Al principio estaba mucho más que asustado. Petrificado no, porque lo pétreo es una cualidad que alude a la dureza de la roca y por desgracia no tiene nada que ver conmigo. Por mucho que lo intente no he conseguido nunca quedarme de piedra. Más bien estaba absolutamente compungido al haber descubierto la crueldad y la falta total de misericordia de un corazón, al que hice mio durante un tiempo y con el que compartí lo que yo creía que era amor. Pero nada más lejos. Volviendo a la canción que encabeza la entrada, yo también pasé muchas noches pensando en el daño que me has hecho pero gracias a Dios o a Supergato o a quien sea, lo que no me ha matado, me ha hecho más fuerte y pienso resistir.
Se acabó el vivir con miedo a que me rompan el corazón una y otra vez. Conozco ya a demasiadas personas que o no lo han tenido nunca o se lo han triturado en el pasado y sin embargo ahí están, viviendo a sus anchas y arrasándolo todo. Solía llorar, pero ahora voy con la cabeza bien alta.
Podría subscribir todas y cada una de las palabras de esta canción, pero además del ritmazo y de la privilegiada voz de Gloria Gaynor, creo que oculta algún tipo de encantamiento o de sortilegio porque al escucharla y al tararear su letra, mi alma se ensancha y mi cuerpo recupera la energía perdida entre tus piernas, la antesala del infierno.
Me destrozaste la auto estima, me machacaste tanto como pudiste y debiste abrir un hueco en mis defensas para que otras muchas volviesen a hacerme daño después, pero gracias al inconmensurable cariño de la granadina más adorable, al apoyo de la bilbaina más sensata, de la sonrisa más bonita del mundo, de mi Campanilla particular y de ciertas mujeres que me han ayudado a reparar mi cota de mallas, ahora estoy dispuesto a no agachar la cabeza y a no desviar la mirada.
Ayer, uno de mis mejores amigos al que le debo infinidad de cosas, me explicó que la auto estima viene a conternerse en un recipiente que si es agujereado, pierde rápidamente el caudal y cuesta mucho volverlo a llenar. Estoy rellenándolo. Ya era hora.
No soy perfecto en absoluto, es más, conozco bien mis defectos y trato de trabajarlos para limar en la medida de los posible las imperfecciones pero también conozco mis virtudes y mis capacidades y estoy por tatuármelas en la frente, por si alguien vuelve a decirme que soy un fracaso de ser humano o cualquier otra lindeza por el estilo.
Me he pintado el rostro y el pecho con los colores de guerra y aunque siempre he sido un ferviente seguidor del mítico eslogan "haz el amor y no la guerra" en ocasiones no queda más remedio que entrar en batalla o al menos estar preparado para ello.
Durante meses me he engañado a mi mismo, tratando de auto convencerme de que llevar un afilado cuchillo en la bota derecha, era un ejercicio de documentación empírica sobre el terrible personaje de una de mis novelas. Pero que coño, estúpidamente pensaba que un arma sería la solución a todos mis problemas. Para nada. Se han empezado a solucionar a base de besos, caricias y palabras amables susurradas al oído.
Ni me rendiré, ni voy a volver a bajar la guardia.
No pienso caer sin vender cara la piel, las aurículas y los ventrículos.
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