Relato escrito para el taller de orientación y creación literaria "La literatura salva vidas", con el fin de mostrar a los integrantes cómo poder dotar a los textos de vida propia, de evolución y de sorpresas. Y como la forma de escribirlos y puntuarlos puede ayudar a que el lector se sumerja en la lectura y experimente sensaciones reales como ansiedad y agobio.
Los invitados se colocaron a ambos lados de la sala en dos hileras que desde la puerta de acceso llegaban hasta la mesa donde se oficiaría la ceremonia.
El novio esperaba impaciente meciéndose sobre sí mismo como un rabino durante la lectura sagrada del Talmud. Unas gotas de sudor le caían por la frente evidenciando su estado de nervios. Al percatarse de ello, un alma caritativa le hizo llegar un par de Valium y un vasito de agua. Sobradamente conocedor del efecto relajante de las píldoras, equiparadas por algunos científicos al de un orgasmo, el futuro hombre más feliz del mundo dio buena cuenta de ellos en el acto y, trató de aflojarse el cuello de la blanca camisa que lo aprisionaba en exceso cortándole la respiración. La misma alma caritativa que le proporcionó los ansiolíticos le ayudó a soltarse un poco la camisa y le animó con un par de oportunas y necesarias palabras de aliento. La novia entró en la sala acompañada por su padrino, quien sonriente y visiblemente emocionado por el acto, la sujetaba fuerte del brazo como si temiera que fuera a salir corriendo o que sufriera una crisis de ansiedad. Al ver aparecer a la hermosa mujer vestida también de blanco inmaculado, todos los presentes prorrumpieron en espontáneos aplausos y vítores. Al llegar a la altura del novio, ambos contrayentes sonrieron y flanqueados por sus respectivos padrinos, caminaron juntos hacía el sí quiero. Era una ceremonia civil muy especial, oficiada por una autoridad de la institución que ratificaría legalmente y a todos los efectos el enlace. El hombre, que vestido con un impoluto uniforme azul, tratando de aportar informalidad y frescura a su papel en el evento, con tono amable y cariñoso comenzó a pronunciar las frases de rigor,y les pidió a ambos que se prometieran ser fieles en la salud en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza y hasta que la muerte los separase. Tras realizar la promesa, el novio pronunció unos votos escritos por el mismo que por su sinceridad emocionaron a los presentes y mucho más aún a la novia. Tras escucharlos con lágrimas de felicidad en los ojos, la novia pronuncio los suyos nacidos de un idéntico amor y una igual sinceridad. Cuando los padrinos mostraron los anillos que certificarían el enlace y el más joven de entre los asistentes aportó una caja con las arras, el oficiante los declaró unidos en matrimonio y los autorizó para besarse. Los padrinos procedieron entonces a liberar a los contrayentes de sus camisas de fuerza y se retiraron unos pasos sin perderlos de vista por si las moscas. Con la misma precaución, el guardia jefe de seguridad que había oficiado la ceremonia, abandonó su lugar acercándose un poco y soltando la hebilla que impedía que una mano habilidosa pudiera arrebatarle la defensa o los grilletes en un momento de descuido y dejando ambos utensilios listos para su uso. Los novios, libres de sus ataduras se besaron con pasión durante unos segundos. Al despegar su labios y en el momento más emotivo del enlace, el novio se abalanzó sobre su padrino, el enfermero que le había suministrado los calmantes golpeándolo con extrema dureza y, la novia se lanzó al cuello del doctor que la había acompañado hasta el altar arrancándole un trozo de carne a mordiscos . Era la señal. El resto de los invitados del pabellón de máxima seguridad cargaron sobre el guardia que ofició la ceremonia y sobre los otros dos agentes de la misma empresa privada que controlaban el acceso a la sala elegida para el evento, utilizando sillas y todo tipo de elementos contundentes del mobiliario de la sala como armas. Pocas semanas después de aquella revuelta que terminó con la vida de seis trabajadores del centro psiquiátrico entre personal sanitario y de seguridad, los recién casados comenzaron su luna de miel, aunque separados en distintas celdas de aislamiento y esperando a que según la sentencia dictada por un implacable jurado popular y aprobada por el gobernador del estado, la muerte por inyección letal consiguiera separarlos.
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