viernes, 30 de agosto de 2024

Satisfecho


 Puede que una de las mejores sensaciones que experimenta el ser humano, es la de la satisfacción personal.

Quizás ese sentir que aquello que has intentado aportar a tu entorno ha llegado, ha servido y ha sido valorado, te reconforta hasta tal punto que llegas a pensar que en efecto, eres suficiente.

Y eso es lo que me hacen sentir lo alumnos de los dos cursos que imparto, el de dramaturgia en Simancas y el de escritura creativa en Valladolid.

Leer los comentarios y los mensajes que algunos de los asistentes escriben en grupos de wasap y en RRSS me aportan tal energía, tal satisfacción y tal deseo de seguir avanzando, que me reafirmo en mi empeño de mejorar en cada sesión y de tratar de compartir con ellos aquello que es el verdadero motor de mis vidas, la necesidad de escribir, y la inmejorable sensación de enfrentarme a la lectura adecuada para cada momento.

Trabajo con ellos la escritura desde el alma, desde la emoción y desde los sentimientos. Lo explico que escribir desde la más absoluta sinceridad y desde la cruda verdad permite que los textos, los versos y los libretos teatrales se empapen de realidad, de vida y de ilusiones.

Da igual la temática, el género y el estilo. Da igual el campo literario en el que decidan dar salida a los que les inunda el pecho. Dan igual las incorrecciones , los errores orto tipográficos y las extensiones de los trabajos. El caso es que ya van unas cuantas veces en las que algunos alumnos han roto a llorar al leer sus ejercicios y he visto como sus compañeros aplaudían el momento y se levantaban a transmitir apoyo y camaradería con abrazos. Y eso me hace muy feliz.

Y me hace feliz porque ya no son meros alumnos o integrantes de una actividad, son amigos, son miembros de mi tribu, son compañeros de trinchera literaria.

Rezo para que consiga mantenerme en el camino y recorrerlo con acierto, creando vínculos entre las personas que se sientan a escribir conmigo, colaborando en el necesario trabajo neuronal que evita o retrasa el deterioro del cerebro, y ayudándolas a hacer de sus vidas algo más llevadero. Porque como no me cansaré nunca de afirmar, la literatura salva vidas.

Y ya está. Solo quería contaros que me siento bien, para compensar todas esas entradas en las que os cuento lo mucho que me duele el alma.

domingo, 25 de agosto de 2024

¿En el nombre de qué Dios?


 En esta foto de Luisa Valares, tomada durante la conmemoración del requerimiento en el año 939 de las siete doncellas simanquinas que el rey Ramiro I entregó como parte del pago por la paz al califa musulmán Abderramán II, poso junto a las siete jóvenes que este año han adoptado el papel de aquellas valientes mujeres de la villa de nombre Bureba, hoy Simancas, que decidieron auto mutilarse para no formar parte del harén del califa, cosa que funcionó pues Abderramán contestó al Rey cristiano al devolver a las mozas, "Si mancas me las dais, mancas no las quiero".

Aquellas siete jóvenes tienen mucho que enseñarnos de valor, de compromiso, de decisión y de lo que ahora se conoce como empoderamiento, y su gesta además de librarles de ser utilizadas como juguetes sexuales, sigue despertando conciencias a fecha de hoy.

Cuando cursé mis estudios de maestro de música, opté por añadir otra especialidad a mi currículo, y como siempre he sido más de mus que de correr detrás de un balón, y ya hablo un par de idiomas a mayores del mio nativo, me especialicé en religión.

Estudié lo que se conoce como "religiones del libro", es decir, Islam, Judaísmo y cristianismo, pues las tres tienen en común el Antiguo testamento, además de religiones animistas, religiones oriéntales y filosóficas y cuantos cismas y corrientes sucedieron al cristianismo  desde que vino al mundo quien para mi fue el hijo de Dios. 

En ningún momento recuerdo que ninguno de los amanuenses que recogieron las enseñanzas de los distintos profetas y enviados de Alá, Yahvé o Jesucristo, indicaran o proclamaran que la mujer era un objeto, una moneda de cambio o un articulo para el consumo.

Aquellas siete doncellas consiguieron más al perder sus manos que decenas de miles de guerreros cristianos y musulmanes al perder sus vidas y, sinceramente, a mi entender aquellas que hoy en día se erigen en adalides del feminismo y que reivindican la dignidad de la mujer, deberían hacer oír sus voces y pelear con más fuerza que nunca, al conocer la nueva ley promulgada en Afganistán, en la que queda terminantemente prohibido que se escuche públicamente, ya sea en vivo y en directo o a través de medios de comunicación y distintos canales, la voz de las mujeres. Pero claro...esto ya son palabras mayores.

¿En nombre de qué Dios se legisla de tan absurda manera?

Tampoco me explico en el nombre de qué Dios los cristianos exterminaron a multitud de indígenas de distintas culturas para imponerles la salvación de sus almas, combatieron en las cruzadas o ajusticiaron en los autos de fe a quienes profesaban otras religiones. 

No me cuadra que en oriente próximo judíos y musulmanes se masacren a diario y nunca comprendí porqué  extraer el corazón de los cautivos aplacaría la ira de los dioses mayas y aztecas.

La diosa hindú  Kali al parecer agradece cuanta sangre se derrame en su nombre, y a lo largo y ancho del planeta descubrimos que la ambición y la intransigencia humana se disfrazan de religión y se visten de fe para cometer las mayores  atrocidades.

 Y en la inmensa mayoría de las civilizaciones que han existido y existen en el planeta, la mujer siempre ha debido agachar la cabeza, obedecer y procurar no llevar la contraria a los hombres, hombres que nacieron de un vientre materno, que amaron y engendraron mujeres y que en la mayoría de las ocasiones  recibieron amor y cuidados de quienes consideraban meros elementos decorativos.

Digamos que aunque utilice el masculino para escribir en plural, me considero feminista, porque a diferencia de muchos,  no veo en la mujer a ese ser humano imperfecto que Dios creó cuando se puso a cincelar barro y a insuflar almas. Porque adoro a mi madre y amo a cuantas mujeres me rodean, ya sean familiares o amigas (que son la familia que uno elige). Porque desde los 15 años he soñado con la mujer junto a la que ser feliz y crear el más acertado proyecto vital, y aunque no haya dejado de fracasar en ello, no creo que más allá de las que marcan las secuencias de ADN  haya diferencia alguna entre los géneros humanos.

Y ya está. 

Esta bonita foto, de mi AMIGA Luisa, no solo recoge un momento en el evento tradicional de un pueblo donde me siento como en casa cada vez que voy, sino que de alguna manera, es mi forma de reconocer que en cuanto a valor, tampoco hay diferencia alguna entre hombres y mujeres.

jueves, 22 de agosto de 2024

Otoño. Esa película que nunca dirigiré ni protagonizaré.


 La proyección arranca con la tenue reproducción de un aria de Bach que se mantiene como banda sonora durante todo el metraje.

La cámara realiza un primer plano de un hombre de mediana edad. Sobre sus largos cabellos rubios luce ladeado y con donaire un sombrero negro de fieltro, que al ocultar parte de su oído izquierdo, solo permite apreciar en él un aro de plata pendiente del lóbulo, que evidencia la nostalgia de un tiempo que se fue y no ha de volver jamás.

Al abrirse el plano descubrimos que el protagonista de la cinta se encuentra sentado en el banco de un parque o de unos amplios jardines.

Por la luz, lo gris del día y la cantidad de hojas caídas sobre el suelo y parte del banco, parece ser otoño.

El hombre lee, no, sujeta una libreta abierta en su mano izquierda. De pronto comienza  a escribir en ella con una estilográfica negra que blande en la mano derecha.

Hay un cambio de plano, y la nueva óptica nos muestra el parque en su esplendor. Robles, hayas, sauces y distintos árboles indican la cercanía de un estanque, un lago o de una considerable corriente de agua.

Un grupo de niños persiguiendo un balón entra en escena con su algarabía infantil, descuidada y molesta. Son niños y ejercen como tales sin pudor ni censura alguna. El hombre deja de escribir visiblemente molesto, y saca una pitillera del bolsillo interior de su americana. Con un plateado, viejo y fiable mechero de gasolina enciende un cigarrillo rubio con filtro, y al aspirar la primera e intensa calada, una sonrisa asoma en su rostro.

Los niños se alejan desapareciendo de plano y vuelve la tranquilidad a la escena.

El solitario fumador retoma la escritura y el objetivo hace zoom hasta la página en la que garabatea, donde se lee, "50 años son algo más que media vida. Es la medida de tiempo perfecta para matar la ilusión de encontrarla, de ser feliz junto a Ella y de morir entre sus brazos."

Un gato negro salta sobre el respaldo del banco y se contonea juguetón ronroneando y moviendo la cola muy despacio.

El hombre se detiene en la escritura, observa con cariño al animal, apura el cigarrillo y tras posar la libreta sobre sus rodillas, extrae un pequeño revolver de un bolsillo lateral del pantalón, lo apoya en su sien y se descerraja un disparo.

Funde en negro.

La música de Bach hasta entonces casi imperceptible como banda sonora del cortometraje, sube de volumen, acariciando el alma de los sobrecogidos espectadores.

La palabra Fin en grandes letras blancas indica que todo ha terminado.

viernes, 16 de agosto de 2024

Quizás tarde en llegar, pero la esperaré siempre


 Mi gran amiga y mejor editora, Eva Melgar, me dijo no hace mucho que la felicidad se compone de pequeños momentos, y creo que esta afirmación ya la he escrito aquí en más de una ocasión, porque realmente es una gran verdad y cuando comprendes que ser feliz es algo pasajero, al igual que ser desgraciado, aprendes a disfrutar con intensidad de los momentos hermosos de la vida y a llorar con esperanza los difíciles, pues sabes que todo termina pasando. Y todo terminará llegando.

Esta canción de Blow es realmente curiosa, porque habla de esa felicidad fugitiva a la que nos empeñamos en dar alcance sin entender que cuanto más queramos atraparla, más se escapará y que si la dejamos a sus aire, será ella quien venga a buscarnos, aunque el mudo se acabe, aunque se extinga la raza humana. 

Pero el ser humano es caprichoso, y mira tú por donde, todos nos encaprichamos con eso de ser felices.

Hace poco, hablando con una amiga a quien Pablo Acebal, cantante de Blow, dedicó esta canción en la intimidad de una comida entre amigos, la escuché decir algo muy bonito, y es que a ella, mujer pizpireta y alegre donde las haya,  lo que le hace realmente feliz es ver felices a los suyos. Y eso es algo que también comparto, pues no solo sufro por ver sufrir a la gente que quiero, sino que realmente me siento feliz cuando veo a alguno de los miembros de mi tribu de familiares y amigos sonreír de oreja a oreja y suspirar evidenciando que está disfrutando de ese regalo que es vivir. Hay que ver. Cuanto me gustan las sonrisas y cómo me ha costado recuperar la mia.

Agarrémonos a esos momentos mágicos en los que una conversación, un abrazo, un beso, una caricia, una copa de buen vino con la persona adecuada o ese manjar que alguien se ha molestado en preparar para verte disfrutar al saborearlo, nos hacen sentir felices. Se acabarán los besos, los abrazos, la botella de vino o el plato de esa delicatesen, pero no por ello se marchará la felicidad. Tan solo nos pedirá un respiro para volver de nuevo con más fuerza.

Quiero mucho a la gente que quiero, y aunque solo sea por egoísmo, pues seré feliz al verlos felices, rezo para que desborden felicidad, alegría e ilusión.

Y  no deseo ningún mal a nadie, pues también sé que incluso aquellos que me han causado el mayor dolor conscientemente, tendrán que sufrir el castigo con el que la vida decida sentenciarlos, y yo no soy quien para ejercer de verdugo. Además el rencor envenena, y perdono por salud mental, no por bondad, porque el no perdonar y el guardar rencor al único que perjudica y envenena, será a mi.

Hacedme un favor, queridos lectores: sed muy felices.



miércoles, 7 de agosto de 2024

Con la misma piedra


Acostumbro a tropezar siempre con la misma piedra, y la verdad es que ya debería haber aprendido a ver venir el golpe, porque llevo tropezando con ella desde los quince años.

Quizás esta alta intensidad que define mi existencia es la culpable de que caiga y me levante una vez tras otra para volver a caer, y volver a levantarme, porque otra cosa no, pero peleón soy un rato, casi tanto como patoso, y quienes siguen este blog están hartos de leer en la mayoría de mis textos (formen parte de mi cuaderno de bitácora o de mi selección de relatos de todo tipo) , que rendirse nunca es una opción.

Encontré un refugio y una luz al final del túnel en la literatura. Todo comenzó leyendo, como siempre, porque he leído y leo mucho, y son muchos los libros en los que me he sentido comprendido y orientado, pues en ellos, sus protagonistas también estaban perdidos, confusos y doloridos, y los distintos autores que los dieron vida supieron escribir además la salida para sus problemas, la luz que los guiara en sus sombras y el color que maquillara los grises del paisaje de sus vidas.

No sé como hacerlo mejor, no encuentro la manera de dejar de ser un error con patas, y eso me llevó a comenzar a escribir, a idear un universo en el que mis alter egos encontraran la vía de escape, la certeza en sus decisiones y la verdad en unos labios de mujer. Pero vivir una vida real más allá del negro sobre blanco es otra cosa.

Y es que esa enorme piedra contra la que acostumbro a estrellarme a pecho descubierto, sin casco y sin protección de ningún tipo, es el amor.

Para mi desgracia soy tan pasional como sentimental, romántico y enamoradizo. 

Suelo decir que soy el tipo más enamoradizo del universo conocido y del que queda por conocer, pero con la edad he aprendido que muchas de las cicatrices de mi corazón, no nacieron de lo que yo creía amor, sino del no saber ni querer estar solo, y de besar hasta por necesidad los primeros labios que me dijeron "ojitos azules tienes" o que impostaron un "te quiero" (que es la expresión más maravillosa cuando realmente nace del corazón, o más demoniaca cuando nace del interés).

No sé si llegaré a optimizar las experiencias, a construir un futuro con bases sólidas, a escapar del laberinto de túneles angostos y oscuros donde acostumbro a adentrarme. No sé si llegaré a sanar mis emociones, pero cuesta mucho avanzar y dejar de asentir con la cabeza conteniendo las lágrimas cuando una mujer me vuelve a  decir que se ha dado cuenta de que nuestra historia fue un error, o  sencillamente busca un sustituto adecuado con el que conseguir lo que necesita y yo no supe o no pude darle.

Siempre he creído firmemente que en todas las relaciones humanas, sean del tipo que sean, hay tres cosas que no pueden fallar, a saber: el respeto, la confianza y la buena comunicación.

Poco a poco y a base de muchos golpes he aprendido a dar y a exigir estas tres cosas, y es curioso, porque hay quien las comparte sin problema alguno y quien se resiste a aportar alguna de ellas, pero yo me empeño en pensar que podré hacer que la historia funcione sustituyéndolas por otras que me llenan, aunque tienen fecha de caducidad y terminan haciendo daño, generalmente atracción, deseo, pasión, comodidad o falsa seguridad. 

Me esfuerzo en aprender, quiero aprender. Me esfuerzo en querer bien, y necesito que me quieran bien, no que me quieran mucho.

Puede que todo termine llegando, incluso lo bueno.

Puede.