Mi cuñado, militar de vocación preparado en la academia donde obtuvo sus galones y, condecorado al ejercer con valor y entrega como voluntario en distintas misiones de paz en conflictos como los acaecidos en Bosnia y Afganistan, deja aquí a su mujer y a sus dos hijos para servir y proteger a otras mujeres y otros niños que necesitan de la ayuda de los cascos azules para que sus vidas no terminen formando parte de las tristes noticias con las que los telediarios nos recuerdan que allí en oriente próximo, hay un pequeño lugar conocido como Líbano, donde cada poco tiempo las explosiones y el fuego de las armas iluminan las noches.
Diego es un profesional con experiencia y todos sabemos que será prudente y sabrá estar a la altura de las circunstancias y afrontar y superar cualquier obstáculo que se le presente allí. Confiamos en sus habilidades y sabemos que en seis meses lo tendremos aquí de nuevo, entrenando a los pequeños del equipo de rugby de Arroyo, dejándose la piel en el terreno de juego junto al resto de veteranos de su equipo, haciendo feliz a mi hermana Sandra y ayudándome a montar la depuradora de la piscina y a programar el riego automático del jardín.
Escribo estas lineas triste por su marcha, pero muy orgulloso del ejemplo que está dando a sus hijos. Y al resto de los españoles, incluso a aquellos idiotas que desde la más absoluta ignorancia consideran a los militares vulgares asesinos a sueldo al servicio de intereses económicos.
Conozco muy bien a mi cuñado, su entrega a la familia, su excelente disposición para echar una mano siempre que hace falta y su desinteresada entrega en pos de un mundo mejor.
Aquí lo esperamos y desde este blog, me comprometo por escrito a proteger y servir a su mujer (mi hermana) y a sus hijos (mis sobrinos) durante el tiempo que él esté fuera.
Quid pro quo.
Fuerza y honor, Diego. Ten mucho cuidado y traeme algo chulo.
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