martes, 16 de octubre de 2012

Con sumo gusto

me hubiera subido en la capsulita blanca y hubiera cortado los amarres a dentelladas.
Para subir tan alto como él, a la estratosfera, o a cualquier otro lugar ahí arriba desde donde contemplar el mundo como si fuese el hacedor.
Y al llegar a lo más alto que soportase mi organismo enfundado en un traje mega chulo y extra resistente,sacar la manita por la ventanilla a ver que tal hace fuera y luego saltar.
No me hubiese importado caer dando vueltas.
Total...vivo dando vueltas, así que unas poquitas más, la verdad, no habrían de suponer una gran diferencia.
Caer...
También vivo cayendo.
Y callando.
Seria genial caer durante casi seiscientos segundos dando berridos y sacándolo todo fuera.
Igual despertaría a Dios, que debe de andar dormido ahí arriba, porque si no está dormido es que es una gotica cabroncete y al verse de nuevo en "modo activo on", le podría dar por bajar a poner orden entre todo este caos de miseria programada.
O igual no existe...y no despierto a nadie.
Pero bueno, caer, de cualquier forma caer.
Y caer porque a mi me sale de los cojones, no porque a algún hijo de puta se le haya metido entre ceja y ceja que es divertidísimo hacerme perder el equilibrio.
Treinta y nueve mil metros no son nada, me he levantado de ostias mucho más gordas (aunque a menos altura) y aquí estoy.
Así que si a alguien le apetece financiarme una excursión a lo más alto para verme saltar después, que no se lo piense dos veces y vaya preparando la pasta, pero si lo que quiere es tratar de derribarme aquí, en la tierra, en el puto suelo de mi ciudad, que se ande con cuidado, porque no será fácil.
Ya no.
Y dicho esto, me voy a preparar una ensalada, a abrir una botella de Ribera y a ponerme un disco de Los Pecos.
Y a preguntarme como coño se hace para viajar en el tiempo y conocer a una princesa Azteca.







jueves, 4 de octubre de 2012

Era todo

terriblemente extraño, demasiado extraño incluso para un sueño o incluso para un capítulo de Tween Peaks.
Muy surrealista y tal.
Al fondo de la sala, entre sombras, un pianista cantaba "A quien le importa" con la misma voz de Alvin (el de Alvin y las ardillas).
Imagina si era surrealista que en el tugurio donde se desarrollaba todo, se podía fumar.
Del otro lado de la barra, Jesús Gil  preparaba huevos fritos con puntillas mientras Carmencita Polo, encaramada al mostrador vestida de Cat-woman, emulaba a Jessica Alba contoneándose lujuriosa al compás de la música.
El caso es que ahí estaba yo, de lo más animado pidiendo "otra, otra" a voz en grito, mientras apuraba a grandes sorbos un whiskazo tras otro.
De repente dos agentes de la Stassi deribaron las puertas del local a patadas y precedida por un coker spaniel sin apetito (y eso es muy raro) entró ella.
Ella.
La melena lárguisima, muy larga y rubia, tan larga que al avanzar por la pista de baile se la pisó en dos o tres ocasiones y en una de ellas llegó incluso a perder el equilibrio.
Pero daba igual, porque de inmediato me cautivó por completo.
Unas hechuras de "real hembra", con las formas más redondas y turgentes que mi inconsciente pudiesen dibujar, embutidas en un skyjama de esos de los de toda la vida, gris y rojo.
Fumaba en pipa, como Holmes y de la cazoleta emergía un humo azul que al ascender dibujaba formas absurdas en el aire: un cohete, un solomillo de buey, un espárrago de Tudela (sin cocer), una tricotosa...
Claro, no me quedó más remedio que tumbarla en el suelo y tratar de besarla.
En el preciso instante en el que mis labios se posaron sobre los suyos, comenzaron a caer globos del techo y Mercedes Milá, conteniendo la orina a duras penas, como Concha Velasco, dió paso a la publicidad.
Barak Obama se acercó muy correcto y yo diria que hasta cordial a saludarme y hubo barra libre para todos.
Pero yo no quería más whisky, yo la queria a ella y trataba de de encontrarla entre las largas filas de guerreros de terracota que un repartidor de telepizza colocaba a lo largo del establecimiento con precisión de cirujano, uno detrás de otro, absolutamente centrados, en hileras simétricas.
Al final di con ella cuando estaba al borde del llanto y con un gesto a un tiempo sexy y rudo, me invitó a acercarme.
De pronto estabamos solos allí, todos habian desaparecido como por arte de magia, incluso los guerreros de terracota y una cosa llevó a la otra.
Fue uno de esos polvos que no se olvidan nunca, no se como se puede medir el tiempo en un sueño, pero a ojo, calculo que debimos estar haciendo el amor durante más de diez minutos.
Hay que ver...como es esto de soñar.
Succionar uno de esos pezones era como degustar el helado más sabroso y refrescante del mundo (pero sin oblea) y su boca era una mezcla de lechazo churro y lechazo merino asados en horno de leña.
Absolutamente erótico todo.
Entrar en aquel producto de mi imaginación me supuso una de las penetraciones más placenteras de mi vida y verla arquear la espalda  como una contorsionista nepalí, me transtornó los sentidos hasta la locura.
No nos dimos tregua.
Al terminar todo, sudorosos y extenuados y como colofón surrealista, decidimos casarnos en una ceremonia civil oficiada por Jose Luis Moreno.
Y tener setenta y cuatro niños, la mayoria de ellos rubios y con los ojos azules, alguno moreno y siete u ocho muy altos.
Me desperté muy excitado, obviamente.
Y aquí estoy, planteándome volver a soñar con ella aunque conociendome como me conozco y ante semejante perspectiva de familia numerosa, saldré corriendo a soñar con eternas estepas heladas y vacias de cualquier cosa que no seamos mi gato y yo.



jueves, 27 de septiembre de 2012

Se me terminó

el polvo de hadas y claro...me la he pegado bien gorda.
Era lógico, tenía que pasar, tenía que terminar sentando la cabeza.
Obviamente la policia me ha multado por volar sin cobertura de ningún tipo (como los aviones de Ryan Air).
Un agente de azul trazaba en el asfalto la silueta de mi sombra con una tiza blanca y los peritos forenses se hartaron de hacer fotos al gorrito verde con la pluma roja despeluchada encajado en lo alto de una farola.
La ambulancia, como en la canción de Alejandro Sanz, volaba...yo ya no puedo.
Trataron de tomarme una via, pero si  Garfio no pudo atravesarme nuca con su acero, era lógico que se rompiesen hasta tres agujas, una detrás de otra.
La doctora no se lo pudo explicar, ni eso, ni el porque del que en apenas cinco minutos de veloz carrera entre sirenas y luces prioritarias, me creciese espontaneamente la barba.
Al fin voy a envejecer, seré uno más, otro entre todos.
A lo lejos vi como Campanilla se posó en la cornisa de un edificio y desde allí contempló como el tiempo mata cualquier tipo de esperanza.
Me hicieron placas de todo el cuerpo y las radiografias demostraron diversas fisuras en la inocencia y el orgullo.
Nada serio, viviré, pero ¿a qué precio?
Los días seran más largos, las noches más duras y los niños seguiran perdidos por los siglos de los siglos.
Amen.
En la sala de espera, sentadito en mi silla de ruedas, observo la condición humana.
Me apetece fumar, beber, hacer el amor, levantarme cada mañana para acudir a mi puesto de trabajo y pagar impuestos.
Debo de haberme vuelto loco, el proceso ha debido completarse.
No se como enfrentarlo, ya soy lo que todos querian que fuera y en el fondo, muy dentro de mi, yo también lo ansiaba, pero ¿ahora qué?
¿Qué hago con mis diferencias?
Las puedo escribir aquí.
Bien mirado seré el único vecino sin sombra en mi nueva ciudad.
El único que ha surcado todos los mares, sobrevolado todos los continentes y amado a las peores mujeres, y a las mejores mujeres.
El único que se resistió a crecer hasta que venció y descubrió que todo crecia, todo menos yo.
El único que pudo elegir su grado de humanidad y el único que esconde un traje verde debajo del colchón.
Por si acaso.
Solo tengo que pensar en algo encantador y suplicarle a Campanilla que vuelva a por mi, aunque ahora le pida que se aleje todo lo posible, no quiero que me vea así.
No quiero que me descubra adulto.


miércoles, 12 de septiembre de 2012

Piteras en la lengua.

Como las clásicas en los tapetes de cartas o en las faldillas de las camillas de las residencias de ancianos de antes, de cuando se podia fumar alegremente.
Piteras en la lengua porque se me caen las brasas al masticar un montón de palabras que no puedo escupir.
Y la garaganta abrasada por tragar insultos incandescentes, reproches al rojo vivo.
Expulso el humo por la nariz y cuento hasta cien antes de levantarme de la cama.
A veces me siento como un dragoncito cabreado, preparando la bocanada de fuego que terminará de una vez por todas con tanta tonteria.
Mi dormitorio apesta a azufre y tengo que destrozar las paredes con un mazo para ventilar cada mañana.
Los canarios del salón yacen inertes en sus jaulas y mi gato se pasea por la casa con su hermoso traje NBQ.
Menos mal que puedo beber de tu boca el agua que me refresca y me aplaca.
Porque a veces tengo ganas de que todo arda ya, de no demorar el momento, de iniciar un picado cayendo desde lo alto del cielo para arrasar las praderas con todo lo que no llegué a decir nunca y ahora me consume.
Se va acercando la hora de la batalla y el magma de mis entrañas bubujea anhelante.
El valiente ha sido valiente hasta que el cobarde ha querido.
No lo olvides cuando te afixies entre cenizas.
De tanto avivar las llamas, se te ha terminado por ir de las manos.

viernes, 24 de agosto de 2012

Cuando uno se rinde

deja tantas cosas por hacer que al final no sale a cuenta rendirse.
Quizás sea más sencillo abandonarse al gris oscuro o al negro, pero ambos son colores que no terminan de convencerme, no se porqué.
Verás,
que la vida resulta siempre más hermosa cuando te decides a cortejarla.
Es como la mujer que siempre te lo ponia dificil hasta que una noche por arte de birli-birloque, terminaste en su cama fumandote un pitillo con una sonrisa de oreja a oreja.
Entonces, al levantarte con el sol y descubrir que sigue ahí, con una camiseta tuya, plácida y preciosa, comienzas a enumerar todo lo bueno que te aguarda.
Como por ejemplo hacer café y zumo de naranja tratando de no despertarla hasta que esté la mesa lista.
Llenar el depósito de la Vespa para que no termine nunca el viaje en el que ella se agarra fuerte en las curvas y extiende los brazos en las rectas, desafiante y plena.
Una cervecita rodeado de los tuyos y buscando su mirada.
Llegar a casa cansados pero dispuestos a cansarnos mucho más.
No atinar con la pélicula adecuada, aún a sabiendas de que cualquiera será perfecta para tumbarte a su lado en el sofá y observar con disimulo como se va quedando frita poquito a poco, porque aunque sabes que nunca termina de ver una peli, sigue siendo el mejor de los planes.
Escribir mientras ella duerme.
Hay que ver...lo que le gusta dormir.
Superar todos los problemas, esquivar las zancadillas, hacerle cortes de manga a la tristeza, tirar piedras a los charcos.
Soñar.
Siempre soñar con la dichosa primitiva que nos cambiara la vida, aunque muchos días la miro y desearía que nada cambiase.
Zambullirte de un salto en lo mejor de todo lo que está por venir y barrer lo negativo y esconderlo debajo de la alfombra, junto con la crisis, la prima de riesgo y la madre que las parió.
Obviar lo que es obvio.
Sentir lo que es necesario.
Aguantar lo que haga falta.
Colocarte el arnes y tirar, tirar con fuerza, arrastrar por la nieve el trineo cargado de lo que no conseguiran quitarnos.
¡¡No jodas...vamos!!
Que podemos con todo.
Es cierto que hay días en los que hubiera sido mejor colgarse de los pies y mirar las cosas pasar boca abajo, pero también estan todos los otros.
Esos en los que no hace falta ninguna excusa para sonreir.
Esos son los que más me gustan.
Y al resto, que les den.
Estamos aquí y estamos vivos y aún tenemos fuerzas.
No permitas que te gane la tristeza, sácala del ring a ostias, a mordiscos, a besos en el cuello.
No permitas que se detenga el tiempo justo en ese minuto en el que maldices la perra suerte que te vació el alma y te dejo en pelotas.
La suerte, eres tu.
La suerte es eso que nos permite robarle un café a tu trabajo y contarnos como nos está yendo el día.
Y querernos, aunque no nos resulte demasiado facil.



martes, 21 de agosto de 2012

¿Quien soy?

No me conozco.
Me presento: me llamo Juan.
Pero no se a que me dedico, ni para que sirvo.
No se donde me duele ni porqué, ni cuanto más me seguirá doliendo.
No se que hacer con estas manos.
Se que siempre me reía de todo y ahora parece que todo se ríe de mi.
Supongo que será porqué me estoy haciendo mayor, aunque lo cierto es que tampoco se cuantos añitos tengo.
Depende de según para que cosas ya estoy demasiado cansado y según para que otras sigo en pañales.
En pañales se está genial porque si te tiran al suelo y caes de culo no te haces daño.
Cuando un bebé descubre semejante artimaña se pasa el día cayéndose de culo y resulta muy divertido.
Caerte de culo con un catálogo de arrugas resulta algo más triste.
No se si me acuerdo de "querer de verdad", aunque tampoco he sabido nunca que quiere decir eso de "querer de verdad". ¿Se puede querer "de mentira"?
Yo creo que no.
O se quiere, o no se quiere.
Se que me gustaba escribir y la música , y leer y los cubatas de whisky con mucho hielo y cola light, siempre en copa de balón.
Y mirarme en los ojos de una mujer y sentirme afortunado al entrar en ella y en ocasiones más afortunado al salir corriendo.
Me gusta lo que era y me adapto a lo que soy.
¿Quién soy?
Un tipo bajito con un  amplio muestrario de egos y cierta facilidad para el mimetismo.
Un señor hecho de contradicciones que detesta que los niños le digan: "Señor...el balón"
Un vampiro en cada espejo; no me reflejo, o al menos no identifico lo que el espejo me devuelve diciendo que soy yo.
Alguien que se quiere ir pero se muere por que le digas que no se vaya nunca.
Alguien que esconde los abrazos debajo de la cama porque tiene miedo de que se le pierdan si los saca a pasear.
Un beso en cada mejilla.
Un beso en los labios.
Otro entre las piernas, que dura siglos y sabe a lo que soy capáz de darte.
Soy una cajita de madera polvorienta, descascarillada y llena de cartas ajadas y leidas hasta la saciedad.
Soy el puñetazo que debí haber propinado y la propina que nunca debí haber dado al terminar el concierto y despedir al solista traidor y a la diva de lengua viperina.
Varón, caucásico, cabello rubio y ojos azules, al rededor de un metro sesenta y ocho y setenta kilos de peso.
Barba y un lunar sobre el labio en el lado izquierdo del rostro, oculto ahora mismo por un bigote bicolor, mitad blanco, mitad castaño.
Perforaciones en ternillas, ceja derecha, nariz y lengua, aunque ya no uso pendientes.
Dos tatuajes: uno sobre el tobillo izquierdo, que simboliza lo estúpido que puede llegar a ser el ser humano y otro en el antebrazo derecho, que lo ratifica.
Siete u ocho fobias, incluida un pánico visceral ante cualquier objeto que proyecte una sombra que se asemeje a la silueta de Jose Luis Moreno.
Recuerdos de un patio de Sevilla, donde madura el limonero.
Mi juventud veinte años en tierras de Castilla,
mi historia ciertos casos, que recordar no quiero.
Ah...no, perdón, ese era el poeta.
Se me cruzan los versos a todas horas, ergo de alguna manera o a mi manera o de cualquier manera, debo de ser algo poeta también.
Siempre un hombre enamorado, aunque sea del amor o del desamor, pero siempre a tope, siempre a tope 5.0.
Soy quien tu quieras que sea, mientras sigas a mi lado, o quien tu quieres que sea siempre y cuando no me vuelvas a decir que nos convenimos.
Yo soy más de sentir que de convenir, aunque me cueste demostrarlo.
También soy de los que lamen la mano que sujeta el palo tras descargar un golpe detrás de otro.
Y de los que vuelven los ojos y se giran antes de morder.
Me gustan los animales por encima de la mayoria de las personas y por encima de todas las personas que no me gustan.
Me gustas, lo sabes.
Me gustas más que mi gato.
Y mi gato mola.
Pero todavia no se quien soy realmente.






jueves, 9 de agosto de 2012

Cansado de volar

siempre haciedo eses, de un lado para otro tratando de matar el hastio de tantos años llenos de preguntas sin respuesta, Peter fue a posarse sobre el tejado de una cabaña de madera junto al pantano de Bárcena.
Al recuperar el resuello se agchó para atarse los cordones de la bota izquierda y reparó en que la cabaña estaba integrada dentro de un conjunto de pequeñas cabañitas exactas unas a otras.
La luz de la luna iluminaba una especie de poblado similar a los puestos fronterizos del lejano oeste.
Que tiempos aquellos, cuando podia hacer el amor con  todas las coristas del "Saloon" y saltarle los dientes a puñetazos al pianista del local.
Que de recuerdos.
De repente escuchó voces de niños.
-Otro campamento de niños perdidos- Pensó Peter, y se disponia a emprender de nuevo el vuelo hacia "Nunca jamás", antes de que los pequeños lo descubriesen, cuando algo le llamó la atención: la mayoria de aquellos chavales, se desplazaban empujando las ruedas de unas sillas de metal.
Aprovechando el paso de una nube que oscureció la noche al ocultar la luna, Peter voló hasta la copa de uno de los árboles situados en el centro del poblado desde donde pudo dar rienda suelta a su curiosidad.
En efecto, aquello era un poblado para niños que no podian andar.
Algunos jóvenes empujaban de las sillas de aquellos niños que ni tan siquiera podian mover los brazos y poco a poco, todos fueron ocupando sus respectivas cabañas para pasar la noche.
Entonces, justo debajo del castaño donde se encontraba escuchó una voz  que casí lo mató del susto-¿Tu eres Peter Pan?-
Peter trato de ocultarse de un salto en una rama más alta, pero aunque no envejezca fisícamente, los años no perdonan y el exceso de Grog tampoco.
Calculó mal el impulso y tras golpearse con la rama en la cabeza fue a caer dolorido y avergonzado a los pies de aquella personita que le habia descubierto.
-si, ya no hay duda...eres Peter Pan-
Peter observó a la pequeña que le hablaba.
No tendría más de siete u ocho años y por el aspecto de sus fuertes brazos, debia de llevar muchos de ellos sentada en esa silla de enormes ruedas plateadas.
El cabello rubio y largo, le recordo a la Wendy de los mejores tiempos, aunque el brillo de sus ojos verdes de imediato revelaron que aquella niña hubiese sido una perfecta Campanilla.
-¿no deberias estar durmiendo?- pregunto Peter.
-No tengo sueño, no me gusta mucho dormir, tampoco me gustan los canelones ni las lentejas, lo que más me gusta es dibujar gatos saltando y nadar en la piscina, en el agua no se nota casi que no puedo andar.
Aquella verborrea repentina, o quizás la absoluta naturalidad con que la niña se habia dirigido a él le hicieron sonreir.
-Tu eres Peter Pan, mamá dice que papá también es un poco Peter Pan porqué se niega a afrontar los hechos y todabia sigue convencido de que volveré a andar, pero los médicos le miran como a un chiflado, que yo lo he visto-
Peter soltó una carcajada de esas tan suyas, con los brazos en jarras e inclinando la cabeza hacia atrás.
-¿Y que más dice tu papá? Preguntó Peter.
-Papá también dice que la ilusión es lo último que tenemos que perder, que si lo deseo con fuerza volveré a caminar y con el tiempo me olvidaré del accidente, aunque yo era muy pequeña y ya casi ni me acuerdo. Tengo ocho años y llevo desde los cuatro en la silla. Papá dió un volantazo para esquivar al gato que saltó delante del coche y nos dimos un porrazo tremendo-
La niña comenzó a reirse mientras relataba aquello y a Peter sintió como un relámpago le recorria la espalda de repente.
-Papá tambien dice que si que existes y que los mayores se olvidan de soñar, pero él no se ha olvidado y está convencido de que cuando yo sea mayor, podré hacer lo que quiera-
-Tu papá me cae bien, no es como la mayoria de los mayores-
-a mi también me cae bien, pero mamá dice que es un inmaduro. Mamá siempre está muy triste aunque intenta disimularlo cuando yo estoy delante, pero soy una chica ¿sabes? (dijo la niña con una sonrisilla cómplice) y las chicas nos damos cuenta de esas cosas-.
Algo extraño estaba sucediendo dentro de Peter, una mezcla de inmensa ternura por aquella rubita y su desparpajo y una sensación de pequeñez ante la forma con la que la niña se enfrentaba a su situación, le hicieron desear en el acto hacer algo hermoso por ella.
Rebuscó en el interior de sus bolsillos hasta dar con lo que buscaba y extendiendo la palma de la mano abierta y llena de polvo de hadas hacia el rostro de la pequeña, le dijo en voz muy bajita -piensa en algo encantador-
La niña comenzó a flotar y agarrandosé al jubón de Peter exclamó -¡¡Estoy volando, puedo volar!!
-Sígueme- Gritó Peter Pan y comenzó un vuelo en picado ascendente en dirección a las nubes más cercanas.
Sobrevolaron el pantano, el pueblo, las ciudades llenas de luces, los bosques.
La pequeña no paraba de señalar cosas dando grititos de emoción y riendo y Peter llegó a plantearse incluso convencerla de acompañarlo a "Nunca jamás", donde siempre seria una niña y siempre podría volar, pero decidió que aquella rubita pizpireta, estaba más que capacitada para ganarle la partida a la vida, y ya habia demasiados niños perdidos en "Nunca Jamás".
El sol entró por la ventana de la cabaña y en el actó se escucho potente la voz de la monitora, llamandola para que se levantara y tras asearse, fuera al comedor a desayunar.
La pequeña se frotó los ojos y trató de recordar el extraño sueño que habia tenido esta noche.
-No ha sido un sueño- pensó mientras se aferraba a las barras para pasarse a la ducha.
Al agacharse para recoger las zapatillas, algo cayó de la silla.
La niña marcó en el movil el número de su padre llena de excitación y espero impaciente los tonos previos al "Hola mi amor" típico al otro lado de la linea.
-¿sabes Papá? Esta noche he volado con Peter Pan, (dijo la niña mientras colocaba entre sus rodillas la pluma verde que habia caido de la silla al agacharse) y es un chico bien simpático, dijo que le caes estupendamente-.
A casi mil kilómetros de distancia, su padre se mordio los nudillos para no llorar y aguantando las lágrimas respondió- Claro que si mi niña, el a mi también me cae muy bien-.

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miércoles, 1 de agosto de 2012

Quiero emborrachar mi corazón

con el recuerdo de este amor, que más que amor es un sufrir.
Nostalgia,
de tantas veces como nos dijimos que lo nuestro no moriría nunca, pero ya estaba herido de muerte aunque no lo supimos hasta que le dimos al cadáver cristiana sepultura o sepultura; vamos...que lo enterramos y cuando la ultima palada de tierra coronó el túmulo, arrojamos una flor y nos dimos la vuelta muy despacito, muy tristes, muy seguros de no volver a querernos.
También quiero emborrachar mi corazón con los efluvios de las copas llenas de miradas largas y profundas, de esas que eran como sentarte a ver una peli en "cinemascope" con profusión de verdes y de verdades.
Que negra se quedaba la sala, que oscura, que silenciosa, que vacía de público.
Porque no existía nadie más en el mundo, solos tu y yo, y tu absurda diatriba.
No se si beber de esta copa rota, o de la sucia, las dos me las serviste tú acompañadas con una sonrisa y una imitación perfecta de lo que hubiera querido para mi.
Lo cojonudo de todo esto es que aún sigo planteándome si alguna vez supe amarte de verdad, o si siempre la amé a ella por encima de todos los otros instantes en los que me sentí dichoso por haber comenzado a olvidarla.
De cualquier forma, terminaste escapando con el cochero, tomaste prestado el carruaje y emprendiste la huida hacia otra nueva película, una con una hermosa banda sonora compuesta por canciones que hablaban de amor.
Y en esas me encuentro ahora, recordando el amor a base de canciones que hablan de amor.
Nunca el amor fue tan hermoso como en las canciones, ni siquiera en los poemas, siempre mucho más hermoso en las canciones.
Es por eso que ahora quiero emborrachar mi corazón con el recuerdo de este amor, a ver si termino de mandarlo al carajo, porque se me sigue presentando entre neblinas las noches de verano, como un fantasma gris que quisiera perseguirme y no dar tregua a mi alma hastiada de tanta tontería.
No adivino el conjuro preciso para sacarte a patadas de mi dormitorio y devolverte al cementerio, a los Sargazos, al mismísimo " a tomar por el culo" de donde vuelves en estas noches tristes, bien en forma de pesadilla o bien como humo que entra sigiloso por mi ventana abierta para intoxicarme lo que me queda sano de cerebro.
Que es bien poco.
La cama se mueve, se eleva unos centímetros del suelo y cuando termina la cópula y todo vuelve a sus sitio ahí sigues, observando fijamente.
Las noches de verano no son las mejores para tratar de olvidar el pasado.
El pasado tampoco puede dormir y como se muere de calor, se levanta del lecho y viene a tocarme los huevos.
Necesito arrancarme la memoria, darle un agua y ponerla luego a secar en cualquier playa de Costa rica.
Por las mañanas tengo una espantosa resaca de lo nuestro.
Finjamos que no te quise y miremos para otro lado.




jueves, 26 de julio de 2012

De entre todos los regalos

uno me gustó en particular: el tuyo, Raul.
Un cuaderno de la película "Cars" y un bolígrafo a juego, "para que me escribas un cuento, como eres escritor..."
Así que te debo ese cuento Raul, y yo, mis deudas , las termino pagando siempre (tarde, pero pago).
Te voy a contar un cuento que espero, que deseo con todas mis ganas, se convierta en realidad.
No hace mucho mucho tiempo, ni en un pais muy lejano, vivia un muchacho que era todo vitalidad, todo energia, todo simpatia.
Pasaba el día dibujando sueños y contagiando a cualquiera que se le acercara con sus ansias de vivir, de comerse el mundo, masticándolo deprisa, pegándole a la vida enormes bocados sonrientes.
Nada se le ponía por delante y a saltitos iba viviendo libre de todas esa cosas que esclavizan a los hombres, porque Raul, en los tiempos que corren, sigue existiendo la esclavitud.
La sociedad nos esclaviza con unas cadenas invisibles, es decir, no las podemos ver, pero sin embargo, aprietan fuerte, muy fuerte.
Pues este muchacho (vamos a llamarlo Angel, que es un nombre muy bonito) siempre se resistió a llevar cadenas y conseguía esquivar una y otra vez cualquier tipo de atadura.
Un buen día, decidió echarle un pulso al mar.
Se sintió tan inmensamente poderoso que saltó desde muy alto, pero el mar le jugó una mala pasada y replegándose traicionero, descubrió un montón de negras rocas afiladas.
Angel cayó sobre una de ellas y de repente, al intentar levantarse para volver a saltar, notó que no podia moverse.
Pero no tuvo miedo, porque hay muchas maneras de seguir peleando, de seguir saltando al mar.
Se lo llevaron volando en un pájaro enorme y lo depositaron con mucho cuidado en una cama blanca de hospital.
Los médicos corrian de un lado para otro, desplegando al viento sus batas blancas y hablando palabras raras, de esas que solo entienden ellos mismos.
Angel los seguía con la vista desde la cama, preguntándose a que venian tantas prisas a santo de qué estaban todos tan nerviosos.
La luz, toda la luz del sol entraba por la ventana de la habitación para que Angel se cargará de energias.
¡¡Y vaya si se cargó!!
Se reinventó a si mismo y se vió de nuevo en pie, con el bañador empapado de espuma y sal y saltando una y otra vez sobre las olas del mar, sobre las sombras de la noche, sobre la espalda del destino.
Y una vez más se hizo libre y llevó su libertad dibujada en la sonrisa hasta el quirófano donde le aguardaban los doctores empuñando bisturís y pinzas y grapas y todo eso que te salva la vida a traves de sus guantes de latex.
Los ángeles se pusieron gafas de sol y bermudas de colores y cerraron filas junto él.
Les caía bien ese chaval barbudo de conversación acelerada, así que decidieron sujetarle la cabeza con delicadeza y soplar una lluvia de plumas sobre su alma valiente.
Y Angel salió del quirófano acariciando otro sueño.
Y siguió peleando, muy duro, muy fuerte.
Y con el tiempo viajó por todo el mundo, saltando en cada playa sobre los siete mares, sobre el colchón de agua de la vida.
Y colorín, colorete...por la chimenea se escapa un cohete.

Ahora Raul, viene la moraleja:
no te rindas, nunca, pase lo que pase, digan lo que digan y se libre, porque la libertad es el único camino para que seamos felices y comamos perdices.
Se puede...siempre se puede, solo hay que querer.

viernes, 20 de julio de 2012

En estos días

Peter cumplirá un año menos.
Alguien dijo que la inmadurez a partir de los treinta es puro egoísmo...¿y a partir de los trescientos?
Peter elige con esmero la piñata más grande del local regentado por un chino triste y malencarado.
Necesita que sea enorme, inmensa.
Tiene que rellenarla con todo lo que se le escapa del alma, con lo que se le cae del corazón a cada paso que da, dejando un rastro inconfundible de besos perdidos, de noches irrepetibles y de polvo de hadas.
Peter se ha cortado el pelo y esta mañana ha abusado del contorno de ojos.
Antes, al despertarse ebrio del "Grog" de Garfio, tan solo necesitaba sumergirse un ratito en la laguna de las sirenas.
Ahora se aplica todo tipo de ungüentos, porque aunque su cuerpo no envejece, su alma se hace cada día más mayor y la cara es el espejo del alma, y cuando se enfrenta al vidrio roto de su cuarto de baño, entiende que la vida sigue marcando.
Peter ha invitado a todo el que quiera acercarse a su fiesta.
Allí estarán los niños perdidos, los bucaneros borrachos, los guerreros indios, las sirenas que le cantan al oído una noche tras otra y campanilla, que aunque cansada de una semana más que difícil se dejará caer a tomar un vino.
Prepara meticulosamente el discurso en el que anunciara a todos que definitivamente, se niega a crecer.
No le gusta en lo que se ha convertido el mundo, pero ahora sabe cual es su verdadera misión.
La gente necesita a Peter Pan para darse cuenta de cuan peligroso es estancarse en el pasado.
No puedes vivir el mismo desamor una y otra vez, no puedes consolarte en la alacena de Garfio a cada puesta de sol.
No puedes fingir que las heridas se cierran solas, que la almohada mantiene la forma de su cabeza, que el aire huele a ella.
Peter  duda entre comprar muchas velas pequeñitas, que simbolicen un año con cada llama, o en su lugar hacerse con una gran vela negra, que represente una vida, su vida.
Encenderla y dejar que poco a poco se vaya consumiendo.
Los invitados se acercan, le palmotean la espalda, le abrazan y le estrechan la mano.
El asiente con la cabeza y fuerza el cacareo.
Se lleva la mano a la pluma del sombrero con coqueta galanteria cuando aparece la princesa india y la noche se llena de canciones y vapores de alcohol.
Inevitablemente, busca entre todas las estrellas sus ojos verdes.
Pero no están.
Peter prefiere recoger mañana, por hoy a tenido demasiado.
Se acuesta, solo, triste y avergonzado. No debería deprimirse, Peter Pan siempre será un adolescente y los demás, viviremos.