domingo, 22 de octubre de 2017

Fuera de mi

Y no es solo el que no hayas sabido quererme ni el que me hayas querido así de mal. Es culpa mía porque no he sido capaz de arrancarte de mi cabeza y de mi corazón y además te resistes a irte y, de vez en cuando te manifiestas como un espíritu burlón, para que no consiga conciliar el sueño o me despierte sobresaltado al tenerte revolviéndolo todo en el interior de mi mente.
Fui tan gilipollas de enamorarme de ti. De enamorarme de lo que habilmente dejaste que entreviera y de las pequeñas dosis de amor de escasa pureza cortado con cualquier cosa, con las que me enganchaste gratuitamente al principio pero que con el tiempo y al saberme ya un adicto, comenzaste a cobrarme a un precio desorbitado. Hubiera matado por quitarme el mono, habría hecho cualquier cosa por saciarme de ti una vez más. Que lista fuiste, que bien lo hiciste. Que cruel y que ambiciosa.
Ya me he quitado, ya he conseguido desengancharme y limpiarme de tu recuerdo, el recuerdo que corría por mis venas al ser bombeado constantemente por ese músculo absurdo y problemático que es el corazón. 
Con cada chute que me inyectaba con tu lengua y tus caderas, viajaba por un universo paralelo donde tu y yo éramos felices y nos queríamos. Pero aquello era solo el producto de un alma envenenada por la droga más salvaje: tu cuerpo.
Es una verdadera putada esto de ser un politoxicómano con propensión a sucumbir a cualquier adicción con una sonrisa como la tuya, unos pechos tan bonitos  y una boca tan hábil. Soy carne de polígono. Soy un caso típico de asalto a las farmacias y puntos de venta de amor por prescripción facultativa y puede que carne de terminar muerto por una sobredosis inesperada, el día que por fin consiga inyectarme amor de gran pureza, amor sin adulterar.
Me convertiste en un yonki de ti. Me hiciste renunciar a todo lo que fui y lo que es peor, renegué de todo lo que quería ser. Pero ahora, cuando estaba apunto de ir a buscarte a la zona donde acostumbras a menudear, me han podido detener a tiempo. Me deslumbró una luz y pensé que eran los maderos en una de sus redadas preventivas en busca de quien los lleve hasta el origen de esta melancólica epidemia.Pero no eran ellos, Era un alma afín y  anónima que habiendo conseguido salir de una adicción similar, se apiadó de mi estado y se ofreció a ayudarme a dejar esta mierda que me ha envenenado el espíritu. Y muy poco a poco, me está sacando.
Lo que más me duele es que no volveré a gozar de uno de esos viajes tan increíbles, que como han descrito algunos heroinómanos, son como besar a Dios en los labios. Ahora sé que si volviera a besar tu boca, seguramente estaría disfrutando del placer del estertor final y vendiendo mi alma al peor de los demonios. 
Ya no quiero tu querer.

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