El gendarme francés, se quedo solo paseando por la pista del aeropuerto de Soria, pensando en que seguramente, en otro país, en otra época, habría sido el principio de una hermosa amistad.
Pero Jaime no se fue con la chica, la chica se ha quedado en una regata con Fifi y Fan fan, hablando de caballos y besos en los bailes, y libreas y capitanes de artilleria.
Jaime vuela hacia Miami, condenado al ostracismo del buen gusto, embutido en unos pantalones que no se pondría ni Galiano (que es todo espantajeria y mamarrachez) y ojeando un Telva comprado a toda prisa en el kioskillo del aeródromo.
Según la revista, esta primavera se volverán a llevar las pamelas en los brunch del hipódromo, los homosexuales controlan la industria hortofloricultora, y podrás saber si tu hija adolescente es anoréxica, estudiando sus hábitos alimenticios.
Manda cojones.
Aunque desde que le dio el último gran arrechucho, había abandonado el tabaco (entre otros grandes vicios) Jaime se enciende un pitillo arrugado extraído de uno de los mil bolsillos de su chaleco mil bolsillos.
La azafata no se atreve a decirle nada, porque tan solo lleva diez días con la compañía y las veteranas ya le han hablado de las licencias que se les conceden a los señoritos de primera clase.
Este señor le suena de algo, será un actor famoso, o un político, o alguien del corazón.
Que más da, el caso es que sin saber porque, le inspira compasión, incluso le remueve un poco el instinto maternal, parece tan desvalido...
Don Jaime de Marichalar, es efectivamente un hombre triste.
A más de cuatrocientos kilómetros por hora, se aleja de su mujer, de sus hijos, y de la movida madrileña.
Los va a echar mucho de menos, a todos.
En Miami lo esperan sus primos los Fizt-Jones; no los ha vuelto a ver desde que se fueron de Soria, con una mano delante y otra detrás y aquél pomposo apellido, comprado hace muchos años por algún antepasado pretencioso y original.
Los Fitz-Jones controlan la industria del porno en la costa este de los EEUU.
Sinceramente, espera curarse la nostalgia a golpe de badajo.
No es una mala terapia.
La vida cambia constantemente, y con la edad, aprendes a superar el vértigo de esta gran montaña rusa.
Miami no es un mal destino, está llena de exiliados como él, asi que en unos pocos días habrá hecho cuchipandi y podrá lucir sus trapitos en la cubierta de algún yate, o en el restaurante más "in", o al volante de un precioso descapotable rojo ( no es un coche, es un estilo de vida).
Apaga el pitillo y con un gesto de la mano, encarga otro "gintonic" servido casi en el acto por una azafata que le sonríe tiernamente.
-Esta bastante buena- piensa para si mientras devuelve caballerosamente la sonrisa.
Por megafonía el capitán suelta una retahíla de palabros en ingles, y luego repite el aviso en una especie de spaninglis de bailes de salón.
Termina la copa y se abrocha el cinturón.
La vida sigue, Don Jaime de Marichalar se rasca la entrepierna y suspira entristecido.
La princesa se ha separado de su marido, España ha ganado la copa de Europa y el mundo avanza veloz hacia su autodestrucción económica.
Yo sigo sentado escribiendo, mientras como unas galletas de fibra, que me sentaran en el retrete en cuestión de minutos.
Ese fue precisamente el regalo que nos hizo don Jaime, nos enseño a ver la vida en mil colores, con pañuelo y pajarita, disimulando la vulgaridad de nuestros actos cotidianos.
Suerte Don Jaime, me cae usted mucho mejor que su hermano, el sanote.