Han pasado más de cinco años desde que se llevaron a los pequeños de aquella camada. De un tiempo a esta parte ha creído reconocer su olor, rondando por las inmediaciones de su casa. Puede que no fuese más que el producto de su imaginación, de su nostalgía y de una mente torturada por la separación. No lo tenía demasiado claro pero hace un par de días vio a uno de aquellos cachorros, ya crecidito, desde la ventana. Era su pequeño, estaba claro. Ese porte chulesco y ese donaire de gato de la realeza, lo había heredado de aquel canalla que la sedujo con falsas promesas de amor eterno y maullidos en tercetos de rima asonante. Aunque el pelazo blanco y negro de su hijo nada tenía que ver con el de su madre, la espesura y la abundancia del mismo no dejaba lugar a dudas. Aquel gato que había venido a vivir con su humano de compañía a la calle contigua a la suya, era su hijo. Y quería volver a besarlo a sentir su hocico junto al suyo y a disfrutar de sus olvidados ronroneos.
Aprovechó un descuido de Javier y Natalia, los humanos con los que había decidido compartir su casa e hizo algo que no había hecho en los casi nueve años que llevaba con ellos, se escapó.
La lluvia y la oscuridad de la noche le hicieron perder el rastro y empapada y aterida de frío, además de triste por no haber conseguido su objetivo y por no saber regresar a su casa, buscó refugio debajo de un coche.
Después de varias horas de gélido arrepentimiento por la audacia de la fuga, una humana la rescató de aquel infierno y pensando que podía haberse perdido y, preocupada por ella, llamó al timbre de la puerta principal de un chalé de la calle donde estaba aparcado aquel vehículo refugio.
El humano que salió a atender la llamada le dijo que aquel gato no era suyo, pero que él también tenía gato y que haría lo posible por ayudarla a encontrar a sus propietarios. Parecía un buen tipo, aunque se lo veía indeciso pues en su casa había ya un gato y un perro y no sabía si era muy buena idea introducir otro animal que despertase los celos y el instinto territorial de los animales que vivían allí.
La madre del humano se apiado de ella y le secó el cuerpo con una toalla, luego la envolvió en una mantita y la tumbó en su regazo. Las madres son así, sean de la especie que sean.
De repente el perro de la casa entró olfateando el rastro y se acercó a ver que era aquello que tiritaba bajo la manta en el regazo de su humana. Enseguida comprendió que esa gatita estaba asustada y extenuada y no quiso interrumpir su descanso.
Cuando todo parecía haberse calmado, el gato del hogar, un felino arrogante que se sabía un galán, se acercó al oler a una hembra. El abundante pelaje blanco y negro, el olor del pasado y la mirada idéntica a la de aquel amor de verano, reafirmaron lo que había sospechado: aquel felino lustroso y de paso firme, era su hijo. Solo hizo falta que cruzaran sus ojos unos segundos. Mara sintió en el interior de su pecho que aquella escapada había tenido un final feliz. Su pequeño, al que los humanos llamaban Gatete, se tumbó a los pies de la silla donde la humana la tenía recostada sobre ella y le daba calor. No necesitaba más calor. Su corazón y su alma se habían calentado con la mirada de su hijo.
Los humanos que vivían con Gatete se movilizaron entre el vecindario, consiguieron averiguar que ella vivía con Natalia y Javier y los llamaron para avisarles de que la gata estaba a salvo. Poco después fueron a recogerla, agradecidos y emocionados por haberla recuperado. Mientras Natalia la cogía en brazos para llevarla a casa, Mara se giró un momento y le dedicó a su hijo la más tierna y amorosa de las miradas. El frío, el miedo, la lluvia...todo había merecido la pena.
8 comentarios:
:-)*
Zeroide
Un beso grande, Zeroide.
Me alegra saber que sigues por aquí. Espero que estés bien y que todo vaya genial.
Zeroide: No tendría por qué quejarme... No quiero quejarme :-))) Ya escucho muchas quejas durante el día... que hasta me entra mandra de quejarme!! :-))
Estoy bien. Creo siempre que me podría ir todo mejor... pero no es cuestión de quejarme... Bueno, no hay queja.
lacantudo: pues un poquico quejica has estado Zeroide.
Zeroide: :-)))))) Muaaaaaaaaaaaaaa
Acabo de autorizar la publicación del comentario anterior, aunque si soy sincero no lo he terminado de entender del todo. No sé si es una anónima coña sobre una ficticia conversación entre Zeroide y yo, o si es la misma Zeroide la que expresa así su buen rollo habitual y su positivismo que he encontrado en todos sus comentarios. En cualquier caso me ha gustado y lo he publicado.
Zeroide, si eres tú, date por besada.
:-)))) he sido yo, he sido yo!!! Zeroide!!! Bueno, A veces tengo conversaciones duales...mi cabeza que se imaginaba en esos momentos hablando contigo en directo, como si lo q pensara lo expresara en alto y entre personajes.
Que mal me explico...
Zeroide :-)
Mola eso de las conversaciones duales. Me alegro de que en una de ellas te diese por hablar conmigo. A tu entera disposición. Si quieres, pásame un mail a jupizano@hotmail.com y a vuelta de correo te paso mi teléfono por si un día tu cerebro está poco trabajador y no le apetece hacerse mi personaje.
A mi a veces me da por hablar con Dios, con supergato, con mi padre(fallecido hace casi cuatro años) y con Kurt Covain. Les pongo voces a todos y no veas que riseras. Mi psiquiatra me terminará cambiando la medicación y pasaré de antidepresivos y ansiolíticos a vaya usted a saber.
Un besote.
jajajja eres un megasupercrack, hablas con Dios!
Yo también hablo pero no es Dios, es con las estrellas del Universo!! (Uni, mi uni, mi universo, mi amigo fiel).
Si, tengo pendiente escribirte, cuando me inspire... Cuando me vea con más tiempo relajado. Puede que de aquí poco o a saber si dentro de 1 año... Como surja!
No entiendo lo del psiquiatra... Por qué te iba a cambiar la medicación por hablar uno mismo con sus seres queridos o inventados, si es la mejor terapia! :-)))*
Cuídate, Mua!
Zeroide
Es que lo de os antidepresivos y los ansiolíticos era un coñazo espantoso De momento ya he conseguido que despues de casi cuatro años me retiren los antidepresivos. Me niego a que mi felicidad dependa de una pastillita. Los ansiolíticos aún tengo que asumir que aunque en menor dosis, de momento no me viene mal Y eso que hay días que no tomo ni uno. Ahora mismo voy ya por el cuarto día seguido sin tomarlos.
Puede que si se siguen alineando los astros, llegue a ser un supermegacrack. He aprendido a conocer mis limitaciones y mis habilidades y si las compenso me daré por satisfecho.
Me cuido y me dejo cuidar (mola bastante que te cuiden)
Bbesos.
Publicar un comentario