domingo, 14 de enero de 2024

Demasiadas cicatrices


 Me despertó lo que creí una extraña presión en el pecho y un gélido aliento sobre mi rostro. Miré el reloj y las agujas indicaban que eran poco más de las cuatro de la mañana. Demasiado pronto para levantarme incluso para mi, por lo que me di la vuelta, introduje los brazos bajo la almohada y busqué la postura perfecta para volver a entregarme a Morfeo. Pero no iba a ser tan fácil.

—Haz el favor de escucharme un momento—resonó alto y claro en mi cabeza—.Creo que me he ganado al menos el poder exponer mis argumentos.

Rápidamente realicé un barrido de los recuerdos del día anterior y de lo que hice antes de acostarme. No había bebido más que dos copas de verdejo, y ambos durante una deliciosa cena completamente vegetariana y ligera en buena compañía. No hubo posterior vaso de whisky ni mucho menos sustancias tanto legales como ilegales que hubieran podido confundir mi psique. Aquello estaba pasando de verdad.

—Pues tu dirás—dije en voz alta pensando que nadie me contestaría—,pero haz el favor de decirme primero quien se ha tomado la libertad de despertarme a estas horas.

—Me llamo Iván Pinacho—contestó una nítida voz en el interior de mi cabeza—soy inspector del grupo de homicidios de la policía de Valladolid, me creaste hace más de cuatro años y desde entonces te he acompañado en diferentes relatos, en un par de novelas publicadas y en la que estás a punto de terminar y publicaras en tres meses.

Buenos bien, pensé para mi. Lo que me faltaba. Se conoce que la crema de setas con la que aliñaron las berenjenas a la plancha debía de llevar trazas de algún hongo sicotrópico que me estaba pasando factura.

—Y aunque yo si que lo sea, esta conversación no es producto de tu imaginación—insistió la voz—, así que haz el favor de explicarme porqué coño has decidido matarme en la página 270. 

—Te has pasado de listo, Pinacho, ni he decidido aún terminar contigo ni mucho menos el número de la página en la que lo haré. Esto no funciona así—dije realmente enfadado— Si bien mi primera editora me enseñó a levantar andamios en la construcción de una novela, tan solo se refería a esquemas de personajes, de trama y de giros de guion, no a marcar por adelantado el número de la página en la que sucedería esto o aquello. Por si no lo sabes yo escribo a golpes de inspiración.

—Y a golpes has decidido terminar con mi carrera profesional, con mis ilusiones y con mi vida en tu universo paralelo.—contestó Pinacho indignado y visiblemente ofendido—. Manda cojones, Pizarro, que me has permitido resolver casos, enfrentarme a las situaciones más complejas y peligrosas y salir airoso de ellas, conocer a distintas mujeres de las que hiciste que me enamorase como un gilipollas y tras romperme el corazón, ahora simplemente has decidido que ya está, que ya sobro, que ya no tengo sentido ni continuidad en tu obra y me vas a pegar dos tiros en el pecho, concediéndome eso si, la gracia de fallecer en brazos de aquella que creí que podría ser mi eterna compañera. ¿Qué coño te habría costado escribirme un final feliz y permitirme besarla?—preguntó el imaginario inspector de homicidios realmente enfadado —ya no te digo que me escribas el más impresionante orgasmo a su lado, ni la sensación que se experimenta al saber que verdaderamente estás haciendo el amor, y no gimnasia, pero por lo menos permíteme que en nuestra realidad paralela, pueda cortejarla, conquistarla y regalarle una eternidad de amor, de respeto y de proyectos comunes. 

—A ver, listillo —me enfadé yo también—esa sensación de la que hablas me supuso demasiadas horas de "gimnasia" como tu dices, de mentiras de confusiones y de desengaños, y la verdad es que creo que aún no he sabido describirla en negro sobre blanco, simplemente late y perdura en mi corazón, y con su recuerdo restituye el tejido dañado en mi alma y elimina todas las cicatrices que otras mujeres dejaron.

Y en cuanto a lo de que te voy a pegar dos tiros en el pecho, pues mira, si te soy sincero lo pensé la semana pasada, pero ya sabes que siempre escribo mojando la pluma en el tintero del alma, y en ese momento estaba muy descolocado y realmente triste, por lo que no se me ocurría un mejor final para ti.

—Vete a tomar por el culo—gritó en mi cabeza Pinacho—si tienes problemas en tu vida no es cosa mía. ¿No eres tan peleón?¿No te cansas de escribir que rendirse no es una opción? pues soluciónalos, deja de lloriquear y no lo pagues conmigo. No es justo—zanjó con rotundidad.

Y lo peor es que no le faltaba razón. De alguna manera Pinacho se convirtió desde el principio en mi alter ego y en él deposité mis ilusiones, mis esperanzas, mis valores y mis anhelos. Y me lo iba a cargar porque en estos años, desde que lo creé, he perdido demasiadas ilusiones y he sufrido los desengaños más duros. Pero es verdad, él no tiene la culpa.

—Muy bien, rubio—dije con cierto cariño—déjame que le de una vuelta al final de la novela que cierra esta trilogía, pero no te prometo nada. Ya se verá. Y ahora déjame dormir, anda, que esta semana va a ser muy completita y tengo mucho que hacer.

—Muy bien, Pizarro. Me voy —anunció con voz más tenue—. Pero a ver si es verdad eso que dices de que todo termina llegando, incluso lo bueno.

Y  os prometo que así ha sido, y hace menos de una hora que me he levantado recordándolo todo con detalle. Igual estoy loco, igual no. Igual aquella lesión cerebral que me llevó a unos minutos de muerte clínica y a casi una semana en coma, me ha dejado secuelas que la ciencia no es capaz de comprender. Igual mis personajes viven en mi, como el amor, como mis emociones más intensas, como ELLA.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

No le falta razón a Pinacho. Ponte más en su pellejo y no descargues tu ira y contradicciones con él, o te seguirá atormentando. Y dicho desde el cariño.

lacantudo dijo...

Desde el cariño lo recibo, y desde el que cariño lo agradezco. Y si... aunque suelo utilizar la escritura como terapia y buscar la parte curativa en esa catarsis emocional que realizo escribiendo, es cierto que mis personajes nacen y viven en mi psique y debo cuidarlos, pues si no cuido de ellos, no cuido de mi. Y bastante me torturo ya conscientemente como para que mi inconsciente se sume a la fiesta.