Creo que ya va siendo hora de que al arrimar el hombro distintas instituciones, las fuerzas y los cuerpos de seguridad del estado, y todas las personas que conforman la sociedad española, terminemos de una vez con esta espantosa lacra social que es la violencia de género.
Como canta el bueno de Miguel Campello en este tema que encabeza la entrada, nadie se merece que le dejen señales. Nadie. Y es que por desgracia cada día nos encontramos con distintas noticias a cual más triste en los medios de comunicación, en los que se nos cuenta como se han arrebatado vidas y se han destrozado las de multitud de personas que sufren las muertes de familiares, amigos y compañeros de trabajo. Y por desgracia y aunque suene terrible, también las de compañeros de universidad, instituto, colegio e incluso guardería.
El mundo ha perdido el norte y el ser humano la humanidad, y esto no podemos consentirlo.
Hay que denunciar a la menor muestra de que esto pueda estar sucediendo en nuestro entorno, y no hay que callar, pues ante la violencia de género (venga del género que venga, pues no es patrimonio exclusivo de ningún género en particular) debemos actuar con tolerancia cero.
Nadie "te pega porque te quiere", os lo aseguro, y aunque podemos apreciar a simple vista muchas evidencias físicas de ese amor mal entendido, hay señales que no se muestran en ojos morados, moratones en la piel, o labios rotos. Hay señales que no se aprecian a simple vista, creedme, doy fe, y aunque no necesitan de puntos de sutura, analgésicos o vendajes, te marcarán para toda la vida, pues es muy difícil sanar un alma maltratada, y sé de lo que hablo, por desgracia.
Con el verano y las vacaciones, con el calor extremos y los viajes a lugares lejanos del hogar, aparecen muchos nuevos y terribles casos de esta despreciable pero incontrolada violencia entre aquellos que una vez se juraron amor eterno y que con el paso del tiempo, mucho o poco, terminan regalándose dolor y sufrimiento extremo, e incluso la muerte, o lo que es aún peor, la muerte de quienes un día consideraron frutos de ese amor corrompido y desvirtuado.
¡BASTA YA!
Por favor.
Yo nunca volveré a pedir que se me quiera mucho, tan solo que se me quiera bien.