jueves, 2 de junio de 2016

Eres tu

Indiscutiblemente soy carne de psiquiatra y aunque llevo meses acudiendo a ver a este tipo de profesionales, tras haber pasado por mucho tiempo de consultas privadas con una psicóloga, no han conseguido explicarme cómo es posible que esta pulsión, esta necesidad de vivir el amor en el sentido más completo de la palabra, domine por completo mi vida.
Creo sinceramente que "ella" anda por algún lado, pero la jodia se esconde como un boina verde en la jungla vietnamita, mimetizándose a la perfección con el entorno, agazapada y dispuesta a saltar sobre mi cuando menos me lo espere y arrancarme el corazón.
Había tomado la firme decisión de abandonar el romanticismo en mis textos y centrarme en otras temáticas, aunque en las dos novelas que tengo en la casilla de salida, las historias de amor de sus protagonistas son fundamentales e insustituibles. 
Siempre he sido un romántico empedernido y así me ha ido. He tenido la suerte de haber conocido mujeres increíbles pero mi absoluta convicción de que el amor lo puede todo, me ha llevado a un fracaso tras otro y al momento actual, en el que estoy dispuesto a extirparme la glándula suprarrenal o la que sea que active mi romántica estupidez. Nunca he creído en el tan moderno y funcional concepto del "follamigo". Quizás es porque he aprendido a disociar y a separar las cosas para evitar complicaciones o dolores innecesarios. A nadie le amarga un dulce, ni tres o cuatro en la misma noche, pero mis amigas son mis amigas y no quiero someterlas a semejante presión. Bastante tienen con aguantarme y quererme como soy, para encima hacerles andar inventando excusas para no  acostarse conmigo sin herir mi sensibilidad...
Tendré que escribirme la historia de amor perfecta. Mi última relación casi lo fue, pero como decían en una película de los ochenta: "Todo termina mal, si no, no terminaría".
Como canta el Dúo Dinámico en el tema que abre este post: "Ven a mi, que quiero explicarte porque eres tu la chica con quien tanto soñé". Pero ven ya, coño, que se me está terminando la paciencia.
Hace nada una amiga de mi madre me presentó a su hija, una preciosa criatura de treinta y una primaveras, con un rostro angelical y una belleza muy particular, a juego con su educación y su saber estar, y no me quedaron más cojones que maldecir a Supergato, al destino, a Dios o al que sea que acostumbra a gastarme este tipo de bromas. Debe de ser muy gracioso cruzarme con la mujer ideal, para que me dé cuenta de que nunca podré acceder a ella.
Creo que voy a dejar las historias de amor para una selección de relatos especiales que con suerte publicaré en papel algún día. Hoy por hoy y viendo que es lo que más demandan los lectores, me centraré en los asesinos despiadados, el triunfo del mal y de las tinieblas, y la siempre eficaz casquería fina. Eso, sí, trataré de hacerlo bien y de aplicar todo lo que estoy aprendiendo.

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