Desde luego este poeta urbano y yo nos hemos peleado con los mismos monstruos y hemos enfrentado demonios muy parecidos. En muchos de sus temas me encuentro con frases que firmaría con los ojos cerrados, y en este que encabeza el texto he podido subrayar con el fluorescente del alma demasiadas certezas y tan solo una discrepancia.
Quizás ha llegado el momento de pensar más y sentir menos. Sé que eso va a ser jodidamente difícil, pero voy a dejar de escudarme en lo emocional, de refugiarme en el burladero del corazón y de ocultarme en la trinchera de los sentimientos extremos. Sé que nunca conseguiré adormecer el espíritu, y que de alguna manera no podré limitar mis emociones, pero sí puedo aprender a que no me dominen.
Ayer experimenté una sensación muy desagradable, cuando estando rodeado de buenos amigos, de gente que me quiere de verdad y que se preocupa por mi, en lugar de disfrutar de su cariño y del momento de felicidad gratuita que me regalaron con su bote común de sonrisas y de miradas balsámicas, me evadí para refugiarme en todo aquello que echaba de menos, en todo lo perdido y en todo lo sufrido. Y adulteré el momento con la droga de la autocompasión y con el jarabe tóxico de la tristeza, que no es más que un expectorante que te hace toser angustia y malos pensamientos. Y me fui a la cama sintiéndome un hombre incompleto y un perdedor, Pero esta mañana he abierto los ojos viendo un nuevo sol, una luz que ilumina mi verdadero yo y que me invita a caminar sin miedo, sin angustias ni penas, sin traumas, frustraciones ni ecos de un pasado que no ha de volver.
Fui tan estúpido que le dije a una persona que me quiere y a la que quiero mucho, que yo no había pedido esta segunda oportunidad, que no sabía de quien había sido la idea de dejarme seguir aquí.
Pero se acabo. He comprendido que mi felicidad depende de mi, que tengo que dejar de buscarla en otra parte, que soy un puto privilegiado y seguramente el tipo más afortunado del universo conocido. Voy a hacer que esta nueva temporada merezca la pena. Y voy a poner los medios. Voy a pensar y a sentir lo mismo que antes, pero voy a intentar maridar ambos ingredientes, cerebro y corazón. Armonizados en su justa medida conseguiré darle el sabor perfecto a este guiso que es vivir. La receta perfecta no la he encontrado en ninguna parte, y juro que no he dejado de preguntar por ella y confundido creí que tenía nombre de mujer, pero soy un tipo creativo cuando me enfrento a los fogones y será un placer compartir esa felicidad con la persona adecuada, pero ya no esperaré encontrarla en una compañera de vida, si no en mi. Sabré hacerlo. Esta mañana he sentido que las revelaciones que te pueden cambiar la vida nacen de uno mismo y que hay que aprender a escucharse, a valorarse y a quererse. Y a dejar de echar la vista atrás para lamentarse de los errores y de las injusticias. Ambas cosas son pasado, y tengo por delante un futuro tan prometedor como yo quiera. Esta mañana he sentido que como canta El Chojin, "Un nuevo yo despierta". Y que "Avanzo" y que no dejaré de hacerlo a no ser que mi estúpida necesidad de hacerme daño vuelva a ponerme freno. Se acabó. No quiero hacerme daño. Quiero avanzar y sé que si me lo propongo llegaré tan lejos como se me antoje.
Hoy me he descubierto tan positivo como valiente en la búsqueda de ese santo Grial que se oculta en mi interior y que me permitirá beber el cáliz de vida plena que tanto necesito. Puedo escribirme en un relato el mapa que me conduzca hasta el cofre que lo encierra y dibujar con los versos de un soneto la llave que lo abra y me permita extraerlo. Soy capaz de todo lo que me proponga. Voy a dejar de esconderme de mi, y me voy a obligar a ser feliz porque a veces parece que serlo es lo que realmente me asusta. Se acabaron los miedos absurdos. No va a ser fácil, pero puedo con eso y con más. Y ya va siendo hora.
La verdad es que no pienso disculparme por ser como soy. Tengo la conciencia muy tranquila y puedo dormir por las noches sin reprocharme más que el tiempo perdido, y el no haber aprovechado cuantas oportunidades se me concedieron, que fueron muchas, más de las merecidas. También me reprocho el haberme dejado algunas cosas en el tintero, cosas tan importantes como el no haberle dicho a mi padre lo mucho que lo quería y por el contrario habérselo dicho a quien no lo merecía. Pero como les digo a los estudiantes en mis conferencias, en la vida no se puede rebobinar, por lo que ya no acostumbro a decirlo. A no ser que realmente lo sienta y no pueda contenerlo dentro de mi pecho, que necesite compartirlo y que la persona que lo escuche de mis labios merezca esas palabras que son la expresión más profunda de mi sinceridad absoluta. El te quiero se suele utilizar muy a la ligera, bien como moneda de cambio, como el medio para conseguir algo, para ocultar un engaño o una dolorosa verdad, o simplemente para zanjar una discusión a falta de argumentos válidos. Me tortura no habérselo dicho a quién merecía más que nadie oírlo, y sin embargo haberlo dicho a quien nunca debió escucharlo. Pero claro, más allá de que lo merezcan o no, el que quiere soy yo, y lo que hago es verbalizar el sentimiento. Pero he aprendido que muchas personas confunden la sensibilidad con debilidad, y al abrirles tu corazón las estás entregando las llaves de tu refugió secreto, de las puertas que abren la sala donde conservas tus secretos, tus tesoros y los recuerdos de los momentos más hermosos. Y en ocasiones facilitas la entrada a quien tan solo quiere desvalijarte y arramblar con todo lo que pueda llevarse, ensuciando las estancias y arrasando con todo, destrozando aquello que no pueda robar y arrancándote un pedazo del alma, justo el trozo que nunca podrás regenerar y que te dejará un espantoso muñón en el aura, lo que te hace caminar tullido por el resto de los siglos.
No soy un hombre normal, lo sé. No soy el prototipo de macho ibérico, y no solo por mis rasgos físicos, que de macho ibérico tienen poco, sino porque desde mi más tierna infancia elegí un camino distinto al que suelen recorrer los hombres de mi generación. Más allá de que ya entonces prefería refugiarme en la lectura de un libro a pegarle patadas a un bote, nunca me entusiasmaron los coches, las motos (mira tú por donde) ni nada reaccionado con la velocidad. Aún a fecha de hoy ninguna cosa se me antoja más aburrida que sentarme ante una pantalla a ver como coches o motos dan un montón de vueltas al rededor de un circuito. Y ojo, que entiendo que para muchos sea algo emocionante y entretenido, y no lo critico en absoluto, supongo que tendrá su arte y su cosa, pero a mi personalmente me parece un aburrimiento.
Tampoco me apasiona particularmente ver un partido de futbol o de baloncesto (o bueno...de lo que sea, la verdad, soy más de deportes en solitario como nadar o trotar). De hecho si entro en un bar a tomar algo con un amigo y tienen puesto el futbol, no tardaré mucho en beberme lo que sea (aunque el café abrase o el vino necesite litros de "mejorante la Casera") y salir de allí buscando un lugar donde escuchar lo que mi amigo tenga que decirme sin que deba esperar para hacerlo al fin de la primera parte.
Me gusta escribir, más que cualquier otra cosa, pero también me gusta (y mucho) caminar, viajar, conocer lugares especiales donde la inspiración te asalta de improvisto y mil historias te vienen a la cabeza. Adoro la música (no podría vivir sin una canción, igual que no podría vivir sin un libro) y en general todas las expresiones artísticas, por lo que soy asiduo a conciertos, representaciones teatrales, espectáculos de danza, recitales y lecturas públicas.
Siempre me gusto la cocina pues creo que es también un medio de expresión y una forma de darle rienda suelta a la creatividad. Y además es genial ver que has acertado con el guiso y que los comensales para los que te has esmerado en preparar algo con el mayor de los cariños en la receta, disfrutan con cada bocado. Si a eso le sumo mi afición por los buenos vinos y por dar siempre con el maridaje perfecto para cada plato, pues apaga y vámonos. Una cosa llevó a la otra y comencé a interesarme por los cócteles y el maravilloso mundo del gin tonic. Aprendí a preparar bebidas y me ilusioné con eso de dar con el trago perfecto para cada persona, pero aún no he llegado al extremo de echar brócoli ni acelgas en una copa de balón con mucho hielo a la que añadir ginebra de importación de a cojón de mico la botella, y tónica de colorines.
No soy un rarito, tengo mis cositas, como todo el mundo, pero me considero una persona asequible y abierta, dispuesta a trabajar la amistad y propensa al enamoramiento, con el peligro que eso conlleva, pues de cañas somos todos encantadores, y amigos de verdad se pueden contar con los dedos de las dos manos, y mujeres que me hayan amado como yo las amé a ellas, con mucha suerte con los de una (por supuesto sin contar con el anular que se mancilló con un anillo que simbolizaba algo que terminó siendo la más cruel de las traiciones) .
El amor...el puto y maravilloso amor. Siempre presente en mi, en mis textos en mis vidas, en mis lágrimas y en mis sueños. No sé quien coño me maldijo con esto del amor. Una vez escribí que siento que he he nacido para amar, pero no para ser amado, y no sé porqué el destino decidió cruzarme con aquella con la que se divierte haciéndome coincidir una reencarnación tras otra para luego separarme de nuevo de sus labios y dejarme con cara de idiota lamentando mis errores y mi falta de acierto. Igual la cara de idiota la llevo de serie pues la he ido perfeccionado a lo largo de los siglos y aunque tengo ojitos inquietos y curiosos, de alguna manera muchos deben darse cuenta de esa estupidez trabajada con esmero, y al notarlo se frotan las patitas porque han encontrado otra víctima para sus desmanes. Da igual. Allá ellos (y ellas, of course, que soy muy paritario) y sus conciencias.
Adoro los animales. Me despiertan una ternura, un cariño y una simpatía que pocas personas son capaces de despertar en mi. Y los gatos y los perros me robaron el corazón hace ya mucho tiempo y siempre comparto mis días con algún ejemplar de una de estas especies, o de las dos. Pero todas las especies animales (hasta las más viscosas, voraces y peligrosas) merecen mi respeto.
Y la flora. De un tiempo a esta parte estoy aprendiendo mucho sobre árboles, plantas, flores y demás seres que acostumbramos a considerar adornos, y la verdad es que estoy flipando.
Cómo ya escribí en uno de los libros publicados no hace mucho, el ser humano en su prepotencia se considera la especie superior, pero a mi entender lo somos tan solo por saber matarnos más y desde más lejos, pues somos la única especie que destruye su ecosistema.
Me siento muy afortunado por poder aprender algo nuevo cada día, por poder leer nuevos libros o releer aquellos que marcaron mis pasajes más importantes, y también y por supuesto, por poder escribir los míos. Un día llegaré a ser el escritor que quiero llegar a ser, pero no puedo relajarme porque ese afán conlleva mucho esfuerzo, mucho trabajo y mucho sacrificio, como todo lo que merece la pena en esta vida.
No me importa ni me cuesta lo más mínimo poner por escrito aquello que me inunda el pecho, y en parte puede que esto sea lo que me hace sentirme diferente al prototipo de hombre de mi generación. Esto y que no me avergüenza decirle lo que siento a las personas que despiertan cosas hermosas en mi. Ni a quienes desatan mis demonios. He aprendido eso sí que la información es poder y que tengo que tener cuidado con lo que tolero, porque si no lo hago estaré enseñando como tratarme. Y ya estoy muy harto de que se me haga daño gratuitamente o por diversión o capricho.
Todos somos PAS dependiendo del momento, y ni tengo el monopolio del dolor, ni el de la extrema sensibilidad.
Mi vida, mis vidas, han sido y están siendo de lo más ricas en experiencias, en aprendizajes y en emociones. Y aunque estoy en un momento difícil, pues siento que ya he sufrido demasiadas pérdidas y no creo que pueda soportar mucho más, me agarro con uñas y dientes a aquello que me hace levantarme de la lona y prepararme para otro asalto.
Avanzo. Y un nuevo yo despierta siguiendo ese haz de luz que hace mis ojos brillar. Un día se lo contaré a mi yo de ayer y le diré que pese a todo, me levanté y caminé sin miedo a nada. Solo a su rechazo, a que cortasen de un único tajo el hilo rojo invisible que nos une y a que mi corazón se detuviese al intentar pronunciar su nombre y quedarme sin aire.
Vamos viendo, que es gerundio.
Y eso...que no voy a disculparme por ser como soy ni por sentir como siento, así que el que así lo desee que me vuelva a tachar de ñoño, de débil, invertido o de cualquier otra lindeza. Como dijo Red Butler, "Francamente querida, me importa un bledo".
Los dioses tomaron asiento con expresión severa en la cima de una montaña, que poco tiempo atrás era famosa por su nevada cumbre, y que ahora tan solo permitía a los escaladores un ascenso entre secas rocas aristadas desprovistas del menor copo de nieve.
Habían elegido aquel lugar como el ideal para reunirse con los seres fantásticos que habitaban la naturaleza, y que habían suplicado audiencia con los hados para poner fin al peligroso declive al que el ser humano había llevado al planeta con sus caoticas prácticas contaminantes y destructivas.
No todos los humanos eran iguales y duendes, hadas, faunos, ninfas, elfos y demás criaturas se entristecian al ver como muchos humanos intentaban frenar aquel castigo de los dioses, al que denominaron cambió climático, y se afanaban en tratar de salvar el planeta de una destrucción segura.
Los dioses, enojados y firmes en su decisión, declinaron terminar con los males en forma de incendios, sequías, erupciones volcánicas, terremotos e inundaciones enviados sobre la humanidad en respuesta al desprecio con que trataron el regalo recibido, un planeta construido con todo aquello que podría necesitar para evolucionar y vivir sin problemas. Se decidió en su momento que todos los dioses aportarían belleza y cariño en sus creaciones, y unos dieron forma a la fauna, otros a la flora, otros a las cordilleras, a los océanos y a las nubes. Todos colaboraron con regalos a la vida. Un dios decidió crear el grano y enseñó al ser humano a cultivarlo para que nunca le faltase sustento. Hubo un hado que se esmeró en sus presentes y creó el amor, la ilusión y la esperanza, y los repartió entre todas las especies naturales, aunque la humana creyó ser la única beneficiaria de sus dones y se instaló con soberbia allí donde se permitió que creciera su especie convirtiéndola además en la primera de entre todas las creadas de la nada .
Cuando tras la desilusión sufrida pro los dioses y el justo castigo elegido para la humanidad ya todo parecía sentenciado, y el fin llegaría inexorable, una joven ninfa de los bosques tomó la palabra y dijo así
— Creadores de todo. Apelo a vuestra infinita bondad y a vuestra infinita generosidad para que levantéis ya este castigo.
La humanidad no ha obrado bien, es cierto, pero esa también es vuestra responsabilidad pues le entregasteis el don del libre albedrío, y no quedasteis satisfechos con la libertad de sus actos, que derivó en confusión y errores imperdonables.
Al castigar al ser humano castigáis también vuestra generosidad y vuestra confianza, por eso os suplico que me permitáis enmendar sus fallos, orientarlos y enseñarlos a reconstruir lo devastado, a purificar lo corrompido y a regenerar lo perdido. Os prometo que elegiré bien a aquellos que de entre los suyos ayudarán a emprender el camino correcto y a recuperar vuestro amor. Yo misma me sacrificaré por su futuro y abandonaré mi forma inmortal para convertirme en una entre ellos y liderar el cambio, aunque al hacerlo sepa que me enfrentaré a su ignorancia, su odio y su desprecio.
—Y ¿Cómo crees que tu, una pequeña ninfa de los bosques sin apenas poder para conseguir que la mano del hombre respete sus dominios, podrás enfrentarte a las armas de una especie que antepone su desmedida codicia a la supervivencia de su mundo?–preguntó con desconfianza el dios más severo de cuantos acudieron a la reunión.
—Vamos viendo –contestó la pequeña ninfa con tal ilusión en la mirada y tal fe dibujada en su sonrisa, que hasta aquel dios furioso cedió ante la esperanza que transmitía el ser de los bosques.
Todos los dioses se apiadaron de su plegaria y le concedieron la oportunidad de reeducar a la humanidad y de intentar salvarla.
Al abandonar la reunión en la cima, la ninfa de los bosques, bendecida por los hados, descendió a la llanura con forma humana y comenzó su lucha. Desde aquel día vive entre nosotros y nunca cesará en su empeño. Nos está regalando futuro para nuestros hijos, a cambio de su vida inmortal.
Muchos, la inmensa mayoría de los individuos de la especie humana, no son capaces de reconocer su verdadera esencia y por eso tratan de condenarla al olvido. Se hace llamar Greta y ya son unos cuantos los que han decidido escuchar su voz, por el bien de todos.
NOTA DEL AUTOR
Dentro de poco escribiré el más feliz de los finales para este cuento. Un final en el que hemos sabido escuchar, y hemos decidido vivir en la tierra con respeto y el amor a lo que los dioses en su generosidad nos entregaron, y lo que la ninfa de los bosques en su valentía decidió que conservásemos.
Cuando el victorioso e inteligente Octavio Augusto decidió enviar veteranos de la legión X Gemina a fundar Emérita Augusta, Livia Flavia, la devota servidora de la diosa Diana que acababa de contraer matrimonio con el bravo general de las guerras de Britania, Lucio Galvano, ordenó a los esclavos que preparasen cuanto debería llevar con ellos en el largo viaje hasta Lusitania. Livia sacrificó dos bueyes en el altar del templo de Diana y se despidió de cuantos familiares y amigos pudo, antes de embarcarse junto a su marido y sus soldados en la nave que los llevaría desde Ostia hasta Cartago nova, donde los aguardaba una decuria para guiarlos hasta el lugar donde muchos meses atrás se instaló el campamento de las legiones y ya se habían levantado los primeros templos y edificios públicos para honrar a los dioses y al Cesar. El viaje fue menos molesto y peligroso de lo que suponía y los hispanos y lusitanos los recibieron con algo de desdén, pero sin excesiva acritud. Eran pueblos civilizados y aunque beligerantes si se veían oprimidos, habían comprendido que no debían enfrentarse a la grandeza de Roma y tan solo podían acatar y asumir la beneficiosa romanización que los llevaría a formar parte del imperio y a obtener la ciudadanía romana. Lucio fue recibido con honores en Emérita Augusta y tras los actos protocolarios y la revista a las tropas, los arquitectos enviados a levantar la urbe los acompañaron hasta el lugar donde habían construido para el nuevo jefe de las legiones allí destinadas una mansión digna de un héroe del imperio y su esposa. Como buena servidora de Diana, Livia agradeció a la diosa la buena fortuna con que se había obsequiado a su familia y dono tres mil sestercios de las arcas familiares para la construcción del templo en honor de la diosa de la naturaleza y la caza. Este templo se erigió en tiempo récord y con gran acierto y belleza. El paisaje de la zona, regada por un caudaloso río de fuerte corriente, ofrecía amplias extensiones de encinares y alcornoques, árboles que cobijaban muchas especies de aves, roedores, y pequeños mamíferos que proliferaban junto a los límites de la urbe. No faltaría la caza para entretener a su marido y sus aguerridos amigos. Una comitiva integrada por nobles nativos de la zona obsequió a los recién llegados con una docena de pitarras (grandes vasijas de barro), llenas de vino elaborado con uva autóctona de interesante sabor, y con multitud de fuentes repletas de Pestorejo, un sabroso guiso local cocinado con la parte alta de la espalda del cerdo, animal que abundaba en esa parte de la Lusitania, tierra que muchos antropólogos, geógrafos e historiadores del imperio consideraban Hispania por tradición, derecho y costumbres. Pero no le correspondía a ella ni a su esposo definir los límites de las provincias del imperio. Una vez asentados en sus nuevos dominios, Lucio y Livia, y el resto de moradores de la nueva ciudad erigida a la mayor gloria del emperador, volcaron su energía en hacer de Emérita Augusta una urbe a la altura a la capital del imperio y no escatimaron energía, fuerza ni bienes en dotar a la ciudad de cuanto fuera necesario para ello. Meses después de haberse instalado Livia y Lucio presidieron la primera función en el nuevo y flamante teatro construido para acoger a los casi seis mil asistentes que aplaudieron a los músicos y bailarinas que escenificaron escenas del exótico cuento oriental conocido como Las mil y una noches. Gran multitud de gatos atraídos por el gentío y por la abundancia de restos de comida en las cocinas de las mansiones y las casas de los diplomáticos, oficiales, legionarios y sus familias, se adueñaron de las calles de la ciudad y como es sabido que estos adorables felinos contribuyen a erradicar plagas de molestos y peligrosos roedores y a limpiar las calzadas de restos de alimentos arrojados desde las ventanas de las viviendas, los habitantes de la nueva y elegante ciudad los recibieron con tolerancia, respeto y cariño, y los mininos acabaron siendo una seña más de identidad de la población erigida en honor del victorioso emperador. Livia descubrió que pese a sus reticencias iniciales al contraer matrimonio con aquel rubicundo oficial de exquisitos modales, que contaba con una larga trayectoria de conquistas, militares y sentimentales, este le permitía sin objeción alguna, e incluso con consideración y respeto, entregarse a sus pasión por la naturaleza, a cultivar sus conocimientos junto a los eruditos de la zona y a los enviados por el imperio que levantaron una biblioteca en la ciudad y allí se reunían para enriquecer las mentes de quienes deseaban crecer en conocimiento, y a servir de la mejor forma posible a la diosa Diana, a través del cuidado de los bosques, la flora y la fauna que embellecían y llenaban de vida el lugar. Puede que, en un futuro, miles de años después, los moradores y visitantes de Emérita Augusta agradecieran el legado de aquellos que abandonaron la ciudad eterna para replicar la grandeza de los hijos de Rómulo y Remo a lo largo del orbe. Entonces Livia sonrió, clavó sus pupilas en las azules pupilas del general de piel decorada como la de los pictos sometidos en Britania, y antes de que un simpático y sorprendentemente ágil gatito al que le faltaba una pata que se había instalado en su hogar saltase sobre su regazo, besó a su esposo en los labios como a él le gustaba, sin prisa, pero sin pausa.
La costura perfecta es aquella que hilvana dos almas con el hilo rojo que siempre las mantendrá unidas, pase lo que pase y le pese a quien le pese.
Cuenta la leyenda oriental que las personas destinadas a conocerse están conectadas por un hilo rojo invisible. Este hilo nunca desaparece y permaneces constantemente atado a sus dedos, a pesar del tiempo y la distancia.
Ese es el hilo que nos garantiza que una vez encontrada, ese alma a la que se nos ha unido, no nos dejará jamás, no se alejará más allá del tiempo y del espacio, que no son otras cosas que planos existenciales medibles. Pero aquellos que somos incapaces de medir son mucho más importantes, y más completos, y en ellos permaneceremos juntos para toda la eternidad.
No me canso de decir ni de escribir que la vida no deja de sorprenderme, y que el destino es caprichoso, juguetón, irónico y a veces cruel, pero siempre sorprendente. De repente, y cuando menos lo esperaba decidió hacer visible de nuevo ese hilo rojo que me ataba a mi alma gemela, esa que a través de los siglos, de distintas realidades, de diversas existencias y de muchas reencarnaciones siempre se presentó cuando todo parecía perdido, aportando la fuerza necesaria para enfrentar una realidad insoportable y dolorosa y estableciendo el puente sobre las peligrosas aguas de la desesperación que me impedían llegar hasta la orilla del futuro, en la playa de la esperanza. Estas aguas, infestadas de voraces escualos de muy distinta apariencia, ocultan corrientes traicioneras y remolinos que te atrapan y te engullen ahogándote entre lágrimas en la espiral del fracaso y no te permiten salir a flote, y de no ser por ese puente milagroso construido con cariño y esperanza, sé que habría sucumbido sin remisión ni posibilidad de emerger de nuevo. Ya escapé del más peligroso de los naufragios agarrado a la cuerda que me lanzaron quienes siempre me quisieron, al ver como desaparecía bajo las olas que trataron de hundirme para siempre. Pero siempre es mucho tiempo, y ahora, a punto de volver a ahogarme, ese hilo rojo que me sujeta al alma que me ha acompañado y me acompañará a lo largo de mi camino y de los siglos que se me permita caminar, me sostiene con firmeza y me mantiene a flote.
Agarrado a ese hilo rojo he podido mantenerme en pie, y me esfuerzo en reforzar la costura dando nuevas puntadas para ser yo quien pueda sostener a quien está al otro lado, en caso de que sea su alma la que necesite de mi aliento y mi soporte. Porque esto es cosa de dos y el destino ya tomó la decisión por nosotros, y decidió emparejarnos para habitar un mismo corazón.
Puede que esto del hilo rojo, sea tan solo una leyenda oriental, un cuentecito de hadas, una acertada metáfora, pero pese a intentar comprender algunas de las cosas más increíbles que me han sucedido jamás, desde la racionalidad de la ciencia, y la seriedad de lo estudiado y demostrado por las mentes preclaras que se anticiparon a mis emociones, no tengo lugar a dudas. Ese hilo rojo existe y me ata a un alma noble y generosa, intensa y fuerte, hermosa y sincera. ¿Alma gemela? Ojalá. Mataría y moriría por ella y por parecerme lo más mínimo a cuanto tiene de ideal,