sábado, 15 de octubre de 2011

Bajo la almohada

Duermo con una pistola bajo la almohada, para dispararte en sueños, para vaciarte un cargador de reproches entre los ojos.
Duermo acariciando sus formas labradas, imaginando lo hermoso que sería volarte la conciencia y desperdigar tus errores por toda la habitación.
Y los míos, los míos también.
Los míos sobre todo, porqué tengo siete carromatos blancos cargados hasta los topes y no se que hacer con ellos.
Una hoguera que se levante hasta el más allá del cielo, hasta donde no podamos ni imaginar, hasta donde no ha querido ir nadie.
Que ardan con todo, que se consuman con los malos recuerdos y con los buenos, y con los que no he podido posicionar.
Duermo con una pistola debajo de la almohada porque quizá nunca más volveré a dormir con nadie, ni tan siquiera contigo, ni tan siquiera con todas las ellas.
La noche avanza entre niebla y sobresaltos.
Los molestos ruiditos que producen los xilófagos que viven entre mis uñas no me dejan dormir, o quizás tampoco es eso.
Un día llegará el viento cargado de vida nueva y entonces enterrare mi pistola, como en la canción de Dylan.
Mamma put my guns on the graund...















2 comentarios:

Anónimo dijo...

MUCHO ÁNIMO

TÚ ERES DE LOS QUE PONEN A MAL TIEMPO BUENA CARA.

ADEMÁS EL RENCOR ENVEJECE Y ENFERMA.

UN ABRAZO

lacantudo dijo...

Pues lo que me faltaba.
Enfermar y envejecer...
Necesito pasar página, saltarme etapas y vaciar botellas.
Todo a su tiempo.
Gracias.