El café, tan negro como necesario, le sacó del sopor en el que acababa de caer al sentarse frente al ordenador con la sana intención de avanzar en su novela. Pocas horas antes lo había dejado en que su alter ego iba a matar a la mujer que le había destrozado la vida. Y realmente lo había hecho. Aquella morena de seductoras caderas y desmedida afición por lo prohibido, le había machacado la autoestima unos cuantos capítulos atrás. El maltrato al que la mujer que inspiró ese personaje sometió al autor de a novela "Infierno de fraudes",lo llevó a la consulta de un especialista en salud mental que además de los consabidos ansiolíticos y antidepresivos, le diagnosticó unos eficaces antifóbicos para ayudarle a vencer el miedo a encontrarse con ella al doblar cualquier esquina. Es por eso que en su novela ese maligno súcubo escapado del más cruel de los avernos, debía morir. Es más...debía sufrir una muerte espantosa. No era la primera vez que llevaba a cabo este tipo de catárquicos y literarios asesinatos en sus novelas. Utilizaba a los alter egos construidos con lo que quedaba de su realidad pasada para que llevasen a cabo sus venganzas, y repartiesen justicia en negro sobre blanco. La justicia que él nunca podría tomarse en la vida real. No le llevó más de cinco minutos describir a la perfección como Laertes vació el cargador entre el pecho, las piernas y los brazos del demonio que sedujo a su creador unos pocos años atrás. Fueron cuatro páginas muy intensas en las que al leerlas, hasta se podía apreciar el olor a pólvora y a sangre fresca y, se podían escuchar los gritos de ella pidiendo clemencia, una clemencia que no concedió al hundirlo en ese pozo oscuro donde terminan las víctimas de malos tratos, que además, no se atreven a compartir su calvario porque la sociedad no termina de entender ni de aceptar que una mujer pueda maltratar a un hombre. Hay quien sonríe cuando se comentan ese tipo de sucesos e insinúa la poca hombría de los maltratados y su falta de valor y de virilidad, llegando incluso a insinuar entre risas que de alguna manera lo merecían, "para compensar las estadísticas". En un alarde de sadismo, Laertes permitió que su alter ego literario se deleitase viendo como se desangraba la mujer , herida de muerte, y que le negase el muy misericorde y humano tiro de gracia entre los ojos. Al termino de este capítulo en el que el asesino volvía a escapar de cualquier sospecha,dada su naturaleza afable y su condición de persona querida y socialmente aceptada, Laertes se levantó a servirse una copa de buen vino de la Ribera del Duero. Le sentaba como una patada en la boca cuando estando en algún bar, un cliente se acercaba al mostrador y pedía al camarero, "pon un vino". Hostias...que estamos en Valladolid, la única provincia con cinco diferentes denominaciones de origen de vino; la provincia considerada por los expertos internacionales como mejor región vitivinícola del mundo. Un vino... Saboreó su Carmelo Rodero reserva servido en copa Borgoña y, encendió un cigarrillo con el viejo encendedor de gasolina. El humo de la victoria. perfecto para maridar este caldo. Para mi ya estás muerta, hija de puta. Y sin tocarte un pelo ni abusar de mi fuerza. Ni arruinarme el futuro con unos años en la trena, aunque en este país sigue saliendo demasiado barato asesinar a una mujer. Apuró la copa hasta el fondo saboreando el regusto de los taninos pese a la astringencia que le provocaban resecándole los labios. Cuando volvió a trabajar en el archivo de la novela, escribió: Capítulo 7, "El ave fénix" y se preparó para seguir aplicando la ley. Su ley.
Laertes se abrochó la cazadora hasta el cuello y comprobó en la imagen que le devolvió el espejo de pared de la habitación del hotel, que no se notaba en absoluto el bulto de la pequeña pistola automática con silenciador que portaba en una funda sobaquera bajo su brazo izquierdo. Alguien dijo una vez que el infierno es la imposibilidad de la razón, pero Laertes descubrió que en ese infierno se encontraba muy a gusto discutiendo con el único Dios verdadero lo incongruente y fraudulento de todos sus actos, sus sentimientos y sus palabras. Dios le perdonaba una vez tras otra, porque es todo bondad y misericordia. Pero él no era capaz de concederse el perdón. Ni lo quería. Iba a matar a unos cuantos más. Iba a limpiar el mundo de escoria. Hoy le tocaba a la zorra que le destrozó la vida. Añadiría la miserable alma de esa belleza caduca y adicta al opio a la de aquel socio traidor que se apropió de todo lo suyo, a la de otra mujer que disfrazaba con adorables caíditas de ojos el engaño y la mentira y a la del canalla desequilibrado que fingió compartir las cuitas de un pasado reciente. No le temblaría la mano al apretar el gatillo mirándola a los ojos. Puede que al encontrar el cuerpo,la sociedad vistiese este crimen como un nuevo caso de violencia de género. Y lo era, sin duda. Esa arpía había sido el ejemplo más claro del maltrato psicológico y emocional. Lo había atrapado con la seda de su tela hasta que Laertes apenás pudo moverse y entonces clavó en él los quelíceros y comenzó a sorver los jugos, vaciándolo casi por completo. Pero él consiguió desatarse y volver a levantar la cabeza. Y a empuñar un arma. Laertes era un hombre bueno y eso le tocaba en exceso los cojones. Se repetía una y otra vez la frase que le llevó a comenzar su venganza: cuidado con lo que toleras, ya que estás enseñando como tratarte. Respetaba a la mujer como respetaba al hombre y concedia por defecto el derecho a la igualdad.Por eso mismo se autoconvenció de que debía aplicar su ley en paritaria proporción y justificó los actos lavando su conciencia. Esto superaba las taras morales de la sociedad enferma en la que le había tocado vivir. Arrancó la elegante motocicleta de fabricación británica y se dirigió hacia el lugar donde había quedado con ella, con la excusa de necesitar volver a verla porque la seguía amando irremediablemente. Era un tipo enamoradizo y todos lo sabian . Esa era su mayor debilidad. Al terminar esta nueva página el escritor que había construido con sus traumas el personaje más oscuro y más luminoso a un tiempo encendió un cigarrillo, guardó los cambios en el archivo y apagó el ordenador. Laertes pensó que debía cambiar el nombre a su alter ego. Era demasiado obvio todo. Y pensó también que debía comenzar a describirlo como un tipo alto, moreno y enjuto, de alegres y vivaces ojos negros. Así nadie lo reconocería. Joder...era un genio del mal.
Sé que me lees, que te gusta hacerlo y que entiendes mis textos, así que bienvenida, pasa y ponte cómoda. No soy un escritor al uso. Como canta el artista que encabeza esta entrada, "mil veces prefiero que pierdan los buenos. Que ganen los indios". La vida me enseñó a reconocer al indio que llevaba dentro y a medida que fui tropezando, me despojé prenda a prenda del uniforme del séptimo de caballería. Y se está mucho mejor en taparrabos. Más cómodo por lo menos. Una de las primeras críticas cualificadas que recibí sobre mis textos, decía que llegaba muy bien al lector porque profundizaba en lugares comunes. Y estoy completamente de acuerdo. A ver...¿quien no ha perdido un amor?¿Quien no ha tenido que despedirse de un ser querido? ¿Quien no ha fracasado unas veces y triunfado otras?¿Quien no tiene una ilusión y unas metas a las que agarrarse desesperadamente por inalcanzables que parezcan?. Esto se llama vivir y sí...escribo sobre la vida. También escribo ficción, de hecho mi primera novela, que se publicará en diciembre por una editorial joven y valiente, es pura ficción. Es una novela negra repleta de crímenes y de muertes evitables, pero incluso al narrar hechos ficticios, estos están fundamentados sobre personas y circunstancias de mi realidad más intensa. Esta novela se distribuirá por toda España, a diferencia de mi primer retoño, Historias para según qué días, que solo se distribuyó en Valladolid, o de mi segundo bebé, Juantierasmus, que se distribuyó en Valladolid y Madrid. Este último también se puede encontrar en Amazon. No voy a negar que me siento más orgulloso de mi primer título, pero desde luego este segundo es infinitamente más divertido y las risas están garantizadas. Para pasar un buen rato es un libro muy cómodo y muy agradecido. Historias para según qué días está escrito en pleno divorcio y aunque también tiene algún relato cómico, predomina lo muy emocional y lo triste. pero es muy bonito y aunque esté feo decirlo, está bien escrito. Lo escribí con la perfección que aporta el dolor más intenso y con la corrección de hectolitros de lágrimas depuradoras de todo.Y no voy a negarlo, con la ayuda de una formidable editora que además es una gran amiga y, supo entender todos y cada uno de los textos y corregirlos con cariño y esmero, sumando a mi caudal creativo, el más acertado de los criterios. Creo que de este libro solo queda a la venta un ejemplar y se agotó la edición. Trataré de localizarlo y hacértelo llegar,dedicado. Al haber obtenido algunos galardones en certámenes de relatos, ciertos textos mios también aparecen en volúmenes de relatistas y en recopilatorios de certámenes literarios. Solo uno de ellos internacional, pero de ese me siento muy orgulloso, dado que gané un sorprendente primer premio. No puedo dejar de escribir, no sé vivir sin hacerlo. Los neurólogos que trataron la lesión cerebral que me mantuvo en coma una corta temporada de mi nueva vida,tras unos minutos de muerte clínica, me explicaron que dada la gravedad de la lesión sufrida al estrellar la moto, pese a llevar casco, que la única explicación que le podían dar a mi sorprende te evolución era lo mucho que leía y lo mucho que escribía. Al parecer mis neuronas se recuperaron por plasticidad y el constante trabajo de concentración y comprensión lectora al que sometía a mi cerebro, fue el tratamiento más efectivo. Ergo la literatura salva vidas. Díselo a todos los niños que conozcas. Yo lo hago. Soy un romántico empedernido. Me encanta escribir sobre el amor y las historias hermosas. Quizás sea porque a lo largo de mi vida he apurado hasta el ultimo trago cada copa de amor que me sirvió el cantinero del destino. Algunas contenían un brebaje demoniaco que me destrozó por dentro y otras un licor de imitación bastante afrutado,atrevido en aromas, delicioso en boca, pero pobre y astringente en el fondo. Puede que todos estos sucedáneos hayan servido para que mi paladar y mis papilas se fueran preparando para degustar el impresionate vino que estoy saboreando ahora, ya que por fin he encontrado el mejor caldo nacido jamás en cepas de la montaña leonesa y me estoy emborrachando a diario con sus caricias, con sus besos y con sus abrazos. Cómo acostumbro a escribir, todo termina llegando, incluso lo bueno. Y parafraseando a Jorge Drexler, al que cito muy a menudo, "cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da. Todo se transforma". Encantado de tenerte al otro lado de la pantalla. Puede que un día compartamos un buen vino, una mejor conversación y la compañía de las personas adecuadas. Brindo por ello. Mientras tanto, me tendrás aquí, perpetrando relatos y textos en este blog. Siempre a tu disposición.
Antes de colocar los dedos sobre las cuerdas en el primer acorde, soplé el polvo que acumulaba la vieja guitarra española recluida junto a la chimenea de la bodega. Esta es la guitarra que mi padre regaló a mi madre cuando aún eran novios. Y siempre ha estado ahí. Como su amor inmortal. Hace ya unos años que me hice con mis propios instrumentos. Compré a un amigo ya fallecido una guitarra electroacústica y una española meses antes de que le diagnosticasen el cancer de pulmón que se lo llevó con la música y con su sempiterna sonrisa a otra parte, y tras su muerte, hacen guardia formadas por antigüedad junto a mi barata guitarra eléctrica en la pared de la bodega, esperando unos dedos más hábiles y un corazón más roquero. La mano derecha aún conserva cierta habilidad, pero la izquierda acusa en exceso las secuelas de la dichosa hemiplejía que me regaló el absurdo y evitable accidente de moto que cambió mi vida. Al conseguir ejecutar con algo de dignidad el principio de la melodía del tema de Erik Clapton que siempre me puso la carne de gallina, comencé a cantar. Mi amiga Pepa, compañera de la facultad de Educación musical donde coseché un fracaso más, obsequió de mi desidia, me enseñó a sacar la voz y a cantar de forma casi aceptable. Puede que al oírme destrozar este tema volviese a darme otra lección de cariño y paciencia, pero hace ya mucho que no cantamos juntos. En su lugar, en vez de su aguda y siempre afinada voz de soprano extremeña, otra voz se unió al estribillo poniéndome los pelos de punta. Era una voz blanca, de niño. Al girarme esperando encontrar a alguno de mis sobrinos, lo que vi me dejó sin aliento. Frente a mi, iluminado por la tenue luz de una pequeña lámpara que encendí para no tropezar con los muebles castellanos de poderosa madera y traicioneras esquinas, un niño rubio con el pelo cortado a tazón y los ojos azul plomo, de corta edad, más o menos de unos diez años y de expresión terriblemente familiar, se esforzaba en hacerme los coros una tercera por encima. Cuando se percató de mi enmudecimiento y de mi asombro, sonrió tranquilizador y abandonó la canción para decirme -No te asustes. Soy el Juan que fuiste y que te empeñas en olvidar. Soy el niño que dejaste morir para convertirte en el adolescente inseguro que necesitaba reforzar su autoestima infringiendo reglas, en el joven que decepcionó una vez tras otra a sus padres y que descubrió lo apasionante de sentirse enamorado y, jugó a Romeo en busca de una Julieta que se le resistió una y otra vez. Y en el hombre que se niega a aceptar las consecuencias de los errores del pasado.-todo esto me lo espetó con una enorme sonrisa en los labios y con el tono más dulce que encontró para acompañar los reproches-.He venido a prevenirte, porque aún estás a tiempo-añadió conciliador- tienes la oportunidad de perdonarte y de recibir mi perdón, de matar al Juan que eres y de crear el Juan que siempre has querido ser. Pasa página de una vez, cierra carpetas y olvida aquello que no consigues superar. Es tan solo pasado, como yo. -Pero...pero si reniego de mi pasado, también lo haré de ti-dije yo con un hilito de voz apenas audible. -No has entendido nada, Juan. No te pido que reniegues de lo bueno que siempre hubo en ti, tan solo que olvides tus errores, tus miedos, tus debilidades y tu falta de acierto. Que no te recrees en lo doloroso, que no alimentes el fuego del dolor que te causaron y que te causaste.Que me busques dentro de ti cuando vayas a tomar una decisión y te preguntes qué habrías querido hacer cuando aún eras puro. Cuando la vida no te había marcado todavía con el hierro al rojo de las lecciones necesarias. Cuando la traición de tu mujer y de tu amigo no eran más que una posibilidad entre tantas otras dentro de la aventura del matrimonio. Cuando no allanaste el camino al destino más doloroso. Cuando no sembraste con errores los campos de tu futuro. Búscame y cuando me encuentres, ayúdame a ayudarte. Permíteme guiarte y concédeme el permiso para discernir lo que quieres de lo que realmente deseas. Entonces, y solo entonces, alcanzarás tu lugar y cumplirás tu misión, porque todos tenemos una y la nuestra no es nada fácil. -Perdóname, Juan- supliqué emocionado - perdóname y ayúdame. Yo te perdono el no haber podido contener mis necesidad de ser valorado por los demás. De ser aceptado por todos. De destacar a toda costa. -Te perdono, Juan.-concedió generoso el niño que fui-Vete a la cama. Mañana será un día importante. Será el primero de nuestra nueva vida. Descansa hoy. Y diciendo esto me acarició la mejilla con el dorso de la mano y desapareció entre las sombras. Yo volví a colocar la guitarra junto a la chimenea, encendí un cigarrillo y aspirando con fuerza, me lo fumé entero en apenas cinco caladas. Después me fui a la cama y tras apagar la luz de la mesilla, reflexioné sobre lo sucedido. Iba a empezar a vivir. Iba a empezar a hacer las cosas bien. Se lo debía a aquél niño. Me lo debía a mi.
A veces la vida si concede nuevas oportunidades. Y ella supo aprovechar la suya tras haber vivido un infierno que estuvo a punto de consumirla. El tiempo pasó inexorable ratificando que en efecto, cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da. Al poco de haber conseguido librarse de las cadenas del odio y del desprecio y, al haber hecho pública su situación, un viejo amigo escritor que había sufrido en sus propias carnes la misma tortura que ella sufrió durante años, escribió un relato en el que su alter ego viajaba hasta el lugar donde la vida había decidido mostrar su peor cara y ejecutaba al monstruo que a base de mentiras y artimañas de todo tipo, había conseguido atraparla en sus redes. Le gustó aquel relato, pero de alguna manera se resistió a que aquel demonio muriese, aunque fuese literariamente. Ella sabía que aunque era lenta hasta la desesperación, existía la justicia poética y se ocuparía de castigarlo como merecía. Y así fue. Aquel íncubo que seducía a mujeres mucho más jóvenes que él y las atrapaba en sus telarañas construidas con el pegajoso hilo de la mentira, terminó cometiendo un tremendo error. Había intentado devorar a la presa equivocada. La hermosa mujer que junto a su hijo había caído en la tela de araña,tejida con maestría a su alrededor, consiguió zafarse cuando ya casi había perdido toda esperanza y descubrió al monstruo ante la justicia y la sociedad. Sentó a aquel peligroso y voraz insecto en el banquillo de los acusados y las leyes de los hombres cayeron sobre él como el más eficaz insecticida. Gracias a la valiente actuación de la mujer maltratada y a su testimonio, desenmascararon al monstruo que ya , desprovisto de los camuflajes con los que se mimetizaba en la sociedad y atrapaba a sus presas, terminó de envejecer completamente amargado y fue recluido en un hospital psiquiátrico donde medicado y controlado, solo pudo esperar la muerte sin más compañía que el recuerdo de su vida de maldad y de las presas que devoró glotón y lujurioso. Cada mañana, después de la dosis de la medicina prescrita por los especialistas y que los enfermeros de la institución le administraban por vía intravenosa tras colocarle las correas para evitar resistencia, lo sentaban en una vieja silla enmohecida y deteriorada como él a que pasara las horas mirando al mar. Y así, presa del mayor de los hastíos pero libre de todo sentimiento de culpa pues el mal era su naturaleza, terminó sus días. Solo, vació y caduco. Por el contrario, al haber escapado de aquel monstruo y haber exorzizado su recuerdo, ella recupero la perdida lozanía robada con insultos, desprecios y humillaciones, la belleza marchitada por el veneno inoculado y, la alegría perdida al ver sufrir a su hijo. Recompuso su vida, volvió a encontrar el amor y fue feliz. Entonces y solo entonces, el amigo escritor que con la mejor de las intenciones había ejecutado en un relato a aquella bestia demoniaca, pudo escribir el epílogo de una historia de malos tratos basada en hechos reales.
Se ajusta la cinta de la guitarra electroacústica para salir a escena y en voz muy baja tararea la letra de una canción de Coque Malla, un artista al que nunca prestó atención y que nunca le convenció, pero que de un tiempo a esta parte se está convirtiendo en su cantante de cabecera, dado que parece haber escrito todas las canciones que ahora quiere y necesita escuchar. El presentador de la gala benéfica donde recaudar fondos para la investigación de una de esas enfermedades tan mortales como raras, en la que han programado su concierto en acústico, lo invita a pasar al escenario. Hoy está solo, sin su banda de mercenarios de la música, desprovisto de artificios y de la protección de otras guitarras y otras voces. Solo él, sus canciones, su voz, su guitarra y su corazón. Mientras pisa las tablas del escenario, se da cuenta de que ella hoy tampoco estará entre el público que abarrota la sala y maldice el foso de los 20 años de distancia que se levanta entre sus ojos y su piel. Un foso que solo se atreve a cruzar asido al puente construido con los recuerdos de un pasado feliz, de un amor verdadero que ha renacido cual fénix herido de muerte y con la argamasa de la ilusión que jamás llegó a perder. Coloca el micro a su altura, los dedos en los trastes del primer acorde y la mirada en el infinito, allí donde imagina que ella lo espera con el corazón latiendo tan deprisa como el suyo. El público aplaude enfervorizado pues hoy está cantando como nunca, llevando la voz al borde de lo que las cuerdas vocales son capaces de resistir y descubriéndole al mundo una nueva canción compuesta escasas horas antes de aparcar junto al teatro donde se desarrolla todo. Esta nueva canción habla de ella, de él, del tiempo transcurrido junto a otros cuerpos en unos lechos vacíos de aquello que los ha resucitado de entre los caídos en la cruel guerra del tiempo. No se ha visto en otra así. No quiere renunciar a un sueño, no quiere que ella deje de flotar y clama al cielo suplicando el equilibrio necesario para no caer en el abismo de la ausencia. Y se muere. Desespera. Quiere estar cerca de ella, pero cientos de kilómetros de responsabilidades adquiridas, de compromisos ineludibles y de cargas morales le impiden alcanzarla. Solo puede acariciarla a través de una canción y al cantarla, el público entiende que está escuchando el amor convertido en melodía. Es curioso que su mayor triunfo, que el tema que lo coloca en todas las listas de ventas y que se emite en todas las emisoras de radio, sea el mismo que más le duele, que le rompe el alma y que lo llena de culpa. Solo quiere flotar junto a ella. Solo quiere decirle que 20 años después, sigue siendo la jovencita preciosa de la que se enamoró.