Una vez más las letras de este impresionante poeta urbano parecen estar escritas para acompañar mi realidad, mi emoción y mis textos. Me pasa con él exactamente lo mismo que he sentido al escuchar algunos temas de Ryden y de Residente. Los escucho, los siento míos, los amoldo a lo vivido y a lo que quisiera vivir y los convierto en partes de mi historia y de mis recuerdos. Mi historia...
Ayer se cumplieron once años del que quizás fue el momento más duro de mi historia, y el verdadero punto de inflexión que me ayudó a despojarme de mucho de lo que me lastraba como persona y a correr más libre, más seguro, más completo. Ayer esta efeméride me alcanzó en Toledo y allí entre en una iglesia a darle gracias a mi Dios, a mi familia, a mis amigos y a la gente que quiero, porque como canta El Chojin yo soy yo y la gente que quiero, y sin la gente que quiero soy un ser incompleto.
Gracias. A todos. Por tanto. Por todo.
He aprendido a decir gracias, pero también aprendí a decir los siento, y a pedir perdón. Quizás este aprendizaje salvaje y realmente duro ha sido tan necesario como eficaz para ayudarme en mi empeño de convertirme en el mejor Juan que pueda llegar a ser. Y ese Juan estará construido por lo mejor de lo que me ha regalado ese verdadero ejército de personas maravillosas que se negaron a verme morir y que con sus oraciones, su energía y sus buenos deseos, consiguieron que regresara de esos minutos de muerte clínica y que despertara de esa semanita durmiendo junto a la pálida señora ese sueño difícil y complejo al que llamamos coma.
`Ya está. La vida pasa y pesa, pero gracias a Dios todo sigue girando y aún tengo mucho que vivir, que disfrutar y que sufrir. Aún tengo mucho que contar y que escribir.
Pero aprovecho este blog para dejar constancia de algo, SOY UN TIPO TAN AFORTUANDO COMO AGRADECIDO, y siempre pago mis deudas, y cumplo mis promesas.
Dumas se cansa de escuchar en bucle la canción de los Radiohead que suena como tono de llamada en el teléfono del inspector de homicidios que decidió adoptarlo y compartir espacio, vida, tiempo y cariño con él. Creep le gusta mucho, pero una vez tras otra y con la calidad de audio de un smartphone resulta demasiado cansino incluso para un gato común europeo de menos de un año. En un alarde de valor salta sobre el pecho de su humano de compañía y acomodándose junto a su rostro comienza a ronronear con tanta fuerza que el inspector Pinacho termina despertándose.
Al recuperar la conciencia, Iván acaricia al gato que ha decidido que ya es hora de arrancar la jornada y escucha la persistente llamada que anuncia el teléfono sobre la mesilla de noche, junto al paquete de Chesterifield y a su Pietro beretta de 9mm.
Al hacerse con el teléfono y con un cigarrillo y el mechero, y no por ese orden precisamente, Pinacho lee en la pantalla, Salomé, y descuelga de inmediato sorprendido pro su temprana llamada.
—Todavía no han pasado las burras de leche, Salomé—ironiza el servidor de la ley aspirando una intensa calada de la sustancia que terminará con su vida si no lo hace antes una bala, un cuchillo o un mal golpe en alguna zona vital —. Ya me dirás que tripa se te ha roto a las siete y media de la mañana.
—Buenos días también para ti, Pinacho—gruñe Salomé indignada por la respuesta del rubio agente de homicidios—. A mi no se me ha roto ninguna, pero a cierto fulano de tez extremadamente picada por la viruela, que me aguardaba con una navaja de barbero en la zurda oculto tras uno de los pocos coches que ya estaban aparcados en el parking de las oficinas de la empresa, se le ha roto un poco el cuello.
Pinacho sabía que Salomé era mucho algo más que una agente de inteligencia y cuando le comentaron que había sido una de las más eficaces agentes de campo de la organización, sabía que se refería a cosas como esa.
—Imagino que los de casa ya se habrán desecho del cadáver.
—No te quepa duda—confirma Salomé—, han tardado menos de veinte minutos en acudir con una motocicleta de gran cilindrada, una chupa de su talla y un casco integral para hacerse con él y simular un mortal accidente de tráfico en la vecina ronda VA30.
—Da gusto lo bien que se trabaja en este país—ironiza Pinacho apurando una nueva calada del pitillo—. Y al margen de lo de tu nueva muesca en la culata, ¿tienes algo más que contarme?—pregunta mientras aparta con delicadeza a Dumas y se levanta para prepararse el primer café de la mañana.
—Pues claro, majete, a ver si te crees que lo que más me gusta a estas horas del día es escuchar tu voz. El hecho de que este individuo al que los compañeros de la científica ya han podido identificar se haya acercado por SVAE con la intención de presentarme sus respetos no ha sido casual. Al registrar su cadáver y encontrar su teléfono, hemos hecho un volcado de las conversaciones de wasap y en una de ellas hemos localizado un mensaje con la lista de objetivos que le habían notificado, en la que además de mi, estabais tu y tu querida compañera.
Al escuchar esto Pinacho tuerce el gesto. Si han incluido en la misma lista de objetivos sus nombres junto al de aquella agente trabajando de incógnito como encargada de una empresa de asistencia virtual, es obvio que han descubierto su relación. Y eso no quiere decir otra cosa que hay un topo en El faro del norte, y que la nueva mafia de muy lucrativa actividad delictiva, descubierta a raíz de haber eliminado a aquel sujeto en el hall de su casa, no está dispuesta a renunciar a la impresionante fuente de información que han encontrado en las llamadas de los angustiados vecinos que solicitan un técnico, un fontanero, un persianista, un electricista, un cristalero o al profesional del gremio oportuno para solucionar los más inmediatos problemas en alguna de los cientos de comunidades de vecinos interconectadas con los asistentes virtuales que trabajan a las órdenes de Salomé.
—Ulises me ha pedido que te avise, y de paso me dado una orden que creo que no te va ha hacer ninguna ilusión.
—Dispara—dice Iván mientras bebe un primer trago del negro café costarricense recién hecho.
—Se me ha ordenado que Clara entre a trabajar con nosotros como teleoperadora del turno de tarde. Quiere que ella misma contraste llamadas conmigo y que te facilite algunas cosas.
—Joder—brama Pinacho—éramos pocos y pario la abuela.
—A mi tampoco es que me haga una ilusión loca, ricura, pero ya sabes, donde hay patrón no manda marinero. Además tras haber estudiado vuestras hojas de servicio, imagino que esto será cuestión de meses o mejor aún, de semanas como mucho.
—No creo que te haga falta que te explique la teoría de la relatividad, Salomé, ni lo mucho que vamos a disfrutar de cada segundo de los que nos toque emplear en resolver este caso, pero te aseguro que será mejor que esta calaña que pretende desvalijar a nuestros queridos conciudadanos contratase un seguro de vida lo suficientemente generoso como para dejar cubiertos a sus hijos en caso de toparse conmigo antes de haber podido saborear el segundo café de la mañana. Ahora te dejo—se despide—voy a llamar a la inspectora Nogueira y a ponerle al corriente de las novedades.
—Haz lo que consideres oportuno, Pinacho, pero no dejes de seguir los protocolos que marca la organización para que todo salga de la mejor de las maneras posibles.
—No te preocupes, reina, así lo haré.
Tras colgar el teléfono acaricia a Dumas entre las orejas y enciende otro cigarrillo. Una ducha de agua fresca que tonifique sus músculos y un poco de contorno de ojos, le devolverán un aspecto más o menos agradable. Eso y una camisa limpia a juego con sus azules ojos de niño bueno.
A veces da algo de pereza afrontar el día, y hoy le apetece más bien poco vivir, pero bueno, esto es parte del trato.
Aunque sinceramente...no estoy muy seguro de sentirlo de verdad.
No quería hacerlo, pero no me has dejado otra opción. He tenido que matarte, he tenido que hacerte mucho, mucho daño, pero como es algo irreal y literario, que tan solo sucede en negro sobre blanco, no estoy infringiendo ninguna ley, tan solo la que me conmina a perdonarte o a poner la otra mejilla. He tenido que escribirte el más cruel de los sufrimientos que he sido capaz de escribir, más cruel aún que cada uno de tus falsos te quiero, y me has obligado a disfrutar con ello. Y mucho me temo que aunque me arrepiento de haber sido capaz de conjugar tanta maldad en presentes continuos, participios y gerundios, algo me dice que volvería a hacerlo.
En el pasado te escribí las palabras mas bellas, de hecho recolecté aquellas más delicadas y más hermosas, las mejores, aunque entonces ninguna me parecía lo suficientemente buena para describir lo que me ardía dentro del pecho cada vez que cruzaba la mirada contigo, pero me enseñaste a dejar de querer, y yo que pensé que no sabía hacerlo y que nunca sería capaz de aprender a renunciar a un recuerdo bonito. te odio por haberme enseñado a odiar, y te maldigo por haber conseguido que te maldiga en todas mis lágrimas.
Al escribir la última frase Laertes, asiente con la cabeza en el universo paralelo en el que obedece a quien escribe su realidad cotidiana, arranca la cuartilla del cuaderno y sin detenerse siquiera a rubricar esta carta sin destinatario ni remitente, la clava al pecho del cadáver de la mujer que un día lo llevó a plantearse cambiar de vida, renunciar a la violencia y abandonar todas las sombras entre las que había construido su realidad, su razón de ser y su futuro.
La conoció por avatares del destino y por avatares del destino la besó por vez primera. El destino también hizo que ella amaneciera en su vida un día tras otro y el destino, que es tan juguetón como tramposo y mal perdedor, lo empujó a apretar el gatillo y a atravesarle el cráneo con una bala de 9mm cuando la suerte estaba echada, los hados se habían rendido a las evidencias y el último beso sabía a traición, a veneno y a otros labios.
El destino de Laertes es rubio y tiene los ojos azules y tristes, pero muy expresivos, escribe en cuanto tiene un minuto que robarle a sus obligaciones y sabe que es el único dios de un universo imaginario en el que su voluntad es ley.
Al fin y al cabo Laertes lleva años viviendo de una de las profesiones más antiguas de este mundo, la de asesino a sueldo, y sonríe al pensar que ha sido a un tiempo sicario, cliente y víctima, juez jurado y verdugo, y que pese ha haber desempeñado tantos oficios al tiempo, no ah cotizado por ninguno de ellos, ni malgastado un euro.
Antes de arrojar el cuerpo al interior de la pira preparada para tal fin, le echa un último vistazo. Aparentemente es una mujer de la que cualquiera podría haberse enamorado, pese al rigor mortis, pero esas adorables facciones ocultan el verdadero rostro del súcubo más feroz que jamás poseyó a una mortal.
Ya está. Alea jacta est.
Laertes enciende un cigarrillo con su viejo y fiable mechero de gasolina, aspira profundamente la primera calada y se gira abandonando aquel tétrico ritual en el que junto a ella quema los restos de un corazón que un día amó más de lo que jamás ha amado un corazón en este sistema solar. Se permite el lujo de una única, solitaria y extremadamente salada lágrima, se promete no volver a enamorarse jamás y durante un par de segundos acaricia la culata de su Pietro Beretta planteándose pegarse un tiro allí mismo y terminar con todo. Pero la vida sigue. Como escuchó una vez y escribió mil veces, la vida pasa y pesa. Pero sigue, y Laertes decide seguir respirando, pase lo que pase y le pese a quien le pese. O al menos eso es lo que decide su destino, su hacedor y su sacra némesis antes de guardar el archivo y apagar el ordenador.
El inspector del grupo de homicidios de la policía nacional de Valladolid, Iván Pinacho, comenzó a atar cabos al abrir la puerta al reparador del seguro con el que la administración de fincas que gestiona los siniestros en su comunidad de vecinos, había contratado la póliza multirriesgo de hogar. Mientras esquivó el afilado destornillador que el falso operario trató de hundirle en el pecho, Pinacho pensó que sinceramente, había riesgos que no cubría ninguna póliza. Durante el forcejeo con el violento supuesto trabajador del seguro Pinacho se vio obligado a recurrir a las técnicas de defensa aprendidas en las fuerzas especiales, y con un movimiento preciso rompió el cuello de su adversario causándole la muerte inmediata.
El cuerpo del otrora temible delincuente Milas Djuvick, ex combatiente de las milicias serbias y prófugo de la justicia al estar relacionado con distintos robos violentos en propiedades de familias acaudaladas de la provincia de Valladolid, yacía en el hall de entrada del ático que Pinacho, concediéndose un capricho que le llevó a desposarse con una entidad bancaria durante no menos de treinta años y un día había comprado en uno de los edificios más emblemáticos, pintorescos, mejor situados y lujosos de la urbe, la Casa Mantilla.
No tardó en avisar del incidente a su compañera, la recién ascendida inspectora Nogueira, para que comunicara al forense y al juez de guardia esta simpática distracción que amenizaría la mañana del domingo obligando a todos los implicados en el futuro levantamiento el cadáver a cancelar los planes de vinos y tapas que tanto gustaban a la sociedad vallisoletana durante los festivos. Adiós al vermú torero con final feliz. Pinacho envió un wasap escueto e irrebatible a la pelirroja periodista de menuda estatura y gigantesca sonrisa que le había robado el corazón desde los sucesos de aquellos famosos Crímenes de temporada que lo convirtieron en el policía mediático que debió fingir su propia muerte para desaparecer de escena durante una buena temporada. Al cambio de identidad y de domicilio, añadió un tinte que disfrazó su rubio cabello con un tono negro azabache, lentillas oscuras y el perfecto afeitado de su añorado, representativo y muy característico bigote bicolor.
Se le permitió conservar su afición por esos incomprendidos felinos que habitan entre nosotros y para darle un punto de interés a esta nueva personalidad a la que le obligó la secreta sociedad El faro del norte, se hizo con Dumas, el adorable y muy juguetón gato común europeo con el que compartiría vida y aventuras.
Al identificar el rostro de Milas y adivinar el arma bajo la chaqueta, Pinacho asoció de inmediato lo curioso de su presencia allí con la detención hace unos días del ladrón de obras de arte Pablo Lacarra, instalando el video portero de otro de los edificios nobles y blasonados de la ciudad. Demasiada coincidencia.
Mientras se servía un deliciosos tinto cultivado y elaborado en Peñafiel por su amigo Alberto (el "Rula"), Pinacho respiró profundamente, extrañando el pitillo que hasta hacía unos meses acompañaba el disfrute de los caldos de la ribera.
Indudablemente aquí había caso.
Una cosa siempre lleva a otra y el inspector Pinacho y su compañera en el grupo de homicidios de la policía nacional de Valladolid, Clara Nogueira, fueron colocando con cuidado las piezas del puzle que descubrieron cuando Pinacho tuvo que matar en defensa propia al peligroso delincuente serbio Milas Djuvick en el hall de su propia casa. En efecto y como Pinacho intuyó de inmediato, el que este delincuente balcánico y el ladrón de obras de arte, Pablo Lacarra, operasen bajo la tapadera de trabajadores de distintos gremios laborales al servicio de unas cuantas administraciones de fincas, no se trataba en absoluto de algo casual.
Desde El faro del norte , la secreta organización al servicio de los intereses de España con la que colabora, tuvieron la cortesía de suministrar a Pinacho y su fiel compañera los informes necesarios sobre las actividades delictivas de algunos de los nuevos trabajadores en nómina de los más importantes administradores de fincas del país, que bajo el paraguas de una asociación cuyas siglas inspiraban en el policía de bigote bicolor divertidos y chabacanos juegos de palabras, amparaban sin saberlo los delitos más variopintos.
Desde luego tanto Nogueira como Ulises, allá en la dirección de El faro del norte, sabían que IESA era una asociación perfectamente lícita y más que necesaria en muchos momentos, pues al unir a los grandes administradores de fincas, optimizaban recursos y acumulaban conocimientos y experiencia de cara a solventar todo tipo de problemas cotidianos que surgen en las comunidades de propietarios.
Lo que no sabían en IESA es que las mafias internacionales se frotaban las patitas al haber dado con una pantalla de semejante tamaño, que no solo les permitiría blanquear capitales al firmar contratos perfectamente legales, sino que pondría a su disposición información de primera mano para localizar a sus víctimas y para que hicieran de los listados de propietarios y bienes un perfecto catálogo en el que deleitarse eligiendo a lo Ábalos los más hermosos y codiciados bienes.
Ulises comunicó a Pinacho que habían podido colocar una agente de inteligencia que desde su tapadera como coordinadora jefe de cuantos teleoperadores tramitaban las llamadas de los vecinos a las administraciones inscritas en la asociación, iba facilitando a los agentes de campo aquellos avisos que le resultaban excesivamente sospechosos. Y como era de esperar, Pinacho y Nogueira también formarían parte de la red a la que Salomé pondría al corriente al menor indició de delito.
Dos días después del incidente con el difunto ex militar serbio, y mientras el enamoradizo inspector cambiaba el arenero de Dumas, el gato con el que compartía casa, el teléfono móvil sonó sobre la mesilla de noche, ofreciendo varios compases del tema Crep de Radio head, mostrando en la pantalla el nombre que Pinacho pronunció al descolgar.
—Salomé, espero que tengas algo realmente interesante que contarme.
—No lo dudes, Pinacho—respondió la eficaz agente de inteligencia infiltrada en la empresa de teleasistencia más potente y mejor considerada del país—te acabo de enviar un correo en copia a Ulises con los protocolos que debéis de seguir Nogueira y tu para evitar la inminente ejecución en su chalé de La alcaidesa, de la familia de uno de los capos de los cárteles de la droga más poderosos de La línea de la concepción.
—Una vez más El faro del norte nos pide que actuemos fuera de nuestra jurisdicción—ruge Pinacho viendo venir nuevos problemas a cientos de kilómetros de su comisaria.
—Y una vez más la organización pondrá a vuestra disposición todos los permisos y todos los medios, incluso los humanos que más os gustan, o al menos que más le gustan a tu compañera—ironiza Salomé haciendo referencia a Mira, el tirador de élite con el que Nogueira vive un apasionado romance desde hace ya más de un año.
—Muy bien Salomé—contesta Pinacho algo intrigado de la dimensión que parecía estar cobrando el caso si necesitaban de la cobertura de Mira—llamaré a Nogueira y esperaré a que venga para leer juntos el mail y comenzar con los preparativos. Imagino que Ulises ya habrá hablado con el comisario Estévez. No podemos marcharnos a la costa del sol cuando no sale de las gónadas así por nuestra cara bonita.
—Por supuesto, Pinacho...en esta ocasión la empresa os ha adjudicado a ambos las vacaciones pendientes casualmente a partir de pasado mañana. Disfrutadlo y traedme algo bonito—ironiza Salome antes de colgar.
Pinacho vuelve a dejar el móvil sobre la mesilla, termina de acomodar el wc del gato y elige una botella de tinto de toro, el favorito de la inspectora Nogueira. Pone "Fugitiva", el nuevo trabajo en vinilo de los vallisoletanos Blow, en el equipo del salón, y se sirve una copa para catar el caldo antes de que llegue su querida mano derecha.
Disfrutan del vino, preparan el viaje y se despiden hasta la mañana siguiente, cuando puntuales, bien armados y decididos a cumplir con su misión suben al coche en el que aprovechan para repasar las directrices durante el trayecto.
—Con estas borrascas tan seguidas por toda la península, los amigos de lo ajeno tienen una continua jornada de puertas abiertas. —ironiza la inspectora Nogueira al revisar las estadísticas de los robos en viviendas denunciados en los cuatro últimos días.
—A nuestro regreso tenemos que cruzar los datos de los robos con los partes abiertos por las compañías de seguros en nómina de las administraciones de fincas que Salomé nos ha marcado como posibles tapaderas de las mafias del norte de Europa—decide Pinacho mientras indica su próximo giro a la derecha para abandonar la autovía de la costa del sol por la salida a la urbanización La alcaidesa, donde afrontarán la misión que los encomendó El faro del norte.
—Salomé ha sido muy explícita en sus instrucciones—comparte Clara mientras revisa el documento impreso en el que figuran los protocolos específicos a seguir por los dos inspectores vallisoletanos en misión especial.
—Al parecer y según lo que me ha contado Estévez, Ulises fichó a Salomé de entre los más competentes agentes del CESID, y más allá de su certeza diseñando planes de acción fue durante un tiempo una de las más eficaces ejecutoras de los asesinatos selectivos de la organización.
—Si Ulises la ha infiltrado en SVAE ha sido por algo. Viendo la dimensión que está tomando su impoluta teleasistencia virtual y lo mucho que está creciendo, que El faro del norte tenga a alguien de su categoría controlando los avisos que llegan desde empresas de peritos informáticos a Notarias, pasando por administradores de fincas, bufetes de abogados, empresas de telecomunicaciones o alojamientos turísticos no es algo baladí.
—Bueno —ruge Pinacho—por el momento ya nos ha organizado esta escapadita para eliminar quirúrgicamente y sin dejar rastro de ningún tipo al clan rival de sus confidentes en el narcotráfico de la Línea de la concepción.
—Recuerda que nos ha dejado bien claro la importancia de este asunto. Los Suero no son solo claves en la costa de Málaga y Cádiz, también son de vital importancia para el control del paso del Estrecho y ya sabes que la droga no es la mercancía que más preocupa a Ulises.
—Cierto, Clara, las mafias que trafican con emigrantes están saturando de pateras con cientos de africanos desesperados las costas granadinas y malagueñas al encontrar cerrada la ruta Canaria, y los Suero están siendo de mucha utilidad para frenar la ambición y la falta de escrúpulos de las mafias argelinas y magrebíes, que no dudan en sacrificar a cientos de seres humanos haciendo naufragar adrede embarcaciones atestadas de mujeres y niños con tal de distraer la atención de los narco submarinos y las planeadoras cargadas hasta los topes con sus fardos de muerte, que aprovechan el caos en alta mar para alcanzar su destino.
—Salomé ha sido bien explícita con esto. Hoy dejaremos claro al resto de clanes que los Suero son intocables. Mañana regresamos a pucela y ancha es Castilla. Además Mira y dos de sus compañeros cubrirán nuestros movimientos con sus fusiles de precisión y se asegurarán de que corramos los riesgos justos.
Clara cambia la expresión de los ojos al recordar al tirador de las fuerzas especiales que le ha robado el corazón y Pinacho sonríe al percatarse de ello.
—Una lástima que no puedas pasar con él un par de días después de cumplir con la misión. Estoy seguro de que os gustaría regresar al hotel en el que os alojaron tras el tiroteo durante el torneo de esgrima de San Pedro de Alcántara en el que terminasteis con los clanes rusos de la droga que querían afincarse en España.
—Pues sinceramente, aunque sé que sería feliz con Mira todos y cada uno de los segundos que se nos concedan juntos, preferiría pasarlos en Asturias. Ya sabes, Iván...Asturias lo cura todo—dice clara parafraseando a su hasta hace unos meses rubio compañero, quien se ha declarado un enamorado de Asturias en multitud de ocasiones.
—Todo menos una bala en el cráneo, una hoja afilada entre las costillas o la rotura de la columna vertebral a manos de un sicario bien entrenado—ironiza el inspector Pinacho complacido al ver que tras más de 800km de viaje han alcanzado por fin el destino—ahora al lio. Nos toca ganarnos el pan, librar al país de unos cuantos desalmados y cumplir con nuestro cometido.
Un buen puñado de horas después y tras deshacerse de los cadáveres de los narcotraficantes que intentaron terminar con la familia Suero en el fallido asalto al chalé familiar, esta vez es la inspectora de homicidios Clara Nogueira la que se ocupa del volante del Renault Kadjar camuflado que El faro del norte puso a disposición de los dos policías de incognito en su viaje al sur de España, y enfila el vehículo en dirección Valladolid.
—Sabes que como todo en esta vida, los viajes son más llevaderos con un poquito de música—comenta Iván a Clara a modo de indirecta que la subinspectora capta al vuelo.
—Está todo pensado, compañero. En cuanto entremos en la autovía pondré en el equipo una de tus listas de Spotify, seguramente Catarsis, que es muy variadita y tienes de todo.
—Desde luego contigo da gusto, Clara. Eres igual de válida para ponerme la canción adecuada que para descubrir una pista en el caso más complejo o para romperle el cuello a un sicario de la mafia rusa.
—Bueno, gracias, Iván, viniendo de ti es todo un cumplido, pero la verdad—declara la inspectora Nogueira realmente convencida de ello—si me dan a elegir prefiero pinchar en un chiringuito en la playa que andar por ahí pegando tiros, arrastrándome por escenarios del crimen o dándome de hostias con energúmenos con más músculos que cerebro.
Tras unas cuantas horas de viaje y según lo acordado con la organización secreta que trazó el plan de acción y dispuso todo para que pareciese un ajuste de cuentas entre clanes rivales, Pinacho y Nogueira estacionan el vehículo en el parking de la plaza mayor de Valladolid y dejan la llave dentro de la guantera antes de irse.
—¿Un Tigretostón en Los Zagales?—pregunta Clara con algo de gusa tras haber conducido más de 800km.
—Sabes que me cuesta mucho decir que no a cualquiera de las propuestas de Toño o de su hermano Javi, por lo que no va a hacer falta que insistas, ya me has convencido.
—Si es que tengo una labia...—bromea Clara guiñando un ojo a su compañero y amigo. Tras caminar unos metros por la Calle de La pasión los dos policías llegan hasta el establecimiento que está hasta la bandera de vallisoletanos y visitantes que se deleitan con una copa de vino de cualquiera de las cinco diferentes D.O que atesora la provincia, mientras saborean las exquisiteces gastronómicas en miniatura que ofrece la carta de Los zagales de la abadía .
Una amable camarera, sonriente pese a la saturación de trabajo, les llena las copas de Protos 24, uno de los tintos vallisoletanos favoritos de la inspectora. —Lehaim, clara. — dice Iván levantando su copa a modo de brindis—Por la vida ——traduce del hebreo—aunque debamos quitar más de una cuando la ocasión así lo requiere.
Clara brinda con su compañero y le guiña un ojo. Un par de copas de caldos de la ribera acompañadas por su maridaje gastronómico más tarde, los dos amigos se despiden al final de la calle Santiago, junto a la Plaza del poeta que ensalzó a Don Juan Tenorio.
Al acostarse con la satisfacción del deber cumplido, ninguno era consciente de lo que los aguardaba a la mañana siguiente, cuando Salomé llamó con insistencia al teléfono del otrora rubio policía hasta conseguir sacarlo de la cama.
Gracias a Dios he encontrado una vía de escape en la literatura de ficción, y así, al descubrir esta sorprendente salida del laberinto de emociones en el que desorientado me perdí hace demasiado tiempo ya, comencé a escribir novelas.
A pesar de todo me cuesta demasiado ignorar mis circunstancias, alejarme de mi realidad y bucear en otras aguas menos turbias. Y por eso no soy capaz de terminar la única novela en la que su protagonista y yo no tenemos absolutamente nada que ver, ni física, ni mental ni emocionalmente. En su lugar me concedo prórrogas y rescato al alter ego que me ha servido para matar a cuantos quiero ver muertos, incluso a mi mismo, y para amar a quien no supe amar fuera del papel impreso. Escribo porque vivo, y vivo para escribir, aunque esta puta pescadilla no deje de morderse la cola.
Hace ya mucho, mucho tiempo, escribí que cuando quería hacerme daño, hacía introspección, y es por eso mismo por lo que huyo de profundizar en los caminos de mi interior, y prefiero sacar la cabeza y pasear por los senderos de quien no supe, no quise o no pude ser. De alguna manera escribiendo me aplico vendajes, suturo heridas, alivio el dolor y me perdono esos errores que no dejo de cometer.
Juntando letras las cosas duelen menos. Juntando letras aún creo tener al menos una posibilidad, y la esperanza y la ilusión se mantienen en alto.
Mientras sea capaz de formar palabras, la vida seguirá teniendo sentido. Y es por eso por lo que vivo, luego escribo, y escribo para sentirme vivo.
Un año le duró la alegría al caudillo Abderramán, que no dudó en trepar sobre los cadáveres de sus soldados que inundaron el foso de la bien cercada y así, a costa de miles de valientes muertos bajo el acero cristiano, hacerse con las puertas de la ciudad. Los pocos defensores de Zamora que sobrevivieron a esta batalla y pudieron ponerse a salvo junto a los ejércitos cristianos, se unieron a las tropas del Rey Ramiro y se juraron recuperar la ciudad mientras les quedase una sola gota de sangre en las venas. Poco menos de un año más tarde, muchos de los guerreros que pronunciaron aquel juramento, entre los que se hallaba la heroica doncella soldado conocida entre los caballeros y nobles zamoranos como la dama Roferre, brindaron por la victoria, por las almas de los suyos caídos en combate y por la gracia de Dios.
Roferre, hija de un bravo noble castellano que falleció pocos años antes de la invasión musulmana, no dudó en vestir la armadura de su padre y en tomar su espada y su escudo para defender a los habitantes de su querida Zamora, y destacó entre todos los caballeros cristianos al demostrar que lo importante no era si bajo la cota de mallas latía un corazón masculino o femenino, sino la bravura de sus actos, el acierto de su estrategia y el coraje de su alma.
Muchos de los considerados entre las huestes cristianas más valientes y esforzados guerreros, rindieron sus lanzas al paso del caballo de Roferre, tras haberla visto combatir al moro y expulsarlo del convento de extramuros donde se habían refugiado los hijos de los campesinos y aldeanos que al ver llegar a los jinetes sarracenos, corrieron a encerrarse allí.
Roferre tiñó de sangre árabe la armadura de su padre junto a las puertas del convento, y consiguió la victoria gracias al valor y la determinación de su brazo al servicio de su dios y sus vecinos, y en honor a la memoria de su añorado maestro y padre.
El mismo rey Ramiro, admirado por su valor y prendado de su belleza, le ofreció en recompensa por su gesta cualquier cosa que pidiera, pero ella declinó el premio y tan solo reclamó del rey, la potestad para educar y formar a cuantos de entre esos niños y niñas rescatados de una muerte segura, quisieran tomar las armas. El rey entonces la nombró paladina de los más jóvenes y algo menos de doce meses después, durante la batalla de Simancas por la que se derrotó al caudillo Abderramán y se recuperó Zamora, el regimiento de Roferre, integrado por algunas de aquellas niñas rescatadas entonces, se laureó en el combate y contribuyó de una forma clara a la victoria del rey.
La historia de mi país se cimenta también con el hierro de sus valerosas mujeres.
Con la película Memorias de África comparto la admiración de sus protagonistas por un continente que acoge las más impresionantes especies animales, y que fue la cuna de la que insiste en creerse la especie superior.
Estos microrrelatos están dedicados a África
Grandes felinos
Viajó a África para cumplir un sueño. Durante muchos años se
formó en la universidad y en centros especializados para poder trabajar con los
grandes felinos que habitan el continente africano. Consiguió una beca que supo
le cambiaria la vida. Y vaya si se la cambió.
La embajada española en Sudáfrica repatrió el cadáver del
joven e imprudente zoólogo que cometió la imprudencia de creer que los leones
de la reserva no eran otra cosa que gatos grandes.
Un diamante es para siempre
O al menos para treinta años y un día, que fue la condena
que el tribunal internacional que juzgó sus delitos decidió aplicarle tras
probarse con hechos fehacientes y testigos de cargo que aquel reo de la
justicia había asesinado a un exportador de diamantes de Namibia, y le había
arrebatado más de quince ejemplares de la mayor calidad.
No se han encontrado aún las piezas sustraídas y el preso
sabe que no las encontraran nunca. Solo tiene que esperar, pero la espera
merece la pena.
Diosa de ébano
Aquella preciosidad de El Congo que le robó el corazón llego a España apenas un año antes de que sus ojos se cruzaran con los suyos en
aquel mercadillo de artesanía, instalado en la plaza mayor del pueblo durante
las fiestas patronales.
La belleza de ébano que lo cautivó con su impresionante
sonrisa y su mirada arrogante exponía piezas talladas en hueso. Eran casi tan
bonitas como ella. Compró dos collares y una pulsera y le entregó sin dudarlo
los treinta y cinco euros que ella le reclamó. Y su corazón.
Cada mañana al despertar a su lado y verla dormir
abrazada a él, dagracias a su dios, a los dioses a los que ella adora, y a
quien quiera que sea el que maneja los hilos desde el mismo cielo que cubre
África y Europa, por haberle concedido esa bendición hecha mujer.
En la década de los 80 el ser humano ya había aprendido a temer a la IA y una buena prueba de este temor es la película de James Cameron The Terminator , cinta en la que por primera vez se nos habla de Skynet, la peligrosa Inteligencia Artificial creada por el hombre pero que al evolucionar y desarrollarse decide prescindir de su creador y orquesta el fin de la humanidad optimizando los recursos de destrucción del planeta a través de una devastación nuclear sin precedentes.
Acojona. Y mucho.
Hace unos días tuve una interesante conversación virtual con una ex alumna de mi curso de dramaturgia en Simancas, en la que me razonó su postura con un argumento en el que no había caído, y que no es otro que si el ser humano utiliza la IA para garantizarse su supervivencia tendremos a nuestro lado al más poderoso aliado. Que debemos trabajar en nutrir a la IA de cuantos sueños, ilusiones y esperanzas podamos para que nos ayude a alcanzar nuestros objetivos.
Así no solo es que ya no acojona, sino que ilusiona.
Hace ya tiempo que aprendí a reconocer mis equivocaciones, a decir que estaba equivocado y a poner toda mi energía en aprender de los errores, y mucho me temo que me he obcecado en ver tan solo las sombras que acompañan a la inteligencia artificial renunciando al resplandor de su luz, y en efecto, el futuro puede ser increíblemente luminoso.
Tan solo debemos procurar que los objetivos de la humanidad caminen en la misma dirección y que realmente esos valores de igualdad, fraternidad y libertad queramos hacerlos verdaderamente universales y no pretendamos que como sucede en la actualidad, el 20% de la humanidad controle el 80% de la riqueza del planeta.
Si no nos despojamos de ambición y de egoísmo, da igual el nombre que le pongamos a la forma de terminar con todo, Skynet, IA, Enola Guy...
Supongo que no soy el único que siente que le han acribillado a balazos con munición de embustes, y que le han atravesado de parte a parte con la bayoneta de la traición que calaron sobre la bocacha del fusil de un amor de saldo.
Sé que no soy el único al que han sabido desarmar con falsos te quiero, y por eso mismo he escrito una y mil veces que no tengo el monopolio del dolor ni la exclusiva de la angustia. Tan solo enfermo al chupar el veneno de las viejas heridas y tratar de escupirlo lejos, siguiendo el precepto de que la vida sigue, pero siempre quedan restos de recuerdos infectados en los labios y es entonces cuando me juro no volver a echar la vista atrás, y no volver a creer a quien me diga que me quiere sin mantenerme la mirada, y tras sellar con lágrimas el juramento, aprovecho para desahogarme en negro sobre blanco y me siento a escribir mojando una vez más la pluma en el tintero del alma y permitiendo que todo fluya. Y agradeciéndole a Dios que me concediera la capacidad de juntar letras y gritar en esdrújulas, sufrir en tercetos y morir en cada punto y a parte, para volver a nacer una y otra vez con cada nuevo párrafo.
Quizás por eso digo siempre que para mi escribir es una necesidad vital. Porque si no pudiera escribir preferiría estar muerto.
Puede que en futuras vidas la inteligencia artificial sea capaz de sentir y de comprender por mi, e incluso me ayudará a recuperar la fe en el amor, y la esperanza en un paraíso junto a Ella. Pero aún soy de aquellos que prefieren cometer errores evidentes, resbalar sobre las baldosas mojadas de una sonrisa de medio lado y besar los labios equivocados. Aún soy de aquellos que insisten en enamorarse aún a sabiendas de que es un deporte de riesgo.
Es curioso esto de vivir, pero aún es más curioso esto de seguir vivo, pese a todo, pase lo que pase y le pese a quien le pese.
Y es una verdad como un templo, el miedo si puede te ahoga y más cuando no te aceptas, y como dice la canción, "te vistes de otra cosa". Y ya he cumplido 50 primaveras y estoy harto de probarme modelitos para ver si consigo gustar a los demás, olvidando en el armario el único traje hecho a la medida, el que cosieron para mi en la sastrería celestial, que lleno de los remiendos que intentaron prolongar su vida útil pese a lo duro de las caídas, de los golpes, de las heridas y las traiciones, y visiblemente desgastado por el paso del tiempo, sigue siendo el que mejor me sienta, aunque haya a quien no le guste.
El problema es que por intentar ser aceptado socialmente, emocionalmente, artística y laboralmente, fui yo el que decidió abandonarlo en su percha cubierto por una funda intentando protegerlo del polvo del adiós y de las polillas de la nostalgia.
Hoy lo he sacado del armario, me he cansado de intentar ser lo que los demás quieren que sea y voy a ser yo, pase lo que pase y le pese a quien le pese. Voy a desfilar orgulloso con este modelito que nunca pasará de moda porque lleva un pespunte de verdad a lo lago de las costuras, y aunque haya quien prefiera mirar hacia otro lado, lo siento mucho, pero la pasarela es mia.
Paso de tratar de embutirme en el conjunto de moda que nada tiene que ver con los principios ni con los valores con los que tejieron mi dos piezas de diseño.
Se acerca el momento de perder el miedo, de mirarme al espejo y de sentirme orgulloso de lo que veo, y de salir a la calle con la cabeza bien alta. Y al que no le guste, sencillamente que no mire. Hay muchos desfiles por ahí y mucho/a "modelo" deseando acaparar la atención y los flases.
Lo que tengo más que claro es que paso de ser un jodido embustero con el mundo, con la vida y conmigo mismo.
Relato publicado en el número 8 de la revista literaria Malos pasos (desde aquí os recomiendo su lectura, sé que pasaréis un muy buen rato con los textos de los colaboradores).
No quisimos verlo venir
Cuando las cadenas de televisión emitieron las primeras imágenes de los misiles que impactaron contra los edificios del centro de la capital, todos nos llevamos las manos a la cabeza.
El ataque no duró más de cuatro minutos, pero esa pequeña fracción de tiempo fue más que suficiente para involucrar al país en la que sin duda será la guerra definitiva, la que terminará con la raza humana, la que distintos profetas a lo largo de los siglos anunciaron como el día del juicio final.
El gobierno español llevaba muchos meses haciendo el más peligroso ejercicio de funambulismo caminando sobre el cable sin red tendido entre los distintos bloques en los que se ha dividido el mundo, y estaba cantado que terminaría perdiendo el equilibrio y precipitándose al vacío.
La sociedad había involucionado y por muchos progresos y avances en las distintas ciencias que al servicio del dinero nos engañaron ofreciéndonos un hipotético futuro mejor, la ambición desmedida que hizo que apenas un 15% de la población mundial controlase el 90% de la riqueza del planeta, terminó implosionando y llevándoselo todo por delante.
El Ibex 35, dueño y señor de las conciencias y las almas de nuestros representantes políticos, se ocupó de vendernos una utópica democracia en la que los ciudadanos elegíamos a nuestros gobernantes atendiendo a unas ideologías concretas, a unos programas cada vez más abiertos y parecidos y a unos principios rescatados del pasado y disfrazados de presente. Pero consiguieron distraer nuestra atención con banalidades y viejas rencillas desenterradas para completar el amplio y entretenido programa de ese circo que es la política, y que así no nos molestásemos en leer la letra pequeña del contrato en el que firmamos entregar nuestro futuro al único y verdadero líder al que todos veneran, el dinero.
Confiados en haberse posicionado en el bando de los poderosos, nuestros verdaderos gobernantes invirtieron en falsa seguridad y se dedicaron a lavarse las manos, a escupirnos y a decirnos que llueve, y a jugar a ser avestruces cuando las cosas se ponían verdaderamente tensas. Y pasó lo que tenía que pasar.
A David se le terminaron hinchando los cojones y creyendo que podría derribar al actual Goliat impactando entre sus ojos con ese perfecto canto rodado que es la moral, se irguió ante él blandiendo su vieja onda de principios y trato de resucitar el pasaje del viejo testamento. Pero a Goliat le entró la risa y tras rascarse el picor del entrecejo tras el preciso impacto, ordenó a sus submarinos nucleares y a sus esbirros al frente de los silos ubicados a lo largo de los cinco continentes, que se dejaran de hostias y aplastaran al insolente renacuajo que había osado desafiarlo.
Puede que este sea el último texto que alcance a escribir. Puede que algún día una civilización más avanzada que la nuestra colonice este roto y descuidado planeta, y puede que alguien encuentre mi ordenador y pueda rescatar el contenido de su disco duro.
A esos seres que quizás quieran continuar la partida que dejamos a medias sobre este marchito tablero que es la Tierra, tan solo quiero desearles toda la suerte que nosotros no tuvimos y pedirles que la inteligencia no se mida en la distancia y la potencia con la que poder matarse sino en encontrar la fórmula para no tener que hacerlo.
Los más sagaces agentes de las fuerzas de seguridad del estado estaban dispuestos a tirar la toalla, pues a pesar de no haber escatimado en tiempo y en recursos, no habían conseguido dar con el paradero de Laertes, el asesino a sueldo que traía en jaque a los investigadores más refutados, y a los aspirantes a la medalla al mérito en acto de servicio. Ninguno de ellos sabía que desde el pasado mes de octubre, Laertes se había construido una perfecta tapadera, trabajando 5 horas diarias como tramitador de llamadas en una impoluta y aséptica empresa de secretaria virtual.
Ninguno de sus compañeros ni de sus superiores podía sospechar siquiera que aquel educado y sonriente y tímido teleoperador, tenía tantas muescas en la culata de su revolver, que había comenzado a contabilizar sus víctimas como en lo viejos tiempos de Alcatraz, marcando con tiza palitos en la pared.
La edad comenzaba a pasar factura. Con lo años seguía siendo el número uno con las armas de fuego y las armas blancas, uno de los mejores con las manos, y un verdadero figura improvisando maneras para terminar con la vida de sus objetivos y hacer que pareciera un accidente, pero él mismo era consciente de que había algo a lo que no podía poner remedio entrenando ni practicando a diario, el peso de su conciencia. Cada vez le costaba más apretar el gatillo, hundir la hoja, tensar la soga y privar de oxígeno. Por eso, este merecido descanso, lo llevaría a recomponer sus argumentos y a justificar de nuevo moralmente la importancia de su trabajo. Y trabajando en SVAE y por pura coincidencia, como sucede casi todo en esta vida, la muerte llamó una vez más a su puerta.
—Buenos días, le atiende Juan ¿En que puedo ayudarle?—respondió Laertes a la llamada utilizando el alias elegido para esta nueva y discreta identidad.
Para su sorpresa, el vecino que llamaba a la administración de fincas que contrató los servicios de la empresa donde Laertes se ocultaba del mundo, era un procurador de lo común andaluz, que suplicaba que la comunidad cambiase las cerraduras y las claves que permitían el acceso a la urbanización donde residía desde hacía ya muchos años y donde su expareja, demostrando una innegable psicopatía y un feroz cabreo tras una ruptura que se negaba a aceptar, regresaba una y otra vez para rayarle el coche, escribir insultos en la fachada de su chalé y en las zonas comunes, enfrentarse con los vecinos que le afeaban su actos y tratar a toda costa de arruinarle la vida.
Al ser un jurista en ejercicio y conocer la nueva legislación y la situación actual de indefensión del hombre frente a la mujer a la hora de plantearse judicialmente un conflicto en la pareja, bien de intereses, bien en relación o bien durante la propia separación, el llamante dejó escapar una expresión que hizo que Laertes anotara disimuladamente el número de teléfono que reflejaba la centralita.
Una vez salió del trabajo y se despidió de su director y de Salomé, la coordinadora jefe en quien había detectado ciertas habilidades innatas para la investigación, y con quien debía sobreactuar para que no identificara su verdadera condición, condujo hasta el piso franco en el que se había instalado preparando la conversación con el angustiado procurador. Y al llegar, recuperó el teléfono que había anotado en un post it y lo llamó.
Como el desesperado jurista había insinuado que estaría dispuesto a cualquier cosa para quitarse a su ex pareja de encima, y volver así a sentirse libre y feliz, Laertes le ofreció la posibilidad de cumplir sus deseos, cual rubicundo genio de ojos azules salido al frotar la lámpara de un mágico teléfono, y presupuestó la muerte de la mujer sin dejar rastro y haciendo que pareciera un accidente, en menos de veinte mil euros (lo que viene siendo una minucia a cambio de una vida sin preocupaciones).
Al recibir a los pocos días el ingreso del 50% de lo acordado, Laertes solicitó en el trabajo disfrutar de las vacaciones generadas hasta el momento y al concederse su solicitud, viajó hasta Málaga. Allí y haciendo gala de sus indiscutibles habilidades, consiguió que todo diera a entender que la sólida y carísima puerta de seguridad de acceso al garaje del chalé de su cliente, había caído a plomo sobre el cráneo de su objetivo, causando heridas mortales de necesidad y lesiones incompatibles con la vida. El juez de guardia que se personó para firmar el levantamiento del cadáver certificó el fatal accidente y abandonó sin mayores dudas y con mucha prisa dado lo apretado de su agenda, lo que nunca supo fue el lugar del crimen.
Laertes sonrió al ver el ingreso del 50% restante de la cantidad apalabrada entre caballeros y, sonriendo y recordando la llamada que desencadenó su vuelta a los ruedos, tarareó en voz baja haciendo un juego de palabras con las siglas de la asociación de administradores de fincas que paga su nómina , "Yo soy IESA"
Es curioso como la música, la literatura, el teatro, el cine y la cultura en general, pueden indiscutiblemente salvarte la vida, o al menos ayudarte a hacer de ella un lugar mejor.
La canción cuyo video clip oficial encabeza esta entrada, ha tenido en mi un poderosísimo efecto balsámico, y me ha ayudado a relativizar, a situarme, a centrar mis angustias y a darme cuenta de que a este juego al que llamamos vivir, jugamos todos en tableros diferentes, pero con unas normas y unas reglas que no nos queda más remedio que aceptar y a las que no podemos oponernos por muy dura que nos parezca a veces la partida.
Esta semana pasada me he enfrentado a una situación emocional muy intensa y muy dura, pues al haber podido disfrutar de unos días de vacaciones en el trabajo, he viajado con mi actual pareja hasta aquellos lugares donde una vez fui feliz. Y literalmente me ha podido la pena, me han devorado los recuerdos, y me he tenido que humillar ante todos esos sueños y esos proyectos que una vez parecieron muy cercanos, pero que jamás llegué a alcanzar.
He caminado por las calles de poblaciones de la costa donde siendo un niño paseaba de la mano de mis padres, he regresado al chalé en el que mis padres conseguían reunir a la familia verano tras verano y celebrar la vida en torno a la mesa de la terraza principal en bañador, o de punta en blanco para cenar todos juntos en alguno de esos restaurantes que yo no puedo permitirme. He recordado con una lagrima furtiva (como la del aria de Donizetti) aquellas partidas de billar con mi padre, cuando aún lo veía como el ser inmortal que siempre me ayudaría a trazar la trayectoria acertada para lograr la carambola perfecta en la vida. Y un día se fue y me dejó con el taco y la tiza suplicándole a mi Dios que me permitiera colocar las bolas al menos una vez más, y decirle lo mucho que lo admiraba y cuanto lo iba a querer siempre.
He caminado por Granada andando sobrecogido por el Albaicín al recordar que esa fue la ciudad en la que me establecí al independizarme del hogar familiar y en la que aterricé junto a mi novia de entonces, acompañando con mi flauta barroca tenor sus interpretaciones en el piano del salón, y con mi ilusión y mi energía todos sus proyectos existenciales. Vivimos exprimiendo cada segundo, disfrutando de cada amigo, de cada vino en la calle Elvira, de cada noche en el Sacromonte, de cada excursión a la playa, y de cada chapuzón en las termas de Santa Fe. Nos prometimos que seriamos felices, que seriamos distintos a todos y que seriamos aquello que queríamos ser, y no cumplimos ninguna de nuestras promesas ni logramos alcanzar ninguno de nuestros deseos. Se nos rompió el amor de tanto usarlo, y por una vez en mi vida y para mi vergüenza y mi eterno arrepentimiento, fui yo quien no supo respetar los votos y el que no estuvo a la altura de sus valores, ni de los míos. Y poco después el karma me devolvió aquello multiplicado por diez, pues como canta Drexler, cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da. Todo se transforma.
Paseando por las calles de Granada me he sentido un fracasado existencial, un perdedor en este complicado juego que es vivir y un aprendiz de todo que jamás logró graduarse en nada.
Pero esta mañana me he despertado de nuevo en mi Valladolid natal, he acariciado a mi gato y he escuchado primero No encajo, de El Chojin, y luego Vida, de Ambkor y me he dado cuenta de que no debo torturarme por haber vivido, por haberlo intentado todo, por haber soñado a lo grande y por seguir haciéndolo. Una vez me sacaron del tablero, pero el destino que es ante todo jugador, me permitió volver a la partida con una ficha similar a la que se rompió cuando caí desde lo alto del tablero. Y juego, vivo, rezo, escribo y amo de nuevo, y ya veremos a donde me lleva todo esto, pues ya he conseguido algo por lo que algunos me recordarán en el futuro, y no sé que más seré capaz de conseguir, pero no pienso rendirme. Tengo 50 primaveras, ya no soy un niño, y ya no quiero serlo. Quiero ser tan solo el mejor Juan que pueda llegar a ser y me prometo que no cejaré en el intento de conseguirlo, ni me castigaré cada vez que se tuerzan las cosas, que se apaguen las luces del escenario y que se me termine la tinta de la impresora, porque la que no se secará jamás en la tinta a la que recurro cada vez que mojo la pluma en el tintero del alma.
Vivo...y eso ya es un interesante reto, una sorprendente aventura y un maravilloso regalo.
Y no creo que nadie en su sano juicio pidiese algo así.
A veces siento tan intenso, tan fuerte, tan potente, tan dolorosamente, que me quema dentro del pecho, sufro hasta lo insoportable y parece que se me va a resquebrajar el alma, y que el corazón va a implosionar estallando en millones de pedacitos. Menos mal que he aprendido a reconocer y a controlar las crisis de ansiedad y a no dejarme llevar por el pánico, porque en muchas ocasiones sentía que me iba a morir, que me iba a dar un infarto o algo similar, que sentir como siento podría matarme, pues si llegaba a somatizar como parecía que iba a hacerlo, tras las taquicardias, los sudores fríos y los mareos, vendría la muerte. Y después la nada.
Por eso me empeño en reír cuando puedo y en llorar cuando lo necesito. Y no estoy loco ni soy diferente, tan solo tengo un exceso de sensibilidad y las cosas me afectan como pueden afectar a otros muchos, pero multiplicadas por cien. He aprendido a llorar, y ya no me importa el desprecio del idiota de turno si no puedo contener la emoción y lo termino haciendo en público. Ya no me importa, de verdad. El que se atreva a juzgarme por sentir como siento que lo haga públicamente, pues yo mismo ostentare mi defensa y os aseguro que tengo argumentos y precedentes a los que agarrarme para salir airoso y evitar la condena social.
Y en cuanto al placer, me sucede tres cuartos de lo mismo. He aprendido a decir que quiero a la gente que quiero y cuando digo que quiero a alguien, no lo hago buscando nada a cambio, es un amor verdadero, el más inmenso de los cariño y la más tierna de las emociones. Y no digamos ya cuando amo en la más romántica de las acepciones. Creo que, las pocas mujeres a las que he sentido amar con semejante intensidad, realmente no llegaron a entenderlo ni a creerlo, no llegaron a comprender que eso de "mataría o moriría por ti" era mucho más que una frase hecha. Creo que aprendí a escribir con la única intención de poder explicarle a Ella cómo la he amado, como la amo y como la amaré en todas y cada una de mis vidas.
Y ahora el que quiera, que me llame ñoño, marica, nenaza o cualquiera de esos alardes de ingenio. Por mi parte les deseo que sean muy felices, pero muy lejos de mi.
Ahora solo quiero que alguien me haga sentir bien, que algo me haga sonreír, que me lleve al orgasmo y que me cubra de caricias el alma. Y lo demás no importa.
Yo no pedí ser como soy, pero estás son las cartas que se han repartido y seguiré jugando con ellas una reencarnación tras otra. Así hasta que un día salte al banca del destino y consiga ser feliz.
El pasado 2024 y junto a mi buena amiga y compañera en Pequeño asteroide, la actriz, directora teatral y fotógrafa artística, Luisa Valares, presenté al Ayuntamiento de Simancas una propuesta cultural algo atrevida, en la que ofrecíamos la posibilidad de mediante sesiones de trabajo semanales en un espacio municipal, ofrecer a los vecinos del pueblo que así lo desearan la posibilidad de escribir con mi ayuda, y de interpretar con la ayuda de Luisa, su propia obra de teatro.
En Simancas hay una verdadero interés por la cultura y sus vecinos son gente muy participativa y muy inquieta, por lo que rápidamente y con el beneplácito y el apoyo de la corporación municipal, se formó un grupo de lo más heterogéneo y absolutamente adorable.
Durante las primeras sesiones semanales les animé a trabajar la escritura creativa, descubriendo para mi sorpresa un verdadero caudal de creatividad y de energía, y disfrutando de todas y cada una de esas sesiones de escritura en las que en más de una ocasión, al compartir con el grupo sus creaciones leyéndolas en voz alta, la emoción se adueñó del aula y compartimos también lágrimas, suspiros, carcajadas y guiños. Luisa los hizo trabajar distintas dinámicas para potenciar los recursos actorales y ayudarlos a aprender la forma de saltar a las tablas de un escenario sin miedo y compartiendo su talento y su afán de disfrutar de la vida exprimiendo cuanta ocasión se les presenta para ello. Poco a poco nos fuimos introduciendo en la escritura de dramaturgia, y entre todos y aportando multitud de ideas originales y realmente acertadas, conseguimos construir una obra de teatro para un numeroso elenco de actrices y actores de un amplio abanico de edades y de personalidades muy diversas. La cosa fue tomando forma de la mejor de las maneras y nació Porciones de cada uno, comedia de enredo y de intriga, que al llegar a manos de Luisa se terminó de perfilar y se convirtió en el mayor de los éxitos el pasado 8 de enero, día de sus estreno.
El teatro de La Vaguada se llenó de vecinos, familiares y amigos del elenco, así como de miembros de la corporación municipal con su alcalde a la cabeza, que asistieron asombrados y entusiasmados a la representación del grupo que bajo el nombre de Simanquince nos dio a todos una lección de pundonor y de saber estar, demostrando que cuando se tiene ilusión por algo, y uno pone alma, corazón y esfuerzo en ello, no hay nada imposible. Alberto, alcalde de la villa, y Nina, concejala de Cultura aceptaron nuestra invitación a subir al escenario para posar y compartir los aplausos y los parabienes, pues realmente los merecen, ya que desde el primero momento apostaron por ofrecer a sus vecinos al posibilidad de participar en un proyecto de este calado y de transcender el en el tiempo, pues no me cabe duda de que dentro de unos años, en algún lugar del planeta se pondrá en escena Porciones de cada uno, o se visualizará en el canal de YouTube de Félix, (virtuoso de la cámara y amante esposo de una de las actrices del elenco), que recogió la obra completa desde su presentación a los aplausos y que os dejo en el siguiente enlace, por si os ha picado la curiosidad.
https://youtu.be/ODEwS5TdcNY?si=VSt8FuQxlwUPkJza
Tened en cuenta que los integrantes del elenco son absolutamente amateurs, que han tenido que vencer el desafío de salir a escena por primera vez en un teatro de envergadura y abarrotado de gente, y que además y por desgracia, varios de ellos han sufrido las pérdidas de seres tan queridos como madres, hermanas, abuelas o suegras durante los ensayos, y aún así y todo han querido brindarle al cielo sus interpretaciones y los aplausos recibidos.
Tanto luisa como yo nos sumamos al público puesto en pie y agradecemos su trabajo y su cariño con nuestros aplausos y una gran ovación.
Es tan importante como saber perder. O incluso más.
Puede que celebrar una victoria sea un acto moralmente tolerable siempre y cuando no te vanaglories de tu triunfo ante el enemigo vencido. Lo que sí que podemos calificar como el mayor de los errores es celebrar el éxito antes de conseguirlo, fundamentando la celebración tan solo en las expectativas creadas, en las promesas de quien puede cambiar de parecer, o en indicadores sujetos al azar o la fortuna.
Al aceptar una derrota aceptas también las consecuencias de los actos erróneos que te llevaron a ella, y al celebrar un triunfo celebras el haber sabido tomar las decisiones acertadas que te llevaron a él.
Mi propósito de año nuevo es vivir con los pies en el suelo. Esto no quiere decir que vaya renunciar a ilusiones y sueños (si lo hiciera, no sería yo), pero si que evitaré dar un triunfo por conseguido antes de haberlo alcanzado, celebrar una victoria antes de comprobar la derrota o la rendición del adversario y proclamarme vencedor basándome en lo que debería suceder y no en lo que sucede.
Puede que esto sea un nuevo síntoma de madurez que sumar a los que para mi sorpresa voy incorporando a mi condición, o simplemente una nueva pieza de la armadura que he decidido vestir para proteger mi corazón y mi alma, que ya no soportarían más heridas y que no tienen espacio para añadir más cicatrices.
He aprendido que el tiempo hizo de mi el continuo derrotado en las lides amorosas y que en más de una ocasión estúpidamente llegué a creer que había salido victorioso del encuentro con unas perfectas caderas, con unos ojos del color del sol o con la más hermosa de las sonrisas, pero el destino se ocupó de abrirme los ojos , de mostrarme la más cruda realidad y de confirmarme que si hay un terreno en el que por mucho que lo intente nunca conseguiré celebrar una victoria, ese es el amor. Y es que tras muchas noches en vela, tras muchas horas de lectura, tras muchos versos y muchos párrafos escritos y tras docenas de angustiosas tardes de lluvia entregado a la introspección, al fin aprendí que en el amor no hay vencedores ni vencidos, que nadie gana, que todos pierden y que todos consiguen alzarse con un trofeo.
Y tampoco hay tablas. Siempre que te entregas a ese emocional combate que es el amor, llegará el momento en el que sentirás que tus lágrimas saben como Ella, que tus silencios más tristes se conjugan con su nombre y que con uno solo de sus besos cuando menos lo esperas, es capaz de levantarte del suelo y llevarte a lo más alto del podio. Y pedirás clemencia, bendecirás su piel y descorcharás una botella para saborearla a su lado. Y suplicarás a los hados que el tiempo se detenga y que nunca, nunca, se termine ese momento.