Dicen que la lluvia es maravillosa y necesaria. Y que lo limpia todo, pero no estoy de acuerdo. No puede limpiar mi alma de recuerdos dolorosos, ni darle el lustre necesario a mi sonrisa.
Llueve. Las nubes que veo a través de mi ventana y que cubren el cielo anuncian otro día lluvioso. Las nubes negras que se han adueñado de mi alma me dicen que hoy también va a llover dentro de mi. Que me espera un aguacero de lágrimas.
Apres la pluie de Satie y los nocturnos de Chopin son las piezas que hoy acompañan el primer café. El piano viste de melancolía el sonido con el que la tostadora me ratifica que hoy vuelvo a desayunar solo, después de una larga noche solo, en la que he buscado inconscientemente tu cuerpo en la cama y he despertado una y otra vez creyendo que te habías levantado a hacer cualquier cosa y que volverías junto a mi.
¿Qué me pasa? Nada. Me pasa la vida. Y una vez más la vida me pasa por encima dejándome el corazón maltrecho y las cuerdas vocales rígidas.
Los astros se han alineado para hacer de esta una temporada de llanto. De introspección y de auto castigo. Todo parece haberse conjurado en mi contra. Yo mismo debo de estar al mando de las hordas de desesperación que han asaltado el único baluarte que creía seguro y que pensé que resistiría cualquier ataque: nuestro amor.
Sé que ya no podre cobijarme bajo el paraguas de tu sonrisa. Sé que una a una, las gotas de esa lluvia cálida que mana del pecho resbalarán a lo largo de tu ausencia, y empaparán la posibilidad de volver a acariciar tu cuerpo desnudo. Al tomar conciencia del inevitable final de lo nuestro, las notas del piano me regalan una suerte de tortura en modo menor y, desesperado, pido al verdugo que no pierda tiempo, que haga lo que ha venido a hacer y que no me cubra el rostro con la capucha de falso consuelo. Necesito ver con claridad como los besos que no llegué a darte se sitúan frente al paredón donde seré colocado con las manos atados a la espalda para que no te suplique otra oportunidad y a la voz de mando del futuro incierto que dirige el pelotón, cargarán sus armas de reproche y apuntarán todos a mi corazón esperando la señal.
No sé quien escribió que es más doloroso no haber amado nunca que haber amado y haber perdido. Fuera quien fuera el autor de esa cita, olvida que lo que no se conoce no se echa de menos.
No me pasa nada. Me pasa la vida. Agradezco seguir aquí contra todo pronóstico. Pero en absoluto agradezco a los hados el haberme permitido quedarme para seguir sufriendo, y para que se me necrose la esperanza.
Aunque no saben con quien están jugando. No sé rendirme. Rendirme nunca es una opción y cual ave Fénix volveré a levantar el vuelo y a desplegar mis alas. Pero eso será otro día, cuando el sol brille y en el arcoíris encuentre el camino de regreso hasta ti. Y de mi pluma nazca una nueva comedia. Y reírme sea otra vez el ejercicio cotidiano con el que comenzar la jornada.
Hoy no estoy para risas, Llueve. Llueve dentro de mi y se me está encharcando la ilusión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario