El amor duele, estar enamorado es estupendo, siempre y cuando te enchufen al goteo de anestésicos mediante una vía a la vena y puedas arrastrar el gotero de un lado a otro.
Me he dado cuenta de que es amor de verdad cuando noto como se me inflama el corazón y comienzo a sentir ese dolor de tu ausencia o imaginar un futuro en el que no estás.
Sé que solo puede ser amor cuando la única cura posible llega de tus labios, con el roce de tus dedos o en ocasiones con el poder analgésico de tus ojos clavados en los mios.
Han sido muchos años construyendo castillos preciosos en la arena de mi playa pero siempre llegan las olas de la realidad a desbaratarlo todo y tan solo queda una masa informe en la orilla.
Con cada construcción me he dejado el alma en los planos, ideando unas estancias confortables donde pasar el resto de mi vida junto a ti y levantando siempre la torre del homenaje más alta y esbelta que llevara tu nombre.
Te he idealizado hasta concederte la categoría de deidad, con ser mi reina no era suficiente porque siempre sentía que me quedaba corto y no sabes hasta que punto te he venerado.
He rezado ante tu imagen cada noche, he abierto mi pecho a tus pies y he confesado constantemente el pecado de mi vulgaridad porque nunca creí estar a tu altura.
Tú y siempre tú has impregnado todos y cada uno de mis textos, fueran del género que fueran, coloreándolos con decadente romanticismo, cosa que me ha granjeado el desprecio y la burla de demasiados lectores pero eso siempre me dio igual porque sabía que mientras yo me ganaba el cielo de tu sonrisa, ellos se condenaban al infierno eterno de no poder escuchar siquiera tu voz.
De repente una mañana amanecí enfermo de plena consciencia y supe que lo nuestro era imposible.
No soy más que un miserable humano y no me he ganado el privilegio de formar parte de tu séquito.
Caí de la cama entre arcadas y convulsiones y traté de despejar esos negros nubarrones pero en el gris de mi cielo nunca volverá a brillar tu sol.
Se acerca el invierno.
Solo me queda intentar reponerme, limpiar la sangre que mana por mi nariz y esperar la vida en un mundo futuro, donde pueda sentarme a la derecha de la que será mi verdad y mi gloria.
Me duele reconocer todo esto, me duele renunciar a tu credo, me mata esta falta de fe pero prefiero ser un pagano de ti, que predicar embustes.
Puede que a partir de ahora comience a gozar del libre albedrío o puede que decida ser un nuevo mártir y entregar mi vida en el circo y que me devoren las fieras ante un público de bárbaros.
En cualquier caso y abandonando las metáforas ya, esta noche he descubierto que lo mejor es quererte en la distancia.
Que jodidamente cruel es el subconsciente que te envuelve la realidad en sueños y te la presenta en una nebulosa pero consigue que te llegue el mensaje.