Aquel abril en el que se me permitió respirar, pude confirmar que después de nuestra voz solo se escucha el silencio.
"Has vuelto a nacer" me dicen continuamente y si, ha sido un parto doloroso y largo pero he vuelto a nacer y al médico divino que me azotó el trasero sujetándome por los pies, se le fue un poco la mano hasta que me hizo llorar y aún hoy a ratos, sigo llorando.
Nací después de treinta y nueve años de vivir a tope y consumir cada día como si fuese el último.
Aquel Juan que se quedó en el asfalto, era un buen tipo, pero extremadamente inconsciente. Su falta de responsabilidad y de sacrificio, le llevaron a donde le llevaron y lo realmente extraño es que no hubiese caído antes, durante una de aquellas juergas brutales con excesos sin mesura o víctima de un mal golpe en una pelea, una enfermedad venérea o reventado por la fuerza centrípeta de una vida acelerada.
Las cosas pasan porque tienen que pasar y si no frenas tu, te frena la vida. Y te enseña.
Ahora respiro y pienso, vivo y siento, lucho y venzo.
Ahora, soy un cachorrito de cuarenta y dos años que quiere jugar con todo y que mordisquea las zapatillas del destino. Ahora se me ha dado la opción de poder reinventarme y llegar a ser el que debería haber sido hace mucho tiempo.
Se me ha regalado un tercer ojo en la frente o quizás con el golpe he podido abrirlo, pues debía estar cerrado a presión. Desde que volví a ver la luz, soy capaz de reconocer muchas cosas a las que hasta hora no daba la importancia necesaria. Veo el aura de amor que rodea a los miembros de mi familia, el afán por ayudarme que emana de mis amigos, el tremendo cariño que habita en el corazón de mis amigas y el amor. He aprendido a ver el amor, a reconocerlo y a no confundirlo con otras cosas mucho más vanales.
Por eso se va acercando el momento de olvidar el cambio, de dejar de sumerjirme en las peligrosas aguas del recuerdo y de agradecer esta oportunidad, de la única forma eficaz y consecuente: abandonando el rol de renacido.
Soy un nuevo Juan y creo que más maduro y un pelín mejorado, pero eso no me exime de cometer errores, de hacer cosas mal o de seguir equivocándome. La única diferencia es que ahora sabré cuando lo haga, cuando las cosas no sigan el camino correcto y cuando salpique a otras personas con el agua de los charcos en los que acostumbraba a meterme.
Y dicho esto, pienso hacer en mi vida real lo mismo que en mi vida literaria. Publicaré un nuevo libro para dar carpetazo al pasado. Un libro trabajado, reflexionado, corregido y del que podré sentirme orgulloso. Y lo demás no importa por muy divertida que pueda ser la trama. Y puede que aprenda a abstraerme de mi realidad cotidiana y ya no necesite ponerlo todo por escrito ni desnudarme en público constantemente.
Ese ojo que he conseguido abrir, me está permitiendo también reconocer lo excepcional de muchas personas y eso es genial, porque me abofetea el rostro con el guante de la certeza de que no soy nadie especial ni diferente. Hay muchos ángeles a mi alrededor, hadas preciosas y esforzados y valientes caballeros. Hay guerreras de la vida que a veces asustan al blandir sus espadas, pero que lejos de hacerlo para herirme con ellas, solo buscan defender el paso de sus puentes y asegurar la marcha en las encrucijadas del camimo polvoriento que es la existencia.
Vamos a por todo. Quiero que todos mis minutos sean minutos de minuto y medio. Quiero que todos mis momentos se conviertan en inolvidables.
1 comentario:
��👌
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