Recuerdo haber hecho la mochila con la ilusión de un parvulito y haber corrido a la escuela de la madurez deseoso de volver a encontrarme con los amigos y los compañeros de la infancia y la adolescencia para salir a jugar al recreo y contarnos las vacaciones delante de un reponedor y necesario vaso de zumo de uva.
La asistencia era obligatoria y aunque hubiera disfrutado de las pellas en ciertas asignaturas, no me quedaron más cojones que asistir y soportar las clases con el mayor estoicismo del que fui capaz, so pena de expulsión del centro. Sé que mis padres me hubieran firmado de buen grado los oportunos justificantes pero entendí que esta férrea disciplina inglesa, formaba parte de mi proceso de crecimiento y al fin y al cabo, la letra con sangre entra.
Recuerdo muy bien a la profesora de "Traición y embuste, oral y escrito". Nunca podré olvidar su cara de mosquita muerta y la sorprendente habilidad con la que me expuso el temario completo de su materia. Odiaba sus dictados y no sé cómo no perdí el juicio durante el tiempo que asistí a sus clases. Se me hizo eterno y lo peor de todo fue saber que aquellos conocimientos no me serían de utilidad en mi vida adulta y que el libro de texto y los apuntes tomados durante las clases, arderían por completo en la primera hoguera de San Juan a la que asistiese tras terminar el curso.
De la catedrática de "Interés y manejo" recuerdo su caída de ojos y su dulce entonación, y que me intentó enseñar como utilizar a una persona para extraer cuanto se pudiese aprovechar de ella. El temario completo ardió en el patio de casa, rociado con gasolina y blasfemias. Apagué el fuego con los litros de lágrimas que vertí al interiorizar las enseñanzas.
Por último la doctorada en crueldad innecesaria, que impartía "Técnicas del dolor y el desprecio" ,se ocupó de acabar con los restos de entereza y de ilusión que me quedaban.
Fui sin duda su peor alumno y me pasaba el día cosiéndola a preguntas, por no entender en absoluto el porqué de todo lo que me enseñaba. He de reconocer que necesité chuletas para aprobar el examen aunque no creo que ningún otro haya pasado el "practicum" que tuve que pasar yo.
Me enseñaron todos los argumentos y todas las herramientas, de cara a mantener una relación de pareja pero, mentiría si no dijese que ha habido demasiadas cosas que nunca pensé que formasen parte de ello. Por eso es tan importante la formación. La ignorancia es atrevida.
También tuve un excelente profesorado en otras muchas disciplinas curriculares. Nunca podré olvidar a las catedráticas que impartieron materias tan chulas como cariño, complicidad, proyectos de futuro, diversión, empatía, apoyo, camaradería...
Lo más chulo de todo era que educación física y técnicas amatorias, se convirtieron en mis asignaturas favoritas y cambiaban a la profesora cada curso. Quizás por eso he repetido un par de años. Me gustaba dejarlas para septiembre y estudiar durante el verano pero algunos cursos preferí repetirlos por no perder a las profesoras.
Todo tiene un sentido y aunque ha habido momentos de mucho esfuerzo y sacrificio,momentos en los que quise tirar la toalla y cambiar de carrera, conseguí mantenerme. La licenciatura en Amor me ha costado, además de una fortuna, el consumir mi vida extra y el plantearme demasiadas cosas. Habrá merecido la pena, si el día que la persona que estoy esperando,me entrevista para el empleo definitivo y puedo demostrar que me he tomado los estudios muy en serio.
De momento tan solo tengo el título enmarcado en la pared de mi dormitorio y una más que curiosa foto de la orla con mis compañeros de promoción. Algunos ya han ocupado el puesto que ansiaban y han engendrado futuros estudiantes.
Todo termina llegando, incluso lo bueno.
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