martes, 22 de agosto de 2017

Gol de oro

Lo prometido es deuda y siempre trato de cumplir mis promesas. Mi padre me enseñó la importancia de la palabra empeñada.
Este es el relato que nació antes de ayer jugando a escribir según las imágenes que salieron en los dados que utilizamos para ello, mis amigos relatistas y yo y, que he reflejado en la foto que colgué en la entrada anterior a esta, en la que os hablaba de ello. No he corregido ni una coma. Esto es lo que escribí en los 20 minutos que nos pusimos para crear el relato. 


No fue el mejor partido de su vida pero si el que le reportó las mayores satisfaciones. Y no solo en el terreno de juego, precisamente.
Su equipo ganó por tres goles a dos al club rival más odiado por la afición local, por lo que la muchedumbre que abarrotó el estadio esa noche celebró el triunfo como si el mediocre "Deportivo Altramuz" hubiese ganado al final de la Copa de Europa.
Estaba concluyendo la segunda vuelta de honor al campo, cuando reparó en ella. Era una adorable pelirroja de no más de veinte años que lucia la elástica del club, ceñida sobre unas formas perfectas. Agitaba la bufanda del Altramuz como un neo nazi la bandera preconstitucional un veinte de noviembre en el Valle de los caídos. Tanta pasión por sus colores y tanta alegría desbordada contenida en un rostro tan bello,  hizo que apartase por completo la vista del terreno de juego y no pudiera evitar tropezar con el portero titular quien poco acostumbrado a correr largas distancias, remoloneaba el paso, bajando el ritmo de la heroica alineación de aquel día.Avergonzado, se levantó del suelo buscando a  aquel bellezón de ígneos cabellos entre los enfervorizados hinchas pero ya no estaba como antes, agarrada a la verja que separaba a la afición del campo.
Tras ducharse y ponerse unos pantalones pitillo, una camiseta blanca de pico y uno de los chalecos oscuros que siempre completaban su atuendo, salió cabizbajo en busca del coche aparcado en las inmediaciones. Al llegar al vehículo encontró una nota manuscrita sujeta a la luna delantera con el limpia parabrisas donde bajo un nombre de mujer, había un número de teléfono. Guiado por el imperioso deseo de que fuera el teléfono de aquella diosa de la grada, llamó. Una voz juvenil contestó en el acto y le explicó que era una aficionada, prima del lateral izquierdo, quien le había dicho donde estaba aparcado el coche del rubio y patoso delantero centro que había llamado su atención y no por su juego, sino por los azules ojos tristes y la expresión de estar ausente del mundo. Charlaron durante unos minutos y acordaron verse para cenar aquella misma noche. él propuso diversos restaurantes de comida exótica, japonesa, india, tailandesa...pero ella consiguió convencerlo para cenar en un escocés y quedaron poco más de una hora después en el Mc Donalds más cercano.
La cena a su gusto gourmet y sibarita, fue una puta mierda pero volvería a cenar allí cada día del resto de sus vidas, si lo hiciera junto a ella.
Una cosa llevó a la otra y después de media docena de escoceses con hielo y cola light, acabaron en su apartamento.
El pequeño piso que había alquilado al ser fichado por el club extremeño carecía del encanto necesario para seducir a una mujer tan joven como ella, ya acostumbrada a ver en televisión y en películas de Hollywood como vivían los deportistas famosos. Pero no hizo falta siquiera dar las luces de casa al abrir la puerta de entrada. Ella se dejó guiar a oscuras por el pasillo mientras él le arrancaba la ropa camino del dormitorio. 
Hoy son los afortunados padres de una joven promesa del Real Madrid Siguen juntos y tan enamorados como el primer día.

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