Llevaba seis meses esperando a que despertases de aquel sueño conectado a máquinas, goteos y respiradores y creeme cuando te aseguro que estaba convencido de que me llamarían para decirme que al igual que yo, un día despertarías del coma y descubrirías que la vida aún te reservaba muchos momentos felices. Pero no. No lo hiciste.
Nunca podré olvidar que en un bar de tapas de la zona de El Realejo, en Granada, tomando cañas con la escritora pelirroja que entonces me robó el corazón o más bien me lo cambió por un saco de falsas esperanzas, unos días maravillosos y unas noches más que placenteras; de repente y entre el barullo de aquel bar granadino reconocí el sonido de mi teléfono y al identificar en la pantalla el número de una buena amiga común, lejos de asustarme me vine arriba al creer que llamaba para decirme que mis oraciones habían sido escuchadas, mis promesas aceptadas y mi deseo concedido. Pero el banco del destino ya no me concedía crédito alguno, mi saldo estaba agotado y aunque gustoso hubiese compartido contigo esa hipoteca sobre mi nueva vida en forma de segunda oportunidad a amortizar en unos cuantos años, no permitieron que hubiese dos titulares, Y moriste.
Hoy sería tu cumpleaños. Bueno...¡qué coño! hoy es tu cumpleaños y aunque con esta medicación que aun me acompaña cada mañana no debería abusar del alcohol, hoy me tomaré un vino en tu memoria y acudiré a escuchar música en directo, porque me da más miedo no festejar el haberte conocido que todos los peligros que me asustan al salir de casa. Amabas la música en directo, bailar y disfrutar de guitarras y buenas voces.
Te encantaría conocer a la montañesa que ahora enriquece mi vida y acompaña muchas de mis noches. Es una gran mujer. Buena, amable, sincera, honesta, leal, hermosa y muy artista. Estoy seguro de que os habríais llevado genial y la habrías aplaudido tanto en sus conciertos como en su forma de ser.
La vida sigue, Blancanieves. Creo que el mejor homenaje que puedo haceros a todos los que os habéis ido a coger sitio, es tratar de ser feliz. Así lo querríais y por eso luchasteis en vida. Me aportasteis tanto, que lo menos que puedo hacer es agradecer seguir vivo, pase lo que pase y le pese a quien le pese. Que como bien sabes porque me acompañaste mucho y me apoyaste mucho hasta el final, hay a quien le pesa verme vivo y saber que sonrío.
Te quiero. Te voy a querer el resto de mis vidas y no te voy a olvidar jamás.
Sé que algún día volveremos a bailar juntos. Lo que no sé es cuando ni donde. Hazte amiga del DJ celestial para que nos ponga uno de esos temas que tanto te gustaban. Uno como el que encabeza esta entrada, por ejemplo.
Cierta montañesa rubia y adorable me está enseñando a bailar.
Espérame en el cielo, Blancanieves.
El más grande, cariñoso y respetuoso de los besos.
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