lunes, 15 de enero de 2024

Cuentos

 


Este cuentecito nació anoche como post en mi muro de Facebook. Podría decirse que se escribió solo, porque apenas le dediqué un par de minutos. Simplemente sentí la necesidad de abrir en el teléfono esta red social y de escribir un post inspirado por aquello que me golpea a diario el alma: el recuerdo de aquel gato que marcó mi vida y del de la mujer que me enseñó lo que era el amor. A veces y como ya he dicho en más de una ocasión, escribir es una necesidad vital.


Gatete era un gato muy especial a muchos y muy distintos niveles. Eterno adolescente, enamoradizo y golfo en igualdad de proporciones, muy sentimental y excesivamente emocional, adorable compañero y fiel amigo, amante de las letras e incondicional de la literatura. Lo que viene siendo un adorable minino.

No hace mucho, preocupado por ver a su humano de compañía sufrir por la pérdida que le marcó a fuego el corazón, pensó cómo podría ayudarlo y al encontrar la forma, trazó un plan y se puso patas a ello.

Recordaba perfectamente haberlo leído en uno de los muchos libros que el humano que lo acogió de cachorro almacenaba en el desván, y durante semanas cada noche se entregó a la incansable lectura desesperado por no encontrar en cual lo hizo.

Con cada amanecer sentía que se le desprendía un trozo de alma y que no conseguiría encontrarlo a tiempo.
Una noche fría y tormentosa, cuando todo parecía perdido, la luz de los relámpagos iluminó al fin la verdad que daba sentido a todo, y que devolvería la ilusión y la sonrisa a aquel que le regaló una vida feliz cuando su madre murió, su padre lo abandonó y nadie lo quiso: "solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos".
Arrastró con los dientes el libro abierto por la página donde esa frase destacaba entre todas y lo llevó hasta los pies de la cama en la que su humano de compañía intentaba inútilmente conciliar el sueño una noche más, con el corazón roto y los ojos vidriosos. Al escuchar ruido en la habitación, este encendió la luz de la mesilla y cuando vio el libro abierto en el suelo se levantó a recogerlo y leyó la frase que su gato había subrayado con las uñas. Entonces comprendió que solo si aprendía a mirar con el corazón, encontraría sentido a su vida.
Observando todo agazapado bajo la mesilla de noche, el gato sonrió al ver que había funcionado, y no pudo evitar que un pequeño maullido de felicidad delatase su posición.
El humano dejó "El principito" sobre la cama, se agachó muy despacio y tras tomar con delicadeza al adorable minino con el que compartía el hogar, lo estrechó entre sus brazos y lo besó en la frente.
El ronroneo del animal se convirtió en la banda sonora de la primera noche en la que el peculiar humano de bigote bicolor pudo dormir sin que el recuerdo de aquella de quien el destino decidió que se despidiese para siempre le despertara angustiado.
FIN

Y colorín colorado, el espíritu de Gatete ha vuelto a quitarme el teléfono y a escribir un cuento en mi muro.

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