La foto de Danimantis para el cartel promocional, juega un poco al despiste pues yo luzco una serie de vinilos y Oscar los textos para el show, cuando Oscar fue quien al piano transmitió a las partituras originales de las canciones seleccionadas sus sentimientos en forma de arreglos y variaciones y yo me permití el atrevimiento de hacer lo mismo con las letras de esa selección de temas que de alguna manera han marcado nuestras vidas y nos han acompañado en muchas noches en vela, en demasiadas quizás.
Algunos de los que leéis este blog vinisteis a ver el espectáculo pero otros muchos no pudisteis, bien por la distancia, por impedimentos de la vida cotidiana o por falta de ganas, cosa esta muy respetable.
Voy a dejaros en este vuestro blog los textos que leí mientras Oscar tocaba y siento horrores no poder colgar una grabación de aquel espectáculo.
Estamos jugando con una segunda parte de esta locura que nos dio en su momento pero Oscar y yo nos entendemos tan bien que para mi fue sencillísimo trabajar con él y será maravilloso y muy cuerdo volver a hacerlo.
Antes de rasgaros las vestiduras al leer alguno de los textos sabed que respeto sobremanera las letras originales y esto no era algo tan prepotente ni vomitivo como pretender mejorarlas, si no tan solo transmitir lo que entendíamos al escucharlas y con cuales de nuestras vivencias las relaccionábamos.
Me quedo contigo.
No me des a elegir, entre tu y mis ideas, porque yo sin
ellas, soy un niño perdido.
Si me das a elegir, me quedo contigo.
No las necesito
Ni la gloria, no la quiero.
Si me das a elegir entre tu y ese cielo, me subiré al punto
más alto de este jodido planeta para gritar a los cuatro vientos que mi único
cielo es el que descubro en tu cuerpo desnudo, donde libre es vuelo para llegar
al olvido.
Porque me he enamorado, ya ves y te quiero y te quiero y
solo deseo estar a tu lado.
Y te vuelvo a querer y te seguiré queriendo hasta que
decidas que llegó el momento de dejar de soñar con tus ojos, de poner una
barrera de distancia feroz entre tus labios y los míos
No me des a elegir, entre tu y mi memoria, porque estoy
dispuesto a vagar de un lado a otro sin saber quien soy, y sin saber en que
momento decidí anularme en pos de la grandeza de la herida que me has abierto
en el pecho.
Porque me he enamorado, ya ves y te quiero y te quiero y
solo deseo, morir a tu lado.
El hombre del piano.
Esta es la historia de un sábado, o de cualquier día de
estos últimos años en cualquier viejo café, no importa la barra, son todas
iguales.
La historia de esa tabla de naufrago con sabor a barrica a
madera a derrota a miel a cualquier cosa que me ayude a soportar tu ausencia y
a la que me agarro para no ahogarme en este océano de lágrimas donde sigo
lanzando bengalas del color de tus ojos, pero nunca vienes a rescatarme.
Y cada vez que el espejo de la pared me devuelve más joven
la piel, arrojo mi vaso contra el cristal.
Tu siempre temiste echar raíces, yo no supe retenerte a mi
lado.
Yo…que fui el más joven maestro al piano, hoy vomito la
tristeza que me sobra sobre el piano
cubierto de polvo y telarañas.
A veces toco, hace que me sienta bien, porque las canciones
que saben a tu recuerdo matan el resto de los sabores.
Pero siempre hay otros borrachos, con otras babas que se
mezclan con las mías sobre la barra, recordándome que una vez me amaste y no
vas a volver.
Yo…que fui el más joven maestro al piano…vencido por una
mujer.
Algunos me han visto llorar.
Es tan triste la noche como nuestra canción y el micrófono
apesta a cerveza, el calor se puede cortar y la emoción, empapada en alcohol me
recuerda que aún no ha salido el sol…y que estoy muy cansado.
Mediterráneo
Que fue de mi niñez…¿Y de tu playa?
Donde cojones dormirá ahora mi primer amor, tras que cañas
se esconderá hoy, que sigo llevando su olor y su luz por donde quiera que vaya
y, amontonado en su arena he dejado tirados de cualquier manera los juegos, el
amor y las penas.
Yo que en la piel tengo el sabor amargo del llanto eterno y
el de todos y cada uno de los besos con los que recorriste hasta el último
centímetro de mi cuerpo.
¿Quien pintará a hora de azul mis largas noches de invierno?
Esas largas noches de invierno en las que recordar que a fuerza de desventuras,
mi alma es profunda y oscura.
Ya no hay atardeceres rojos…ya no hay nada.
Que le voy a hacer, si yo nací en el mediterráneo.
Soy cantor, tengo alma de marinero, soy lo que una vez
quisiste que fuera y te fuiste pensando en volver, con tu perfume de brea, pero
Algeciras, Estambul, cualquier lugar lejos de mi se convirtió en el mejor de
los lugares.
Ya solo vendrá a buscarme la parca y empujará el mar mi
barca y llegará un temporal de nostalgia para desguazarlo todo, la barca, mis
pequeñas alas blancas y tu memoria.
Enterradme donde queráis, pero si puedo elegir, que sea en
la ladera de un monte, el más alto, que quiero que mi alma tenga la mejor vista
para seguir oteando en la muerte el horizonte de tu regreso.
Corazón loco.
Dices que no me puedes comprender y que ellas tan poco.
Trata de hacerlo, al menos tú, que eres mi amigo
Porque las amo, a las dos.
Se pueden querer dos mujeres a la vez y no estar loco, pero
mereces una explicación, al menos eso.
Una es el amor sagrado compañera de mi vida, esposa y madre
a la vez y la otra es el amor prohibido, complemento de mis ansias a quien no
renunciaré.
Que quieres que te diga, las necesito a ambas.
Porque mi vida no tiene sentido si me quitas a una de ellas.
Puede que tengas razón, puede que sea un corazón loco, yo
que se, pero ¿no es acaso mayor la locura de renunciar a lo irrenunciable?
No es imposible seguir con las dos, no lo es, te lo aseguro.
Te agradezco tu preocupación, pero créeme, estoy más cuerdo
y más vivo que nunca.
Loco me volvería si tuviese que cerrar los ojos y dejarlas
partir.
Frente a frente
Queda, que poco queda de nuestro amor.
Como hemos consentido esto, apenas queda nada.
Solo el silencio en la noche fría y larga en la noche que no
acaba, en la noche que me destroza el alma y me viste de fría oscuridad y me
cala los huesos con lágrimas dulces y espesas.
Frente a frente bajamos la mirada, pues ya no queda nada de
que hablar, pero te juro que hay tanto que quisiera decirte…y no me atrevo.
Queda Algo más que las ganas de llorar al ver que nuestro
amor se aleja, pero ten un gesto amable, uno de esos tan tuyos, de los de
antes, de los que me hacían la vida soportable.
A cambio prometo ayudarte a buscar lo que quede, que siempre
que se ha amado como nos hemos amado nosotros, queda algo, te lo aseguro.
Quedará algo de ternura, la justa para la locura de un beso,
aunque sea a la fuerza, por Dios…haz el esfuerzo.
No vuelvas a decir que solo quedan las ganas de llorar, no
quiero oírlo, no quiero oír como te rindes a la pena.
Te quiero, y me quieres, lo se.
No te vayas.
El jinete
La quería más que a su vida y la perdió para siempre, por
eso lleva una herida, por eso busca la muerte.
La muerte, tan bella a sus ojos como la noche.
Cabalga sin descanso, no duerme apenas, llora, maldice su
vida y le pide a Dios que se lo lleve con ella, pero Dios tiene asuntos más
importantes que tratar y él se va consumiendo a lomos de su caballo.
La silueta del jinete se recorta en la cima de una montaña y
aquellos con lo que se cruza en el camino, desvían la vista tratando de no
reconocerse en la amargura de sus ojos.
Porque todos, todos sin excepción, hemos deseado alguna vez
cabalgar junto a él.
La quería más que a su vida y la perdió para siempre, y el
precio a pagar es excesivo, aunque el corazón no entiende de medidas y el amor,
cuando no puede alimentarse de amor, se nutre de llanto.
El jinete vaga solo por el mundo, pero son legión los que
cabalgarían a su lado, los que desean la muerte, los que tumbados al raso
contemplando las estrellas, imploran que llegue pronto el final.
Y el final, es tan solo el principio de un día más sin ella.
La quería más que a su vida y la perdió para siempre.
Ruido
No te bastó con que pusiera a tu nombre todas las olas del mar.
No fue suficiente llevarte al fin del mundo.
Ni que te amara y tú me amaras, eso no sirvió para nada.
Tú quisiste barcos y yo, yo que me mareo con las olas de tu
cuerpo, no supe que pescar.
Al final tiene que llegar ineludiblemente el final, y con el
final siempre, siempre llega el ruido.
Los besos perdieron su sabor y los barcos se oxidaron en el
muelle del adiós.
Solo hubo ruido.
Tanto ruido.
Ruido de abogados, ruido compartido, ruido envenenado,
demasiado ruido.
Las fotos, las postales, los gemidos, las mentiras, el
pasado de los dos.
Hasta hubo ruido en el silencio y el silencio hizo tanto,
tanto ruido.
Desandamos lo andado, pisando las pisadas y cuando la
epidemia de tristeza terminó pudriendo todas las manzanas, y el mazo del juez
golpeó la mesa con su sentencia de olvido, en la sala, solo hubo ruido.
Ruido insatisfecho, ruido como sables, ruido enloquecido.
Ruido, ruido, ruido.
Volver.
Las noches a lo lejos, alumbrando con su pálido reflejo el
dolor, van marcando mi retorno.
Y aunque las estrellas se burlarán de mí, he decidido
volver.
Porque dicen que la vida es un soplo, pero vivirla sin ti
hace que ese soplo se convierta en un aire gélido que me hace tiritar y que
cubre mis sienes de escarcha.
Aunque nunca quise el regreso, siempre supe que habría de
volver al primer amor.
Veinte años no es nada, bueno…es un largo periodo para errar
por la sombra ausente de ti, buscando lo que queda de nuestro pasado.
Tengo miedo de las noches pobladas de recuerdos, por eso he
decidido dejar de huir y enfrentarme al olvido que armado de cuchillas afiladas
con la piedra del destierro, trata de matar la vieja ilusión.
Volver, a ti, a lo que fuimos, a la vieja calle donde el eco
dijo tuyo es su querer.
Volver, con la frente marchita como el jardín de abrazos que
hoy yace yermo y abandonado.
Volver, para regarlo con la esperanza humilde, que hoy por
hoy, es toda la fortuna de mi corazón, por eso he decidido volver, volver para
saber si aún estarás ahí, o si tan solo son las ilusiones de un hombre que no
aprendió nunca a mirar hacia delante.
Ojala
Que no puedas convertir en cristal la sonrisa de mis hijos.
Ojala que la luna pueda salir sin ti, o al menos lejos de
donde puedas contemplarla.
Ojala que se te borre pronto esa sonrisa perfecta con la que
desafías al pueblo que se arroja a las calles en contra de tus palabra precisas
pero falsas.
Que el deseo que te embarga, en tu viejo gobierno de
difuntos y flores, te reviente las entrañas.
Que la tierra deje de besarte los pasos, que las plazas se
vuelvan a llenar y que el clamor de los míos te persiga en todos los segundos,
en todas las visiones y que podamos arrancarte la piel a tiras en cada una de
mis canciones.
Que la aurora deje de de gritar en mi espalda y que una luz
cegadora abrase tus ojos de hiena ansiosa de todo lo que no te pertenece.
Y un pelotón de madres con los pechos secos de leche con la
que amamantar el futuro, te fusilen con sus disparos de repulsa fría como la
nieve.
Y entonces la lluvia dejará de ser milagro que baja por tu
cuerpo y volverá a ser un sendero de vida, de trabajo, de felicidad.
Porque nos estás arrebatando lo único que nos quedaba pero
seguiremos hasta derribar las paredes, hasta que tu nombre se le olvide a la
voz del pueblo y ya no sepamos a quien maldijimos, porque solo serás el reflejo
de una pesadilla.
Sound Of silence
Buenas noches oscuridad, vieja amiga.
Aquí me tienes, fiel a la cita.
Sigo sin poder dormir, sigo sin saber cómo ponerle freno a
este dolor que no deja de manar.
Puede que en estas horas que permanezcas a mi lado, encuentre
sentido a esa visión que se repite una y otra vez en mi cerebro.
Sigo conversando sin hablar, mirando sin mirar y llorando
sin cesar.
Quizás puedas ayudarme, enseñarme a discernir la verdadera
razón de entre el amplio catálogo de razones que con el sol, alguien dejará en
mi buzón, animándome a seguir vivo, porque ninguna me parece suficiente para
continuar aquí.
Y solo encuentro algo de paz cuando me detengo a escuchar el
sonido del silencio.
Y es que en el silencio, creo escuchar a lo lejos, muy bajito,
su voz.
Every Breath you Take.
Te estaré contemplando, desde la distancia del que una vez
fue todo y hoy no es más que un recuerdo en el corcho de tu vida.
Cada respiración, cada movimiento, cada paso que des.
Cada día que vivas sin mí y en cada palabra que pronuncie
esa boca que hasta ayer me colmó, cada suspiro que se te escape.
Ahí estaré yo.
Pero tú no lo sabrás, no me verás, no podrás siquiera
sentirme.
No entenderás como me duele este corazón que se ha roto en
millones de pedacitos minúsculos, tan minúsculos que ni sangran.
Estaré también en cada promesa que olvides, en cada juego al
que juegues, en cada baile que bailes con otro, que no te querrá ni una cuarta
parte de lo que yo te he querido.
Allí, también estaré.
En cada sonrisa que finjas y que ya no será para mí.
En cada peldaño que escales y en la cima y cuando caigas.
No olvides que te pertenezco y que estés donde estés, allí
estaré yo.
Espero que os hayan gustado, no me odiéis por esto.
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