jueves, 17 de mayo de 2018

El aguacero

La arqueóloga, antropóloga y gran pedagoga,Maraka Olmiturriarte echó un vistazo por la ventana antes de salir de casa y, aunque vio que el cielo de Valladolid estaba algo nublado, no le dio excesiva importancia pues ella se había criado en el país vasco y allí la lluvia era el pan nuestro de cada día. Lo de la dura estepa castellana era el frío y la niebla. Y el polvo, sudor y hierro con los que cabalgaron los más grandes guerreros del pasado. La lluvia en esa tierra no era tan habitual como en la suya y seguramente se abrieran claros en cuestión de minutos.
Tras asegurarse de que su podenca portuguesa tuviese llenos el comedero y el recipiente para el agua, estrechó al animalito entre sus brazos y se despidió con ternura, pues aunque volvería a casa antes de anochecer, estaba acostumbrada a llevarla con ella a todas partes y le sabía muy mal dejarla solita.
Con sumo cuidado y extrema delicadeza, se fue colocando el vestido diseñado por ella misma y confeccionado con bolsas de plástico recicladas. Reciclar y reutilizar es algo absolutamente necesario en el siglo XXI si pretendemos conservar el planeta.
Tras haber aprobado la oposición pertinente, Maraka trabajaba como profesora de historia del arte en un instituto vallisoletano y a lo largo del último mes había centrado sus clases en el arte contemporáneo y el arte efímero y hoy, iba a sorprender a sus alumnos con la demostración práctica de que con ingenio y trabajo el reciclaje puede ir mucho más allá de utilizar las latas de Coca cola como ceniceros o los tambores de jabón  para la lavadora como instrumentos de percusión.
Llevaba semanas haciendo acopio de las bolsas de la compra almacenadas por sus amigos y familiares al volver del supermercado. Siguiendo tutoriales de Internet, diseñó el patrón de su espectacular modelito y con la ayuda de una grapadora escolar, unas tijeras y un rollo de alambre, consiguió darle al vestido la forma deseada.
Para completar su particular indumentaria, confeccionó unos sencillos cubre calcetines a juego con los que poder andar por la calle sin miedo a resbalar ni a pasar frío.
Al haber introducido una faltriquera en el diseño, guardó en ella el teléfono móvil, las llaves, el encendedor y el tabaco y salió  a la calle con dirección al instituto del cercano barrio donde le aguardaban sus alumnos.
Pero los astros no se alinearon a su favor hoy. Y las cosas se torcieron de repente cuando menos lo esperaba. 
Al comenzar a recorrer la Calle de la estación, quiso el destino que empezasen a caer unos goterones enormes y el sonido de un trueno le puso sobre aviso de lo que se avecinaba. La fatalidad hizo que en el mismo instante en el que comenzó a llover con fuerza, se cruzase con los cientos de integrantes de una excursión del Imserso que tenía programada la visita a los principales monumentos y los más reconocidos establecimientos hosteleros de la capital castellana.
Antes de poder siquiera ponerse a salvo en el interior de un bar o de cualquiera de los comercios de la Calle de la estación, docenas de octogenarias asustadas por lo que el aguacero hiciese de sus peinados se arrojaron sobre Maraka y, le fueron despojando de las bolsas para cubrirse con ellas las cabezas y poder salvar sus permanentes, estilismos y tintes.
Maraka consiguió que al menos no le arrancasen las pocas bolsas que cubrían sus pechos y sus partes pudendas.y cual zorro de la campiña inglesa, esquivó a la feroz jauría consiguiendo zafarse de la brutal y salvaje rapiña.
Enjugándose las lágrimas, pensó en tratar de llegar a casa y ponerse unos vaqueros y una sudadera, pero Maraka siempre fue una mujer valiente, luchadora y creativa y, lejos de rendirse y tirar la toalla, apretó el paso y llegó hasta el instituto donde ante los asombrados y sonrientes alumnos, desfiló como una modelo de la pasarela Cibeles mostrando el traje de baño que sería la sensación de la costa azul el próximo verano.
La profesora Olmiturriarte, tiene claro que rendirse no es una opción y que a grandes males, grandes remedios. 
Satisfecha con el resultado de lo que podía haber sido una catástrofe, volvió a casa junto a su perrita y se abrió una cerveza para celebrar su victoria y la oportuna lección que les había conseguido dar a sus alumnos a pesar de aquel terrible incidente con las escursionistas. Una cervecita a tiempo siempre le supo a gloria y le hizo mucho bien.

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