domingo, 6 de enero de 2019

Desde oriente con amor

Con los nervios tenía la tripa un poco suelta, pero eso no echaría por tierra el momento que se avecinaba. Después de pasar una vez más por el baño, se duchó, se afeitó, se recogió el pelo en una coleta para poder colocarse la peluca del disfraz y se maquilló con esmero. Al fin y al cabo los tres Reyes magos venían de oriente y ni su cabello rubio, sus ojos azules y su tez blanquecina quedaban demasiado bien con el atuendo para la ocasión.
Dentro de lo que cabe le habían adjudicado el papel de Gaspar en la cabalgata de su pueblo y este debía de haber sido un Rey nacido de la unión del linaje oriental con un linaje normando o celta, así que con una peluca castaña clara y una larga barba a juego, quedó estupendo después de haberse oscurecido un poco el rostro con el maquillaje color "fin de semana esquiando en Sierra Nevada".
La capa de armiño debía de ser una XS pues al colocársela sobre la túnica no le quedaba precisamente muy holgada. Los excesos navideños debían de haber comenzado a hacerse notar y al mirarse en el espejo se prometió mentalmente comenzar una dieta radical el día 7 y no excederse con las reverencias al alcalde del pueblo. Entre lo ajustado del modelito y la dichosa flojera estomacal, podría desatarse la tragedia.
Una vez estuvo listo, se quitó el reloj de la muñeca, los pendientes de ceja y nariz y tras llamar al ujier de la casa de cultura para que viniese a recogerlo, apagó el teléfono móvil y lo abandonó sobre la mesa del salón. No permitiría que un anacronismo arruinase la ilusión de los más pequeños de la comarca. Si aún mantenían la inocencia no sería él  quien arruinase la noche con evidencias innecesarias.
El ordenanza municipal llegó en unos minutos y tocó el claxon tres veces. La señal para que bajase.
Subió al coche lo más rápido que pudo y el empleado municipal lo transportó a toda velocidad hasta el punto de salida de la cabalgata. Al llegar, saludo a Melchor y a Baltasar y subió a la carroza enganchada a un espléndido John Deere rojo y nuevecito.
Cuando la comitiva de pajes y guardias reales, acompañados por malabaristas y dulzaineros comenzó su andadura por la calle principal de la villa, se dispuso a repartir saludos, sonrisas y caramelos entre la multitud congregada en ambas aceras. 
Que elegancia, que clase, que soltura. Nunca hubo un Gaspar como Facundo. Los niños gritaban su nombre (Gaspar, no Facundo, claro) y más de una zagala en edad de merecer le guiñó un ojo sonriendo pizpireta. El Facundo si que era un verdadero rey mago, no como el Tomás y el Julián, que se les veía a la legua el campo.
En poco más de media hora llegaron hasta la puerta del ayuntamiento, donde les recibió el munícipe, paritario, inclusivo y más que dispuesto a acoger a quien necesitase un lugar donde vivir y faenar en sus tierras (cobrando la mitad del jornal, claro, que era progre, pero no gilipollas).
Al ver las manitas levantadas en señal de demanda, de los hijos del alcalde, Facundo quiso ganarse el favor del señor alcalde y apuntando con esmero, les arrojó un buen puñado de los caramelos más grandes. Pero el destino es caprichoso.
Uno de los caramelos más gordos (de los de mandarina) impactó directamente en el globo ocular de la Jimena, la hija pequeña del alcalde. 
Presa del pánico ante la inconsolable llantina de la Jimena, Gaspar descendió de su carroza y corrió a disculparse con la pequeña.
Al inclinarse  repetidamente ante la corporación municipal haciendo continuas reverencias, se le soltó la tripa descompuesta por la tensión del momento y una enorme cantidad de mierda, que no acertaba a comprender como permanecía aún dentro de él, abandono el calor del hogar y se desparramó a lo largo de sus piernas, cubiertas tan solo por una túnica blanca moruna y una estrecha capa de armiño del mismo color.
Las risas de quienes estaban a su alrededor sucedieron a las expresiones de asco y los insultos contra el pobre molinero, que no sabía donde meterse.
Entonces sucedió el milagro. Jimena dejó de llorar y se abrazó a Facundo llorando y diciendo en voz alta: "en verdad eres un rey mago, pues acababa de pedir que te cubriese la mierda por el caramelazo en el ojo y no has dudado en regalármelo".
Todos los vecinos aplaudieron la curiosa casualidad y el Martín (el alcalde de "Ahora tierra de ajos") consiguió controlar las nauseas y palmoteó la espalda de Gaspar mientras gritaba sonriendo que aquella había sido la mejor y más mágica de las cabalgatas de la historia.
Semanas después nombró a Facundo concejal de festejos y le asigno un salario de 3000 euros al mes.
La magia existe.

1 comentario:

Anónimo dijo...

:-)))) qué bueno!

Has puesto una d mis canciones favoritas... Me transporta a cuando tenía 11 o 12 años, cuando vi el videoclip por primera vez con sus Reyes. Siempre recordaré ese embobamiento hacia los Reyes Magos.
De mayor pude buscarla en el YouTube y ver la traducción, saber el signicado de la letra me confirmó el Poder que desde pequeña sentía con esta canción.

Buenas noches, un abrazo the power of love. :-) *
Zeroide