Afirmo constantemente con cierta presunción, que siempre cumplo mis promesas y siempre termino pagando mis deudas. Ambas afirmaciones lucho por que sean ciertas. Y hoy voy a pagarte mi deuda. Porque estoy en deuda contigo.
Te dediqué mi primer libro. Y el primer texto de esas "Historias para según qué días", era un resumen de nuestra historia. Historia del amor más hermoso, que es el que bebe de la sangre en común, de la familia.
Lo titulé "Tantas cosas" y en él, quise hacer un pequeño resumen o quizás, un muestrario de todo lo que hemos compartido juntos, de todo lo que me dabas constantemente y que ahora conforma el montante que adeudo. Creo que es justo que te devuelva lo que derrochaste conmigo, porque hay otro a quien conociéndote, querrás que no le falte de nada y sería muy egoísta por mi parte el quedarme con lo que no me pertenece. Ahora le cedo a él los segundos de calma y los instantes junto a ti pero para que os miréis a los ojos, os acariciéis y os digáis todo lo que queráis deciros. Me reservo la lágrima en la ocasión más difícil porque esa me la regalaste tu junto a mi cama de la UCI y no pienso devolvértela. Sabe a gloria bendita.
Ya no volveré a correr por los pasillos de mi vida porque sé a lo que conducen las prisas. Y esa bicicleta que me llevó hasta tu sonrisa, tiene una rueda pinchada. Todos tus abrazos, aún a veces distantes, fueron siempre sinceros y también me los quedo. Los pelos, blancos o negros, te los dejo en tu sofá blanco, confundidos con los de tu gata y mejor en el sofá que en jerseis y sudarios.
Las mejores conversaciones en los peores momentos no se me olvidarán jamás. Como tampoco olvidaré nunca las peores y más surrealistas conversaciones en los mejores y más divertidos momentos.
Ya no compartimos humo ni pitillos.Has dejado de fumar y yo te envido también por eso. No he tenido cojones para hacerlo y eso que el monstruo del tabaco se llevó a mi padre, a quien tanto queríamos los dos. Ocasionalmente seguimos compartiendo tortilla de patatas,sushi y copas de vino de esa botella que descorchó él, porque yo no supe atinar nunca con el sacacorchos.
Aún nos enviamos mensajes al móvil y seguiremos haciéndolo el resto de nuestras vidas porque cuando la noche es más negra y los monstruos que viven en el armario, se me juegan a los chinos, solo tengo que pensar en ti y escribirte, para que abandonen la partida y se dediquen a otra cosa.
Por desgracia, siempre he dado más disgustos que buenos consejos.
Aunque ya apenas juguemos al mús, podremos seguir tomando cafés sin problema, porque mi alma ya está seca. Nos quedan muchos conciertos y muchos paseos por la playa. Y por mucho que busque, tus ojos me seguirán reafirmando en que eres el detalle mas bonito del paisaje más hermoso.
Sé que siempre tendré tu hombro para llorar cuando lo necesite. Tu tienes todo mi ser. Del mismo modo, el montón de recuerdos junto a ti, que he tenido la suerte de recuperar, nos pertenecen a los dos. Sé también, que si algún día vuelvo a perderlos, al apretarme fuerte la mano, como hiciste tantas veces aquel abril de dos mil catorce, me estarás pasando los tuyos.
Tenerte en mi vida y quererte y que me quieras, es la mayor de las esperanzas. Ahora el que sabe que no tiene nada que ofrecerte soy yo. Solo te puedo ofrecer todo lo que soy y todo lo que me gustaría llegar a ser.
Y con estas palabras, escritas entre lágrimas de emoción, estamos en paz. Sé feliz por favor, se feliz con tu hija y con él, con quien tu escojas. O sola con tu peque. Eres muy libre de hacer lo que te pida el cuerpo a cada segundo y una de las cosas que más me ha costado aprender pero que he conseguido aprender al fin y, a raíz de cierto cambio de visión sobre la vida, es que sobre todo, y por encima de todo, quiero que seas feliz.
Siempre te querré.
Siempre tuyo.
El hombre que dejó de firmar como Peter Pan y que ha crecido y firma como Juan Pizarro.
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