No sabia que algo pudiese doler tantísimo.
Tanto que al alojarse el dolor en el interior, crecía, se multiplicaba y se extendía hasta colonizar todos y cada uno de los rincones de mi ser.
Recuerdo estar corriendo sobre la cinta transportadora, con los cascos incrustados casi hasta el cerebro y el volumen de la música destrozándome los tímpanos, con la única intención de que el estruendo en el interior de la cabeza me impidiera pensar.
Recuerdo zambullirme en la piscina y nadar.
Nadar.
Nadar hasta que se me dormían los brazos, porque el esfuerzo de coordinar la respiración con las brazadas me permitía tan solo mantenerme vivo y expulsar la idea de dejarme hundir, abrir la boca e inundar los pulmones con ese líquido que dicen que es agua y en realidad es una mezcla de cloro en proporciones industriales y orines infantiles.
Recuerdo llorar hacia adentro, vivir hacia adentro y morirme por dentro.
Recuerdo haberme culpado, haberme juzgado y haberme condenado a coexistir con lo que me estaba matando.
También recuerdo haber añorado los momentos en que todo parecía que iba a salir bien, y aún no dolía.
Recuerdo haberme querido morir.
Recuerdo con más cariño los días en los que todo estaba dibujado con acuarelas y los perros movían el rabo al verme pasar.
Y disfrutaba en mis ensoñaciones.
Pero entonces bajaba la guardia y el dolor volvía a estrangularme el corazón y los colores se desvanecían y los perros me enseñaban los colmillos con los ojos inyectados en sangre.
Que manera aquella de doler.
Ya no duele.
Bueno...duele a veces, cuando lo recuerdo.
Recuerdo.
Que dolía como nunca había dolido nada.
No sabía que algo pudiese doler tantísimo...
viernes, 21 de junio de 2013
martes, 28 de mayo de 2013
Demonio babilónico.
Seguramente el error fue cederte demasiado terreno dentro de mi.
De esa manera, al convertirte en un latifundista en mi corazón, te creíste con derecho para esquilmar todos los recursos.
Todos...hasta aquellos que por sentido común al menos, te estaban vedados.
Pero no pudiste evitarlo.
Ahí estabas tú...con ese inmenso todoterreno circulando por las cañadas de mis entrañas, dejando enormes roderas y salpicando de barro el músculo maltrecho en que convertiste lo más bonito que tuve nunca y que ahora, gracias a Dios, vuelve a florecer en primavera.
Pero de vez en cuando regresas hasta el cercado y arrojas al interior piedras y enormes bolsas llenas de bostas descompuestas que hieden a pasado.
O te veo por la calle, con la mirada oscura e inoportuna que me lo recuerda todo.
Te me presentas en sueños para recordarme que alguna vez fuimos algo más que amigos y terminaste por clavar tus colmillos sedientos de más.
Y me despierto con lágrimas confusas, porque no se si lloro de pena o de rabia.
Qué fantástica manera de arramblar con vidas ajenas y pasarlas por la picadora.
Una vez que me decidí a dar el paso de sumar dos y dos y ver que irremediablemente siempre terminan siendo cuatro, pude certificar que tu historia fue la historia de un demonio babilónico.
Bajo una forma terrena te presentaste ante el mundo para sembrar la discordia y gozar de los placeres que te negaron en tu dimensión.
Encontré el libro y acerté con las palabras.
Y desde ahora y hasta el final de los días te conjuro a mantenerte lejos de mi.
Que ciego estuve durante tantos años.
Que funesto el momento en el que te hice partícipe de mi vida.
Que gran favor me hiciste al exponerte a la luz y dejarme ver la verdadera esencia de tu alma.
Pude haberte desollado con mi cuchillo de luz y divina justicia, pero prefiero condenarte al dolor de una vida de consciencia plena.
Donde te retuerzas al recordar que te quise y que ahora te maldigo.
Defecaste sobre uno de los regalos más hermosos que pude hacerte: mi amistad.
Ahora bucea en tu mierda.
viernes, 17 de mayo de 2013
Diván.
Dallas, Soda-pop y Ponny-boy decidieron hacerme un huequecito en el columpio del parque y pasarme la botella envuelta en papel marrón, sucio de dedos grasientos.
Yo la verdad es que me hubiera sentido mas cómodo en el Mustang de los Dandies, pero a las chicas les hacían más gracia esos macarras aniñados con ojillos tiernos, así que me deje una pasta en fijador y me decidí a comprar una navaja automática a juego con mis versos.
Y esa viene siendo a grandes rasgos la historia de mi vida: no termino nunca de situarme en el personaje adecuado y acostumbro a actuar guiado por el primitivo instinto reproductor, maquillándolo siempre de romanticismo.
No se cual es mi problema con las mujeres, pero está claro que debe ser enorme, porque nunca he conseguido que se afianzara ninguna historia.
Todas son muy bonitas, eso si. Las historias y las mujeres.
El tiempo va pasando, los años se me van acumulando en las arrugas de los ojos y en las muescas del corazón y guardo debajo de la cama una colección de decepciones que abarrota el dormitorio de fracasos exquisitos.
Me he disfrazado de casi todo.
Me he empeñado en amoldarme a mis pretensiones sin darme cuenta de que generalmente confundo lo que amo y lo que deseo.
Paseo como decía Machado, manteniendo un soliloquio conmigo mismo, porque quien habla solo le hablará a Dios algún día y tengo un montón de preguntas que hacerle.
En mañanas como la de hoy, me doy cuenta de que no se quien coño soy y ahí puede que resida el germen de todos mis fracasos.
Ya va siendo hora de que me aclare las ideas, pero mucho me temo que eso es como la famosa limpieza en profundidad de mi casa, todos los días me dispongo a hacerla y al final termino pasando malamente una escoba por el parqué del salón.
En fin...
Supongo que tendré que hacerme el camino de Santiago andando hacia atrás, a ver si así me doy cuenta de porque cojones no consigo encarrilar nada de lo que me propongo.
Mientras tanto seguiré aquí, utilizando este diván de siquiatra que es el blog, deshojando margaritas y acariciando a mi gato como los malos de las películas de James Bond.
Yo la verdad es que me hubiera sentido mas cómodo en el Mustang de los Dandies, pero a las chicas les hacían más gracia esos macarras aniñados con ojillos tiernos, así que me deje una pasta en fijador y me decidí a comprar una navaja automática a juego con mis versos.
Y esa viene siendo a grandes rasgos la historia de mi vida: no termino nunca de situarme en el personaje adecuado y acostumbro a actuar guiado por el primitivo instinto reproductor, maquillándolo siempre de romanticismo.
No se cual es mi problema con las mujeres, pero está claro que debe ser enorme, porque nunca he conseguido que se afianzara ninguna historia.
Todas son muy bonitas, eso si. Las historias y las mujeres.
El tiempo va pasando, los años se me van acumulando en las arrugas de los ojos y en las muescas del corazón y guardo debajo de la cama una colección de decepciones que abarrota el dormitorio de fracasos exquisitos.
Me he disfrazado de casi todo.
Me he empeñado en amoldarme a mis pretensiones sin darme cuenta de que generalmente confundo lo que amo y lo que deseo.
Paseo como decía Machado, manteniendo un soliloquio conmigo mismo, porque quien habla solo le hablará a Dios algún día y tengo un montón de preguntas que hacerle.
En mañanas como la de hoy, me doy cuenta de que no se quien coño soy y ahí puede que resida el germen de todos mis fracasos.
Ya va siendo hora de que me aclare las ideas, pero mucho me temo que eso es como la famosa limpieza en profundidad de mi casa, todos los días me dispongo a hacerla y al final termino pasando malamente una escoba por el parqué del salón.
En fin...
Supongo que tendré que hacerme el camino de Santiago andando hacia atrás, a ver si así me doy cuenta de porque cojones no consigo encarrilar nada de lo que me propongo.
Mientras tanto seguiré aquí, utilizando este diván de siquiatra que es el blog, deshojando margaritas y acariciando a mi gato como los malos de las películas de James Bond.
martes, 14 de mayo de 2013
A ninguna parte
Este es el relato que escribí para le concurso de "Literatura exprés", organizado por la Feria del libro de Valladolid y celebrado en el LAVA (laboratorio de las artes de Valladolid).
Se extrajo un tema al azar de entre unos cuantos y se nos dio un tiempo limitado para escribir un texto sobre él.
Este año el tema fue "viaje a ninguna parte".
Conseguí hacerme con un estupendo tercer premio, del que me siento muy orgulloso.
Espero que os guste.
Por eso no quedan billetes.
Ni hay nadie en la estación, ni maletas apiladas, ni mujeres llorosas agitando sus pañuelos al viento.
No hay ni vías, ni andenes, ni distancia.
Tan solo estoy yo.
Yo, que ya estoy más que cansado de tratar de llegar hasta ti y no llegar a ninguna parte.
Yo, que conjugo todos los tiempos del verbo partir, con la esperanza de que semejante estupidez me ayude a alcanzar mi destino.
Me siento en el suelo y recapacito.
Hace frío aquí.
Supongo que será porque tengo el corazón helado.
Un pie delante del otro me han traído hasta esta estación y el paseo ha sido de todo menos agradable.
Lo sabia al salir de casa. Sabia que de alguna manera hoy comenzaría el viaje que llevo esperando tanto tiempo.
Me he despedido de las plantas muertas que adornan mis macetas.
Del perro disecado que descansa tumbado junto a mis viejas zapatillas al pie del sofá.
He dicho adiós a los peces que flotan boca arriba en la enorme pecera turbia y a los tomates mohosos del frigorífico.
Una mochila vacía es mi único equipaje
Bueno...también llevo en el bolsillo una foto de los dos.
En ella reconozco inevitablemente el paso del tiempo.
Ha sido doloroso perderte, pero es más doloroso aún saber que cuando llegue a mi destino, no estarás esperándome allí.
No pasa nada.
A lo lejos se oye un tren.
Tengo que estar preparado porque no va a parar aquí, así que he de tomarlo en marcha.
Repaso una vez más la lista de fracasos y reconozco en cada uno de ellos la figura de tu ausencia.
Qué se le va a hacer.
El pitido y el consabido "chaca-cha" suenan cada vez más cercanos.
Ya llega.
Aprieto los nudillos hasta que suenan con ese chasquido tan particular y tan denteroso.
Estoy listo.
Huele a carbón. Es una vieja locomotora la que arrastra una larga hilera de vagones llenos de sueños rotos.
Empiezo a correr y al saltar, acierto a enganchar casi por los pelos el pomo de la puerta de un vagón de madera.
Entro y tomo asiento.
Epílogo: Tras certificar la defunción, el forense permite que el juez ordene el levantamiento del cadáver.
Varón, caucásico. Un metro setenta, sesenta y ocho kilos.
Aproximadamente cuarenta años.
Cabello oscuro y ojos azules.
Causa de la muerte. intoxicación por ingesta masiva de barbitúricos.
No hay ninguna nota, tan solo encuentran junto al cuerpo una fotografía y algo parecido a un billete de tren.
No se puede leer el destino...parece estar en blanco.
Se extrajo un tema al azar de entre unos cuantos y se nos dio un tiempo limitado para escribir un texto sobre él.
Este año el tema fue "viaje a ninguna parte".
Conseguí hacerme con un estupendo tercer premio, del que me siento muy orgulloso.
Espero que os guste.
Por eso no quedan billetes.
Ni hay nadie en la estación, ni maletas apiladas, ni mujeres llorosas agitando sus pañuelos al viento.
No hay ni vías, ni andenes, ni distancia.
Tan solo estoy yo.
Yo, que ya estoy más que cansado de tratar de llegar hasta ti y no llegar a ninguna parte.
Yo, que conjugo todos los tiempos del verbo partir, con la esperanza de que semejante estupidez me ayude a alcanzar mi destino.
Me siento en el suelo y recapacito.
Hace frío aquí.
Supongo que será porque tengo el corazón helado.
Un pie delante del otro me han traído hasta esta estación y el paseo ha sido de todo menos agradable.
Lo sabia al salir de casa. Sabia que de alguna manera hoy comenzaría el viaje que llevo esperando tanto tiempo.
Me he despedido de las plantas muertas que adornan mis macetas.
Del perro disecado que descansa tumbado junto a mis viejas zapatillas al pie del sofá.
He dicho adiós a los peces que flotan boca arriba en la enorme pecera turbia y a los tomates mohosos del frigorífico.
Una mochila vacía es mi único equipaje
Bueno...también llevo en el bolsillo una foto de los dos.
En ella reconozco inevitablemente el paso del tiempo.
Ha sido doloroso perderte, pero es más doloroso aún saber que cuando llegue a mi destino, no estarás esperándome allí.
No pasa nada.
A lo lejos se oye un tren.
Tengo que estar preparado porque no va a parar aquí, así que he de tomarlo en marcha.
Repaso una vez más la lista de fracasos y reconozco en cada uno de ellos la figura de tu ausencia.
Qué se le va a hacer.
El pitido y el consabido "chaca-cha" suenan cada vez más cercanos.
Ya llega.
Aprieto los nudillos hasta que suenan con ese chasquido tan particular y tan denteroso.
Estoy listo.
Huele a carbón. Es una vieja locomotora la que arrastra una larga hilera de vagones llenos de sueños rotos.
Empiezo a correr y al saltar, acierto a enganchar casi por los pelos el pomo de la puerta de un vagón de madera.
Entro y tomo asiento.
Epílogo: Tras certificar la defunción, el forense permite que el juez ordene el levantamiento del cadáver.
Varón, caucásico. Un metro setenta, sesenta y ocho kilos.
Aproximadamente cuarenta años.
Cabello oscuro y ojos azules.
Causa de la muerte. intoxicación por ingesta masiva de barbitúricos.
No hay ninguna nota, tan solo encuentran junto al cuerpo una fotografía y algo parecido a un billete de tren.
No se puede leer el destino...parece estar en blanco.
martes, 30 de abril de 2013
Tendencias.
Pues al final lo conseguiste.
Ya no recuerdo a que sabían tus lágrimas, ni se me encoje el corazón al imaginarte llorando.
Como mucho, se me llena de moscas, verdes y negras, todas molestas y golosas.
Te has acercado a la barra con tu amiguito y no os decidíais por nada en especial, pero ya me ocupo yo de serviros un combinado de moda: " fabuloso desdén".
Pensé que ese cocktail se me resistiría más tiempo y que seguiría preparando para siempre mi combinado estrella: " Coconaut miserias".
Pero que va.
De repente esta mañana me he levantado y me he dado cuenta de lo terriblemente autosuficiente que me he vuelto.
Ya no necesito vivir con mis penas, me apaño solo.
Bueno...solo no.
Me sirve su presencia, como dijo Benedetti.
Me da fuerza y me calma, sustituye lo enfermo, regenera la carne podrida de ese músculo atrofiado que bombea sangre y fabrica ilusiones.
Me han curado sus besos, porque saben a verdad y los labios y los ojos besan al mismo tiempo.
Ahora, aunque estoy cansado de esta larga batalla me despierto saciado y convencido de que el luto ha terminado.
Me despojo de los negros ropajes que han marcado tendencias durante estos últimos años y me visto con todos los colores de una vida que se presenta plagada de oportunidades y de éxitos.
Me acabo de dar el alta.
Hoy llueve en todas partes menos dentro de mi, así que me enciendo un pitillo que huele a victoria, sonrío y vuelvo a vivir.
Ya no recuerdo a que sabían tus lágrimas, ni se me encoje el corazón al imaginarte llorando.
Como mucho, se me llena de moscas, verdes y negras, todas molestas y golosas.
Te has acercado a la barra con tu amiguito y no os decidíais por nada en especial, pero ya me ocupo yo de serviros un combinado de moda: " fabuloso desdén".
Pensé que ese cocktail se me resistiría más tiempo y que seguiría preparando para siempre mi combinado estrella: " Coconaut miserias".
Pero que va.
De repente esta mañana me he levantado y me he dado cuenta de lo terriblemente autosuficiente que me he vuelto.
Ya no necesito vivir con mis penas, me apaño solo.
Bueno...solo no.
Me sirve su presencia, como dijo Benedetti.
Me da fuerza y me calma, sustituye lo enfermo, regenera la carne podrida de ese músculo atrofiado que bombea sangre y fabrica ilusiones.
Me han curado sus besos, porque saben a verdad y los labios y los ojos besan al mismo tiempo.
Ahora, aunque estoy cansado de esta larga batalla me despierto saciado y convencido de que el luto ha terminado.
Me despojo de los negros ropajes que han marcado tendencias durante estos últimos años y me visto con todos los colores de una vida que se presenta plagada de oportunidades y de éxitos.
Me acabo de dar el alta.
Hoy llueve en todas partes menos dentro de mi, así que me enciendo un pitillo que huele a victoria, sonrío y vuelvo a vivir.
viernes, 26 de abril de 2013
Luna llena
Esta noche vuelves a llamar a mi ventana, vestida de cráteres y chatarra espacial, aunque yo te prefiero con tu corsé de femeninos embustes.
Esta noche, suspendida de un hilo en ese firmamento sin rubricar, volverás a decirme que tuviste que marcharte por el bien de ambos.
Y yo me lo creeré todo y te dejaré entrar en mi alcoba.
Esta noche estarás muy llena de mi, pero muy vacía de todas las promesas que te hice desde el principio de los tiempos.
Mira a ver...igual no te compensa.
De todas maneras te voy cogiendo el aire.
Antes de que me despierte ya te habrás marchado, dejándome el bidé encharcado de poemas de otros y de espuma de jabón selenita.
Me da igual...todas os termináis yendo.
La culpa es mía por creer que me merezco ese brillo tan tuyo, esa fuerza irresistible que enajena y que cambia incluso el devenir de las mareas.
Hoy los lobos aullaran afinados en re menor y será bien chulo escucharlos abrazado a ti.
Hoy los niño se taparan el rostro con las sábanas y romperán a llorar a eso de la medianoche, justo cuando se desperezan los monstruos del armario, mis viejos amigos.
Aún así y todo, me he duchado, me he perfumado y me he cortado las uñas de los pies.
Aún así y todo te anhelo y te deseo casi tanto, como anhelo y deseo que me dejes escapar de ti.
Luna llena, luna perfectamente esférica y arrebatadoramente hermosa.
Bésame despacito, que me sangran los labios con el roce de tus montes.
Esta noche, suspendida de un hilo en ese firmamento sin rubricar, volverás a decirme que tuviste que marcharte por el bien de ambos.
Y yo me lo creeré todo y te dejaré entrar en mi alcoba.
Esta noche estarás muy llena de mi, pero muy vacía de todas las promesas que te hice desde el principio de los tiempos.
Mira a ver...igual no te compensa.
De todas maneras te voy cogiendo el aire.
Antes de que me despierte ya te habrás marchado, dejándome el bidé encharcado de poemas de otros y de espuma de jabón selenita.
Me da igual...todas os termináis yendo.
La culpa es mía por creer que me merezco ese brillo tan tuyo, esa fuerza irresistible que enajena y que cambia incluso el devenir de las mareas.
Hoy los lobos aullaran afinados en re menor y será bien chulo escucharlos abrazado a ti.
Hoy los niño se taparan el rostro con las sábanas y romperán a llorar a eso de la medianoche, justo cuando se desperezan los monstruos del armario, mis viejos amigos.
Aún así y todo, me he duchado, me he perfumado y me he cortado las uñas de los pies.
Aún así y todo te anhelo y te deseo casi tanto, como anhelo y deseo que me dejes escapar de ti.
Luna llena, luna perfectamente esférica y arrebatadoramente hermosa.
Bésame despacito, que me sangran los labios con el roce de tus montes.
viernes, 19 de abril de 2013
Malabrigo
Este es uno de los relatos que he escrito para una cata que hicimos anoche, maridando vino de las bodegas Cepa21 de la Ribera del Duero, con tapas de autor de Alberto soto, chef del Restaurante Cepa21 y con tres textos mios, escritos para la ocasión.
Con el tinto"Malabrigo", un vino de alta gama, buque insignia de la bodega, me salió esto.
El nombre del vino ya de por si, se presta a la literatura.
Con el tinto"Malabrigo", un vino de alta gama, buque insignia de la bodega, me salió esto.
El nombre del vino ya de por si, se presta a la literatura.
Malabrigo.
El potro pinto, extenuado por la galopada y picado en el
abdomen por los espuelazos de Malabrigo terminó derrumbándose junto a una loma,
en las afueras de Castrillo, desmontando en la caída a su jinete.
El bandolero no le culpa, aquel caballo acaba de salvarle la
vida.
Si el escuadrón de dragones franceses llega a atraparle,
hubiera corrido la misma suerte que el resto de su partida.
“Patillas”, “Saltacharcos”, “Curita” y “Mataviejos” ya no
volverán a calentarse junto al fuego en las frías noches de niebla y guerrilla.
No volverán a compartir la bota, entre juramentos,
blasfemias, risas y maldiciones.
Los gabachos se han llevado por delante a muchos mozos de
los pueblos vecinos, algunos, como él, decidieron echarse al monte y jugar los
naipes que les repartieron de la mejor manera que entendieron, a navajazo
limpio, buscando el hueco entre las trabillas de las corazas francesas,
hundiendo junto a la hoja mellada de la navaja, la rabia de un pueblo hastiado
de invasores.
El piafado del caballo moribundo le devuelve a la realidad,
alejándole del recuerdo de los compañeros caídos.
Tiene que buscar refugio pronto, la noche cae, y los
dragones continuaran batiendo la zona al menos un par de días más.
Con delicadeza, libera al animal de la silla y rápidamente
realiza un inventario de víveres y armamento.
Medio queso de oveja, unas salchichas, algo de pan duro, dos
roscas de anís, cuatro cargas de trabuco, su navaja de seis muelles y algo más
de tres cuartos de la bota de tinto.
Es un buen vino, de la zona.
Criado a golpe de frió y lluvia, de sudor campesino, de
corazón español y sol de primavera.
Madurado entre barricas, poderoso y espeso.
Inclina la cabeza hacia atrás y deja que el chorro le
refresque la polvorienta garganta.
Traga despacio, saboreando.
-Jodios franceses…la que os voy a dar en cuanto reúna otra
partida-piensa para si.
Juro por mis muertos que hasta que no estéis todos de vuelta
al otro lado de los pirineos, o bajo dos palmos de tierra española no voy a
dejar que durmáis una noche tranquilos-
No quiere gastar un disparo con el pobre pinto, además los
franceses podrían escuchar la detonación, así que abre la navaja y se tumba
junto a la cabeza del fiel caballo, que parece conocer la suerte que le aguarda
y agoniza resignado.
El bandolero, le acaricia las crines con la poca dulzura que
reservan sus ásperas manos curtidas durante años de vendimias y manchadas con la sangre de docenas de hombres.
Desliza con suavidad y precisión cirujana la hoja de lado a
lado de la garganta del animal, con un tajo rápido y misericorde.
El bicho deja de sufrir, a él se le cae la última lágrima
que le quedaba, la que reservaba para el día en el que España se librara de
extranjeros, la que le iba a regalar a su novia al volver al pueblo.
Se amorra al caño de la bota y deja pasar una buena medida
de tinto.
Carga la silla de montar, la manta y los enseres y se pierde
por las laderas del monte, en busca de cobijo.
Mañana será otro día.
lunes, 8 de abril de 2013
LLuvia de abril
El cielo está completamente cubierto de metáforas de lo más ocurrentes, es normal, es primavera.
En esta estación se me ocurren mil ciento treinta y tres maneras distintas de hablar de tus ojos, tus labios, tus pechos, mi cuenta corriente, lo corriente de lo que acostumbran a contarme y la luna.
Lunera.
Va a comenzar a llover.
A ver si en esta ocasión tengo más suerte porque la última vez que la lluvia me atrapó en la calle, llovieron imperdibles oxidados y me puse la piel fina de picotazos y bacterias.
Me muero por que salga el sol de una vez por todas y por que se quede a pasar conmigo unos meses, unas semanas, unos días o unas horas.
Si el brilla, tu también.
Y yo.
Si el luce y no se esconde yo reverbero y tu sonríes y los lobos se retiran a lo profundo del bosque.
Que ya está bien.
Que voy persiguiendo inútilmente ese poquito de luz que se esfuerza por asomar entre tanto nubarrón.
La felicidad termina siendo como un rayito de sol, o mejor aún, como el pañuelo que asoma de la boca del ilusionista.
Tiras de un extremo y vas sacando metros y metros de pañuelos anudados entre si.
Pringosos, húmedos y de diferentes colores...vamos, como la felicidad.
La lluvia lo limpia todo, el sol lo pinta de amable con su barniz dorado y refulgente.
Las cañitas tienen más espuma, las mujeres menos arrugas y los hombres menos ganas de rascarse la entrepierna en público.
Estoy cansado de la lluvia de abril.
Pasará, y vendrá la lluvia de mayo.
Y otra vez a empezar.
En esta estación se me ocurren mil ciento treinta y tres maneras distintas de hablar de tus ojos, tus labios, tus pechos, mi cuenta corriente, lo corriente de lo que acostumbran a contarme y la luna.
Lunera.
Va a comenzar a llover.
A ver si en esta ocasión tengo más suerte porque la última vez que la lluvia me atrapó en la calle, llovieron imperdibles oxidados y me puse la piel fina de picotazos y bacterias.
Me muero por que salga el sol de una vez por todas y por que se quede a pasar conmigo unos meses, unas semanas, unos días o unas horas.
Si el brilla, tu también.
Y yo.
Si el luce y no se esconde yo reverbero y tu sonríes y los lobos se retiran a lo profundo del bosque.
Que ya está bien.
Que voy persiguiendo inútilmente ese poquito de luz que se esfuerza por asomar entre tanto nubarrón.
La felicidad termina siendo como un rayito de sol, o mejor aún, como el pañuelo que asoma de la boca del ilusionista.
Tiras de un extremo y vas sacando metros y metros de pañuelos anudados entre si.
Pringosos, húmedos y de diferentes colores...vamos, como la felicidad.
La lluvia lo limpia todo, el sol lo pinta de amable con su barniz dorado y refulgente.
Las cañitas tienen más espuma, las mujeres menos arrugas y los hombres menos ganas de rascarse la entrepierna en público.
Estoy cansado de la lluvia de abril.
Pasará, y vendrá la lluvia de mayo.
Y otra vez a empezar.
martes, 12 de marzo de 2013
El verdugo
Acabo de volver a ver esta fantástica película de Berlanga, creo que han pasado quince o veinte años desde que la vi por primera vez.
La han emitido en el programa de Cayetana, en La 2.
Al finalizar la película, la reflexión de la Srta Guillén Cuervo ha sido la siguiente:
"Hay muchas formas de morir, una de ellas es claudicar".
Me ha hecho pensar (y eso que hoy no es lunes) y he de decir que estoy completamente de acuerdo con ella.
La muerte es algo natural, es la evolución de la vida y a todos nos llega, más tarde o más temprano.
Es lógico temer, ya que aceptar la muerte supone renunciar a lo que queda de vida, en pos de la tranquilidad de espíritu.
Una vez que alguien acepta y admite la llegada de lo inevitable, descansa.
Pero al claudicar, al renunciar, al rendirse, uno ha de vivir con la muerte de sus principios, de sus ideales o de su identidad.
Los ideales, principios e identidades difuntos, se van pudriendo y la gusanera voraz no se sacia con sus restos, poco a poco se expande como una plaga de langostas por todo lo que aún permanezca latente.
Al claudicar, aceptas las malvas que florezcan desde las entrañas para anunciar al mundo que no eres más que el sepulto de aquello en lo que una vez creíste.
Si ponéis atención, os daréis cuenta de que al caminar por cualquier calle, en realidad lo hacemos por enormes camposantos, pues son muchos los que deambulan transportando cadáveres en el pecho.
La injusta sociedad en la que vivimos se nutre de claudicas, de sueños rotos, de aspiraciones truncadas en pos de un sistema enfermizo que convierte al ser humano en un renegado de si mismo.
Es por ello que debemos resistir y hacernos fuertes, arrebatarle a la muerte nuestra vida hasta que nuestra viva necesite morir de forma natural.
Hay ideales eternos, hay sueños intemporales, hay una eterna lucha entre la vida y la "Vida" propiamente dicha.
Por eso nos erguimos, por eso nos sujetamos unos a otros, resistiendo el empuje de lo odioso.
No claudiquéis, no os rindáis.
Yo no pienso hacerlo.
Ya me moriré, cuando toque.
La han emitido en el programa de Cayetana, en La 2.
Al finalizar la película, la reflexión de la Srta Guillén Cuervo ha sido la siguiente:
"Hay muchas formas de morir, una de ellas es claudicar".
Me ha hecho pensar (y eso que hoy no es lunes) y he de decir que estoy completamente de acuerdo con ella.
La muerte es algo natural, es la evolución de la vida y a todos nos llega, más tarde o más temprano.
Es lógico temer, ya que aceptar la muerte supone renunciar a lo que queda de vida, en pos de la tranquilidad de espíritu.
Una vez que alguien acepta y admite la llegada de lo inevitable, descansa.
Pero al claudicar, al renunciar, al rendirse, uno ha de vivir con la muerte de sus principios, de sus ideales o de su identidad.
Los ideales, principios e identidades difuntos, se van pudriendo y la gusanera voraz no se sacia con sus restos, poco a poco se expande como una plaga de langostas por todo lo que aún permanezca latente.
Al claudicar, aceptas las malvas que florezcan desde las entrañas para anunciar al mundo que no eres más que el sepulto de aquello en lo que una vez creíste.
Si ponéis atención, os daréis cuenta de que al caminar por cualquier calle, en realidad lo hacemos por enormes camposantos, pues son muchos los que deambulan transportando cadáveres en el pecho.
La injusta sociedad en la que vivimos se nutre de claudicas, de sueños rotos, de aspiraciones truncadas en pos de un sistema enfermizo que convierte al ser humano en un renegado de si mismo.
Es por ello que debemos resistir y hacernos fuertes, arrebatarle a la muerte nuestra vida hasta que nuestra viva necesite morir de forma natural.
Hay ideales eternos, hay sueños intemporales, hay una eterna lucha entre la vida y la "Vida" propiamente dicha.
Por eso nos erguimos, por eso nos sujetamos unos a otros, resistiendo el empuje de lo odioso.
No claudiquéis, no os rindáis.
Yo no pienso hacerlo.
Ya me moriré, cuando toque.
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