que volvamos a caer en la desgracia de un nuevo confinamiento, que terminará de destrozar la economía que tratamos de levantar y la ya dañada salud mental de los ciudadanos.
Pero aunque no confíe en el raciocinio de mi especie, detesto las censuras y las imposiciones, y si la ley lo permite, adelante. Y si no lo permite, con indultar a quien la infrinja en nombre de la magnanimidad y la concordia, lo apañamos (nótese la sutil ironía).
En cualquier caso, aprovecho para desearos a todos lo mejor. Algunos ya hemos descubierto que eso no es más que gozar de buena salud y de ver sanos a los que queremos,
Suerte. Tened cuidado, por favor.
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