Y es que ahora que estoy en un momento absolutamente reflexivo y que trato de escucharme, conocerme y hacerme caso, me estoy dando cuenta de que el tiempo pasa, y de que las vidas son finitas(hasta para los gatos).
Ya me acerco peligrosamente al medio siglo y aunque el pasado 24 de julio cumplí 49 primaveras, creo que es ahora cuando comienzo a tomar conciencia de que me he convertido en un hombre (bajito, pero hombre al fin y al cabo).
Obviamente me refiero a hombre es su acepción de homo sapiens varón adulto. Este termino nada tiene que ver con reivindicaciones de género ni con alardes de masculinidad. Simplemente me cuesta escribir que soy ya un señor, o un tipo mayor, o un madurito, o cualquiera de esos sinónimos que se barajan socialmente.
Hace muy poco (o al menos me lo parece a mi) aún veía la senectud como algo terriblemente lejano y aún me escondía tras el famoso síndrome de Peter Pan, para camuflar mi falta de responsabilidad y de madurez. Pero en el momento en el que he decidido coger el toro por los cuernos y enfrentarme a mis demonios, me he percatado de que me asusta el darme cuenta de que el tiempo pasa y de que ya nunca volveré a ser el chaval de sonrisa pícara, porque me he convertido en un señor de sonrisa irónica o incluso peor, de sonrisa huidiza en muchas ocasiones. Mientras siga sonriendo aún no estará todo perdido, y aunque mi sonrisa no alcance la belleza y la inmensidad de algunas sonrisas que recibo de vez en cuando, al menos podré demostrar con un gesto facial que le estoy muy agradecido a la vida por darme segundas oportunidades y al destino por haberme rodeado de personas maravillosas.
Dicen que el tiempo es lo único que no puede comprarse con dinero y que es el bien más preciado que tenemos. Por eso mismo valoro y agradezco de corazón el que mi gente está dispuesto a compartir conmigo, a regalarme y a disfrutar a mi lado.
Tengo la suerte de ser muy rubio, por lo que las canas que peino apenas se identifican y sobreviven confundidas entre los claros cabellos. Lo de tener el bigote de dos colores es algo con lo que vivo desde que comenzó a asomar sobre mi labio superior y lo asumo como un rasgo de personalidad y un identificador muy curioso, y no como una evidencia de que hace muchos años que se me permite participar de la fiesta de la democracia, comprar alcohol en los comercios, sacarme el carné de conducir o solicitar la licencia de armas de fuego.
Y no me pesa ni me preocupa el seguro deterioro físico. No me supondrá excesivo problema enfrentarme a la obsolescencia programada con la que todos llegamos al mercado. Me duele mucho más ver que aún no he tenido hijos (sé como se hacen, lo he visto en películas), que aún no he escrito la novela que quiero escribir (aunque Inocentes promete) y que tardé más de cuarenta años en descubrir lo que era el amor, después de haberlo confundido en demasiadas ocasiones, para aprender lo increíblemente especial que es este sentimiento y lo que se sufre cuando se te escapa entre los dedos.
He perdido a seres maravillosos que bien se fueron sujetos a su fecha de caducidad, o el destino quiso arrebatármelos antes de cumplir el cupo de años concedido, pero el caso es que ya no están y no han de regresar. Aunque mi fe y mi creencia me asegura que un día volveré a encontrarlos (si me gano esa suerte).
Soy un tipo muy muy afortunado y tengo a mi lado a muchas y muy especiales personas. Ellos (los chicos) al igual que yo, van acusando los años (aunque gracias al cielo no hay que señalar problemas serios de salud, tan solo canas, entradas, tripitas y achaques varios), y ellas(las chicas) al contrario y como los buenos vinos, ganan con la edad y están cada día más bonitas y más lozanas. Pero en sus ojos se puede ver también que confiesan que han vivido, y algunas se han visto obligas a vivir cosas y situaciones que no deberían haber vivido y, a descubrir que durante mucho tiempo, demasiado quizás, durmieron con sus enemigos.
Solo pido hoy, que lo me resta de vida sea propicia, y prometo esforzarme en poner los medios para hacer de este tiempo un lugar ameno. Y para dejar el mejor de los recuerdos el día que me toque volver a fichar donde por fin sabré a que huelen las nubes.
Mientras tanto, aquí me tendréis.
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