martes, 22 de mayo de 2018

Nunca se fue del todo

Hubo un tiempo en el que se atrevía a coger la guitarra y cantar en las fiestas en playas, parques y allí donde se juntaran  amigos y novias para acompañar las sonrisas y los besos con un whisky y un cigarrillo aliñado.
Hubo un tiempo en el que llevó el pelo tan largo como sus ganas de vivir y en el que decoró su cuerpo con metáforas tatuadas en la piel; adornos estos con los que expresaba su libertad y su felicidad ante una vida que se le presentaba cómoda, interesante y llena de momentos increíbles.
Hubo un tiempo en el que amó y creyó ser amado, pero la vida es un proceso de aprendizaje continuo y las lecciones que impartió el destino con cada adiós, con cada traición y con cada herida en el alma, fueron las más duras de aprender.
Hoy todo aquello pasó. Dos pendientes y media docena de tatuajes le recuerdan un pasado que no ha de volver y le vaticinan un futuro incierto y dificil, pero al menos un futuro por descubrir.
Ya no toca la guitarra. Ya no aliña cigarrillos y ahora acostumbra a cortarse el pelo al estilo recluta. Aunque ya tiene demasiada mili. Es veterano de mil guerras en las que su corazón imploró clemencia a un  enemigo inmisericorde.
Unos lo llamaron madurez, otros responsabilidad y él lo llamó combate.
Sus dedos no pisan fuerte los trastes ni rasguean unas cuerdas que no suenan y parecen atar sus sueños, impidiéndolos volar. Tan solo aclarara la voz para pedir ayuda y para declamar su miedo y su angustia.
Aunque hoy, ha decidido volver a subir al escenario, a coger el micro sonriendo al público y a llevar el ritmo con el pie derecho. 
No hace mucho, descubrió que las mejores canciones que podría componer, no necesitaban de linea melódica ni de acompañamiento musical.Que podría escribirle a sus ángeles canciones directas al pecho y que ellos mismos las pusieran música.
No hace mucho descubrió que aún podría llenar estadios de esperanza y de proyectos y que volvería a subir puestos en las listas.
No hace mucho, descubrió que hay tanta vida en su sonrisa, como la que siempre buscó en la de una mujer. Y decidió volver a sonreír, pasara lo que pasara y le pesara a quien le pesara.
Se hizo acompañar por los mejores y las sonrisas de sus amigas (las únicas verdaderamente sinceras) le sirvieron para coger el tono y afinar.
No hace mucho decidió volver a vivir, volver a ser el que fue, pero aplicando lo aprendido, volver a creer en el amor y abandonar de una vez el modo menor de la sinfonía de lamentos.
Aquel que recordaba con nostalgia, seguía dentro de él. Nunca se fue del todo.

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