Cuando son varias las personas de tu entorno que no cumplen con tus expectativas al resultar no ser como pensabas, y ves que vas de una decepción a otra y que las desilusiones se amontonan en el cofre de tu alma, llega el momento de pensar bien, de analizar la situación, recapacitar y asumir que el problema es únicamente tuyo por haberte entregado en exceso, por haber dado siempre más de lo que se te pedía y por haber creído que al comportarte así, estabas cimentando amistades verdaderas, relaciones sanas y unos vínculos eternos.
Pero no.
Ha llegado el momento de empezar a mirar por uno mismo, a trabajar por conseguir esa felicidad tan ansiada que erróneamente tratabas de obtener para los demás ignorando la propia y llegando incluso a sacrificar cuanto la vida quiso regalarte por compartirlo con quien ni supo agradecerlo ni lo mereció.
Y no es egoísmo, es supervivencia.
Toca hacer un verdadero esfuerzo para cambiar la actitud, pues cuando tu naturaleza es la de castigarte por no conseguir la felicidad ajena te resultará jodidamente difícil alcanzar la tuya. Y con esto no pretendo considerarme mejor persona que nadie, ni tan siquiera una buena persona. Conozco mis limitaciones, mis innumerables defectos y mis recurrentes fallos, pero también sé que si me empeño en ello y me agarro a lo bueno que me enseñaron y me inculcaron mis padres, mi calidad humana mejorará, y solo así desarrollaré el criterio acertado para poder ofrecerme sin reservas y sin fisuras a las personas que realmente lo merezcan. Al resto de las personas con las que la vida me cruzó muy a mi pesar, no les deseo ningún mal, tan solo que sean muy felices, pero muy lejos de mi. Y punto.
Pero bueno...se acercan tiempos en los que el sol iluminará nuevas metas. A por ellas, cueste lo que cueste , pase lo que pase y le pese a quien le pese.
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