viernes, 13 de junio de 2025

Arriad la mayor


 

Hace muchos, muchos años, cuando no había internet ni teléfonos móviles con los que llamar al 112, y los barcos aún no tenían motores y dependían del viento, navegaba por los mares del sur un temible pirata conocido como el Capitán bicolor.

Su nombre se debía a la particularidad del color del bigote que adornaba su cara, pues era un bigote mitad rubio y mitad blanco y cuentan los marineros en las tabernas, que se le puso medio blanco del susto que le dio un tiburón cuando se tiró al mar a refrescarse sin darse cuenta de que el enorme devorador de hombres nadaba junto a su barco. El capitán bicolor siempre tuvo mucha suerte y de todos los enormes tiburones blancos que infestaban las aguas del pacífico fue a coincidir justo con el único que se había hecho vegano, pero claro, él no lo supo hasta que el tiburón pasó a su lado ignorándolo por completo y masticando un chicle de algas. Se llevó tal susto que su hermoso bigote rubio pasó a ser mitad rubio, como su pelo, y mitad blanco como las sábanas de las literas de su camarote.

Pues bien, una mañana de agosto el Capitán Bicolor y sus hombres avistaron una vela en el horizonte y al comprobar con el catalejo que era un barco mercante, se lanzaron en su persecución en busca de riquezas y de una docena de huevos, ya que se les estaban terminando los de la bodega, porque había sido el cumple del grumete y el cocinero le hizo una tarta enorme que repartieron entre todos, y ya no quedaban casi huevos para las tortillas de la cena. Y eso de que hay unos piratas sin huevos, resulta bastante curioso.

Izaron todas las velas y aprovechando el viento que soplaba de popa salieron corriendo tras el barco mercante y no tardaron en alcanzarlo.

Bicolor y sus piratas se lanzaron al abordaje del mercante y con el sable en la mano y una pistola en la otra, su pequeño cuerpo de rubia melena cayó sobre cubierta seguido por los más sanguinarios piratas de los mares del sur.

La tripulación del mercante no ofreció resistencia y se rindió de inmediato, pidiendo que por favor no los mataran y se llevaran lo que quisieran. Bicolor que era un gran pirata, pero una buena persona, se apiadó de ellos y les prometió que, si se sentía satisfecho con lo que pudiera llevarse, les perdonaría la vida.

En la bodega encontraron unos cuantos barriles de ron, cerdos y corderos como para darse un montón de festines y huevos y patatas suficientes para mil tortillas, aunque nada de oro ni de cofres con tesoros.

No obstante, Bicolor y los suyos se iban contentos y perdonaron la vida a la tripulación del barco asaltado.

Estaban a punto de irse cuando uno de los piratas le dijo a Bicolor que habían encontrado a una noble dama escondida bajo la cama de un camarote.

La dama en cuestión iba a las américas a casarse con un virrey español, por lo que Bicolor decidió que se la llevaría y pediría un buen recate por ella.

Era una mujer muy hermosa, pero el terror se reflejaba en su rostro y Bicolor le dijo que no se preocupara que no le haría nada y que no pensaba quedarse con ella, que en cuanto le pagaran el rescate la liberaría porque las mujeres no servían para nada y en un barco eran solamente una molestia y un estorbo.

Ella se enfadó mucho y todos los piratas se rieron al ver como su cara blanca de miedo había pasado a estar roja de ira por ser capturada por un pirata y además por uno tan machista.

Bicolor le dijo al capitán del mercante que avisara al virrey de que la dama estaba en su poder y de que o le pagaba cinco cofres de oro o la haría pasar por la borda para que fuera pasto de los tiburones, incluso del vegano que se le comería el cabello confundiéndolo con algas.

El barco pirata navegó por los mares del sur esperando a que vinieran a pagar el rescate y se llevaran a la dama.

Durante unos cuantos días la dama se aburrió de lo lindo pues los piratas no la dejaban hacer nada. Para ellos las mujeres no sabían hacer nada y no valían para nada, hasta que un día estalló una brutal tormenta y paso lo que hizo que cambiaran de opinión.

El viento huracanado estaba a punto de hundir el barco y los piratas se esforzaban en achicar el agua que inundaba la cubierta. Permitieron a la dama que ayudara en cubierta pues les impresionó y les sorprendió ver con que velocidad achicaba agua y con que agilidad felina subía por las jarcias para cumplir con las órdenes del capitán Bicolor, que había ordenado arriar todas las velas menos la mayor, pensando que así podría aprovechar el fuerte viento si conseguían girar el timón y enderezar el velero para salir de allí. Pero las cosas se estaban poniendo muy mal y todos pensaban que iban a morir. Entonces la dama subió al castillo de popa desde donde el capitán daba las órdenes y se ató al timón para no ser arrojada al mar por la fuerza de las olas. Con rostro pensativo estudió la situación y lo vio todo muy claro.

¡Arriad la mayor! ¡izad las Génovas y los tormentines! Grito con tanta fuerza y tanta decisión que el capitán bicolor asintió con la cabeza y los piratas la obedecieron de inmediato. El barco basculó unos segundos, pero para asombro de todos la astuta maniobra de la dama secuestrada dio resultado y el barco salió de la tormenta poniendo a salvo al capitán y a todos los piratas.

 

Al fijarse en ella el capitán la vio sonreír con alegría y su sonrisa le pareció lo más bonito que había visto en su vida.

—Perdóname, noble y hermosa dama –dijo bicolor—estaba equivocado con las mujeres. Pensé que, aunque también sabéis hacer algunas cosas, valíais menos que los hombres, y de no ser por ti ahora estaría en el fondo del mar visitando a las almejas y a los cangrejos. Sé que no es escusa, pero tanto yo como mi tripulación, hemos crecido rodeados de micromachismos y se nos ha educado en que la mujer es tan solo el más hermoso complemento para la vida del hombre. Pero hoy me he dado cuenta de lo confundido que he estado siempre y a partir de este momento, le cambiaré el nombre a mi barco y lo llamaré "Igualdad", en tu honor.

—Te perdono, capitán Bicolor, pero espero que hayas aprendido la lección y que a partir de ahora no se te ocurra volver a pensar que las mujeres no valemos para nada.

Y así fue.

El Capitán Bicolor se enamoró de la dama y cuando llegó el barco que transportaba el rescate le dijo a su capitán que no la cambiaría ni por un millón de cofres de oro, pues era la persona más valiente y astuta que había conocido. Y le debía la vida.

La dama se emocionó al ver que prefería su compañía a tanta riqueza y entonces se dio cuenta de que Bicolor no estaba mal y que, aunque no era ni muy alto ni muy fuerte era un tipo muy majete y tenía unos ojos azules muy bonitos, pero lo que más le gustaba de él, era el oficio que había elegido desempeñar. Y le dijo al capitán del barco que llevaba el rescate que no se preocupara, que estaba muy a gusto con los piratas y que le dijera al virrey que lo sentía mucho, pero que se quedaría para navegar con el capitán pirata y que había descubierto su verdadera vocación y también se haría pirata.

Y así fue. La capitana Gran sonrisa se convirtió en una excelente pirata y convenció al capitán bicolor para que enrolase mujeres en la tripulación. El Igualdad, que así llamaron a su barco desde entonces, se convirtió en el más peligroso de los barcos piratas de los mares del sur, pues al unir sus habilidades los hombres y las mujeres de abordo, no tenían rival y piratearon hasta el infinito y más allá. Aún hoy en la isla de la Tortuga y en las tabernas de todos los puertos se recuerda con simpatía y admiración aquel barco pirata en el que mujeres y hombres al trabajar juntos se convirtieron en el azote de todas las embarcaciones que hacían la ruta de las indias.

martes, 3 de junio de 2025

En el tintero del alma


 Me acuso de escribir mojando siempre la pluma en el tintero del alma, y en ocasiones intento darle forma a  tanta sensibilidad y a tanta emoción que la prosa no me sirve, y trato de expresarme en verso, aunque ese no es mi terreno y corro el peligro de caer en una poza o de hundirme entre movedizas arenas.

Ruego a mis amigos poetas y a cuantos lectores aman la poesía disculpen mi atrevimiento.

Espero que sepáis interpretar cuanto sentimiento recogen estos versos y al hacerlo perdonéis mi osadía.

No se me puede llamar poeta.


Mi pasión no sigue métrica alguna, no acepta orden ni estructura ni está sujeta al estilo que indican los eruditos.

El amor que me inspira una sola de tus sonrisas no hallará jamás el término exacto para construir la metáfora adecuada.

Ergo no puedo llamarme poeta, no pueden llamarme poeta.

Y no lo necesito, porque siento, luego existo, amo luego insisto, te pierdo y te gano, te tengo y te alejas, me sangra el cerebro, me tiembla la mano.

Te busco en cada sombra y te encuentro siempre en la luz.

Eres el sol que es vida y si no me iluminan tus ojos me siento morir.

Y eso me desespera porque no puedo acusar al destino, ni al dios que todo lo puede, ni a los caprichosos hados que ni tan siquiera existen más allá de mis fracasos.

Tan solo conozco una gran verdad, y no es otra que habitas en cada una de las palabras con las que construyo la más feliz de las historias que me gustaría vivir junto a ti,

Pero es solamente real en negro sobre blanco.

Entonces igual sí que soy poeta.

Que me llamen como quieran,

yo me llamo como me nombran tus besos y no deseo seudónimos

martes, 27 de mayo de 2025

Lágrimas de sal


 Relato en el que he tratado de rendir homenaje a esas personas que más allá de su lugar de nacimiento, raza,  condición social, ideologías y creencias, se rigen por unos valores que a mi entender son lo que deberían regir el mundo, Sé que soy excesivamente idealista y utópico,, por no decir ingenuo e incluso algo iluso, pero bueno...me gusta pensar que personas como el Jonás de mi texto abundan en el mundo.


 

El agua cae con la presión y la temperatura adecuada sobre el bueno de Jonás, que se enjabona y se frota con tanto empeño que, sin pretenderlo, se levanta las postillas de las manos y los antebrazos. Estas costras se las levantó primero, al arrancar sin cuidado ni método las uvas de las primeras vides de las muchas hectáreas de viñedo que abastecen la producción de una conocida bodega de la Ribera del Duero, antes de aceptar los guantes y las tijeras que le ofreció el capataz que se hizo cargo de su cuadrilla durante la vendimia en aquellas tierras de Valladolid. Las costras que no terminaban de cerrar, pues no podía evitar levantárselas continuamente, eran las de las heridas adquiridas con las puntas de acero clavadas en las tablas a las que se encaramó al subir a bordo de la patera, después de lanzarse al Mediterráneo a intentar rescatar a Aminata, una joven en avanzado estado de embarazo, pocas semanas antes.

La mujer cayó al mar después de que uno de los pasajeros de la precaria embarcación sobreocupada esgrimiera el afilado y curvo cuchillo que extrajo con rapidez de entre sus ropas, y que a punto estuvo de atravesar el corazón de su marido, Mamadu, durante la refriega, obligándolo a saltar por la borda para evitarlo.  Ella perdió el equilibrio al tratar de mediar entre su hombre y el desesperado y violento marroquí, llamado Khaled, quien creyó ver amenazada su llegada a la costa española, cuando aquel enorme africano le pidió en un extraño y desconocido dialecto que no supo interpretar que le dejase a su mujer un poco más de espacio en consideración a su abultada barriga.

Jonás no juzgó la reacción del magrebí, quien obviamente se asustó mucho al no entender el idioma de aquel subsahariano que gesticulaba moviendo los brazos como enormes y musculadas aspas de molino al dirigirse a él, y que al ver los gestos y no comprender el significado de aquellas voces, creyó que le estaba ordenando que le cediera su plaza a la mujer. El billete para aquella travesía le había costado los ahorros de muchos meses de duro trabajo y no pensaba renunciar sin pelear a la oportunidad de llegar a España y de labrarse el futuro que en su tierra le estaba vedado.

Al ver que la situación se había descontrolado de tal manera, y que ni Mamadu, ni su embarazada esposa sabían nadar, Jonás se zambulló sin pensarlo y buceó unos metros hasta que consiguió aferrar por debajo de las axilas a la mujer que presa de la histeria había comenzado a hundirse. Una vez la tuvo bien sujeta, comenzó el ascenso hasta la superficie. Mientras, Hassan, uno de los ocupantes de la frágil embarcación que chapurreaba el dialecto de la accidentada pareja, explicó a su nervioso compatriota lo que Mamadu realmente le había pedido y, este, al percatarse de lo desproporcionado e injusto de su reacción, guardó el cuchillo y se prestó a auxiliar a quien segundos antes había estado a punto de acuchillar.

Aquel viaje era la última parte de un infierno que todos habían vivido en mayor o en menor medida, y la mayoría de ellos habían abandonado su humanidad por el camino.

Cuarenta y cuatro personas subieron a bordo en las playas de Alhucemas con destino a la costa de Málaga, pero para la inmensa mayoría, el trayecto hacia sus sueños había comenzado mucho antes, en Mali, Senegal y otros países de la sabana del Sahel.  Los marroquís, minoría en aquella patera provenían de las aldeas más pobres del Rif.

Todos sin excepción, habían tenido que pagar a las mafias argelinas que controlaban las rutas de la emigración y las salidas de las precarias embarcaciones, y que no escatimaban balas, crueldad y golpes en caso de que alguien se negase al pago de las desorbitadas cantidades que cobraban por facilitar jugarse la vida en el mar, a los más desesperados habitantes del continente africano.

El negocio era de tal magnitud, que distintos clanes mafiosos de las más dispares procedencias, pugnaban por hacerse con el control del dinero, los bienes y  la esperanza que movía a hombres, mujeres y niños a arriesgarlo por todo por huir de la miseria provocada por la avaricia de las grandes multinacionales europeas y americanas, de la guerra que convertía en soldados a los niños de los poblados, y del hambre que secaba de leche de  los pechos de las madres que cometían la insensatez de traer criaturas a un mundo en el que el color de la piel y el lugar de nacimiento dictaban sentencias de muerte. Algunas de estas mafias ya se habían ganado su reputación con el hachís y tras años de burlar a las policías de sus países y a las patrulleras de la Guardia Civil española, habían decidido cambiar por seres humanos los fardos de hachís que transportaban de contrabando cruzando el estrecho. Si el mar hundía una patera llena de inmigrantes, las mafias tan solo lamentarían perder a uno de sus empleados de menor categoría, y no cientos de kilos de una droga que les podría reportar un seguro dinero en el mercado negro.

El sol de agosto parecía haberse conjurado para abrasar la piel de los improvisados argonautas, que cruzaban las aguas del traicionero y peligroso estrecho en busca de su particular vellocino de oro abarrotando aquella paupérrima nave de apenas diez metros de eslora, y el infernal calor y la enloquecedora sed se fueron adueñando poco a poco de su voluntad y su razón hasta convertirlos en fieras presas de sus ilusiones y cautivas de sus escasas posibilidades.

Los individuos que les garantizaron la llegada a la costa española a través de una ruta supuestamente segura les indicaron que la última parte del viaje, la que cubriría el paso de este pequeño accidente geográfico que separaba dos continentes, apenas les llevaría quince horas de tranquila navegación propulsados por el minúsculo y obsoleto motor que controlaba el único individuo que parecía tranquilo, bien alimentado y sano, en aquella nave directa a la incertidumbre. Este peón de las mafias portaba un revolver de gran calibre, largo cañón y cachas de madera en la cintura, y aquel arma, a la vista de todos, evidenciaba que con él no podía discutirse ni perder las formas. Su voluntad era la única ley a bordo y aunque no era más que un soldado sin rango en la organización, en aquel punto del Mediterráneo era el único dios al que obedecer y rendir pleitesía.

Jonás se había ganado la amistad y el eterno agradecimiento del matrimonio que había estado a punto de morir ahogado, y el reconocimiento de cuantos viajaban a bordo, que vieron como aquel maliense de cuerpo atlético, expresión bonachona y sonrisa amable, se había lanzado al mar sin dudarlo, exponiéndose a perder la vida o lo que es peor aún, la posibilidad de construirse un futuro en Europa, tan solo por ayudar a dos desconocidos.

Cuando todo parecía volverse realmente insoportable, el mafioso que controlaba la embarcación dijo algo levantando al tiempo la barbilla en dirección a proa que hizo que todos sonrieran con una mezcla de nerviosismo y felicidad y aplaudieran, y algunos incluso comenzaron a cantar a los dioses dando gracias, pues en el horizonte divisaron la costa de Málaga. La alegría desapareció por completo unos minutos más tarde, cuando el piloto sacó el arma y apuntando al grupo los ordenó abandonar la patera y ganar la costa a nado, agarrados a sus escasas pertenencias. No obstante, dentro de su egoísmo, pues el mafioso intentaba por todos los medios no encontrarse con una patrullera en la cercanía de la costa, se acercó cuanto pudo a la playa y al asegurarse de que a esa distancia los viajeros tendrían posibilidades de llegar a ella, insistió en que se lanzasen al mar.

Jonás supo que para evitar muertes deberían organizarse y avanzar en grupos repartiéndose quienes supieran nadar con quienes no sabían hacerlo y con la ayuda de Hassan que le sirvió de intérprete y nadando continuamente de un grupo a otro para ayudar a que incluso los más asustados de entre sus compañeros se mantuvieran a flote, logró que todos los ocupantes  de la embarcación, qué libre del peso de la carga volaba de vuelta a la costa de Alhucemas, alcanzaran tierra firme, para el asombro de los bañistas y veraneantes que abarrotaban aquel trozo de tierra prometida. Diversos agentes de la Guardia Civil y cuerpos médicos y distintos miembros de organizaciones de ayuda al inmigrante no tardaron mucho en personarse en el lugar y en prestar ayuda a los agotados y asustados africanos que habían conseguido llegar a suelo español.

Jonás fue uno de los primeros en abandonar el CETI en el que los internaron, para formar parte del grupo de compatriotas que subieron al autobús con destino a Valladolid, donde los capataces de muchas de las bodegas de las cinco distintas denominaciones de origen que hacían de aquella provincia castellana la capital del vino español, contrataron mano de obra inmigrante, asesorados por miembros de organizaciones religiosas y no gubernamentales que luchaban por poder ofrecer a los desesperados seres humanos que arriesgaban sus vidas cruzando el mar un trabajo y una verdadera posibilidad de residencia y de futuro.

Aquella mañana, la voluntaria de la ONG que le había conseguido el trabajo y una plaza en el albergue en el que se estaba duchando, llamó al centro para comunicarle que Aminata había alumbrado a una hermosa niña sana y de ojos tan grandes como los de Mamadu, su padre, quien en el momento del parto se encontraba en el autobús con rumbo al trabajo en unos viñedos de la D.O Rueda y que pasaría el día contando los minutos para regresar a Valladolid, acudir al hospital y abrazar a su mujer y a su hija.

Jonás, se secó en el vestuario de las duchas y se vistió con las ropas donadas por otros vallisoletanos que, junto a aquellos voluntarios, religiosos y dueños y capataces de bodegas, le habían devuelto la fe en la humanidad.

El ser humano es un animal, si, y en ocasiones el hombre puede ser un lobo para el hombre, pero los misioneros que hace ya más de veinte años lo bautizaron con el nombre de un profeta tras convertirlo a la verdadera fe, le explicaron que Cristo vive en todos y cada uno de nosotros y que a veces solo hay que dejarle guiar nuestros actos para que triunfe el bien.

Enfrascado en sus pensamientos y con una sonrisa de oreja a oreja que dejaba al descubierto su espectacular dentadura, Jonás acudió al comedor para desayunar, y al tomar su bandeja y la taza de café caliente que le correspondía, agradeció a la Santísima Trinidad los alimentos, y sobre todo el no tener que volver a empuñar un arma y a matar a otros seres humanos para conseguir un pedazo de pan. Al pensar en su suerte lloró, pero esta vez las lágrimas de alegría sustituyeron a las lágrimas de sal que derramó al caer extenuado en la playa de San pedro de Alcántara.

La jornada de trabajo en el campo estaba siendo casi festiva pues la cosecha estaba completamente recogida ya y estos últimos días eran de limpieza de los viñedos y cuidados de aquellas cepas que, sin pretenderlo, habían resultado dañadas por la maquinaria y los peones, y el capataz lo había seleccionado junto a otros buenos trabajadores para formar parte de la cuadrilla estable que ayudaría en la bodega con todos los trabajos que necesitasen de brazos fuertes y firme voluntad.

Poco antes de subir al autobús que lo devolvería al albergue en la ciudad, Jonás comenzó a escuchar hablar de la terrible DANA que había sacudido el este del país que lo había acogido y donde parecía presentarse un futuro esperanzador.

En el salón comunal en el que se reunían a ver la televisión algunos residentes antes de acostarse, Jonás ya había podido ver las escalofriantes imagines que los telediarios transmitían prácticamente en bucle y el índice de muertos y de desaparecidos no dejaba de aumentar con el paso del tiempo.

Al día siguiente la realidad se volvió aún más insoportable y la desgracia y la angustia se extendió por toda la geografía española, pues además de aquellos que tenían familiares o amigos en la zona afectada, la población española en su totalidad había empatizado por completo con las víctimas de la tragedia, con quienes habían perdido seres queridos, casas, negocios, bienes…

Desde los pueblos de la comunidad valenciana se pedía ayuda para localizar a los desaparecidos y para limpiar y despejar las calles, pues muchos no podían regresar a lo que quedaba de sus hogares y lo que era aún peor, algunas personas estaban atrapadas solas o incluso en compañía de los cadáveres de quienes habían fallecido durante el tiempo que estaba durando la emergencia.

La solidaridad de sus anfitriones emocionó a Jonás, quien no dudó en unirse a otros agradecidos inmigrantes y solicitar a las organizaciones que los atendían y a los empresarios que los habían contratado la oportunidad de subirse a uno de los transportes que trasladaban a voluntarios armados con palas, cubos, fregonas y ganas de aportar cuanta ayuda está en sus manos y cuanta esperanza albergan sus corazones.

Jonás, y otros muchos voluntarios que no escatimaron esfuerzo en devolver su esplendor a las calles de Valencia, sabían bien lo que era verse sumergidos bajo las aguas y perder en ellas a seres queridos. Por eso cada una de las lágrimas derramadas en el este de España tenía para ellos restos de salitre, y se parecían mucho a las derramadas por quienes habían cruzado el estrecho o saltado la vaya que separaba la muerte de la vida, el odio del amor, el miedo de la esperanza.

Hoy, bajo la dirección de aquel bombero valenciano que tomó el mando de su cuadrilla y supervisó los trabajos, todos eran hermanos en el esfuerzo, y no había distinciones de credos, países de nacimiento ni colores de piel.

 

sábado, 24 de mayo de 2025

Buscar el gremio. No gana uno para sorpresas


 Como era de esperar en el control de acceso del residencial Benamara, en plena costa del sol,  se habían concentrado los mejores electricistas de la provincia de Málaga, atraídos por la urgencia en reparar la instalación que daba servicio al caprichoso hijo del multimillonario emir de Runara, quien al parecer tenía el dinero por castigo y maldición familiar. En la entrada de la urbanización se produjo un curioso embotellamiento entre los vehículos comerciales de las empresas eléctricas, los coches de los guardias de seguridad de la comunidad, los de protección privada del hijo del emir, un par de Nisán de la Guardia Civil y un vehículo de la policía local, cuyos ocupantes desplazados hasta allí nada más conocerse el origen del apagón global que al parecer ya afectaba a toda la península, se desesperaban en organizar aquel caos.

Según le comentó a Iván el miembro de la benemérita de mayor graduación, quien se había hecho cargo de lo referente a la investigación preliminar del suceso, alguien sin saber cómo, cuando, ni porqué, se había hecho pasar por un empleado municipal para acceder a los enormes generadores de seguridad y había colocado el ingenioso y minúsculo temporizador que hizo que un pequeño detonador de fabricación militar hiciera estallar el explosivo plástico adherido a un conmutador en la central eléctrica de Estepona. Todo sucedió justo en el momento en el que el hijo del emir había tecleado el código de apertura de la caja fuerte empotrada en el muro de carga del chalé alquilado para introducir los cerca de seis millones de euros que había traído para jugar en las mesas de ruleta francesa del casino Nueva Andalucía, de Puerto Banús.

—Desde lo más alto se nos hizo acudir aquí a los pocos minutos de producirse el apagón. No entiendo cómo ha sido posible que pudieran interconectar los sucesos con tanta rapidez—le dice el uniformado y bigotudo picoleto—Si al final va a ser que los servicios de inteligencia son inteligentes y todo.

Iván y Clara cruzaron una mirada y una sonrisa al escucharlo y ambos pensaron en el acto en las mismas personas, sin saber que una de ellas, Salomé, estaba a punto de enfrentarse a un peligro para el que Ulises no había podido prevenirla aun.

—A nuestros queridos amigos no les va a gustar que gracias a las sospechas de Salomé y a su rápida información a Ulises les hayan arruinado el negocio.

—Si. Es verdad—concede Iván— Se ve que esta agente destinada a SVAE es de lo mejorcito de nuestros servicios secretos. No creo que vayan a permitir que siga con vida. El intento de acabar con ella no tardará en repetirse y quien sabe, quizás con mayor fortuna.

Lo de dejar sin energía durante unos minutos a toda la población española y portuguesa para hacerse con los millones de euros en metálico del de Runara, y con la inmensa fortuna que traslada en joyas además cada vez que se mueve por Europa, se les fue un poquito de las manos a estos tipos. Pero también nos han dejado claro hasta donde pueden llegar y la profesionalidad de algunos de sus secuaces. Esto indiscutiblemente ha sido obra de alguien con formación militar y con una increíble preparación en actos de sabotaje, 

A poco más de 800 kilómetros de allí, los peores presentimientos de Iván estaban a punto de hacerse realidad. Un sicario de la organización criminal que habían descubierto operando infiltrada en los gremios a los que recurrían las administraciones de fincas y otras empresas que se podían contratar a través internet, jaqueó sin la menor dificultad el código que abría la puerta de acceso al parking donde los tramitadores de llamadas y sus responsables, coordinadores y formadores dejaban aparcados sus coches durante las horas de turno presencial. Al abrirse el portón, una pequeña furgoneta con las lunas tintadas accedió al parking y de ella saltaron con rapidez cuatro hombres armados hasta los dientes que no tardaron en derribar la puerta del call center y en encañonar a los trabajadores que allí se encontraban, ordenándolos que identificaran a Salome sino querían que abrieran fuego.

Lo que no sabían era que el destino, que es tan caprichoso como juguetón, había decidido que en ese momento Salomé estuviera en la pequeña sala de juntas anexa al call center, en la que tenía una de las periódicas reuniones que Pablo, el CEO de la empresa, solía celebrar con su equipo de confianza y un café y unos churros de por medio. Además de Salomé y Pablo, estaban allí Alma, la risueña y adorable formadora de los nuevos trabajadores que se iban incorporando a la empresa y Pedro Pérez, un coordinador corpulento y musculado, pero de naturaleza afable, aunque a todas vistas capaz de afrontar cualquier tipo de situación sin despeinarse. También estaba Txus, otro de los coordinadores quien fue el primero en darse cuenta de que algo no iba bien al ver a través de los vinilos serigrafiados que decoraban la luna de la sala confiriéndola al tiempo algo de intimidad, a un grupo de individuos de aspecto sospechoso entrar a toda prisa en las oficinas.

—Bueno, Pedro, Alma...—dijo Salomé al comprobar la situación a través del cristal— , creo que no hace falta que os diga que lo que nos temíamos ha terminado sucediendo.

—¿Se puede saber qué está pasando aquí?—preguntó Pablo al ver como aquella informal y cotidiana reunión de empresa se había convertido en algo completamente diferente a lo que imaginaba.

—No sé si estamos autorizados a contarte según que cosas—dijo Salomé extrayendo una pequeña pistola automática de la funda oculta dentro del maletín de trabajo y ofreciéndosela a Alma, quien declinó su ofrecimiento al hacer aparecer como por arte de magia un revolver  de gran calibre con las cachas nacaradas de entre los pliegues de su larga falda baquera.

—Yo me ocuparé con discreción del que cubre la salida —aseguró Pedro apretando el resorte que permitió aflorar la larga y afilada hoja de su navaja automática—vosotras desaceos de los demás y procurad que no lleguen a abrir fuego. Tenemos a tres compañeros en la sala y por encima de todo debemos garantizar su seguridad y ponerlos a salvo.

—Ulises no me había hablado de esto—masculló Pablo para sorpresa de todos mientras sacaba su Smith and Wetson del 45 de la funda sobaquera oculta bajo su impecable americana—vamos al lio, equipo. 

—¡Joder! —exclamo Txus apoyándose en el bastón que utilizaba para ayudarse en su casi imperceptible cojera—No gana uno para sorpresas.

Entonces se escuchó un disparo dentro de la sala y para su asombro vieron salir a tres de los intrusos desarmados y con las manos entrelazadas tras la nuca. Y siguiéndolos con paso firme y decidido y apuntándolos con su Pietro Beretta aún humeante a Laertes, el rubio teleoperador de ojos tan azules como tristes y palabras siempre cuidadosamente escogidas.

Guardad las armas y disimulad, equipo—ordena Pablo—vosotros y yo ya hablaremos luego. Y Ulises, claro. Me parece que tiene mucha cosas que explicarnos a todos.


miércoles, 7 de mayo de 2025

Buscar el gremio Echar una mano a oscuras.


 Tal y como había acordado con Salomé, la inspectora Nogueira se presenta en las oficinas de SVAE el día indicado a la hora establecida, y tras ser presentada como una nueva trabajadora en prácticas  al resto de teletramitadores que se encuentran allí, se le asigna un puesto de trabajo, una dirección de correo electrónico corporativa y una extensión para el uso de la centralita. Clara, quien ya había desempeñado una misión trabajando como infiltrada entre los cárteles de la droga de la costa del sol, no tiene el menor problema en asumir el rol de su nueva identidad y de presentarse a todos como Inés Sánchez, palentina, titulada como secretaria de dirección por una prestigiosa academia de Madrid, de esas de "a cojón de mico" el diploma, y dispuesta a desarrollar de la mejor de las maneras las competencias de secretariado virtual que exigen su nuevo empleo. El cabello recogido en un moño alto sujeto por un divertido lazo de gatitos, una indumentaria lo suficientemente estilosa para ir "arreglá, pero informal" y unas gafas de montura infantil de Agatha Ruiz de la Prada, completan su acertada imagen para no levantar sospechas. En la mochila PUMA en la que porta la taza para los desayunos, los Smint para refrescar y aclarar la garganta, las llaves del coche y de casa,  una libreta para notas y un par de bolígrafos, oculta también los grilletes, la placa, un 38 especial y algo de munición extra por si las cosas se ponían serias.

Alma, la coordinadora a la que Salome ha asignado su formación, se acerca sonriente y solícita a explicarle su cometido y a ayudarle en cuantas dudas pudieran surgirle. A Clara de inmediato le cae bien aquella coordinadora. Su aspecto inocente y empático y su evidente compromiso con el buen ambiente en el trabajo, la hicieron sentirse tan a gusto que de no ser por el requerimiento casi inmediato de Salomé se habría olvidado de qué coño era lo que la había llevado a trabajar allí.

—Inés—llama Salomé—Si no estás en llamada ven un momento a mi mesa.

Clara se levanta solícita y acude a la mesa desde donde la agente de El Faro del norte controla no solo a los trabajadores a su cargo, sino todas las llamadas de aquellos clientes cuya tramitación podía levantar sospechas y ser susceptible de abrir la puerta a las fuerzas del mal que utilizan esos nuevos pasadizos virtuales para obtener información sobre las viviendas de algunos objetivos, y el acceso a las mismas bajo las más insospechadas e inocentes identidades.

—Dime Salomé. ¿Todo bien? Creo que he entendido bien lo que me ha explicado Alma y estoy segura de que en breve cogeré las llamadas sin meteduras de pata—, disimula Clara en voz alta para que nadie sospechase el verdadero motivo de su requerimiento.

—Bien, Inés—contesta Salomé también en voz alta. Solo quiero que escuches conmigo la grabación de la llamada que acabas de atender para marcarte algunas cosas que puedes mejorar simplemente leyendo bien los protocolos y siguiéndolos sin omitir nada ni añadir nada de tu cosecha personal—le dice Salomé mientras la invita a colocarse los auriculares, que Clara acomoda sobre su orejas soltando con una mano el lazo que aseguraba el cabello recogido.

La grabación como ya esperaba no era la de una de sus gestiones, sino la de una reciente gestión de Laertes, un teleoperador de aspecto soñador y melancólico y de  maneras tan dulces que era capaz de apaciguar  con dos acertadas frases a quienes llamaban para quejarse a una administración de fincas de la ausencia de luz en el portal, o a una compañía de telecomunicaciones de la caída de la red en su municipio. Lo que nadie sabía era la clase de persona que se escondía tras esas amables palabras y ese relajado y amable tono de voz, pero esa es otra historia.

En esta ocasión, Laertes había atendido al guardia de seguridad de la urbanización de Benamara, en Estepona, quien llamaba para informar de que no funcionaban las cámaras de seguridad ni las barreras de acceso en la garita de entrada. Misteriosamente se había ido las luces de la urbanización y todos los controles estaban informatizados. El problema está en que aquel fallo en el sistema eléctrico coincide con la llegada hace apenas media hora del sequito de Yasir, el hijo menor y casquivano del emir de Runara, heredero de una de las más grandes fortunas de oriente medio, quien había alquilado una "pequeña" villa de 800m2 cpn 8 dormitorios, 6 cuartos de baño, sala de cine, piscina climatizada y casa de invitados, para pasar de incógnito el puente del 1 de mayo jugándose los millones de su padre en el casino Nueva Andalucía sin llamar la atención de los periodistas de la prensa rosa que asedian las urbanizaciones vecinas a Puerto Banus. 

Clara cruzó la mirada con Salomé y no hicieron falta palabras. En el acto la inteligente y resolutiva agente secreta se hace con su teléfono móvil para avisar a Ulises, la directora de la secreta agencia que vela por los intereses de España, cuando de pronto la luz de las oficinas también se fue sin previo aviso, y lo que es peor, los teléfonos móviles dejaron en el acto de estar operativos, fuera cual fuera el operador bajo el que encontrasen la red.

Clara se levantó fingiendo tener que encontrar un teléfono operativo para interesarse por el estado de su único hijo ingresado en el hospital para unas delicadas pruebas médicas y abandonó las oficinas en busca de Iván, sin saber que este ya estaba arrancando su vehículo encubierto para recogerla y emprender de nuevo camino a la costa del sol.

—Vamos a tener que solicitar traslado a la comisaria de San pedro de Alcántara—bromea Iván al abrir la puerta del copiloto a Clara apenas diez minutos después.

—Pues si. Y yo venderé mi coche eléctrico—. responde su compañera y amiga tan irónica como preocupada—el apagón es a nivel peninsular. España y Portugal se han ido a negro.

—¡Cojonudo!—ruge Iván—festival del delito. Hoy se han abierto las puertas de todos los garitos para que los chorizos disfruten de una inesperada barra libre.


Continuará.


jueves, 1 de mayo de 2025

Ocaso


 Tras cada noche llega una nueva mañana, tras la oscuridad nocturna vuelve a iluminarnos el sol y tras cada periodo de angustia regresa tímida y prudente, pero firme y oportuna la esperanza.

Pensé que había llegado el ocaso a mis días de creatividad y de efervescencia literaria, pero no, tras pensarlo mucho he comprendido que tan solo es que no me he atrevido a sentarme ante el teclado para alimentar el blog durante estos últimos 15 días, y no he sido capaz de hacerlo porque me he dado cuenta de que lo que he alimentado principalmente son los demonios que habitan en mi interior y que están deseando que abra la caja de los truenos y permita que asuman mi escritura. He preferido regalarme pequeños momentos creativos en distintas RRSS con las que a modo de dosis de metadona he conseguido quitarme el mono y detener los temblores, calmar los delirios y eliminar los sudores.

Y es que ya lo he escrito en muchas ocasiones, para mi escribir no es una afición, un hobby o un oficio, es sencillamente una necesidad vital, y si no puedo expresarme  por escrito en algún momento del día, sé que sencillamente me agostaré y dejaré de respirar. Otra vez. pero esta vez de forma definitiva, sin sorprendentes despertares y sin segundas oportunidades. Y es que además tengo la certeza de que si no pudiera escribir preferiría estar muerto.

En breve verá la luz la novela que ha supuesto un verdadero cambio de tercio en mi trayectoria literaria, un punto de inflexión y un ejercicio de madurez, Incluso lo bueno. Mientras, sigo trabajando muy despacito, cual meticuloso y exigente artesano en Inocentes, y para matar la inmediatez que me define y que rige mi existencia, he comenzado a escribir en este blog una novela por entregas, un juguete, un divertimento al que he titulado Buscar el gremio, y para el que he resucitado a mi querido inspector Iván Pinacho (cosa que quizás no debiera haber hecho bajo ningún concepto).

Me he apartado un poco de la parte más personal de este vuestro blog, intentando contener ese exhibicionismo emocional que caracteriza muchas de mis entradas, aunque lo disfrace con vestidos de cuentos y relatos, o aunque pretenda camuflarlo con recursos literarios.

Pero como también he escrito alguna vez, el que nace lechón, muere cochino, y renace más lechón que nunca.

Así que nada, aquí estoy de nuevo. Mis inseguridades, mis angustias, mis miedos, mis alegrías y mis penas, mis momentos de éxtasis amoroso y de insoportable ausencia de luz y mis circunstancias vitales, emocionales y existenciales volverán a ocupar páginas en La espinilla cuando besa, aunque sé que esto será motivo de celebración de aquellos que me odian y se esconden tras seudónimos y cobardes avatares ficticios para insultarme y tratar de destruir mi autoestima y de apagar mi luz. Pero lo siento, "amigos" (y "amigas", que de todo hay), esta luz no entiende de apagones innecesarios nacidos del odio, de la ambición, de la envidia o de la mediocridad.

Vivo, luego escribo. Pienso, luego insisto: todo termina llegando, incluso lo bueno.

lunes, 14 de abril de 2025

Es de bien nacido ser agradecido


 Una vez más las letras de este impresionante poeta urbano parecen estar escritas para acompañar mi realidad, mi emoción y mis textos. Me pasa con él exactamente lo mismo que he sentido al escuchar algunos temas de Ryden y de Residente. Los escucho, los siento míos, los amoldo a lo vivido y a lo que quisiera vivir y los convierto en partes de mi historia y de mis recuerdos. Mi historia...

Ayer se cumplieron once años del que quizás fue el momento más duro de mi historia, y el verdadero punto de inflexión que me ayudó a despojarme de mucho de lo que me lastraba como persona y a correr más libre, más seguro, más completo. Ayer esta efeméride me alcanzó en Toledo y allí entre en una iglesia a darle gracias a mi Dios, a mi familia, a mis amigos y a la gente que quiero, porque como canta El Chojin yo soy yo y la gente que quiero, y sin la gente que quiero soy un ser incompleto.

Gracias. A todos. Por tanto. Por todo.

He aprendido a decir gracias, pero también aprendí a decir los siento, y a pedir perdón. Quizás este aprendizaje salvaje y realmente duro ha sido tan necesario como eficaz para ayudarme en mi empeño de convertirme en el mejor Juan que pueda llegar a ser. Y ese Juan estará construido por lo mejor de lo que me ha regalado ese verdadero ejército de personas maravillosas que se negaron a verme morir y que con sus oraciones, su energía y sus buenos deseos, consiguieron que regresara de esos minutos de muerte clínica y que despertara de esa semanita durmiendo junto a la pálida señora ese sueño difícil y complejo al que llamamos coma.

`Ya está. La vida pasa y pesa, pero gracias a Dios todo sigue girando y aún tengo mucho que vivir, que disfrutar y que sufrir. Aún tengo mucho que contar y que escribir.

Pero aprovecho este blog para dejar constancia de algo, SOY UN TIPO TAN AFORTUANDO COMO AGRADECIDO, y siempre pago mis deudas, y cumplo mis promesas.

GRACIAS

jueves, 10 de abril de 2025

Buscar el gremio Seguimos para bingo


 Dumas se cansa de escuchar en bucle la canción de los Radiohead que suena como tono de llamada en el teléfono del inspector de homicidios que decidió adoptarlo y compartir espacio, vida, tiempo y cariño con él. Creep le gusta mucho, pero una vez tras otra y con la calidad de audio de un smartphone resulta demasiado cansino incluso para un gato común europeo de menos de un año. En un alarde de valor salta sobre el pecho de su humano de compañía y acomodándose junto a su rostro comienza a ronronear con tanta fuerza que el inspector Pinacho termina despertándose.

Al recuperar la conciencia, Iván acaricia al gato que ha decidido que ya es hora de arrancar la jornada y escucha la persistente llamada que anuncia el teléfono sobre la mesilla de noche, junto al paquete de Chesterifield y a su Pietro beretta de 9mm.

Al hacerse con el teléfono y con un cigarrillo y el mechero, y no por ese orden precisamente, Pinacho lee en la pantalla, Salomé, y descuelga de inmediato sorprendido pro su temprana llamada.

—Todavía no han pasado las burras de leche, Salomé—ironiza el servidor de la ley aspirando una intensa calada de la sustancia que terminará con su vida si no lo hace antes una bala, un cuchillo o un mal golpe en alguna zona vital —. Ya me dirás que tripa se te ha roto a las siete y media de la mañana.

—Buenos días también para ti, Pinacho—gruñe Salomé indignada por la respuesta del rubio agente de homicidios—. A mi no se me ha roto ninguna, pero a cierto fulano de tez extremadamente picada por la viruela, que me aguardaba con una navaja de barbero en la zurda oculto tras uno de los pocos coches que ya estaban aparcados en el parking de las oficinas de la empresa, se le ha roto un poco el cuello.

Pinacho sabía que Salomé era mucho algo más que una agente de inteligencia y cuando le comentaron que había sido una de las más eficaces agentes de campo de la organización, sabía que se refería a cosas como esa. 

—Imagino que los de casa ya se habrán desecho del cadáver.

—No te quepa duda—confirma  Salomé—, han tardado menos de veinte minutos en acudir con una motocicleta de gran cilindrada, una chupa de su talla y un casco integral para hacerse con él y simular un mortal accidente de tráfico en la vecina ronda VA30.

—Da gusto lo bien que se trabaja en este país—ironiza Pinacho apurando una nueva calada del pitillo—. Y  al margen de lo de tu nueva muesca en la culata, ¿tienes algo más que contarme?—pregunta mientras aparta con delicadeza a Dumas y se levanta para prepararse el primer café de la mañana.

—Pues claro, majete, a ver si te crees que lo que más me gusta a estas horas del día es escuchar tu voz. El hecho de que este individuo al que los compañeros de la científica ya han podido identificar se haya acercado por SVAE con la intención de presentarme sus respetos no ha sido casual. Al registrar su cadáver y encontrar su teléfono, hemos hecho un volcado de las conversaciones de wasap y en una de ellas hemos localizado un mensaje con la lista de objetivos que le habían notificado, en la que además de mi, estabais tu y tu querida compañera.

Al escuchar esto Pinacho tuerce el gesto. Si han incluido en la misma lista de objetivos sus nombres junto al de aquella agente trabajando de incógnito como encargada de una empresa de asistencia virtual, es obvio que han descubierto su relación. Y eso no quiere decir otra cosa que hay un topo en El faro del norte, y que la nueva mafia de muy lucrativa actividad delictiva, descubierta a raíz de haber eliminado a aquel sujeto en el hall de su casa, no está dispuesta a renunciar a la impresionante fuente de información que han encontrado en las llamadas de los angustiados vecinos que solicitan un técnico, un fontanero, un persianista, un electricista, un cristalero o al profesional del gremio oportuno para solucionar los más inmediatos problemas en alguna de los cientos de comunidades de vecinos interconectadas con los asistentes virtuales que trabajan a las órdenes de Salomé.

—Ulises me ha pedido que te avise, y de paso me dado una orden que creo que no te va ha hacer ninguna ilusión.

—Dispara—dice Iván mientras bebe un primer trago del negro café costarricense  recién hecho.

—Se me ha ordenado que Clara entre a trabajar con nosotros como teleoperadora del turno de tarde. Quiere que ella misma contraste llamadas conmigo y que te facilite algunas cosas.

—Joder—brama Pinacho—éramos pocos y pario la abuela.

—A mi tampoco es que me haga una ilusión loca, ricura, pero ya sabes, donde hay patrón no manda marinero. Además tras haber estudiado vuestras hojas de servicio, imagino que esto será cuestión de meses o mejor aún, de semanas como mucho.

—No creo que te haga falta que te explique la teoría de la relatividad, Salomé, ni lo mucho que vamos a disfrutar de cada segundo de los que nos toque emplear en resolver este caso, pero te aseguro que será mejor que esta calaña que pretende desvalijar a nuestros queridos conciudadanos contratase un seguro de vida lo suficientemente generoso como para dejar cubiertos a sus hijos en caso de toparse conmigo antes de haber podido saborear el segundo café de la mañana. Ahora te dejo—se despide—voy a llamar a la inspectora Nogueira y a ponerle al corriente de las novedades.

—Haz lo que consideres oportuno, Pinacho, pero no dejes de seguir los protocolos que marca la organización para que todo salga de la mejor de las maneras posibles.

—No te preocupes, reina, así lo haré.

Tras colgar el teléfono acaricia a Dumas entre las orejas y enciende otro cigarrillo. Una ducha de agua fresca que tonifique sus músculos y un poco de contorno de ojos, le devolverán un aspecto más o menos agradable. Eso y una camisa limpia a juego con sus azules ojos de niño bueno.

A veces da algo de pereza afrontar el día, y hoy le apetece más bien poco vivir, pero bueno, esto es parte del trato.


Continuará.

martes, 8 de abril de 2025

Creo que lo siento


 Aunque sinceramente...no estoy muy seguro de sentirlo de verdad.

No quería hacerlo, pero no me has dejado otra opción. He tenido que matarte, he tenido que hacerte mucho, mucho daño, pero como es algo irreal y literario, que tan solo sucede en negro sobre blanco, no estoy infringiendo ninguna ley, tan solo la que me conmina a perdonarte o a poner la otra mejilla. He tenido que escribirte el más cruel de los sufrimientos que he sido capaz de escribir, más cruel aún que cada uno de tus falsos te quiero,  y me has obligado a disfrutar con ello. Y mucho me temo que aunque me arrepiento de haber sido capaz de conjugar tanta maldad en presentes continuos, participios y gerundios, algo me dice que volvería a hacerlo.

En el pasado te escribí las palabras mas bellas, de hecho recolecté aquellas más delicadas y más hermosas, las mejores, aunque entonces ninguna me parecía lo suficientemente buena para describir lo que me ardía dentro del pecho cada vez que cruzaba la mirada contigo, pero me enseñaste a dejar de querer, y yo que pensé que no sabía hacerlo y que nunca sería capaz de aprender a renunciar a un recuerdo bonito. te odio por haberme enseñado a odiar, y te maldigo por haber conseguido que te maldiga en todas mis lágrimas.

Al escribir la última frase Laertes, asiente con la cabeza en el universo paralelo en el que obedece a quien escribe su realidad cotidiana, arranca la cuartilla del cuaderno y sin detenerse siquiera a rubricar esta carta sin destinatario ni remitente, la clava al pecho del cadáver de la mujer que un día lo llevó a plantearse cambiar de vida, renunciar a la violencia y abandonar todas las sombras entre las que había construido su realidad, su razón de ser y su futuro.

La conoció por avatares del destino y por avatares del destino la besó por vez primera. El destino también hizo que ella amaneciera en su vida un día tras otro y el destino, que es tan juguetón como tramposo y mal perdedor, lo empujó a apretar el gatillo y a atravesarle el cráneo con una bala de 9mm cuando la suerte estaba echada, los hados se habían rendido a las evidencias y el último beso sabía a traición, a veneno y a otros labios.

El destino de Laertes es rubio y tiene los ojos azules y tristes, pero muy expresivos, escribe en cuanto tiene un minuto que robarle a sus obligaciones y sabe que es el único dios de un universo imaginario en el que su voluntad es ley.

Al fin y al cabo Laertes lleva años viviendo de una de las profesiones más antiguas de este mundo, la de asesino a sueldo, y sonríe al pensar que ha sido a un tiempo sicario, cliente y víctima, juez jurado y verdugo, y que pese ha haber desempeñado tantos oficios al tiempo, no ah cotizado por ninguno de ellos, ni malgastado un euro.

Antes de arrojar el cuerpo al interior de la pira preparada para tal fin, le echa un último vistazo. Aparentemente es una mujer de la que cualquiera podría haberse enamorado, pese al rigor mortis, pero esas adorables facciones ocultan el verdadero rostro del súcubo más feroz que jamás poseyó a una mortal.

Ya está. Alea jacta est.

Laertes enciende un cigarrillo con su viejo y fiable mechero de gasolina, aspira profundamente la primera calada  y se gira abandonando aquel tétrico ritual en el que junto a ella quema los restos de un corazón que un día amó más de lo que jamás ha amado un corazón en este sistema solar. Se permite el lujo de una única, solitaria y extremadamente salada lágrima, se promete no volver a enamorarse jamás y durante un par de segundos acaricia la culata de su Pietro Beretta planteándose pegarse un tiro allí mismo y terminar con todo. Pero la vida sigue. Como escuchó una vez y escribió mil veces, la vida pasa y pesa. Pero sigue, y Laertes decide seguir respirando, pase lo que pase y le pese a quien le pese. O al menos eso es lo que decide su destino, su hacedor y su sacra némesis antes de guardar el archivo y apagar el ordenador.

miércoles, 26 de marzo de 2025

Buscar el gremio. Capítulo 1º

 


El inspector del grupo de  homicidios de la policía nacional de Valladolid, Iván Pinacho, comenzó a atar cabos al abrir la puerta al reparador del seguro con el  que la administración de fincas que gestiona los siniestros en su comunidad de vecinos, había contratado la póliza multirriesgo de hogar. Mientras esquivó el afilado destornillador que el falso operario trató de hundirle en el pecho, Pinacho pensó que sinceramente, había riesgos que no cubría ninguna póliza. Durante el forcejeo con el violento supuesto trabajador del seguro Pinacho se vio obligado a recurrir a las técnicas de defensa aprendidas en las fuerzas especiales, y con un movimiento preciso rompió el cuello de su adversario causándole la muerte inmediata. 

El cuerpo del otrora temible delincuente Milas Djuvick, ex combatiente de las milicias serbias y prófugo de la justicia al estar relacionado con distintos robos violentos en propiedades de familias acaudaladas de la provincia de Valladolid, yacía en el hall de entrada del ático que Pinacho, concediéndose un capricho que le llevó a desposarse con una entidad bancaria durante no menos de treinta años y un día  había comprado en uno de los edificios más emblemáticos, pintorescos, mejor situados y lujosos de la urbe, la Casa Mantilla.

No tardó en avisar del incidente a su compañera, la recién ascendida inspectora Nogueira, para que comunicara al forense y al juez de guardia esta simpática distracción que amenizaría la mañana del domingo obligando a todos los implicados en el futuro levantamiento el cadáver a cancelar los planes de vinos y tapas que tanto gustaban a la sociedad vallisoletana durante los festivos. Adiós al vermú torero con final feliz. Pinacho envió un wasap escueto e irrebatible a la pelirroja periodista de menuda estatura y gigantesca sonrisa que le había robado el corazón desde los sucesos de aquellos famosos Crímenes de temporada que lo convirtieron en el policía mediático que debió fingir su propia muerte para desaparecer de escena durante una buena temporada. Al cambio de identidad y de domicilio, añadió un tinte que disfrazó su rubio cabello con un tono negro azabache, lentillas oscuras y el perfecto afeitado de su añorado, representativo y muy característico bigote bicolor.

Se le permitió conservar su afición por esos incomprendidos felinos que habitan entre nosotros y para darle un punto de interés a esta nueva personalidad a la que le obligó la secreta sociedad El faro del norte, se hizo con Dumas, el adorable y muy juguetón gato común europeo con el que compartiría vida y aventuras.

Al identificar el rostro de Milas y adivinar el arma bajo la chaqueta, Pinacho asoció de inmediato lo curioso de su presencia allí con la detención hace unos días del ladrón de obras de arte Pablo Lacarra, instalando el video portero de otro de los edificios nobles y blasonados de la ciudad. Demasiada coincidencia. 

Mientras se servía un deliciosos tinto cultivado y elaborado en Peñafiel por su amigo Alberto (el "Rula"), Pinacho respiró profundamente, extrañando el pitillo que hasta hacía unos meses acompañaba el disfrute de los caldos de la ribera.

Indudablemente aquí había caso.

Una cosa siempre lleva a otra y el inspector Pinacho y su compañera en el grupo de homicidios de la policía nacional de Valladolid, Clara Nogueira, fueron colocando con cuidado las piezas del puzle que descubrieron cuando Pinacho tuvo que matar en defensa propia al peligroso delincuente serbio Milas Djuvick en el hall de su propia casa. En efecto y como Pinacho intuyó de inmediato, el que este delincuente balcánico y el ladrón de obras de arte, Pablo Lacarra,  operasen bajo la tapadera de trabajadores de distintos gremios laborales al servicio de unas cuantas administraciones de fincas, no se trataba en absoluto de algo casual.

Desde El faro del norte , la secreta organización al servicio de los intereses de España con la que colabora, tuvieron la cortesía de suministrar a Pinacho y su fiel compañera los informes necesarios sobre las actividades delictivas de algunos de los nuevos trabajadores en nómina de los más importantes administradores de fincas del país, que bajo el paraguas de una  asociación cuyas siglas inspiraban en el policía de bigote bicolor divertidos y chabacanos juegos de palabras, amparaban sin saberlo los delitos más variopintos.

Desde luego tanto Nogueira como Ulises, allá en la dirección de El faro del norte, sabían que IESA era una asociación perfectamente lícita y más que necesaria en muchos momentos, pues al unir a los grandes administradores de fincas, optimizaban recursos y acumulaban conocimientos y experiencia de cara a solventar todo tipo de problemas cotidianos que surgen en las comunidades de propietarios.

Lo que no sabían en IESA es que las mafias internacionales se frotaban las patitas al haber dado con una pantalla de semejante tamaño, que no solo les permitiría blanquear capitales al firmar contratos perfectamente legales, sino que pondría a su disposición información de primera mano para localizar a sus víctimas y para que hicieran de  los listados de propietarios y bienes un perfecto catálogo en el que deleitarse eligiendo a lo Ábalos los más hermosos y codiciados bienes.

Ulises comunicó a Pinacho que habían podido colocar una agente de inteligencia que desde su tapadera como coordinadora jefe de cuantos teleoperadores tramitaban las llamadas de los vecinos a las administraciones inscritas en la asociación, iba facilitando a los agentes de campo aquellos avisos que le resultaban excesivamente sospechosos. Y como era de esperar, Pinacho y Nogueira también formarían parte de la red a la que Salomé pondría al corriente al menor indició de delito.

Dos días después del incidente con el difunto ex militar serbio, y mientras el enamoradizo inspector cambiaba el arenero de Dumas, el gato con el que compartía casa, el teléfono móvil sonó sobre la mesilla de noche, ofreciendo varios compases del tema Crep de Radio head, mostrando en la pantalla el nombre que Pinacho pronunció al descolgar.

—Salomé, espero que tengas algo realmente interesante que contarme.

—No lo dudes, Pinacho—respondió la eficaz agente de inteligencia infiltrada en la empresa de teleasistencia más potente y mejor considerada del país—te acabo de enviar un correo en copia a Ulises con los protocolos que debéis de seguir Nogueira y tu para evitar la inminente ejecución en su chalé de La alcaidesa, de la familia de uno de los capos de los cárteles de la droga más poderosos de La línea de la concepción.

—Una vez más El faro del norte nos pide que actuemos fuera de nuestra jurisdicción—ruge Pinacho viendo venir nuevos problemas a cientos de kilómetros de su comisaria.

—Y una vez más la organización pondrá a vuestra disposición todos los permisos y todos los medios, incluso los humanos que más os gustan, o al menos que más le gustan a tu compañera—ironiza Salomé haciendo referencia a Mira, el tirador de élite con el que Nogueira vive un apasionado romance desde hace ya más de un año.

—Muy bien Salomé—contesta Pinacho algo intrigado de la dimensión que parecía estar cobrando el caso si necesitaban de la cobertura de Mira—llamaré a Nogueira y esperaré a que venga para leer juntos el mail y comenzar con los preparativos. Imagino que Ulises ya habrá hablado con el comisario Estévez. No podemos marcharnos a la costa del sol cuando no sale de las gónadas así por nuestra cara bonita.

—Por supuesto, Pinacho...en esta ocasión la empresa os ha adjudicado a ambos las vacaciones pendientes casualmente a partir de pasado mañana. Disfrutadlo y traedme algo bonito—ironiza Salome antes de colgar.

Pinacho vuelve a dejar el móvil sobre la mesilla, termina de acomodar el wc del gato y elige una botella de tinto de toro, el favorito de la inspectora Nogueira. Pone "Fugitiva", el nuevo trabajo en vinilo de los vallisoletanos Blow, en el equipo del salón, y se sirve una copa para catar el caldo antes de que llegue su querida mano derecha.

Disfrutan del vino, preparan el viaje y se despiden hasta la mañana siguiente, cuando puntuales, bien armados y decididos a cumplir con su misión suben al coche en el que aprovechan para repasar las directrices durante el trayecto.

—Con estas borrascas tan seguidas por toda la península, los amigos de lo ajeno tienen una continua jornada de puertas abiertas. —ironiza la inspectora Nogueira al revisar las estadísticas de los robos en viviendas denunciados en los cuatro últimos días.

—A nuestro regreso tenemos que cruzar los datos de los robos con los partes abiertos por las compañías de seguros en nómina de las administraciones de fincas que Salomé nos ha marcado como posibles tapaderas de las mafias del norte de Europa—decide Pinacho mientras indica su próximo giro a la derecha para abandonar la autovía de la costa del sol por la salida a la urbanización La alcaidesa, donde afrontarán  la misión que los encomendó El faro del norte.

—Salomé ha sido muy explícita en sus instrucciones—comparte Clara mientras revisa el documento impreso en el que figuran los protocolos específicos a seguir por los dos inspectores vallisoletanos en misión especial.

—Al parecer y según lo que me ha contado Estévez, Ulises fichó a Salomé de entre los más competentes agentes del CESID, y más allá de su certeza diseñando planes de acción fue durante un tiempo una de las más eficaces ejecutoras de los asesinatos selectivos de la organización. 

—Si Ulises la ha infiltrado en SVAE ha sido por algo. Viendo la dimensión que está tomando su impoluta teleasistencia virtual y lo mucho que está creciendo, que El faro del norte tenga a alguien de su categoría controlando los avisos que llegan desde empresas de peritos informáticos  a Notarias, pasando por administradores de fincas, bufetes de abogados, empresas de telecomunicaciones o alojamientos turísticos no es algo baladí.

—Bueno —ruge Pinacho—por el momento ya nos ha organizado esta escapadita para eliminar quirúrgicamente y sin dejar rastro de ningún tipo al clan rival de sus confidentes en el narcotráfico de la Línea de la concepción.

—Recuerda que nos ha dejado bien claro la importancia de este asunto. Los Suero no son solo claves en la costa de Málaga y Cádiz, también son de vital importancia para el control del paso del Estrecho y ya sabes que la droga no es la mercancía que más preocupa a Ulises.

—Cierto, Clara, las mafias que trafican con emigrantes están saturando de pateras con cientos de africanos desesperados las costas granadinas y malagueñas al encontrar cerrada la ruta Canaria, y los Suero están siendo de mucha utilidad para frenar la ambición y la falta de escrúpulos de las mafias argelinas y magrebíes, que no dudan en sacrificar a cientos de seres humanos haciendo naufragar  adrede embarcaciones atestadas de mujeres y niños con tal de distraer la atención de los narco submarinos y las planeadoras cargadas hasta los topes con sus fardos de muerte, que aprovechan el caos en alta mar para alcanzar su destino.

—Salomé ha sido bien explícita con esto. Hoy dejaremos claro al resto de clanes que los Suero son intocables. Mañana regresamos a pucela y ancha es Castilla. Además Mira y dos de sus compañeros cubrirán nuestros movimientos con sus fusiles de precisión y se asegurarán de que corramos los riesgos justos.

Clara cambia la expresión de los ojos al recordar al tirador de las fuerzas especiales que le ha robado el corazón y Pinacho sonríe al percatarse de ello.

—Una lástima que no puedas pasar con él un par de días después de cumplir con la misión. Estoy seguro de que os gustaría regresar al hotel en el que os alojaron tras el tiroteo durante el torneo de esgrima de San Pedro de Alcántara en el que terminasteis con los clanes rusos de la droga que querían afincarse en España.

—Pues sinceramente, aunque sé que sería feliz con Mira todos y cada uno de los segundos que se nos concedan juntos, preferiría pasarlos en Asturias. Ya sabes, Iván...Asturias lo cura todo—dice clara parafraseando a su hasta hace unos meses rubio compañero, quien se ha declarado un enamorado de Asturias en multitud de ocasiones. 

—Todo menos una bala en el cráneo, una hoja afilada entre las costillas o la rotura de la columna vertebral a manos de un sicario bien entrenado—ironiza el inspector Pinacho complacido al ver que tras más de  800km de viaje han alcanzado por fin el destino—ahora al lio. Nos toca ganarnos el pan, librar al país de unos cuantos desalmados y cumplir con nuestro cometido.

Un buen puñado de horas después y tras deshacerse de los cadáveres de los narcotraficantes que intentaron terminar con la familia Suero en el fallido asalto al chalé familiar, esta vez es la inspectora de homicidios Clara Nogueira la que se ocupa del volante del Renault Kadjar camuflado que El faro del norte puso a disposición de los dos policías de incognito en su viaje al sur de España, y enfila el vehículo en dirección Valladolid.

—Sabes que como todo en esta vida, los viajes son más llevaderos con un poquito de música—comenta Iván a Clara a modo de indirecta que la subinspectora capta al vuelo.

—Está todo pensado, compañero. En cuanto entremos en la autovía pondré en el equipo una de tus listas de Spotify, seguramente Catarsis, que es muy variadita y tienes de todo.

—Desde luego contigo da gusto, Clara. Eres igual de válida para ponerme la canción adecuada que para descubrir una pista en el caso más complejo o para romperle el cuello a un sicario de la mafia rusa.

—Bueno, gracias, Iván, viniendo de ti es todo un cumplido, pero la verdad—declara la inspectora Nogueira realmente convencida de ello—si me dan a elegir prefiero pinchar en un chiringuito en la playa que andar por ahí pegando tiros, arrastrándome por escenarios del crimen o dándome de hostias con energúmenos con más músculos que cerebro.

Tras unas cuantas horas de viaje y según lo acordado con la organización secreta que trazó el plan de acción y dispuso todo para que pareciese un ajuste de cuentas entre clanes rivales, Pinacho y Nogueira estacionan el vehículo en el parking de la plaza mayor de Valladolid y dejan la llave dentro de la guantera antes de irse.

—¿Un Tigretostón en Los Zagales?—pregunta Clara con algo de gusa tras haber conducido más de 800km.

—Sabes que me cuesta mucho decir que no a cualquiera de las propuestas de Toño o de su hermano Javi, por lo que no va a hacer falta que insistas, ya me has convencido.

—Si es que tengo una labia...—bromea Clara guiñando un ojo a su compañero y amigo. Tras caminar unos metros por la Calle de La pasión los dos policías llegan hasta el establecimiento que está hasta la bandera de vallisoletanos y visitantes que se deleitan con una copa de vino de cualquiera de las cinco diferentes D.O que atesora la provincia, mientras saborean las exquisiteces gastronómicas en miniatura que ofrece la carta de Los zagales de la abadía .

Una amable camarera, sonriente pese a la saturación de trabajo, les llena las copas de Protos 24, uno de los tintos vallisoletanos favoritos de la inspectora. —Lehaim, clara. — dice Iván levantando su copa a modo de brindis—Por la vida ——traduce del hebreo—aunque debamos quitar más de una cuando la ocasión así lo requiere.

Clara brinda con su compañero y le guiña un ojo. Un par de copas de caldos de la ribera acompañadas por su maridaje gastronómico más tarde, los dos amigos se despiden al final de la calle Santiago, junto a la Plaza del poeta que ensalzó a Don Juan Tenorio.

Al acostarse con la satisfacción del deber cumplido, ninguno era consciente de lo que los aguardaba a la mañana siguiente, cuando Salomé llamó con insistencia al teléfono del otrora rubio policía hasta conseguir sacarlo de la cama.

lunes, 17 de marzo de 2025

Juntando letras




 Gracias a Dios he encontrado una vía de escape en la literatura de ficción, y así, al descubrir esta sorprendente salida del laberinto de emociones en el que desorientado me perdí hace demasiado tiempo ya, comencé a escribir novelas. 

A pesar de todo me cuesta demasiado ignorar mis circunstancias, alejarme de mi realidad y bucear en otras aguas menos turbias. Y por eso no soy capaz de terminar la única novela en la que su protagonista y yo no tenemos absolutamente nada que ver, ni física, ni mental ni emocionalmente. En su lugar me concedo prórrogas y rescato al alter ego que me ha servido para matar a cuantos  quiero ver muertos, incluso a mi mismo, y para amar a quien no supe amar fuera del papel impreso.  Escribo porque vivo, y vivo para escribir, aunque esta puta pescadilla no deje de morderse la cola.

Hace ya mucho, mucho tiempo, escribí que cuando quería hacerme daño, hacía introspección, y es por eso mismo por lo que huyo de profundizar en los caminos de mi interior, y prefiero sacar la cabeza y pasear por los senderos de quien no supe, no quise o no pude ser. De alguna manera escribiendo me aplico vendajes, suturo heridas, alivio el dolor y me perdono esos errores que no dejo de cometer.

Juntando letras las cosas duelen menos. Juntando letras aún creo tener al menos una posibilidad, y la esperanza y la ilusión se mantienen en alto.

Mientras sea capaz de formar palabras, la vida seguirá teniendo sentido. Y es por eso por lo que vivo, luego escribo, y escribo para sentirme vivo.


viernes, 7 de marzo de 2025

Agua y hierro

Un año le duró la alegría al caudillo Abderramán, que no dudó en trepar sobre los cadáveres de sus soldados que inundaron el foso de la bien cercada y así, a costa de miles de valientes muertos bajo el acero cristiano, hacerse con las puertas de la ciudad. Los pocos defensores de Zamora que sobrevivieron a esta batalla y pudieron ponerse a salvo junto a los ejércitos cristianos, se unieron a las tropas del Rey Ramiro y se juraron recuperar la ciudad mientras les quedase una sola gota de sangre en las venas. Poco menos de un año más tarde, muchos de los guerreros que pronunciaron aquel juramento, entre los que se hallaba la heroica doncella soldado conocida entre los caballeros y nobles zamoranos como la dama Roferre, brindaron por la victoria, por las almas de los suyos caídos en combate y por la gracia de Dios.
Roferre, hija de un bravo noble castellano que falleció pocos años antes de la invasión musulmana, no dudó en vestir la armadura de su padre y en tomar su espada y su escudo para defender a los habitantes de su querida Zamora, y destacó entre todos los caballeros cristianos al demostrar que lo importante no era si bajo la cota de mallas latía un corazón masculino o femenino, sino la bravura de sus actos, el acierto de su estrategia y el coraje de su alma.
Muchos de los  considerados entre las huestes cristianas  más valientes y esforzados guerreros, rindieron sus lanzas al paso del caballo de Roferre, tras haberla visto combatir al moro y expulsarlo del convento de extramuros donde se habían refugiado los hijos de los campesinos y aldeanos que al ver llegar a los jinetes sarracenos, corrieron a encerrarse allí.
Roferre tiñó de sangre árabe la armadura de su padre junto a las puertas del convento, y consiguió la victoria gracias al valor y la determinación de su brazo al servicio de su dios y sus vecinos, y en honor a la memoria de su añorado maestro y padre. 
El mismo rey Ramiro, admirado por su valor y prendado de su belleza, le ofreció en recompensa por su gesta cualquier cosa que pidiera, pero ella declinó el premio y tan solo reclamó del rey, la potestad para educar y formar a cuantos de entre esos niños y niñas rescatados de una muerte segura, quisieran tomar las armas. El rey entonces la nombró paladina de los más jóvenes y algo menos de doce meses después, durante la batalla de Simancas por la que se derrotó al caudillo Abderramán y se recuperó Zamora, el regimiento de Roferre, integrado por algunas de aquellas niñas rescatadas entonces, se laureó en el combate y contribuyó de una forma clara a la victoria del rey.
La historia de mi país se cimenta también con el hierro de sus valerosas mujeres.

jueves, 27 de febrero de 2025

Yo tenía una granja en áfrica


 Con la película  Memorias de África comparto la admiración de sus protagonistas por un continente que acoge las más impresionantes especies animales, y que fue la cuna de la que insiste en creerse la especie superior.

Estos microrrelatos están dedicados a África



 Grandes felinos

Viajó a África para cumplir un sueño. Durante muchos años se formó en la universidad y en centros especializados para poder trabajar con los grandes felinos que habitan el continente africano. Consiguió una beca que supo le cambiaria la vida. Y vaya si se la cambió.

La embajada española en Sudáfrica repatrió el cadáver del joven e imprudente zoólogo que cometió la imprudencia de creer que los leones de la reserva no eran otra cosa que gatos grandes.

 

Un diamante es para siempre

O al menos para treinta años y un día, que fue la condena que el tribunal internacional que juzgó sus delitos decidió aplicarle tras probarse con hechos fehacientes y testigos de cargo que aquel reo de la justicia había asesinado a un exportador de diamantes de Namibia, y le había arrebatado más de quince ejemplares de la mayor calidad.

No se han encontrado aún las piezas sustraídas y el preso sabe que no las encontraran nunca. Solo tiene que esperar, pero la espera merece la pena.

 

Diosa de ébano

Aquella preciosidad de El Congo que le robó el corazón llego a España apenas un año antes de que sus ojos se cruzaran con los suyos en aquel mercadillo de artesanía, instalado en la plaza mayor del pueblo durante las fiestas patronales.

La belleza de ébano que lo cautivó con su impresionante sonrisa y su mirada arrogante exponía piezas talladas en hueso. Eran casi tan bonitas como ella. Compró dos collares y una pulsera y le entregó sin dudarlo los treinta y cinco euros que ella le reclamó. Y su corazón.

Cada mañana al despertar a su lado y verla dormir abrazada a él, da gracias a su dios, a los dioses a los que ella adora, y a quien quiera que sea el que maneja los hilos desde el mismo cielo que cubre África y Europa, por haberle concedido esa bendición hecha mujer.

domingo, 23 de febrero de 2025

En nuestras manos


 En la década de los 80 el ser humano ya había aprendido a temer a la IA y una buena prueba de este temor es la película de James Cameron The Terminator , cinta en la que por primera vez se nos habla de Skynet, la peligrosa Inteligencia Artificial creada por el hombre pero que al evolucionar y desarrollarse decide prescindir de su creador y orquesta el fin de la humanidad optimizando los recursos de destrucción del planeta a través de una devastación nuclear sin precedentes.

Acojona. Y mucho.

Hace unos días tuve una interesante conversación virtual con una ex alumna de mi curso de dramaturgia en Simancas, en la que me razonó su postura con un argumento en el que no había caído, y que no es otro que si el ser humano utiliza la IA para garantizarse su supervivencia tendremos a nuestro lado al más poderoso aliado. Que debemos trabajar en nutrir a la IA de cuantos sueños, ilusiones y esperanzas podamos para que nos ayude a alcanzar nuestros objetivos. 

Así no solo es que ya no acojona, sino que ilusiona.

 Hace ya tiempo que aprendí a reconocer mis equivocaciones, a decir que estaba equivocado y a poner toda mi energía en aprender de los errores, y mucho me temo que me he obcecado en ver tan solo las sombras que acompañan a la inteligencia artificial renunciando al resplandor de su luz, y en efecto, el futuro puede ser increíblemente luminoso. 

Tan solo debemos procurar que los objetivos de la humanidad caminen en la misma dirección y que realmente esos valores de igualdad, fraternidad  y libertad queramos hacerlos verdaderamente universales y no pretendamos que como sucede en la actualidad, el 20% de la humanidad controle el 80% de la riqueza del planeta.

Si no nos despojamos de ambición y de egoísmo, da igual el nombre que le pongamos a la forma de terminar con todo, Skynet, IA, Enola Guy...

martes, 18 de febrero de 2025

Balazos en el alma


Es curioso esto de vivir. 

Supongo que no soy el único que siente que le han acribillado a balazos con munición de embustes, y que le han atravesado de parte a parte con la bayoneta de la traición que calaron sobre la bocacha del fusil de un amor de saldo.

Sé que no soy el único al que han sabido desarmar con falsos te quiero, y por eso mismo he escrito una y mil veces que no tengo el monopolio del dolor ni la exclusiva de la angustia. Tan solo enfermo al chupar el veneno de las viejas heridas y tratar de escupirlo lejos, siguiendo el precepto de que la vida sigue, pero siempre quedan restos de recuerdos infectados en los labios y es entonces cuando me juro no volver a echar la vista atrás, y no volver a creer a quien me diga que me quiere sin mantenerme la mirada, y tras sellar con lágrimas el juramento, aprovecho para desahogarme en negro sobre blanco y me siento a escribir mojando una vez más la pluma en el tintero del alma y permitiendo que todo fluya. Y agradeciéndole a Dios que me concediera la capacidad de juntar letras y gritar en esdrújulas, sufrir en tercetos y morir en cada punto y a parte, para volver a nacer una y otra vez con cada nuevo párrafo.

Quizás por eso digo siempre que para mi escribir es una necesidad vital. Porque si no pudiera escribir preferiría estar muerto.

Puede que en futuras vidas la inteligencia artificial sea capaz de sentir y de comprender por mi, e incluso me ayudará a recuperar la fe en el amor, y la esperanza en un paraíso junto a Ella. Pero aún soy de aquellos que prefieren cometer errores evidentes, resbalar sobre las baldosas mojadas de una sonrisa de medio lado  y besar los labios equivocados. Aún soy de aquellos que insisten en enamorarse aún a sabiendas de que es un deporte de riesgo.


Es curioso esto de vivir, pero aún es más curioso esto de seguir vivo, pese a todo, pase lo que pase y le pese a quien le pese.
 

miércoles, 12 de febrero de 2025

Un jodido embustero

Y es una verdad como un templo, el miedo si puede te ahoga y más cuando no te aceptas, y como dice la canción, "te vistes de otra cosa". Y ya he cumplido 50 primaveras y estoy harto de probarme modelitos para ver si consigo gustar a los demás, olvidando en el armario el único traje hecho a la medida, el que cosieron para mi en la sastrería celestial, que lleno de los remiendos que intentaron prolongar su vida útil pese a lo duro de las caídas, de los golpes, de las heridas y las traiciones, y visiblemente desgastado por el paso del tiempo, sigue siendo el que mejor me sienta, aunque haya a quien no le guste.

El problema es que por intentar ser aceptado socialmente, emocionalmente, artística y laboralmente, fui yo el que decidió abandonarlo en su percha cubierto por una funda intentando protegerlo del polvo del adiós y de las polillas de la nostalgia.

Hoy lo he sacado del armario, me he cansado de intentar ser lo que los demás quieren que sea y voy a ser yo, pase lo que pase y le pese a quien le pese. Voy a desfilar orgulloso con este modelito que nunca pasará de moda porque lleva un pespunte de verdad a lo lago de las costuras, y aunque haya quien prefiera mirar hacia otro lado, lo siento mucho, pero la pasarela es mia.

Paso de tratar de embutirme en el conjunto de moda que nada tiene que ver con los principios ni con los valores con los que tejieron mi dos piezas de diseño.

Se acerca el momento de perder el miedo, de mirarme al espejo y de sentirme orgulloso de lo que veo, y de salir a la calle con la cabeza bien alta. Y al que no le guste, sencillamente que no mire. Hay muchos desfiles por ahí y mucho/a "modelo" deseando acaparar la atención y los flases.

Lo que tengo más que claro es que paso de ser un jodido embustero con el mundo, con la vida y conmigo mismo.