lunes, 17 de marzo de 2025

Juntando letras




 Gracias a Dios he encontrado una vía de escape en la literatura de ficción, y así, al descubrir esta sorprendente salida del laberinto de emociones en el que desorientado me perdí hace demasiado tiempo ya, comencé a escribir novelas. 

A pesar de todo me cuesta demasiado ignorar mis circunstancias, alejarme de mi realidad y bucear en otras aguas menos turbias. Y por eso no soy capaz de terminar la única novela en la que su protagonista y yo no tenemos absolutamente nada que ver, ni física, ni mental ni emocionalmente. En su lugar me concedo prórrogas y rescato al alter ego que me ha servido para matar a cuantos  quiero ver muertos, incluso a mi mismo, y para amar a quien no supe amar fuera del papel impreso.  Escribo porque vivo, y vivo para escribir, aunque esta puta pescadilla no deje de morderse la cola.

Hace ya mucho, mucho tiempo, escribí que cuando quería hacerme daño, hacía introspección, y es por eso mismo por lo que huyo de profundizar en los caminos de mi interior, y prefiero sacar la cabeza y pasear por los senderos de quien no supe, no quise o no pude ser. De alguna manera escribiendo me aplico vendajes, suturo heridas, alivio el dolor y me perdono esos errores que no dejo de cometer.

Juntando letras las cosas duelen menos. Juntando letras aún creo tener al menos una posibilidad, y la esperanza y la ilusión se mantienen en alto.

Mientras sea capaz de formar palabras, la vida seguirá teniendo sentido. Y es por eso por lo que vivo, luego escribo, y escribo para sentirme vivo.


viernes, 7 de marzo de 2025

Agua y hierro

Un año le duró la alegría al caudillo Abderramán, que no dudó en trepar sobre los cadáveres de sus soldados que inundaron el foso de la bien cercada y así, a costa de miles de valientes muertos bajo el acero cristiano, hacerse con las puertas de la ciudad. Los pocos defensores de Zamora que sobrevivieron a esta batalla y pudieron ponerse a salvo junto a los ejércitos cristianos, se unieron a las tropas del Rey Ramiro y se juraron recuperar la ciudad mientras les quedase una sola gota de sangre en las venas. Poco menos de un año más tarde, muchos de los guerreros que pronunciaron aquel juramento, entre los que se hallaba la heroica doncella soldado conocida entre los caballeros y nobles zamoranos como la dama Roferre, brindaron por la victoria, por las almas de los suyos caídos en combate y por la gracia de Dios.
Roferre, hija de un bravo noble castellano que falleció pocos años antes de la invasión musulmana, no dudó en vestir la armadura de su padre y en tomar su espada y su escudo para defender a los habitantes de su querida Zamora, y destacó entre todos los caballeros cristianos al demostrar que lo importante no era si bajo la cota de mallas latía un corazón masculino o femenino, sino la bravura de sus actos, el acierto de su estrategia y el coraje de su alma.
Muchos de los  considerados entre las huestes cristianas  más valientes y esforzados guerreros, rindieron sus lanzas al paso del caballo de Roferre, tras haberla visto combatir al moro y expulsarlo del convento de extramuros donde se habían refugiado los hijos de los campesinos y aldeanos que al ver llegar a los jinetes sarracenos, corrieron a encerrarse allí.
Roferre tiñó de sangre árabe la armadura de su padre junto a las puertas del convento, y consiguió la victoria gracias al valor y la determinación de su brazo al servicio de su dios y sus vecinos, y en honor a la memoria de su añorado maestro y padre. 
El mismo rey Ramiro, admirado por su valor y prendado de su belleza, le ofreció en recompensa por su gesta cualquier cosa que pidiera, pero ella declinó el premio y tan solo reclamó del rey, la potestad para educar y formar a cuantos de entre esos niños y niñas rescatados de una muerte segura, quisieran tomar las armas. El rey entonces la nombró paladina de los más jóvenes y algo menos de doce meses después, durante la batalla de Simancas por la que se derrotó al caudillo Abderramán y se recuperó Zamora, el regimiento de Roferre, integrado por algunas de aquellas niñas rescatadas entonces, se laureó en el combate y contribuyó de una forma clara a la victoria del rey.
La historia de mi país se cimenta también con el hierro de sus valerosas mujeres.

jueves, 27 de febrero de 2025

Yo tenía una granja en áfrica


 Con la película  Memorias de África comparto la admiración de sus protagonistas por un continente que acoge las más impresionantes especies animales, y que fue la cuna de la que insiste en creerse la especie superior.

Estos microrrelatos están dedicados a África



 Grandes felinos

Viajó a África para cumplir un sueño. Durante muchos años se formó en la universidad y en centros especializados para poder trabajar con los grandes felinos que habitan el continente africano. Consiguió una beca que supo le cambiaria la vida. Y vaya si se la cambió.

La embajada española en Sudáfrica repatrió el cadáver del joven e imprudente zoólogo que cometió la imprudencia de creer que los leones de la reserva no eran otra cosa que gatos grandes.

 

Un diamante es para siempre

O al menos para treinta años y un día, que fue la condena que el tribunal internacional que juzgó sus delitos decidió aplicarle tras probarse con hechos fehacientes y testigos de cargo que aquel reo de la justicia había asesinado a un exportador de diamantes de Namibia, y le había arrebatado más de quince ejemplares de la mayor calidad.

No se han encontrado aún las piezas sustraídas y el preso sabe que no las encontraran nunca. Solo tiene que esperar, pero la espera merece la pena.

 

Diosa de ébano

Aquella preciosidad de El Congo que le robó el corazón llego a España apenas un año antes de que sus ojos se cruzaran con los suyos en aquel mercadillo de artesanía, instalado en la plaza mayor del pueblo durante las fiestas patronales.

La belleza de ébano que lo cautivó con su impresionante sonrisa y su mirada arrogante exponía piezas talladas en hueso. Eran casi tan bonitas como ella. Compró dos collares y una pulsera y le entregó sin dudarlo los treinta y cinco euros que ella le reclamó. Y su corazón.

Cada mañana al despertar a su lado y verla dormir abrazada a él, da gracias a su dios, a los dioses a los que ella adora, y a quien quiera que sea el que maneja los hilos desde el mismo cielo que cubre África y Europa, por haberle concedido esa bendición hecha mujer.

domingo, 23 de febrero de 2025

En nuestras manos


 En la década de los 80 el ser humano ya había aprendido a temer a la IA y una buena prueba de este temor es la película de James Cameron The Terminator , cinta en la que por primera vez se nos habla de Skynet, la peligrosa Inteligencia Artificial creada por el hombre pero que al evolucionar y desarrollarse decide prescindir de su creador y orquesta el fin de la humanidad optimizando los recursos de destrucción del planeta a través de una devastación nuclear sin precedentes.

Acojona. Y mucho.

Hace unos días tuve una interesante conversación virtual con una ex alumna de mi curso de dramaturgia en Simancas, en la que me razonó su postura con un argumento en el que no había caído, y que no es otro que si el ser humano utiliza la IA para garantizarse su supervivencia tendremos a nuestro lado al más poderoso aliado. Que debemos trabajar en nutrir a la IA de cuantos sueños, ilusiones y esperanzas podamos para que nos ayude a alcanzar nuestros objetivos. 

Así no solo es que ya no acojona, sino que ilusiona.

 Hace ya tiempo que aprendí a reconocer mis equivocaciones, a decir que estaba equivocado y a poner toda mi energía en aprender de los errores, y mucho me temo que me he obcecado en ver tan solo las sombras que acompañan a la inteligencia artificial renunciando al resplandor de su luz, y en efecto, el futuro puede ser increíblemente luminoso. 

Tan solo debemos procurar que los objetivos de la humanidad caminen en la misma dirección y que realmente esos valores de igualdad, fraternidad  y libertad queramos hacerlos verdaderamente universales y no pretendamos que como sucede en la actualidad, el 20% de la humanidad controle el 80% de la riqueza del planeta.

Si no nos despojamos de ambición y de egoísmo, da igual el nombre que le pongamos a la forma de terminar con todo, Skynet, IA, Enola Guy...

martes, 18 de febrero de 2025

Balazos en el alma


Es curioso esto de vivir. 

Supongo que no soy el único que siente que le han acribillado a balazos con munición de embustes, y que le han atravesado de parte a parte con la bayoneta de la traición que calaron sobre la bocacha del fusil de un amor de saldo.

Sé que no soy el único al que han sabido desarmar con falsos te quiero, y por eso mismo he escrito una y mil veces que no tengo el monopolio del dolor ni la exclusiva de la angustia. Tan solo enfermo al chupar el veneno de las viejas heridas y tratar de escupirlo lejos, siguiendo el precepto de que la vida sigue, pero siempre quedan restos de recuerdos infectados en los labios y es entonces cuando me juro no volver a echar la vista atrás, y no volver a creer a quien me diga que me quiere sin mantenerme la mirada, y tras sellar con lágrimas el juramento, aprovecho para desahogarme en negro sobre blanco y me siento a escribir mojando una vez más la pluma en el tintero del alma y permitiendo que todo fluya. Y agradeciéndole a Dios que me concediera la capacidad de juntar letras y gritar en esdrújulas, sufrir en tercetos y morir en cada punto y a parte, para volver a nacer una y otra vez con cada nuevo párrafo.

Quizás por eso digo siempre que para mi escribir es una necesidad vital. Porque si no pudiera escribir preferiría estar muerto.

Puede que en futuras vidas la inteligencia artificial sea capaz de sentir y de comprender por mi, e incluso me ayudará a recuperar la fe en el amor, y la esperanza en un paraíso junto a Ella. Pero aún soy de aquellos que prefieren cometer errores evidentes, resbalar sobre las baldosas mojadas de una sonrisa de medio lado  y besar los labios equivocados. Aún soy de aquellos que insisten en enamorarse aún a sabiendas de que es un deporte de riesgo.


Es curioso esto de vivir, pero aún es más curioso esto de seguir vivo, pese a todo, pase lo que pase y le pese a quien le pese.
 

miércoles, 12 de febrero de 2025

Un jodido embustero

Y es una verdad como un templo, el miedo si puede te ahoga y más cuando no te aceptas, y como dice la canción, "te vistes de otra cosa". Y ya he cumplido 50 primaveras y estoy harto de probarme modelitos para ver si consigo gustar a los demás, olvidando en el armario el único traje hecho a la medida, el que cosieron para mi en la sastrería celestial, que lleno de los remiendos que intentaron prolongar su vida útil pese a lo duro de las caídas, de los golpes, de las heridas y las traiciones, y visiblemente desgastado por el paso del tiempo, sigue siendo el que mejor me sienta, aunque haya a quien no le guste.

El problema es que por intentar ser aceptado socialmente, emocionalmente, artística y laboralmente, fui yo el que decidió abandonarlo en su percha cubierto por una funda intentando protegerlo del polvo del adiós y de las polillas de la nostalgia.

Hoy lo he sacado del armario, me he cansado de intentar ser lo que los demás quieren que sea y voy a ser yo, pase lo que pase y le pese a quien le pese. Voy a desfilar orgulloso con este modelito que nunca pasará de moda porque lleva un pespunte de verdad a lo lago de las costuras, y aunque haya quien prefiera mirar hacia otro lado, lo siento mucho, pero la pasarela es mia.

Paso de tratar de embutirme en el conjunto de moda que nada tiene que ver con los principios ni con los valores con los que tejieron mi dos piezas de diseño.

Se acerca el momento de perder el miedo, de mirarme al espejo y de sentirme orgulloso de lo que veo, y de salir a la calle con la cabeza bien alta. Y al que no le guste, sencillamente que no mire. Hay muchos desfiles por ahí y mucho/a "modelo" deseando acaparar la atención y los flases.

Lo que tengo más que claro es que paso de ser un jodido embustero con el mundo, con la vida y conmigo mismo.
 

miércoles, 5 de febrero de 2025

Verlo venir


Relato publicado en el número 8 de la revista literaria Malos pasos (desde aquí os recomiendo su lectura, sé que pasaréis un muy buen rato con los textos de los colaboradores). 


                                  No quisimos verlo venir


 Cuando las cadenas de televisión emitieron las primeras imágenes de los misiles que impactaron contra los edificios del centro de la capital, todos nos llevamos las manos a la cabeza.

El ataque no duró más de cuatro minutos, pero esa pequeña fracción de tiempo fue más que suficiente para involucrar al país en la que sin duda será la guerra definitiva, la que terminará con la raza humana, la que distintos profetas a lo largo de los siglos anunciaron como el día del juicio final.

El gobierno español llevaba muchos meses haciendo el más peligroso ejercicio de funambulismo caminando sobre el cable sin red tendido entre los distintos bloques en los que se ha dividido el mundo, y estaba cantado que terminaría perdiendo el equilibrio y precipitándose al vacío.

La sociedad había involucionado y por muchos progresos y avances en las distintas ciencias que al servicio del dinero nos engañaron ofreciéndonos un hipotético futuro mejor, la ambición desmedida que hizo que apenas un 15% de la población mundial controlase el 90% de la riqueza del planeta, terminó implosionando y llevándoselo todo por delante.

El Ibex 35, dueño y señor de las conciencias y las almas de nuestros representantes políticos, se ocupó de vendernos una utópica democracia en la que los ciudadanos elegíamos a nuestros gobernantes atendiendo a unas ideologías concretas, a unos programas cada vez más abiertos y parecidos y a unos principios rescatados del pasado y disfrazados de presente. Pero consiguieron distraer nuestra atención con banalidades y viejas rencillas desenterradas para completar el amplio y entretenido programa de ese circo que es la política, y que así no nos molestásemos en leer la letra pequeña del contrato en el que firmamos entregar nuestro futuro al único y verdadero líder al que todos veneran, el dinero.

Confiados en haberse posicionado en el bando de los poderosos, nuestros verdaderos gobernantes invirtieron en falsa seguridad y se dedicaron a lavarse las manos, a escupirnos y a decirnos que llueve, y a jugar a ser avestruces cuando las cosas se ponían verdaderamente tensas. Y pasó lo que tenía que pasar.

A David se le terminaron hinchando los cojones y creyendo que podría derribar al actual Goliat impactando entre sus ojos con ese perfecto canto rodado que es la moral, se irguió ante él blandiendo su vieja onda de principios y trato de resucitar el pasaje del viejo testamento. Pero a Goliat le entró la risa y tras rascarse el picor del entrecejo tras el preciso impacto, ordenó a sus submarinos nucleares y a sus esbirros al frente de los silos ubicados a lo largo de los cinco continentes, que se dejaran de hostias y aplastaran al insolente renacuajo que había osado desafiarlo.

Puede que este sea el último texto que alcance a escribir. Puede que algún día una civilización más avanzada que la nuestra colonice este roto y descuidado planeta, y puede que alguien encuentre mi ordenador y pueda rescatar el contenido de su disco duro.

A esos seres que quizás quieran continuar la partida que dejamos a medias sobre este marchito tablero que es la Tierra, tan solo quiero desearles toda la suerte que nosotros no tuvimos y pedirles que la inteligencia no se mida en la distancia y la potencia con la que poder matarse sino en encontrar la fórmula para no tener que hacerlo.

jueves, 30 de enero de 2025

¿En que puedo ayudarle?


 Los más sagaces agentes de las fuerzas de seguridad del estado estaban dispuestos a tirar la toalla, pues a pesar de no haber escatimado en tiempo y en recursos, no habían conseguido dar con el paradero de Laertes, el asesino a sueldo que traía en jaque a los investigadores más refutados, y a los aspirantes a la medalla al mérito en acto de servicio. Ninguno de ellos sabía que desde el pasado mes de octubre, Laertes se había construido una perfecta tapadera, trabajando 5 horas diarias como tramitador de llamadas en una impoluta y aséptica empresa de secretaria virtual.

Ninguno de sus compañeros ni de sus superiores podía sospechar siquiera que aquel educado y sonriente y tímido teleoperador, tenía tantas muescas en la culata de su revolver, que había comenzado a contabilizar sus víctimas como en lo viejos tiempos de Alcatraz, marcando con tiza palitos en la pared.

La edad comenzaba a pasar factura. Con lo años seguía siendo el número uno con las armas de fuego y las armas blancas, uno de los mejores con las manos, y un verdadero figura improvisando maneras para terminar con la vida de sus objetivos y hacer que pareciera un accidente, pero él mismo era consciente de que había algo a lo que no podía poner remedio entrenando ni practicando a diario, el peso de su conciencia. Cada vez le costaba más apretar el gatillo, hundir la hoja, tensar la soga y privar de oxígeno. Por eso, este merecido descanso, lo llevaría a recomponer sus argumentos y a justificar de nuevo moralmente la importancia de su trabajo. Y trabajando en SVAE y por pura coincidencia, como sucede casi todo en esta vida, la muerte llamó una vez más  a su puerta.

—Buenos días, le atiende Juan ¿En que puedo ayudarle?—respondió Laertes a la llamada utilizando el alias elegido para esta nueva y discreta identidad.

Para su sorpresa, el vecino que llamaba a la administración de fincas que contrató los servicios de la empresa donde Laertes se ocultaba del  mundo, era un procurador de lo común andaluz, que suplicaba que la comunidad cambiase las cerraduras y las claves que permitían el acceso a la urbanización donde residía desde hacía ya muchos años y donde su expareja, demostrando una innegable psicopatía y un feroz cabreo tras una ruptura que se negaba a aceptar, regresaba una y otra vez para rayarle el coche, escribir insultos en la fachada de su chalé y en las zonas comunes, enfrentarse con los vecinos que le afeaban su actos y tratar a toda costa de arruinarle la vida.

Al ser un jurista en ejercicio y conocer la nueva legislación y la situación actual de indefensión del hombre frente a la mujer a la hora de plantearse judicialmente un conflicto en la pareja, bien de intereses, bien en relación o bien durante la propia separación, el llamante dejó escapar una expresión que hizo que Laertes anotara disimuladamente el número de teléfono que reflejaba la centralita.

Una vez salió del trabajo y se despidió de su director y de Salomé, la coordinadora jefe en quien había detectado ciertas habilidades innatas para la investigación, y con quien debía sobreactuar para que no identificara su verdadera condición, condujo hasta el piso franco en el que se había instalado preparando la conversación con el angustiado procurador. Y al llegar, recuperó el teléfono que había anotado en un post it y lo llamó.

Como el desesperado jurista había insinuado que estaría dispuesto a cualquier cosa para quitarse a su ex pareja de encima, y volver así a  sentirse libre y feliz, Laertes le ofreció la posibilidad de cumplir sus deseos, cual rubicundo genio de ojos azules salido al frotar la lámpara de un mágico teléfono, y presupuestó la muerte de la mujer sin dejar rastro y haciendo que pareciera un accidente, en menos de veinte mil euros (lo que viene siendo una minucia a cambio de una vida sin preocupaciones).

Al recibir a los pocos días el ingreso del 50% de lo acordado, Laertes solicitó en el trabajo disfrutar de las vacaciones generadas hasta el momento y al concederse su solicitud, viajó hasta Málaga. Allí y haciendo gala de sus indiscutibles habilidades, consiguió que todo diera a entender que la sólida y carísima  puerta de seguridad de acceso al garaje del chalé de su cliente, había caído a plomo sobre el cráneo de su objetivo, causando heridas mortales de necesidad y lesiones incompatibles con la vida. El juez de guardia que se personó para firmar el levantamiento del cadáver certificó el fatal accidente y abandonó sin mayores dudas y con mucha prisa dado lo apretado de su agenda, lo que nunca supo fue el lugar del crimen.

Laertes sonrió al ver el ingreso del 50% restante de la cantidad apalabrada entre caballeros y, sonriendo y recordando la llamada que desencadenó su vuelta a los ruedos, tarareó en voz baja haciendo un juego de palabras con las siglas de la asociación de administradores de fincas que paga su nómina , "Yo soy IESA"


A todos mis compañeros en la empresa


viernes, 24 de enero de 2025

Asi se lo hemos contado


 Es curioso como la música, la literatura, el teatro, el cine y la cultura en general, pueden indiscutiblemente salvarte la vida, o al menos ayudarte a hacer de ella un lugar mejor.

La canción cuyo video clip oficial encabeza esta entrada, ha tenido en mi un poderosísimo efecto balsámico, y me ha ayudado a relativizar, a situarme, a centrar mis angustias y a darme cuenta de que a este juego al que llamamos vivir, jugamos todos en tableros diferentes, pero con unas normas y unas reglas que no nos queda más remedio que aceptar y a las que no podemos oponernos por muy dura que nos parezca a veces la partida.

Esta semana pasada me he enfrentado a una situación emocional muy intensa y muy dura, pues al haber podido disfrutar de unos días de vacaciones en el trabajo, he viajado con mi actual pareja hasta aquellos lugares donde una vez fui feliz. Y literalmente me ha podido la pena, me han devorado los recuerdos, y me he tenido que humillar ante todos esos sueños y esos proyectos que una vez parecieron muy cercanos, pero que jamás llegué a alcanzar.

He caminado por las calles de poblaciones de la costa donde siendo un niño paseaba de la mano de mis padres, he regresado al chalé en el que mis padres conseguían reunir a la familia verano tras verano y celebrar la vida en torno a la mesa de la terraza principal en bañador, o de punta en blanco para cenar todos juntos en alguno de esos restaurantes que yo no puedo permitirme. He recordado con una lagrima furtiva (como la del aria de Donizetti) aquellas partidas de billar con mi padre, cuando aún lo veía como el ser inmortal que siempre me ayudaría a trazar la trayectoria acertada para lograr la carambola perfecta en la vida. Y un día se fue y me dejó con el taco y la tiza suplicándole a mi Dios que me permitiera colocar las bolas al menos una vez más, y decirle lo mucho que lo admiraba y cuanto lo iba a querer siempre.

He caminado por Granada andando sobrecogido por el Albaicín al recordar que esa fue la ciudad en la que me establecí al independizarme del hogar familiar y en la que aterricé junto a mi novia de entonces, acompañando con mi flauta barroca tenor sus interpretaciones en el piano del salón, y con mi ilusión y mi energía todos sus proyectos existenciales. Vivimos exprimiendo cada segundo, disfrutando de cada amigo, de cada vino en la calle Elvira, de cada noche en el Sacromonte, de cada excursión a la playa, y de cada chapuzón en las termas de Santa Fe. Nos prometimos que seriamos felices, que seriamos distintos a todos y que seriamos aquello que queríamos ser, y no cumplimos ninguna de nuestras promesas ni logramos alcanzar ninguno de nuestros deseos. Se nos rompió el amor de tanto usarlo, y por una vez en mi vida y para mi vergüenza y mi eterno arrepentimiento, fui yo quien no supo respetar los votos y el que no estuvo a la altura de sus valores, ni de  los míos. Y poco después el karma me devolvió aquello multiplicado por diez, pues como canta Drexler, cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da. Todo se transforma.

Paseando por las calles de Granada me he sentido un fracasado existencial, un perdedor en este complicado juego que es vivir  y un aprendiz de todo que jamás logró graduarse en nada. 

Pero esta mañana me he despertado de nuevo en mi Valladolid natal, he acariciado a mi gato y he escuchado primero No encajo, de El Chojin, y luego Vida, de Ambkor y me he dado cuenta de que no debo torturarme por haber vivido, por haberlo intentado todo, por haber soñado a lo grande y por seguir haciéndolo. Una vez me sacaron del tablero, pero el destino que es ante todo jugador, me permitió volver a la partida con una ficha similar a la que se rompió cuando caí desde lo alto del tablero. Y juego, vivo, rezo, escribo y amo de nuevo, y ya veremos a donde me lleva todo esto, pues ya he conseguido algo por lo que algunos me recordarán en el futuro, y no sé que más seré capaz de conseguir, pero no pienso rendirme. Tengo 50 primaveras, ya no soy un niño, y ya no quiero serlo. Quiero ser tan solo el mejor Juan que pueda llegar a ser y me prometo que no cejaré en el intento de conseguirlo, ni me castigaré cada vez que se tuerzan las cosas, que se apaguen las luces del escenario y que se me termine la tinta de la impresora, porque la que no se secará jamás en la tinta a la que recurro cada vez que mojo la pluma en el tintero del alma.

Vivo...y eso ya es un interesante reto, una sorprendente aventura y un maravilloso regalo. 


viernes, 17 de enero de 2025

Yo no pedí esto


 Y no creo que nadie en su sano juicio pidiese algo así. 

A veces siento tan intenso, tan fuerte, tan potente, tan dolorosamente, que me quema dentro del pecho, sufro hasta lo insoportable y parece que se me va a resquebrajar el alma, y que el corazón va a implosionar estallando en millones de pedacitos. Menos mal que he aprendido a reconocer y a controlar las crisis de ansiedad y a no dejarme llevar por el pánico, porque en muchas ocasiones sentía que me  iba a morir, que me iba a dar un infarto o algo similar, que sentir como siento podría matarme, pues si llegaba a somatizar como parecía que iba a hacerlo, tras  las taquicardias, los sudores fríos y los mareos, vendría la muerte. Y después la nada.

Por eso me empeño en reír cuando puedo y en llorar cuando lo necesito. Y no estoy loco ni soy diferente, tan solo tengo un exceso de sensibilidad y las cosas me afectan como pueden afectar a otros muchos, pero multiplicadas por cien. He aprendido a llorar, y ya no me importa el desprecio del idiota de turno si no puedo contener la emoción y lo termino haciendo en público. Ya no me importa, de verdad. El que se atreva a juzgarme por sentir como siento que lo haga públicamente, pues yo mismo ostentare mi defensa y os aseguro que tengo argumentos y precedentes a los que agarrarme para salir airoso y evitar la condena social.

Y en cuanto al placer, me sucede tres cuartos de lo mismo. He aprendido a decir que quiero a la gente que quiero y cuando digo que quiero a alguien, no lo hago buscando nada a cambio, es un amor verdadero, el más inmenso de los cariño y la más tierna de las emociones. Y no digamos ya cuando amo en la más romántica de las acepciones. Creo que, las pocas mujeres a las que he sentido amar con semejante intensidad, realmente no llegaron a entenderlo ni a creerlo, no llegaron a comprender que eso de "mataría o moriría por ti" era mucho más que una frase hecha. Creo que aprendí a escribir con la única intención de poder explicarle a Ella cómo la he amado, como la amo y como la amaré en todas y cada una de mis vidas.

Y ahora el que quiera, que me llame ñoño, marica, nenaza o cualquiera de esos alardes de ingenio. Por mi parte les deseo que sean muy felices, pero muy lejos de mi.

Ahora solo quiero que alguien me haga sentir bien, que algo me haga sonreír, que me lleve al orgasmo y que me cubra de caricias el alma. Y lo demás no importa.

Yo no pedí ser como soy, pero estás son las cartas que se han repartido y seguiré jugando con ellas una reencarnación tras otra. Así hasta que un día salte al banca del destino y consiga ser feliz.

A por esta mano.