jueves, 24 de diciembre de 2015

Piensa en algo encantador


 Dudó entre apagarlo en el suelo junto a él, o apagárselo en el antebrazo para que al menos durante unos segundos algo le doliese más que eso que le estaba destrozando por dentro. Se decidió por la segunda opción y el cigarrillo (apurado entre ataques de tos tras haber sido previamente sustraido de la pitillera semioculta en el gran bolso de su tía de Murcia) al ser aplastado en su antebrazo izquierdo cumplió de la manera más efectiva su misión, traspasando sobradamente el umbral del dolor al abrasar piel y carne.
Apretó los dientes y trató de contener las lágrimas que acudieron raudas a sus ojos pero no pudo evitar que una de ellas, la más grande quizás, llegase a resbalar por su rostro terminando la fuga en caída libre desde el mentón, tras haber empapado su mejilla.
No pasa nada, llorar no es de niñas, también es de niños, eso se llama paridad y se lo acaban de enseñar en el cole y además en esta ocasión tiene una excusa aceptable, no como el resto de ocasiones en que sin quemaduras, golpes, ni heridas de ningún tipo se entrega al llanto en la intimidad de su habitación, con el rostro entre las manos y  completamente desolado. 
Hacerse mayor lo está matando, perder la inocencia y descubrir que todo es una farsa le ha llevado a la desesperación.
Ningún roedor con caprichos odontológicos le cambiará las piezas defectuosas por monedas, ningún nórdico con sobrepeso vestido de ultra del Liverpool, se descolgará por su chimenea ( a no ser que se trate de un pedófilo alcoholizado, allanando la morada familiar)  y  no concibe a tres monarcas con poderes sobrenaturales a lo Harry Potter, repartiendo unidades del último grito en juguetes, colonias,  juegos de la play y demás caprichos por las viviendas de todo el planeta, con la que está cayendo. Con las fronteras de media Europa cerradas y reforzadas por unidades especiales del ejército, con cazabombarderos rusos derribando todo aquello que sobrevuele su espacio aéreo y con los océanos infestados de submarinos nucleares de la OTAN dispuestos a fijar el objetivo en cualquier sospechoso con turbante.
Los peces en el río han dejado de beber afixiados por los vertidos tóxicos y la navidad ya no es blanca, ahora viste de negro, de luto lo llaman.
Hacerse mayor implica aceptar las reglas del juego y aprender que todos tienen que morirse y que un día de repente sus seres más queridos le abandonarán para ocupar su lugar en una caja de pino o en un bote con aspecto de termo de café.
Hacerse mayor es descubrir que los mayores también lloran cuando creen que no les ve nadie y que también tienen miedo, mucho miedo,  aunque no a lo que se esconde en el armario o debajo de la cama, sino a lo que les llega en forma de correo certificado, de burofax o de llamada del departamento de recursos humanos de la empresa.
Si el amor verdadero existe, no entiende porqué los padres de su mejor amigo se han divorciado y porqué hay tantas canciones y tantas películas que hablan de mentiras y de traiciones, incluso de violencia entre los supuestamente enamorados.
Una vez escuchó a un adulto decir con irónica sonrisa; "poderoso caballero es Don dinero" y le pareció una frase muy divertida, como sacada de un chiste. Ahora ya conoce los superpoderes del supuesto caballero y la habilidad con la que puede convertir un día tranquilo y feliz en la antesala de la desesperación.
Piensa que eso no es lo que le han contado desde pequeño. ¿Dónde están los valientes caballeros que siempre vencen al mal, ganan todos los combates y se terminan casando con las princesas más hermosas?
¿Dónde coño están las alfombras voladoras? Puede que en el IKEA entre otros miles de alfombras aunque no vienen en el catálogo.
Pero sobre todo ¿Dónde están los finales felices? 
Ahora que se está haciendo mayor descubre que los finales felices no existen y que siempre, siempre va a tener un motivo para llorar y, el final se escribirá con una placa o con un cincel en el mármol y eso la verdad es que feliz, lo que se dice feliz, no parece.
Acaricia la idea de no crecer y de buscar billete a Nunca Jamás, a ver si con alguna compañía low cost de esas puede llegar hasta allí ,porque no es capaz de volar ni habiendo conseguido "pensar en algo encantador" cómo dice la canción de la peli de Disney. Igual es porque ese pensamiento encantador le ha durado lo que un pedo en la mano y enseguida ha llegado la imagen del coche fúnebre trasladando el cadáver  de su padre.
Da igual, si los billetes son muy caros se pondrá a currar en lo que sea o robará el dinero a alguien, el caso es largarse de aquí y no crecer. No quiere crecer y le importa una mierda que los niños que ya fuman a diario y tienen novias con las que se dan morreos, se rían de él.El que ríe el último ríe mejor.
No sabe porqué le han castigado a ser mayor si él no ha hecho nada, ha sido bueno, muy bueno y no se merece esto. 
-La vida es injusta (exclama en voz alta tras apuntarlo en su libreta mental) soy mayor porque ya lo he comprendido y no quiero hacerme mayor.-
Tras enjugarse las lágrimas se levanta buscando una fuente donde sumergir su dolorido y enrojecido antebrazo. 
En lo que consigue llegar a Nunca Jamás intentará resistir. Solo espera que no le hayan engañado también con eso y Nunca Jamás sea otra mentira. 
Piensa que ahora que es mayor ya se puede cagar en la puta y decir todo tipo de palabrotas y borderías en voz alta sin que nadie le de una colleja por ello. Sonríe por primera vez en mucho tiempo.


 





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