Decir que es exquisita se queda corto, aunque ese es un término que la define bastante bien y describe a la perfección su generosidad, su carácter y su saber estar.
Mujer de lengua curiosa, de mente más curiosa aún y de alma intrépida que se resiste a la mediocridad de una sociedad que etiqueta y cataloga según los éxitos conseguidos, aunque hayan sido obtenidos a consta de otros. Ella lucha sus propias batallas y conquista baluartes y posiciones a fuerza de sacrificio, de inteligencia de esfuerzo y de un corazón noble y unos valores auténticos.
Siempre he dicho que en una relación, sea del tipo que sea hay tres factores sin los que todo quedará en nada, a saber, respeto, confianza y buena comunicación. Y con ella estos tres elementos se combinan como los extraídos de una emocional tabla periódica con la fórmula más antigua y más eficaz del universo: el amor.
Llevo toda la vida buscando mi particular Santo Grial, el calid del que al beber siempre sentiré que renazco. Y lo he encontrado en sus labios.
Ya puedo guardar en el trastero el revolver, el sombrero y el látigo y centrarme en la arqueologia especializada en rescatar los besos y caricias que permanecen bajo toneladas de desilusiones, de ruinas y de vestigios de civilizaciones invasoras y ladronas que trataron de esquilmar las riquezas de lo que en su momento fue mi imperio. Un imperio en el que no se ponía el sol.
Ella es por derecho la emperadora, la faraona, la reina y la única heredera de todos los cofres repletos de cuantas palabras hermosas haya escrito nunca, para aportar al tesoro que no pudieron robarme.
Gracias por haberte cruzado en mi camino. Por ser y estar.
Eres exquisita
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