sábado, 15 de diciembre de 2018

Y muy deprisa

El tiempo se va antes de que nos demos cuenta. Y es lo único que no se puede recuperar ni comprar con dinero.
Al echar la vista atrás me ha jodido mucho ver todo lo que he perdido. Pero no me refiero a apuestas, competiciones, duelos, mujeres, dinero o incluso la vida. Me ha dolido sobremanera haber perdido el tiempo. Como si me sobrara. 
Decía mi padre (que ha sido una perdida tan dolorosa como esta de la que os hablo) que la ignorancia es tan atrevida como la juventud. Y he sido un ignorante y un atrevido. E incluso una vez fui joven.
En mi ignorancia no supe valorar la importancia de la arena que contiene la clepsidra de mi vida. Y me permití malgastarla, dejarla caer sin preocuparme de aprovechar bien cada uno de esos granitos que se esfumaban constantemente mientras yo miraba para otro lado ignorando las consecuencias de mi falta de sentido común.
Nunca fui un buen estudiante. Y mi coeficiente intelectual no tenía nada que ver con los malos resultados académicos. Estos eran la consecuencia de mi despreocupación por el tiempo al pensar que tenía años ilimitados por delante. Y oportunidades ilimitadas. Cuando quise darme cuenta estaba terminando una diplomatura con 31 años, después de haber abandonado una linceciatura a los tres años de comenzar a cursarla tras tirarme 8 años disfrutando de un bachillerato mal entendido y convertido en un eterno torneo de mus,una interminable sucesión de fiestas y de flirteos, de amores y desamores. Pero no me preocupaba. Porque aún sentía que tenía el tiempo de mi lado.
Abadoné casi tantos sueños como me decidí a perseguir. Y el Karma quiso abofetearme muy fuerte para que aprendiese  de una vez a tomar las riendas de mi vida. Y dolió. Y puede que al fin haya aprendido, porque ya no quiero perder ni un segundo. No quiero volver a tirar ni un solo día a la basura. Ni una sola noche.
Le entregué varios años a la que yo creí que era la mujer de mi vida. incluso cometí la estupidez de no pararme a pensar y casarme con ella, llevado por el amor y mi absurda constumbre de idealizarlo como el mayor de los regalos. Y el mayor de los regalos que se nos hace al nacer es el tiempo.
Al fin lo he comprendido.
Espero por lo menos haber tirado tanta bolsas llenas con mi tiempo a los contenedores de basura adecuados. Y que se pueda reciclar. 
El tiempo malgastado en querer a las mujeres que me destrozaron el corazón, que fueron varias. Ese va al contenedor de la basura orgánica. El tiempo invertido en juergas y borracheras. Ese va al de vidrio. El derrochado en millones de textos, poemas y cuentos que nunca vieron la luz. obviamente este va al de papel. Y el de todos los proyectos que se quedaron por el camino. Al de envases.
Pero el destino es generoso. Y cuando mi clepsidra vertió toda su arena y morí, le dio la vuelta y me permitió empezar de nuevo.
Y aquí estoy. Enfrento mis miedos, aprovecho las oportunidades. Y los días. Me acuesto a una hora prudente y me levanto cada mañana con el alba. Disfruto de todos y cada uno de los segundos que dosifico con la gente a la que quiero y con la mujer que lo único que quiere de mi, es a mi.
Estudio, hago cursos y consigo títulos que respalden mi currículo y mis habilidades.
Y todos y cada uno de los días dedico un poco de este nuevo regalo a hablar con mi padre. Y con mi añorada Blancanieves. Y les digo que he aprendido y que no volveré a fallarles.
Y que volveremos a vernos. Pero aún no.Aún me queda tiempo. Y muchoánimo.


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