sábado, 27 de agosto de 2011

Cuando el miedo te vence.

Viene y va, como un monstruo furtivo que escudriña desde las sombras,
marchitando a su paso cualquier forma de vida,
y corro a mirar dentro de mi,
porque temo que se esconda entre el dolor y la rabia.
Viene, y al arañarme las entrañas me hace gritar y llorar,
y cuando se marcha, me arrojo a la desesperación de saber que va a regresar,
esperando desnudo de valor y de sueños,
dormitando a ratitos en un colchón de nubes negras.
Es el amor y el desamor a la vez,
es la certeza de un momento terrible,
es la alimaña que se nutre de vidas,
es el nada de la palabra todo.
No quiero vivir alimentando sus larvas,
sino enfrentarlo de una vez por todas,
y hacerme una capa con su piel de lodo,
y un collar con sus dientes de azufre.




miércoles, 17 de agosto de 2011

Bancos de piedra.





Está sentada en un banco de piedra, junto al brezo, en el jardín abandonado donde todo ha crecido salvaje.
El aire es frío y arrastra las amarillentas hojas de un lado a otro, como el mar cuando juega con los barcos antes de engullirlos.
Está sola y llora.
Llora porque hoy ha sentido como se le rompía el corazón.
Llora porque la luna no brilla tanto como lo hizo ayer.
Llora porque camina sola, en vez de abrazada a su cintura.
Tanto margen le dio, que los márgenes se hicieron mundo y él descubrió que había vida más allá de ella.
Tanto amor le dio, que terminó por ahogar el amor que él sentía.
Tanto lo quiso y tan mal, que él aprendió que el amor muerde y duele y decidió despojarse de su boca.
Ahora ella sostiene su foto entre las manos, como una niña que ha recogido del suelo un pajarito herido.
Ahora es tarde para insuflarle su aliento, para acariciar sus alas rotas.
Ahora, no hay nadie más en ese banco y la respiración se acelera, hasta que cae la primera lágrima. Luego viene otra y después mil más, todas, como una estampida, todas, todas sus lágrimas.
No puede contenerlas, no quiere detener el éxtasis del dolor.
Duele y duele y duele y nota con exactitud el punto donde quema el pecho, porque quema de verdad, abrasa, pero no cauteriza la herida que sigue abierta y manando llanto.
Los ojos empiezan a escocer, la sal de las lágrimas erosiona la piel de las mejillas y un carro lleno de angustia aprovecha los surcos y recorre su cuerpo.
No tiene consuelo, porque esta vez sabe que no va a volver, que lo ha dejado partir, que se ha llevado toda la risa, todos los buenos momentos, todos los sueños y los planes, los proyectos y las aventuras, en un hatillo con remiendos de otras historias de amor.
Se siente estúpida añorando los ojos azules que hacía un tiempo habían dejado de interesarla.Se pregunta como será la vida sin él.
Le duele conocer la respuesta.
Del otro lado del muro de hiedra, él está sentado en el suelo, junto a una flor marchita.
No quería marcharse.
Siente como un puñal de hielo se le incrusta en la garganta antes de empezar a repetir su nombre como una letanía.
Se ha vuelto muy pequeñito, tanto que podría pisarse a si mismo si no pone cuidado.
Se sube los cuellos del gabán en un gesto que de alguna manera recuerda a sus caricias, cálidas y oportunas.
Que difícil ha sido partir, que terrible es no saber a donde.
Apenas unos pasos y ha caído desplomado, exhausto, herido de muerte al volver la cabeza y mirar hacia atrás y verla tratando de retenerle con las pupilas empapadas, levantando la mano en un último intento por detener el tiempo y volver a días mejores.
El mismo viento gélido que congela las lágrimas de ella, alborota los rubios cabellos de él.
Parece un personaje de Dickens, tan frágil, tan abandonado, tan desprovisto de ganas de vivir.
Trata de no pensar, de no sentir, de arrancarse su imagen de la memoria, pero la lleva impresa en cada centímetro de su piel.
Huele a ella, sabe a ella.
Tendrá que armarse de valor y colocar su recuerdo encima de la chimenea, donde pueda verlo cada noche al avivar las ascuas.
Tanto daño hace amar, que prefiere no olvidarla.
Tanto daño hace amar, que tendrá que vendarse las heridas con cientos de versos.
Enciende un cigarrillo que baila entre sus labios que tiemblan.
Aspira el humo queriendo ser humo también y desvanecerse, pero nada de eso pasa y sigue siendo quien es.
Se levanta despacito, a sabiendas de que va a empezar a caminar y no sabe exactamente que rumbo tomar.
Esta perdido sin ella.
Se mete las manos en los bolsillos y coloca un pie delante del otro.
Ella esta tiritando.
La noche ha caído sobre la ciudad y en el parque solo hay silencio, como el que se escucha en su alma.
Se levanta despacito, a sabiendas de que va a empezar a caminar y no sabe exactamente que rumbo tomar.
Está perdida sin él.
Se mete las manos en los bolsillos, hace mucho frío.
Coloca un pie delante del otro.












































































sábado, 23 de julio de 2011

37






Pues otro año más que se me ha escapado.





Recuerdo que siendo pequeñito (ahora no es que sea mucho más grande), una tarde volvía del cine con mi padre, de ver una peli de Indiana Jones.





Pregunte a mi padre cuantos años podría tener ese pedazo de héroe con látigo y sombrero y él me respondió que por el físico y demás, unos treinta y siete.





Tras meditar un poco, le dije a mi padre que a mi también me gustaría tener treinta y siete años, porque consideraba que entonces sería un hombre hecho y derecho, aún joven físicamente, pero con la vida formada y cierta sabiduría a mis espaldas.





Hoy cumplo treinta y siete, y solo me parezco a Indiana en que cada vez que piso la baldosa que no es, me disparan dardos empapados en curare y una bola enorme, de piedra o de mala suerte trata de aplastarme.



Soy un héroe de pacotilla, la verdad.



Me dan miedo las arañas y me tapo los ojos con un cojín cuando veo películas de terror.



La chica, casi siempre termina marchandose con el malo y yo me quedo sentadito en una playa, con un hilito de sangre escurriendome por la barbilla y tirándole piedras al mar.



El sombreo me queda enorme y parezco una setita.



De pequeñito, mi padre y el bueno de Indiana eran mis héroes y yo quería ser como ellos, ahora, con treinta y siete, me he dado cuenta de que Indiana es un fraude y de que mi padre, sin látigo y sin sombrero, es a quien de verdad quiero parecerme.



No tengo hijos y no creo que pueda tenerlos y me da rabia pensar si acaso, de haber tenido un chavea, dentro de unos años hubiera querido parecerse a mi.



En fin...



Hoy es mi cumpleaños y aprovecho para hacer un repaso de mi vida.



Una vez escribí que cuando quería hacerme daño, miraba hacia adentro y hacia un poco de introspección.



Ahora creo que he aprendido a dominar mis demonios y ya no me duele sumergirme en mi.



Espero poder cumplir otros treinta y siete y que vosotros estéis ahí, para felicitarme.



Besos y abrazos.





viernes, 15 de julio de 2011

El bastón de mando.



Uno, que se pasa los veranos a bordo de una caravana llena de títeres y de buenas intenciones, tiene la suerte de ir conociendo a mucha gente por los caminos.

Gente de todo tipo, gente buena (la mayoría) y mala gente y gente mezquina (que de todo hay en botica).

Entre la buena gente, unos cuantos alcaldes de pequeños pueblos castellanos, pueblos de cien o doscientas almas, con las calles sin asfaltar y el pilón lleno de agua cristalina y fría, donde puede que hace unas docenas de años fuera arrojado algún que otro comediante de escasa chispa o de piropo inoportuno a la moza más jaquetona, que por norma, suele estar aparejada con el labriego de manos más grandes y paciencia más escasa.

Yo por si acaso, solo le suelto requiebros a mi señora y en ocasiones a mis primas, que ya se sabe: "el primo a la prima se arrima y si es prima hermana, con más gana".

Decía que he conocido a un par de alcaldes de esos de los de antes, de los que no se metían en política para "forrarse", como dijo aquél ladilla, sino que sacrificando un buen puñado de horas al día, trataban de que su pueblo no desapareciera bajo el agua de un pantano, y de que los jóvenes no tuvieran que marcharse a buscar las lentejas en los altos hornos, o en los bajos, o en los medianos da igual, porque todos están lejos de la plaza y la plaza sin muchachos y muchachas, se convierte en un nuevo cementerio, encalado y triste, silencioso y frío.

Hay personas que al recoger el bastón de mando, no tratan de metérselo por el culo al vecino de lindes, ni se hacen con el una cerbatana para aguijonear a los del pueblo de al lado.

Hay alcaldes, que aplauden como niños al terminar la función y te abrazan y te invitan a un vinito y a un plato de jamón, mientras te explican que al margen de las ideologías y los partidos, están las personas.

Hace un par de noches, me tomé una copa con el alcalde de un pueblo serrano, que ya va por la treintena de años al frente de la casa consistorial y que después de cuarenta inviernos afiliado a un partido construido sobre buenas intenciones, les ha devuelto el carné, sugiriendo que se lo introdujeran donde la espalda pierde el nombre.

Todos le saludan mientras camina por las calles de su pueblo, los azules y los rojos, los indignados y los satisfechos, los gordos y los flacos, los que se visten a escondidas con las sayas de sus señoras y los que persiguen a pedradas a los gatos.

Trabaja y no cobra, y en los ratos libres se remanga el blusón y araña el terruño, como lo hizo su padre y antes de su padre su abuelo.

Y yo no puedo por menos que admirar a ese señor, que no necesita de sastres, ni de coches oficiales, ni visas oro, ni dietas, ni de noches de burdel sufragadas por el erario público.

Entonces surgen las preguntas: ¿en que se ha convertido la política? ¿ya no están a nuestro servicio alcaldes y diputados, presidentes y parlamentarios?

La respuesta es tan obvia que en las tiendas de campaña instaladas en todas las plazas de España, hasta los jóvenes "ninis" la conocen.

A lo mejor es que no son tan "ninis", a lo mejor es que estamos consintiendo que nos tomen el pelo, una centena de hijos de puta.

Yo quiero representantes como este señor del palillo en la boca y la mirada franca.

Yo quiero que miren por el interés de mi pueblo, y no por el de una agencia de calificación con sede en las Caimán.

Yo quiero que me arreglen el frontón, y que dejen en paz la era, con sus proyectos de adosados y campos de golf.

Yo quiero que nazca un nuevo Machado, que cante a los campos de Castilla y que al doblar la última cuartilla manchada de versos, se tome un vino con el señor alcalde.


miércoles, 6 de julio de 2011

A cada cerdo, le llega su San Martín.



Vaya,

hacia tiempo que no me sentaba ante el teclado con los colmillos tan afilados.

Hoy me siento un Nosferatu de la red, dispuesto a hincarle el diente a esta cuadrilla de garrapatas sin alma, que gracias a la intervención de la Guardia Civil, se han presentado como lo que realmente son: unos ladrones y unos sinvergüenzas.

Existen muchas maneras de robar, no hay porque echarse al monte con un trabuco para ser un bandolero.

Estos miserables, se han permitido el lujo de ampararse en los derechos de los artistas para extorsionar a todo aquel que se le ha puesto por delante.

Son conocidas por todos nosotros mil y una situaciones esperpénticas en las que han reclamado su particular impuesto revolucionario en bodas, hospitales, conciertos benéficos, fiestas de fin de curso en colegios de primaria, peluquerías y un largo etcétera de momentos dignos de la tradicional picaresca española.

Bajo el pretendido afán de garantizar el cobro de los derechos de autor, estos hijos de puta han organizado un entramado empresarial paralelo, donde desviar los fondos y se han dedicado a forrar de tapices la cueva de Alí Babá.

Pero que estúpidos.

Acumulan decenas de denuncias de autores que no han visto un duro aunque sus creaciones hayan sido reproducidas en diferentes medios hasta la saciedad.

Y es normal, porque como de costumbre, el que no tiene padrino no se bautiza y casualmente, los únicos que han trincado pesetitas, han sido los colegas de la junta directiva y su camarilla de lameculos.

Lo del canon digital, fue algo que irritó a la sociedad española sobremanera.

No me voy a explayar aquí, explicando lo complejo y ridículo de semajante desfachatez, lo que si diré, es que por encima de la jetada que es el cobrar un dinero porque si, porque hoy es hoy como la caja roja de Nestlé, a mi particularmente me tocó mucho lo que no suena el que presupusieran que todo aquél que comprará un CD, era para delinquir.

Mira por donde, ya se ha visto quien es el verdadero delincuente.

Y es que a cada cerdo le llega su San Martín y en este momento, el matarife les está atando las patitas para subirlos a la mesa de matanza, mientras un paisano revisa el filo del cuchillo, largo y recto que les va a entrar por el cuello, justo debajo de la boca.

No veas como lo estoy disfrutando.

Vivimos en un país donde los chorizos engalanan sus cagaderos con cuadros de Miró y los piratas derrochan millones de euros en ostentosas sedes sociales.

Luego que nos indignamos.

Si es que esto es para tomar la Bastilla y hacer un merendero en el patio.

Lo peor de todo es que todavía tenemos que ver a gilipollas como Sabina, que es un gran cantautor y un genio de la palabra, pero un soberano estúpido que tira piedras contra su propio tejado al cerrar filas junto a esta caterva de maleantes.

En fin, voy a comprar una tarrina de cedesesy me voy a pasar la mañana haciendo el mal, con especial gustito y mala leche.

Señores de la SGAE, que os den lo que merecéis, vereis que risas.


miércoles, 29 de junio de 2011

Lo tuyo es puro teatro

Pues como pasa el tiempo.
Ha llovido mucho, cerca de seis años ya, desde que los productores aceptaron el libreto y se decidieron a apostar por este par de promesas de las tablas.
Cada uno en su camerino, nerviosos, calentando la voz y repasando texto.
Es difícil meterse en el personaje, a veces les da la risa y para un actor eso es una putada porque, si no transmiten con vehemencia los sentimientos oportunos en cada momento, el público lo nota.
Mucho método Stanislavsky, mucho trabajo actoral.
Se conocieron hace una veintena de años en la escuela de arte dramático. Dos jóvenes actores comprometidos con el sueño de la fama.
Fueron años duros, Mariano hacia payasos y cuentacuentos los fines de semana en cumpleaños y comuniones y Jose Luis recorría la linea 6 de metro durante horas, con su camiseta de rayas y la cara pintada de blanco.
Ahora todo es diferente.
Se han convertido en dos estrellas de la farándula.
Han actuado en las mejores salas: el parlamento, el senado, la ONU, la Unión Europea, EEUU.
Han conseguido llenar estadios y plazas de toros.
Se puede decir que han alcanzado el Parnaso.
José Luis está muy enfadado, el siempre fue el galán y Mariano el secundario cómico y ahora, por un absurdo capricho de los productores, las cosas han dado un giro de ciento ochenta grados.
Pero si Mariano tiene una dicción espantosa...
No puede entenderlo. ¿Qué ha salido mal?
Mariano, sin embargo, se frota las patitas en su camerino como una mosca posada en un gran y hermoso mojón.
Ha tenido que acostarse con alguno de los productores, si...¿y qué? José Luis también lo hizo en su momento, no puede venir ahora presumiendo de moral.
La farándula es muy dura, hay muchas puñaladas y como dicen por ahí "más cornadas da el hambre" y Mariano no volverá a pasar hambre, no volverá a alojarse en pensiones mugrientas plagadas de chinches, no volverá a su tierra como un fracasado, como una rubia de Iowa que marchó a Hollywood buscando el estrellato y regresó preñada de un guionista de tercera.
Mariano sabe lo que quiere y va a ir a por todas, además... Jose Luis y tuvo su momento, está "demodé", a nadie le convence ya su soniquete de actor de la posguerra, su exagerado maquillaje, su sonrisa forzada.
Es el momento del cambio, los que ponen la pasta saben que el público necesita de nuevas estrellas.
El público... ¡ah!, el maravilloso y estúpido público.
Quieren reír, quieren sentirse bien, quieren pasar un buen rato, olvidarse de sus miserias cotidianas.
Mariano se lo va a dar.
Se lo va a dar todo.
José Luis, sin embargo, reniega de aquellos que le encumbraron y ahora le dejan caer, pero la fama es efímera, lo sabe.
Rescatará del cajón los guantes blancos, el jersey de rayas y el bombín negro.
Volverá a pintarse la cara y volverá a caminar por los andenes con su maleta de cartón, esperando la próxima oportunidad.
El maravilloso mundo de la farándula.

lunes, 20 de junio de 2011

Desconchones.

Poco a poco, los recuerdos se van desprendiendo de mi memoria, como la pintura de las paredes de esta habitación.
Estoy enfermo, Alzheimer se llama este mal, que es doblemente traicionero, no solo por lo que olvida sino también por lo que inventa.
Releo las mismas páginas del libro una y otra vez, a sabiendas de que mañana, cuando me siente en el sillón de mimbre, volveré inexorablemente a empezar de nuevo.
Entre neblinas atisbo a recordar ciertos títulos que marcaron mi vida, y que cada día parecen más confusos y lejanos.
Ya solo me queda esperar, esperar a que me llegue el final, o a despertarme una mañana y no saber siquiera si he amado y a quien lo hice, o si he sido alguna vez un hombre bueno, o quizás, si en algún momento del pasado, me sentí plenamente vivo.
De pequeño, tumbado en la pradera, solía buscar formas en las nubes.
Ahora identifico recuerdos en los desconchones de la pared.
Siempre confusos, tristes y caducos.

jueves, 16 de junio de 2011

La luna se harta de anisetes.



La luna ya no va a la fragua, si acaso de deja caer con el pelo sucio y una bata espantosa por la tasca del Manolo, a tomarse unos anises y a recordar tiempos mejores.
La luna ha vendido su polisón de nardos por veinte miserables euros que no le alcanzan para nada.
Lo que pasa el que el niño ya no la mira, ya no la está mirando.
El niño ahora tiene cosas más importantes que hacer. Su casa se ha ido al carajo bajo las cadenas de un carro de combate Israelí, y la fragua de su padre saltó en pedazos, junto con el resto de los comercios y talleres bombardeados.
La luna se pone roja de rabia como hoy, o a lo mejor es de vergüenza, no lo se.
Enciende un pitillo en la barra, con dos ovarios, que para algo es la luna y a ella no va a venir nadie a decirla que a fumar a la calle.
Expulsa el humo con desidia, mientras piensa en aquellos salvajes sacrificando carneros en su honor, en las sacerdotisas que bailaban extasiadas bajo su luz.
Pide otro anís, pensando que es el último, o el penúltimo que coño, total, no espera nadie en casa.
Manolo sirve el "machaquito" con la mano izquierda, con la derecha arroja al suelo los restos de berberechos y las servilletas grasientas que hay sobre la barra.
-Lo que yo he sido, Manolo...
Manolo no quiere volver a lo de todas las noches y compasivamente dice
- Vamos señora, no beba usted más.
La luna escupe sin fijarse siquiera donde cae su gargajo de meteorito.
En la tierra, a una distancia más o menos de "a tomar por culo" de allí, unos cuantos nos sentamos en lo alto de un cerro en nuestras sillas playeras y abrimos una cervecita mientras pensamos en lo maravilloso del espectáculo.
Somos tan gilipollas que no nos damos cuenta de lo absurdo que es todo, y de que el planeta se lamenta, el sol amenaza con achicharrarnos a todos y la luna se ha vuelto una vieja borracha y mal maquillada, que no puede ocultar los rubores inoportunos.
Puede que en alguna parte, en alguna plaza, alguien este pensando en lo triste que es ver como la vida se pinta siempre del color más embustero.
"La luna se fue a la fragua, con su polisón de nardos, el niño la mira mira, el niño la está mirando", balbucea la luna mientras el bueno y paciente de Manolo la acompaña fuera del local, y sujeta su cabeza, una mano en la frente recogiendo el cabello y otra en la nuca, ayudandola a vomitar toda la mierda que se ha ido tragando.
Manolo es tan buena gente que aunque está hasta los mismísimos de orquestar esta debacle, aún no ha cerrado el bar, es decir, aún sigue siendo Dios.

miércoles, 1 de junio de 2011

Miro los pepinos de la patria mia...



Decía un amigo de la infancia que a los alemanes no les rulan bien las ideas en la cabeza, porque las tienen excesivamente cuadradas y se les quedan atoradas en las esquinitas.
Generalizar es de necios, pero es más de necios morir matando, en vez de pronunciar una excusa a tiempo.
La ministra germana que dio la rápida voz de alarma, cargando las tintas sobre la verde hortaliza española, se encontró con un gran dilema,dado que a ella siempre, desde que era adolescente, le encantaron los hermosos pepinos españoles.
Los descubrió por vez primera en Mallorca, en ´su viaje de fin de bachillerato con el colegio.
En aquella ocasión, no pudo resistirse y dio buena cuenta de tres de ellos (aunque según compañeras de clase, se avalanzaba golosa sobre todo pepino que veía).
Con la edad, se aficionó salvajemente a nuestros grandes y deliciosos pepino, porque aunque en Alemania también se encuentran, lo cierto es que son bastante sosos y no le satisfacían lo mismo.
Su marido la plantó a los pocos años de matrimonio, harto de que en cuanto surgía la oportunidad, la buena señora se desplazará a la vieja España, a hincharse de su manjar preferido.
Aquello era cuasi orgiástico, en la cama, con las carnes sueltas y el típico color cangrejo de los guiris que se pasean por nuestras playas sin broncearse con factor tres millones, la ministra se agarraba con glotonería a cuanto pepino español se acercara a su boca anhelante.
Por eso ahora, al reafirmarse en culpar de la muerte de varios ciudadanos europeos a sus hermosos amigos cilíndricos, no pudo evitar que una lágrima le resbalara por la mejilla.
No se preocupe señora, porque siempre habrá un caballero español dispuesta a satisfacer sus desmesuradas ansias por amarrarse a un buen pepino.

viernes, 27 de mayo de 2011

Javier Pascual Bailón



Hola Javier,
ayer me enteré de forma casual de tu muerte.
La vida en ocasiones, es una puta mierda, ya que abandona a aquellos que han sido rectos y honorables y permite a las alimañas seguir campando a sus anchas.
Fuiste mi profesor hace ya unos cuantos años, pero también y durante mucho más tiempo, has sido mi amigo.
Amigo desde el respeto y la distancia, no el típico colegueo del profe modernete al que se le llena la boca de tonterías "chachi-guays-como molo".
Fuiste un hombre sabio con el que poder hablar de literatura, de música, de filosofía...
La última vez que te vi, hace tan solo unos meses nos tomamos un par de vinos recordando viejos tiempos, tiempos en los que yo era un joven díscolo con desmesurada tendencia a repetir cursos y tu un paciente maestro que se obcecó en ayudarme e inculcar en mi dispersa conducta la tan necesaria fuerza de voluntad.
Siempre me apoyaste y cuando muchos quisieron verme caer, allí estuviste tu para sujetarme con tu aliento.
Gracias a tu persevereancia llegué a la universidad y gracias a tu perseverancia controlé la necesidad interior de emborronar cuartillas y comencé a ordenar aquello que quería decir.
Tantas charlas tomando café, en el bar de la esquina.
Gallego peleón, enamorado de su cultura y de su tierra, yo te grababa cintas de música celta y tú me hablabas de Castelao y de Rosalia.
Las cosas no salen nunca como nos gustaría que saliesen.
Al final de tus días perdiste a la mujer que amaste tanto tiempo y tu rostro, espejo de un alma enorme y generosa, transmitía el pesar de la ausencia de paz.
Las tertulias improvisadas dieron paso a lacónicos silencios delante de un vaso y aunque tratabas de disimular, se podía oler tu pena.
Al final un certero aneurisma disparado a tus arterias desde el arco firme de la desesperanza terminó para siempre con el dolor.
Me han contado que partiste en silencio, solo, en tu casa. Que te encontraron en el suelo, las gafas caídas a un lado.
Me hubiera gustado estar allí, para cogerte la mano mientras facturabas tus pecados y pasabas por el detector de metales.
Me hubiera gustado decirte, que fuiste para mi un ejemplo de persona prudente, amable y buena.
Hoy ya es demasiado tarde para eso, aunque me queda la certeza de que allá donde estés, seguro que tratarás de conducirte como lo hiciste en vida, con esa media sonrisa y un libro en la mano, dispuesto a ayudar a quien más lo necesite.
Hoy mi alma está un poco más rota y aunque casi no tengo sitio para más penas en el cofre, buscare un hueco para la tristeza que me está haciendo llorar por un amigo al que no volveré a ver.
Adiós Javier.
Y gracias.