Creo que el tiempo pasa muy deprisa (menos cuando duele) y por mucho que quiera obviarlo, la realidad de la vida me está despojando de esa fantasía de ser un personaje de cuento que no crece.
Bueno...por desde punto de vista físico la verdad es que no soy el tipo con el crecimiento más asombroso del mundo, pero en cuanto a la madurez emociónal, creo que en estos últimos meses he pegado un estirón tremendo, de hecho no me sirve casi nada de lo que me pasaba por la cabeza antes.Me quedan "pesqueras" mis antiguas emociones e ideas.
Cierto es que como ya he citado una vez, la vida pasa y pesa, pero los que debemos pasar por la vida sin cargarnos de pesos innecesarios somos nosotros.
Los que tengáis un animal de compañía en casa sabréis que es sorprendente la comunicación que se puede establecer cruzando unas miradas con tu perro, o con tu gato como es mi caso.
Forma parte de mi vida y el sentirme responsable de su seguridad y felicidad creo que es lo más parecido a ser padre a lo que me he enfrentado hasta la fecha (no tengo hijos, no se me da muy bien hacerlos, aunque lo he visto en películas)
De todas formas en toda mi vida solo he tenido un momento en el que me he planteado tener un hijo, pero eso fue porque creí haber encontrado a la madre de mis hijos, después visto que el tema bebé no cuajó la propuse hacernos con un corzo, dado que ya dormíamos con un gato y una perrita en la misma cama, pero nada, ni siquiera un corzo.
Creo que identificó con acierto mi falta de madurez aún y decidió que cada uno mejor en su casa y con su animalico.
Lo más duro fue separar a los bichicos, que aún siendo perra y gato, se llevaban fenomenal y era muy gracioso verlos juntos.
Así que hasta hace muy poquito compartia piso tan solo con mi gato y lo cierto es que aquella que duerme con nosotros ahora, ha tenido que pasar la criba de mi gato y francamente; prueba más que superada, mi gato la adora, no sabe nada el jodio.
El caso es que ser un gato es guay. Maduran en muy poquito tiempo y aunque el mio ya es un machazo adulto y maduro, aún a ratos tira de su lado infantiloide y se lo pasa como un enano.
Que pena que uno no pueda uno hacer lo mismo sin temer perder el curro o sin que la policía no insista en acompañarte a un castillo muy especial y no de cuento precisamente.
De todas formas madurar mola, si no eres una pieza de fruta claro.
Tendré que despedirme de Campanilla y de mis niños perdidos.
Ahora toca crecer.
Bueno, Campanilla siempre estará a mi lado, lo se.
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