Tres para un mus
La policía
lo ha detenido hace menos de diez minutos y se lo ha llevado al calabozo,
acusado de un delito de malos tratos y de violencia de género. Javi no ha
opuesto resistencia, él solo debe sentirse “muy hombre” cuando sacude a Marta.
Si soy sincero, creo que lo que más le ha molestado ha sido que se lo llevasen
esposado delante de todo el mundo.
He llamado a
la policía y lo he denunciado porque creo que, si no lo hubiese hecho yo, Marta
no lo habría hecho nunca. Llevan saliendo más de cuatro años, se conocieron en
COU y lo suyo era la crónica de una muerte anunciada. El capitán del equipo del
cole y la estudiante más guapa que además cantaba en el grupo que montaron los
del coro del colegio. Típico de película americana. Al principio las cosas iban
muy bien. Salíamos todos juntos y aunque yo pasaba algo de apuro por esa
costumbre tan suya de comerse los morros a todas horas, lo achaqué a ese amor
de juventud tan lleno de pasión y de hormonas. Los problemas comenzaron al
llegar a la universidad. Los tres nos matriculamos en la misma facultad de
Derecho y Javi empezó a gastarle a Marta bromas despectivas y machistas, como
que se alegraba de que se hubiese decidido por Derecho ya que le vendría muy
bien que alguien le planchase correctamente la toga.
Lo que
comenzó como una serie de bromas de mal gusto, se terminó convirtiendo en el leit motiv de las conversaciones de
Javi, con la silenciosa complicidad de Marta, que prefería restarle importancia
a la humillación pública antes que perder a su chico. Marta se apuntó a un
curso de cooperación con los refugiados, donde se impartían conocimientos
específicos para trabajar con este colectivo, donde la mujer era el sector más débil
y más castigado por las calamidades que acompañaban a la búsqueda de una vida mejor
y de un futuro para sus hijos. Javi se volvió un celoso compulsivo y no
soportaba que los compañeros de Marta, la llamasen por teléfono o la
acompañasen a casa después de las clases. Un lunes, Marta llegó a la facultad
con gafas de sol y al quitárselas en el aula, pude observar que, aun habiéndolo
intentado, el maquillaje no podía ocultar el moratón de la mejilla derecha. Le
pregunté que le había pasado y sin mirarme a los ojos, me dijo con voz
temblorosa que se había dado un golpe contra la mesilla de noche al despertarse
y cambió rápidamente de tema. Luego vino lo del Facebook. Ella siempre había
sido muy activa en las redes sociales, subiendo fotos de sus viajes y sus
fiestas y actualizando constantemente el estado en su muro del Facebook. De
repente dejó de escribir y de compartir fotos. Tenía más de mil contactos o
“amigos”, como se denomina a los contactos en esa red social, pero del día a la
mañana, hizo una limpieza y se quedó tan solo con familiares, amigas y los
pocos chicos que tenían también amistad con Javi. No tardó en volver a
golpearse con la mesilla de noche, en el labio. en la ceja… Las cosas cambiaron
muy deprisa. Ya no salíamos nunca en pandilla y solo quedaban ellos dos para ir
al cine, a cenar y cosas por el estilo, pero en pareja. Eso sí, Javi no se
perdía una juerga y al aparecer él sólo, justificaba la ausencia de Marta
diciendo que tenía que estudiar mucho, porque las chicas, subrayar en colorines
sí, pero entender bien los artículos del código penal ya era otra historia.
Cuando Reyes(la novia de Carlos, el delegado de clase) le afeó el comentario y
le dijo que las mujeres eran tan válidas como los hombres, para estudiar
Derecho o cualquier otra carrera, Javi le contestó de muy malos modos que no
tenía más que buscar en la historia de la humanidad a las mujeres constructoras,
descubridoras, conquistadoras, inventoras y demás. Que su ausencia no era algo
casual. Que tan solo destacaban algunas modistas, cantantes de ópera y
escritoras de novela rosa.
Javi dejó de
caerme bien y eso me dolió muchísimo, ya que desde que éramos niños, nos hemos
querido mogollón.
Esta mañana
se han desencadenado los acontecimientos, al darme cuenta de que me había
dejado el libro de Constitucional en el coche y volver al parking a por él.
Al bajar las
escaleras hacía el segundo sótano, he visto a Javi discutiendo con Marta y
justo cuando me estaba acercando a poner paz, Javi le ha dado un bofetón con el
dorso de la mano con tal fuerza, que Marta ha perdido el equilibrio y ha caído
hacia atrás, golpeándose en la cabeza contra la barandilla de las escaleras. Mi
querido ex amigo la ha dejado allí llorando y se ha ido a la cafetería de la
facultad a tomarse un botijo y a buscar a tres para un mus. Yo he tratado de
convencer a Marta de que lo denunciase, pero ella se ha enfadado mucho y no he
tenido más remedio que seguir mi código moral y mis valores, sacar el móvil y
llamar a la policía nacional.
Marta está
hecha polvo y tiene miedo de la presión social y de que en su entorno la
consideran imbécil o lo que es peor, culpable del trato que recibía por parte
de su novio. En estos años, he aprendido a valorar y a respetar la cálida
amistad de Marta y si no lo hubiese denunciado, no sería su amigo. He tratado de convencerla de que pida ayuda
profesional y de que la dependencia emocional no es positiva, pero me temo que
cree que he vendido a mi amigo y que he traicionado su amistad. No la culpo por
ello, vivía la peor de las mentiras. A veces el silencio es el cómplice
habitual de los maltratadores y hay que aprender a levantar la voz y a gritar
“basta ya”.
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