Hay muchas cosas, demasiadas que podía haber hecho mejor, demasiadas.
Identifico un error tras otro, un fracaso tras otro y una larga lista de cosas a medio hacer.
Hay que ver, con que facilidad el Ser humano abandona aquello que emprende, sobre todo si le supone el más mínimo esfuerzo, ya sea mental, físico o emocional.
No nos damos cuenta de que será más que difícil terminar lo comenzado en el futuro. El día que decidamos concluir lo que una vez emprendimos y terminamos aparcando como un carrito de la compra en el super tras haber, completado la lista y descargado las bolsas en el maletero del coche, nos encontraremos con un sinfín de dificultades.
Abandonar es sencillo y demasiado tentador, lo verdaderamente jodido es concluir bien lo que se empieza.
La juventud es tan atrevida como la ignorancia y tendemos a creer que siempre habrá tiempo para todo, pero oh, mierda, resulta que no lo hay.
Tenemos el tiempo medido y podemos malgastar el justo. Un día te encuentras con que te ha pillado el toro, que la policía te pisa los talones y que poco podrás hacer ya para apañar los desaguisados de tu vida y los parches que te obligaron a poner aquellos que hicieron un siete tras otro en el tejido de tu existencia.
También descubres que por uno u otro motivo, te has olvidado de dar demasiados besos y demasiados navajazos.
Tienes que aprender a perdonar, te dicen, si perdonas te sentirás mucho mejor y alcanzarás la felicidad
Una mierda. Lo siento, pero yo más que perdonar, al ignorar las afrentas lo que he hecho ha sido librarme de la cárcel o de un jurado popular que me enviaría directo al corredor de la muerte.
Repasando mi particular lista de abandonos, además de metas y aspiraciones, he abandonado demasiados principios.
Detesto la violencia y juro que nunca haría daño a nadie gratuitamente pero a base de poner la otra mejilla resulta que tengo demasiadas cicatrices ocultas por la barba.
Hoy estoy buceando demasiado en mi interior y acojona, porque lo hago a pulmón y como no tire de bombona me voy a quedar sin oxígeno, esto es mucho más profundo de lo que pensaba, además aquí abajo está muy oscuro.
Siempre he creído que era un tipo muy dulce, un romántico empedernido, buen chaval e incluso cursi pero estoy encontrando una parte desconocida de mi que me asusta y que he tenido recluida demasiado tiempo, tanto que ha renunciado a su libertad y ahora me intimida su imagen al aflorar.
-No pasa nada - me digo tratando de convencerme pero si nunca se me ha dado bien engañar a los demás, dificilmente podré engañarme a mi mismo.
Si pasa. Caminas arrastrando una mochila llena de fracasos y de rendiciones y llega un día en el que pesa demasiado, así que he decidido no rendirme de nuevo y si he de fracasar, fracasaré pero al menos no abandonaré a la primera de cambio. Ya no, no pienso volver a rendirme, voy a dejar salir todo lo que llevo dentro, todo.
Esto no quiere decir que me vaya a dedicar a repartir puñaladas en el abdomen o a rajarle la yugular a todo aquel que me haga daño pero desde luego se acabó eso de poner un cafetito, la cama y el aire acondicionado para que los que vengan a joder, se encuentren lo más cómodos posible.
No creo que vaya a salir a la calle siempre con un cuchillo en la bota. Simplemente dejaré de mirar hacia otro lado y de dar las gracias mientras me meten un dedo en el ojo, me escupen en la cara, me joden la vida o me orinan encima.
Sigo declarándome no beligerante, como Suiza en la segunda guerra mundial.
No me gusta la polémica y odio discutir pero cuando eres tan taimado y tan prudente, mucha gente lo interpreta como una señal de debilidad y se aprovecha de ello.
Una cosa es que sea tímido y otra es que sea gilipollas y que me vaya a dejar humillar por el primero que lo considere oportuno.
Se van a terminar los miedos ¿Qué me puede pasar en el peor de los casos, que me metan en la trena o que me lleguen a matar? Pues al carajo, ya no me da miedo, no me asusta.
Desde esta misma noche serán otros los que tengan que estar prevenidos, los que miren atrás de vez en cuando al caminar por calles oscuras y los que midan todas y cada una de sus palabras al vomitarlas frente a mi.
Desde esta misma noche sé que me van a preguntar por cada uno de mis conocidos que aparezca muerto entre los contenedores de basura, con el corazón atravesado por una daga certera.
Que tiemblen los miserables, los mezquinos y los que tengan como fin último romperme los esquemas.
A partir de este momento algunos moribundos tratarán de escribir mi nombre en el suelo con la sangre que les mana de sus cabezas abiertas a botellazos, pero no permitiré que lleguen siquiera a dar forma a la primera consonante.
La corrompida sociedad crea tantos monstruos como la razón y alguno de ellos habitará entre nosotros sin llamar lo más mínimo la atención y sin ser descubierto jamás.
Yo no quería, de verdad, las circunstancias me han obligado y aunque me pese, esto acaba de empezar.
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