lunes, 28 de agosto de 2023

Siempre pago mis deudas, mamá


 O al menos lo intento, aunque la que contraje contigo es impagable.

Siempre escribo desde el corazón, quizás porque de ti aprendí que solo desde el corazón puede salir lo más hermoso.

Llevo años escribiendo, muchos años ya, y desde el primer cuento torpe y mal escrito con el que emborroné una cuartilla en tercero de EGB, a principios de los ochenta, papá y tu me animasteis a hacerlo y fomentasteis mi ilusión, mi pasión y mi vocación. Luego llegaron los premios y las primeras publicaciones, las presentaciones de libros, las entrevistas en prensa, las apariciones en televisión, y al respirar y relajar la mente pude sentir que por encima de todo y más allá de lo aprendido y trabajado en cuanto a estilo y forma, todo lo que había de bueno en mi prosa había nacido de vosotros, os lo debía a vosotros.

Quizás no supe corresponder a vuestro amor infinito, a vuestra infinita paciencia, a vuestro infinito perdón y a ese infinito número de oportunidades que decidisteis concederme para intentar hacer de mi un hombre bueno. No fui precisamente el mejor de los hijos y aunque siempre os quise y traté de hacéroslo saber, no he estado a la altura de la confianza que depositasteis en mi, de la inversión en cariño, educación, recursos, cultura y experiencias, de cada uno de vuestros buenos deseos y de todo cuanto os debo pues fuisteis y sois (papá por desgracia, ya desde el recuerdo) mucho más de lo que merezco.

Siento que no he dejado de fallaros y que he despilfarrado todas las oportunidades sin detenerme a pensar que más allá de equivocarme, de errar sin reparo y de limitar el futuro que se me abría por delante, os desilusionaba, os decepcionaba, aunque nunca me lo hayáis dicho.

Pero como dice el refranero popular, la letra con sangre entra, y la vida se encargó de abrirme los ojos reventándome el cráneo contra el asfalto, de frenar mi alocada carrera, de vestirme con ese traje de necesaria madurez que ocultaba tras otras muchas prendas en el fondo del armario, de  enseñarme el verdadero significado de las palabras familia y amigo y de ayudarme a crecer de una puta vez.

De ti aprendí que obras son amores y no buenas razones. Que una madre es en efecto el único tesoro que tenemos los pobres y que no hay nada más cálido ni más reconfortante que un abrazo materno.

Y es curioso, porque me lees, lees los borradores de mis novelas, los relatos que presento a concursos o que publico en antologías, lees este blog  y te has hartado de leer textos y poemas en los que he declarado mi amor a distintas mujeres. Has conocido a un buen número de ellas (hasta el punto en el que llegaste a decir que no querías conocer a más) y me has visto hacer todo tipo de estupideces por amor. Igual, tu si que me conoces como si me hubieras parido, y sabes como soy, como me entrego a las emociones y como me dejo llevar por los sentimientos, pero creo que nunca has leído un texto en el que escribo públicamente lo mucho que te quiero, y pese a que habrá algún imbécil que pretenda ridiculizarme, tacharme de ñoño o incluso cuestionarse mi virilidad tras leer este texto, francamente querida, me importa un bledo.

El tema que encabeza esta entrada, me lo descubrió emocionada una de las mujeres que más quiero en este mundo. Se emocionó al escuchar esta canción porque su hijo se lo puso un día sin venir a qué, simplemente porque quería decirle que la quería y este rapero supo hacerlo por él. Y mi amiga, que ante todo y por encima de todo, es madre, me la mostró con orgullo y con los ojos vidriosos.

Recuerdo que hace un par de años te dije una noche, "mamá, tu sabes que te quiero mucho, ¿no?" y te asustaste porque creíste que me pasaba algo, que me habían encontrado una nueva secuela de aquella catastrófica desdicha, o que el tabaco  me había pasado factura en forma de tumor o algo así. Y no...no me pasaba nada. Simplemente me armé de valor para decirte que te quería, porque me pesa cada día el que por ese absurdo machismo generacional con el que crecí, y por el cual  los chicos no mostraban sus sentimiento en público y no decían ciertas cosas que se consideraban femeninas, no supe decírselo a papá antes de su muerte. Pero papá era el tipo más inteligente que conocí, así que entiendo que lo sabía sin necesidad de haberlo verbalizado.

Aún tienes un buen número de años por delante, aún tendré tiempo para demostrártelo y aún podré pagar mi deuda o esforzarme en intentarlo al menos. Aún supongo que sin pretenderlo y sin quererlo volveré a cagarla alguna vez y meteré de nuevo la pata, pero no olvidaré nunca vuestras enseñanzas, vuestra educación, vuestros valores, vuestro sacrificio y vuestros principios. Y lo que nunca podré olvidar por muchos golpes que me de en la cabeza, es que tú fuiste lo primero que vi cuando desperté del coma, y que pese a haber olvidado todo, tu rostro no lo olvidé jamás.

Hala...ahora pide una botella de chupito de insulina, porque sé que este texto no es apto para diabéticos.

No hay comentarios: