lunes, 6 de febrero de 2017

Disfraces



Antes de llamar al timbre, con un gesto mecánico e involuntario trató de ajustarse el gorrito verde con la pluma que acostumbraba a lucir en todas sus correrías, pero al encontrar tan solo el tacto del fijador de pelo con el que había domado su cabello tras salir de la ducha media hora antes, Peter recordó que lo había dejado en la casa del árbol, allá en Nunca Jamás.

Estuvo a punto de hundir el barco de Garfio presa de un brutal ataque de ira, cuando esté le reconoció que había convencido a Campanilla para que bebiese una pócima que le daría apariencia humana y podría pasar inadvertida en el mundo real. En lugar de castigar a Garfio por sus felonías, Peter le incautó una botella de esa pócima y tras inutilizar el timón del navío y cortar el aparejo del palo mayor, abandonó al capitán pirata y a su alcoholizada tripulación a su suerte.

Ya en la casa árbol, Peter le explicó a los niños perdidos que estaría fuera unos días. Que había encontrado a Campanilla y que la traería de vuelta a casa. Los explicó que hacer en caso de que surgiera cualquier problema, los abrazó uno a uno y tras espolvorearse con polvo de hadas, hizo un pequeño hatillo con su daga, una muda limpia, algo de oro y piedras preciosas del tesoro de Garfio y la botella de la pócima mágica. Sin perder la sonrisa, cacareó bien alto y emprendió su viaje hasta ese lugar llamado Nueva York, donde el viejo capitán, le había confesado que estaba ella. La confesión de la nueva identidad del hada y su lugar de residencia, le habían permitido regresar vivo a la tabla colocada en la borda antes de que el enorme cocodrilo terminase de ponerse el babero para disfrutar del festín con el que llevaba mucho tiempo soñando.

Peter ideó su plan instalado en un cuchitril de la gran manzana y tras apurar el contenido de la botella de un trago, partió en busca del complemento para su disfraz.

Cuando la actriz conocida como Marilyn Monroe, abrió la puerta, se encontró con el repartidor de la floristería que había llamado al telefonillo del edificio. Lo invitó a pasar y al velo moverse, con firmeza, seguridad e incluso algo de arrogancia, reconoció a la persona que se ocultaba bajo aquel disfraz.

-¿Peter? Eres tú ¿Verdad?-

Esto lo preguntó Campanilla, con la certeza de conocer la respuesta pero con la necesidad de que él se identificase y le explicara como había dado con ella y qué estaba haciendo allí.

-Soy yo, Campanilla. Garfio me lo ha contado todo y he bebido de la misma pócima que tú, para poder pasar desapercibido entre los humanos y tratar de convencerte de que vuelvas a casa. En Nunca jamás todos te echan mucho de menos. En Nunca Jamás las noches se han convertido en aburridas y los días en monótonos, desde que tú no estás. Vuelve conmigo, por favor.-

Mientras hablaba, Peter no pudo evitar mirarla de arriba abajo. Campanilla siempre había sido una  diminuta belleza con halitas, pero con ese disfraz de rubia sex simbol, estaba realmente arrebatadora.

Campanilla, interpretó a la perfección su mirada.

-Por lo que veo, al beber de la pócima, te has vuelto humano de verdad. Igual al hacerlo, has dejado de ser el eterno adolescente y has recuperado de golpe las necesidades propias de tu edad y de tu sexo. Veo que te gusto y me deseas y me parece que sería absurdo y ridículo no aprovechar este momento, Peter. Yo también siento el calor de las necesidades humanas y particularmente creo que te favorece mucho este look de joven y atractivo humano embobado ante la belleza de mi disfraz. –

No dió tiempo a seguir hablando. Peter arrojó sobre la mesa del salón de la vivienda el ramo de flores que le franqueó el acceso al edificio y se abalanzó sobre Campanilla, sintiendo un ardor tal en su interior que aún sin saber muy bien lo que estaba haciendo, la despojó del vestido mientras él mismo se desnudaba.

Campanilla lo recibió con pasión y al ayudarle a quitarse la camisa, comenzó a besarle los pezones con un ímpetu desaforado.

Yacieron en el suelo, en el sofá, sobre la mesa, contra la pared camino del dormitorio y varias veces en la cama.

Los gritos de placer de ella y los cacareos más salvajes de él, se escucharon en todo el edificio.

Por la mañana, al despertar del sueño que los encontró abrazados y exhaustos, Peter descubrió un nuevo y descomunal placer: el tabaco. Mientras compartía el cigarrillo con Campanilla, ambos llegaron a la conclusión de que ya no volverían a Nunca Jamás, de hecho no volverían nunca jamás. Con el trabajo de ella como actriz y la habilidad de Peter para las artes circenses, podrían mantenerse holgadamente en sus nuevas identidades y pasar el tiempo libre haciendo el amor.

Pero eso…ya es otra historia.




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