En un principio esta entrada se iba a titular Vínculos 2, en honor al texto Vínculos que nació en este blog y remastericé y publiqué junto a otros en mi primer libro, Historias para según qué días, pero no he querido pecar de poco original y he optado por este otro título. Seguramente os sorprenda el vídeo que encabeza esta entrada, pero tiene su porqué, como casi todo lo que hago.En él, podréis ver a mi querido amigo Javier Carballo (el tipo muy alto vestido de negro y coprotagonista del texto La canción más bonita del mundo) en pleno concierto junto a sus Pichas rondilleros. Javi es un gran tipo y no solo por su metro noventa, sino por un corazón acorde a su envidiable estatura. Además de ponernos a bailar y hacer que la gente disfrute horrores con sus conciertos, Javi es ante todo un gran actor que junto a Teloncillo, la compañía con la que actúa, recibió de manos de otro tipo muy alto con corona,el premio nacional de teatro. Mi amigo Javi lleva muchos años haciendo reír a los peques y empatizando con ellos. Por eso no me sorprende su gesto para con Dario, el hijo de una vallisoletana llamada Susana, que aunque no pertenece al mundo de la farándula, está muy ligada a ella por lazos familiares y de amistad. Susana es ese miembro de incógnito de mis admirados Kul D´Sak que podremos encontrar en la mayoría de los espectáculos de estos artistazos. Pero por encima de todo, Susana es una madre abnegada y entregada a la felicidad de Adrían y Dario, los hijos que educa con la ayuda de Miguel. Para Susana el gesto de Javi con Dario, le supuso un refuerzo en la estructura de ese cordón umbilical invisible y eterno con el que muchas madres siguen alimentando y ayudando a respirar y a vivir a sus hijos. Susana siempre agradecerá la inyección de autoestima que Javi suministró a Dario y esa relación tan especial que ha surgido entre la banda rondillera y su hijo. He de decir, que Javi me hizo llorar en un concierto y creo que yo también estuve a punto de hacerle llorar a él, puesto que al verme con mi bastón entre el público, volvió a cantar la canción más bonita del mundo, que retiró del repertorio al conocer mi brutal accidente y prometió no volverla a interpretar hasta que pudiese localizar de nuevo mi careto entre los de la gente que abarrota sus conciertos. Susana...Javi es así, es una gran persona y un gran amigo y sé que entre vosotros, siendo tu de su misma envergadura moral y además contando con el valor añadido de ser una madre estupenda, también ha nacido un nuevo vínculo casi tan hermoso como el que hay entre una madre y sus hijos. Y ya...que me estoy poniendo muy ñoño, pero no quería renunciar a escribir este texto porque es de todos conocido mi adoración por las madres en general y por la mía en particular y , mi cariño y mi amistad con Javi. Si leéis este texto esta escrito para vosotros y gracias a vosotros. Repartíos unos besos castos, puros y respetuosos.
Laertes decidió quitarse del medio un par de semanas. Sería mejor que la policía pensara que como todo españolito que ha conseguido salir de la crisis a fuerza de partirse el lomo aceptando trabajos de mierda, se había ido de vacaciones. Gracias al bendito turismo su escapada a Holanda no resultaría sospechosa. Había elegido Amstedam porque fue la capital europea a la que se desplazaron sus compañeros de facultad como viaje de fin de carrera. No pudo ir a ese viaje puesto que tenía asuntos mucho más importantes que resolver en España y siempre le quedó la espinita. Esta era una buena ocasión para sacársela. Escogió un hotel céntrico pero acorde a las posibilidades de un profesional de clase media española y se acomodó en una espaciosa y moderna habitación con el mueble bar mejor surtido que había encontrado nunca. Tras dar buena cuenta de tres botellitas de diferentes whiskys y rellenarlas con un poco del te que pidió al servicio de habitaciones, se pegó una buena ducha, se arregló por si la noche le concedía un final apoteósico, acomodó en el interior de su bota izquierda la pequeña navaja automática que había ocultado en el equipaje que facturó antes de subir al avión y salió a cenar en un buen restaurante. Su instinto no le falló. Escogió un establecimiento de nombre impronunciable pero de acogedor aspecto, extensa carta de vinos y excelentes platos de pescado. En la mesa de su derecha se acomodaron un matrimonio tan elegante como rubio y sus dos hijas pequeñas. Laertes no hablaba flamenco pero acertó a identificar algunas palabras y se hizo una idea aproximada de porqué la esposa se retiró después de los postres tras besas a sus hijas en la frente y obsequiar a su marido con un furtivo beso en los labios. Uno de esos besos que maridan a la perfección rutina, desidia y absoluta ausencia de amor. Al parecer ella tenía que ir a una importante reunión de negocios con ciertos clientes orientales que iban a invertir en la empresa de la que debía ser directiva o en la que tenía un puesto de reponsabilidad. A Laertes le sonó a excusa barata. Aquella zorra apenas se había molestado en disimular lo más mínimo y, al cornudo de su marido parecía no importarle o simplemente haberse resignado a lo evidente. Pobre hombre. No parecía mala persona. La forma con la que miraba a la más pequeña de las niñas mientras le daba cucharadas de la porción de Strudle que había pedido al camarero, le despertó cierta ternura. Laertes pidió la cuenta, pagó en efectivo y abandonó el local. Cómo se había imaginado no tardó demasiado en localizar a aquella pijaza rubia e infiel, besuqueando a un fornido mulato con aspecto de estibador. La suerte estaba echada. Con discreción y sigilo, siguió a los amantes hasta un cercano hotel donde debían tener reservada habitación donde disfrutar de momentos gloriosos. El justiciero español calculó que la guardia no duraría más de tres horas y en efecto, tras poco más de dos horas y media apurando gintonics y flirteando con una italiana madurita en el local de la acera de enfrente, vio a través de la cristalera junto a la que estableció su puesto de guardia, a la traidora rubia salir arreglándose el cabello. -Ciao, bella. Ci vediamo tra un po-dijo Laertes a la morena napolitana con la que gozaría más tarde. La besó apasionadamente fingiendo impaciencia y deseo al mismo tiempo y salió del garito tras los pasos de aquella ejecutiva de moral inexistente. No tardó mucho en encontrar el lugar adecuado para salvar su alma inmortal. Al doblar un par de esquinas, llegaron hasta las inmediaciones de un hermoso parque del estilo del Retiro madrileño o el Campo Grande vallisoletano. No había nadie cerca por lo que apenas le costó obligarla a entrar en el parque con la navaja presionando la garganta de la asustada mujer. Una vez dentro todo sucedió muy deprisa. Laertes la degolló con la mano derecha mientras que con la mano izquierda tapaba sus labios y ahogaba el grito que acompañó a los estertores de la rápida muerte de la casquivana mujer. Al penetrar con delicadeza a la complaciente italiana en la cama de la habitación de aquel hotel donde nadie apreció esxtrañarse de que aquel amable y simpático español de bigote bicolor no fuese a dormir solo, dedicó el orgasmo que seguramete alcanzaría en aproximadamene uno cuarenta minutos al pese a todo afligido viudito y sus dos hijas.
Me avisaron de que no ibas a venir y aquella llamada destrozó los muros de la presa que contenía mis lágrimas, inundando por completo mi corazón y mi alma. Llevaba seis meses esperando a que despertases de aquel sueño conectado a máquinas, goteos y respiradores y creeme cuando te aseguro que estaba convencido de que me llamarían para decirme que al igual que yo, un día despertarías del coma y descubrirías que la vida aún te reservaba muchos momentos felices. Pero no. No lo hiciste. Nunca podré olvidar que en un bar de tapas de la zona de El Realejo, en Granada, tomando cañas con la escritora pelirroja que entonces me robó el corazón o más bien me lo cambió por un saco de falsas esperanzas, unos días maravillosos y unas noches más que placenteras; de repente y entre el barullo de aquel bar granadino reconocí el sonido de mi teléfono y al identificar en la pantalla el número de una buena amiga común, lejos de asustarme me vine arriba al creer que llamaba para decirme que mis oraciones habían sido escuchadas, mis promesas aceptadas y mi deseo concedido. Pero el banco del destino ya no me concedía crédito alguno, mi saldo estaba agotado y aunque gustoso hubiese compartido contigo esa hipoteca sobre mi nueva vida en forma de segunda oportunidad a amortizar en unos cuantos años, no permitieron que hubiese dos titulares, Y moriste. Hoy sería tu cumpleaños. Bueno...¡qué coño! hoy es tu cumpleaños y aunque con esta medicación que aun me acompaña cada mañana no debería abusar del alcohol, hoy me tomaré un vino en tu memoria y acudiré a escuchar música en directo, porque me da más miedo no festejar el haberte conocido que todos los peligros que me asustan al salir de casa. Amabas la música en directo, bailar y disfrutar de guitarras y buenas voces. Te encantaría conocer a la montañesa que ahora enriquece mi vida y acompaña muchas de mis noches. Es una gran mujer. Buena, amable, sincera, honesta, leal, hermosa y muy artista. Estoy seguro de que os habríais llevado genial y la habrías aplaudido tanto en sus conciertos como en su forma de ser. La vida sigue, Blancanieves. Creo que el mejor homenaje que puedo haceros a todos los que os habéis ido a coger sitio, es tratar de ser feliz. Así lo querríais y por eso luchasteis en vida. Me aportasteis tanto, que lo menos que puedo hacer es agradecer seguir vivo, pase lo que pase y le pese a quien le pese. Que como bien sabes porque me acompañaste mucho y me apoyaste mucho hasta el final, hay a quien le pesa verme vivo y saber que sonrío. Te quiero. Te voy a querer el resto de mis vidas y no te voy a olvidar jamás. Sé que algún día volveremos a bailar juntos. Lo que no sé es cuando ni donde. Hazte amiga del DJ celestial para que nos ponga uno de esos temas que tanto te gustaban. Uno como el que encabeza esta entrada, por ejemplo. Cierta montañesa rubia y adorable me está enseñando a bailar. Espérame en el cielo, Blancanieves. El más grande, cariñoso y respetuoso de los besos.
Al principio no le dieron importancia y de forma amable pero distante compartieron encuentros ocasionales en los que el destino, juguetón y caprichoso se empeñó en hacerlos coincidir una y otra vez. Pero hay ocasiones en las que los amantes se niegan a ver los luminosos que adornan los momentos especiales. La vida siguió llevándolos por caminos paralelos, haciéndolos navegar por afluentes que desembocaban en el mismo océano e iluminando sus noches con las estrellas que amablemente las constelaciones cedieron para el perfecto decorado que acompañaría su historia de amor. Pero aún amparados por los dioses más generosos con los seres humanos, ellos achacaban al azar los encuentros recurrentes. Hasta que una noche consiguieron identificar la luz de lo que no se podía ignorar. A pesar de sus increíbles diferencias, de todo lo que no tenían en común y a pesar de que habían depositado sus corazones a un desolador plazo fijo, en las cajas de otros bancos, comprendieron que no podrían vivir el uno sin el otro. Coincidir no era algo casual, sino el magistral movimiento de causalidad que provocaría en ellos el efecto esperado. Porque el creador no es imbécil y aunque sus designios son inescrutables y acostumbra a escribir con renglones torcidos; el resultado es siempre el deseado por él. El camino más corto entre dos puntos es la linea recta, pero el que deben recorrer los corazones diseñados para crear algo tan hermoso esta plagado de curvas y vericuetos que adornan con peligros y dificultades cada beso definitivo. Al alcanzar la meta que coronaron en la cama de un hotel de carretera, ambos supieron que aquella noche sería la primera de todas, porque ya no habría noches por separado, porque ya nada tendría sentido si no amanecían juntos. Aprendieron a amar sus diferencias y a reconocer las coincidencias como neones con los que el destino había querido ayudarles a lo largo de un camino que terminaría uniéndolos para siempre. Y para siempre fue para siempre porque hasta el fin de los tiempos, los rapsodas cantaron la historia de aquel cruce de caminos.