domingo, 26 de mayo de 2019

Perseguir un sueño

Porque todos soñamos y a veces es necesario correr tras esos sueños que se nos escapan y terminan siendo inalcanzables.
Ayer mi querida Cristina y mi admirado David, compartieron con el público que abarrotó la plaza de San Pablo, un sueño llamado Flotados. Este sueño nació de la música que rezuma por cada uno de los poros de David y de la libertad que Cristina convierte en movimientos donde desafía a la gravedad, al vacío y a las limitaciones humanas, convirtiéndose en una sonriente hada que vuela sobre nosotros regalando cariño, arte y felicidad.
No quise perdérmelo y aunque tengo miedo de lugares abarrotados de gente donde sé que me angustiarán los ecos del pasado más doloroso, descubrí que "quien no arriesga no cruza la mar", es mucho más que una frase.
Recurrí al apoyo y al incondicional cariño de la mujer de ojos más verdes que lleva mi sangre, de la poeta más decidida, más humilde y valiente y, al de la más bonita de las guerreras indias, que vino acompañada de la pequeña princesa de su estirpe, con la que comparte el sueño de un palacio junto al Ganges, donde criar vacas sagradas con bigotes felinos.
La música que compuso David e interpretó en directo para Flotados consiguió adherirse a nuestras almas como el coral a pecios de barcos hundidos. Y las hizo flotar junto a Cristina.
La sombra de esa pequeña hada de menuda figura, largas trenzas y enorme sonrisa, se perfilaba en el interior de la caja de un piano de cola suspendido sobre los adoquines de la plaza y, en un momento más que mágico, atravesó las dimensiones de lo real y lo etéreo y se columpió sobre cada una de las notas musicales. Y sobre nosotros.
Mis musas cuidaban de que yo no perdiese el equilibrio y de que no necesitase más espacio a mi alrededor del que ellas habían conquistado y defendían con uñas y dientes en pos de mi tranquilidad.
Una de ellas no pudo evitar que sus hermosísimos ojos se humedeciesen por la emoción de contemplar ese sueño hecho teatro de calle. La guerrera india nos dio a todos una lección de coraje y voluntad y la poeta rimó en versos de arte mayor emociones, sonrisas y placer, llegando a debilitarse incluso, al albergar tanta inspiración dentro de su pecho.
Yo necesitaba escribir, necesitaba subirme al velero que estos grandes artistas habían botado en las calles de mi ciudad, enrolando a audaces y talentosos tripulantes como el contramaestre Rodrigo Tamariz y el timonel Alfonso Peña. Necesitaba cruzar la mar junto a ellos. Y a mi manera, lo conseguí.
Mi sueño era disfrutar de un espectáculo sin sentir la angustia de la incertidumbre y el miedo a volver a cerrar los ojos sin querer hacerlo.
Gracias, Cristina. Gracias, David. Gracias a toda esa tripulación de soñadores de gran corazón.
Gracias por ser, estar y formar parte de mi vida.

No hay comentarios: