
Es uno de los tópicos más habituales y que todo el mundo lleva siempre en la boca: "el cuerpo humano es una máquina perfecta".
Yo me miro al espejo y me da la risa.
Vamos a ver, un metro sesenta y cinco escaso, setenta y nueve kilos (eso ahora, porque esta máquina perfecta alcanzó la asombrosa cifra de noventa y siete kilazos) repartidos al tun tun, porque no tengo culo, ni muslos, pero sin embargo luzco unos hermosos asideros laterales, con efecto salvavidas y tengo unos pectorales de bailarina de barra americana que levantan pasiones entre mis amigos más guarretes.
Cuando voy a comprarme unos vaqueros, con lo que sobra de arreglarme los bajos la del cosetodo, me hace una chupa y un sombrero a juego.
Para leer las señales de tráfico me tengo que asomar por encima del manillar de la vespita y la mayoría de las veces tienen que llamarme dos veces, porque a la primera no lo suelo oír.
Mi estómago ha evolucionado de tal forma que solo contempla dos tipos de procesos digestivos, a saber: con alcohol y sin alcohol.
En caso de haber ingerido la más mínima dosis de alcohol, no quisierais ni imaginar lo que sale de mi y cuando no he ingerido ni una gota, es como ir a una tombola de pueblo, que o no te toca nada, o te toca un muñeco horroroso.
Si se me cae una moneda y me agacho pueden suceder varias cosas, por supuesto ninguna buena, lo más normal es que me crujan las rodillas con un estruendo tal, que en ocasiones ha venido la policía municipal a medir decibelios. Hay veces en que me agacho y recojo la moneda sin crujido de rodillas, ahí es cuando la espalda decide que se está muy agustito en esa posición y que para qué volver a caminar erguido.
Suelo llegar a casa caminando como un gorilita, con el cuerpo doblado, el andar torpe y balanceando los brazos de una lado a otro buscando mantener el equilibrio.
Una vez hice un abdominal, que ataque de risa, entre dos enfermeros bastante cachas me trasladaron al hospital completamente contracturado y tratando de explicar de la mejor de las maneras que no estaba tratando de autofelarme, que era un deportista.
El otro día eché un pulso con mi sobrino y casi me rompe la muñeca...tiene diez años.
La barba me crece como se le pone, de tal manera que entre otras peculiaridades, tengo medio bigote blanco y medio bigote rubio, absolutamente simétrico.
Debajo del ojo derecho tengo una mancha que en cuanto recibe algo de sol se torna de color rosa intenso.
Y no hablemos del tamaño de mi pene, es absolutamente desproporcionado (no crean que es cómodo,dada la longitud de mis piernas) al menos si la inmobiliaria se va a pique y el grupo de teatro decide dejar de pagarme la logopeda, se que podré ganarme la vida dignamente en el mundo del cine o en una barraca de feria.
Los pies han decidido dejar de hablarse y ni tan siquiera se miran, por eso al andar desgasto los zapatos por el exterior.
Si entramos en terreno sicológico ya es de "apaga y vámonos": tengo ansiedad crónica, claustrofobia, agorafobia, personalidad múltiple....y aunque no venga al caso, aerofagia.
El cuerpo humano es una máquina perfecta.
No se que publicista le hizo la campaña a Dios, pero seguro que era Argentino.
Al margen de todo la anterior, les aseguro que soy un tipo terriblemente atractivo y entre otras virtudes, el señor decidió obsequiarme con el don de la palabra, aunque al muy cachondo se le olvidó dotarme de la capacidad para pronunciar correctamente las erres y las eses.
No se hagan ilusiones, señoras, señoritas y caballeros dispersos, mi última pareja era una mujer psicológicamente sana y físicamente proporcionada.
Creo que he sido su penitencia particular y se quiere ganar el billete al paraíso a mi costa.
De todas maneras, cuando alguien vuelva a decirme que el cuerpo humano es una máquina perfecta, le voy a meter un cabezazo en los dientes.